DERECHOS
A los pocos días de tomar
posesión el actual gobierno del Partido Popular, empezó a dejar de cumplir todas las promesas
electorales y a construir un nuevo modelo de sociedad basado en un giro ideológico que nada tenía
que ver con el conseguido a la muerte del dictador y bastante parecido al
sufrido durante sus cuarenta años de gobierno. Desde el inicio de la democracia
fuimos haciendo un camino amasado con la lucha y la sangre de quienes nos
habían precedido en la lucha. Nos creció la libertad como un esfuerzo pisoteado
por botas militares que nunca permitieron la iniciática de cada ciudadano para
hacerse a sí mismo ni para conseguir una pluralidad intelectual que nos pusiera
en la historia como sus hacedores y no como pacientes.
Poco a poco nos fuimos
marcando metas y consiguiendo superarlas para llegar más allá. Porque la
democracia no es un dato, sino una empresa que debe crearse cada día. Y
universalizamos la sanidad y la enseñanza. Y convertimos a los viejos en
jubilados con su razón de alegría de haber vivido. Y la mujer empezó a ser
mujer porque el macho se hizo hombre. Y la Constitución nos reconocía unos
derechos siempre en espera de ser cumplidos, nunca alcanzados, pero derechos:
al trabajo, a la vivienda, a la igualdad de oportunidades, a la posibilidad de
que el corazón fuera libre de amar a quien quería amar, a unos convenios
laborales que nos defendían frente a la arbitrariedad del patrón. Y cada cuatro
años elegíamos libremente a quienes deberían representarnos politicamente. Serían
representantes del pueblo, no propietarios. Administradores legales, no
usurpadores. Incluso podrían tener mayoría parlamentaria, pero conscientes
siempre de que la mayoría absoluta es del pueblo. Legislarían, pero sin perder
nunca de vista que el verdadero poder reside en la ciudadanía. Por tanto, y
pese a la legitimidad adquirida en las urnas, ningún gobierno puede revolverse
contra el pueblo sin caer en la tiranía de una dictadura cualquiera.
Fuimos disfrutando de un
estado de derecho, con una conciencia siempre provisional y la mirada puesta
que lo que quedaba por delante, lo cual significaba que se iban ampliando con
el esfuerzo de todos hasta una utopía inalcanzable, pero real, como lo es el
horizonte intangible, pero deseable.
Pero un día apareció eso que
los malavaristas perversos del idioma llamaron crisis. El dinero no estaba
donde tenía que estar. Y surgió la deuda externa y la prima de riesgo y las
agencias de calificación. Y Europa se hizo nuevamente esclava, como cuando Mussolini,
Hitler, Franco, estafadores de la historia, con las manos llenas de sangre, y
el alma sembrada de cementerios, Pero ahora se le llamaba crisis. La elegancia
no permitía llamarle estafa, ni genocidio económico. Había una Merkel que
pisaba la hierba que no volvería a crecer. Pero ella era nada menos que una
lideresa salvadora de los valores de occidente.
Y apareció la pobreza, el
hambre, el abandono de enfermos y dependientes, y se entregaron a empresas los
hospitales, la enseñanza. Y fue negocio el hambre, el dolor, la vejez. Y el
trabajador regresó a la categoría de esclavo chantajeado, obligado a
trescientos euros de jornal o a consentir los aullidos de los estómagos de sus
hijos, a emigrar como entonces, aunque con un portátil supliendo la maleta de
cartón.
Y aprovechando la carestía
económica se promulgó una ley de seguridad ciudadana para abortar la libertad
de expresión, de reunión, de manifestación. Y los supuestos delitos sometidos a
criterio judicial pasaron a ser faltas administrativas para que el simple
criterio policial sirviera para condenar a alguien. Y Gallardón sometió a su
criterio doctrinal el cuerpo femenino, sus úteros, sus ovarios para prohibir a
la mujer ser mujer hasta que él lo decidiera mediante la expedición de su
carnet de madre con el visto bueno de la jerarquía católica. Y se decidió que
la píldora del día después fuera pecado porque pecado es disfrutar del sexo sin
horizonte procreativo. Porque nuestro gobierno quiere lo que quiere Dios y los
mandamientos están por encima de la conciencia y de la Constitución.
Y esa mayoría parlamentaria
bosteza de aburrimiento ante la mayoría absoluta que sólo la ciudadanía posee
como derecho irrenunciable.
Es cierto que cada recorte
afecta al estómago, a la educación, al dolor, a los ovarios, al trabajo. Pero
en el fondo lo que se busca es una amputación dolorosa de derechos. El arbitrio
del patrón sobre el salario, el horario, los turnos y demás, es sobre todo
arrancar derechos. Cuando a la mujer se le prohíbe ser mujer en toda su
capacidad y grandeza de decisión, lo que se está coartando es su derecho a ser
mujer. Cuando a un estudiante se le veta una beca o se le encamina hacia una
estudio estricto de la religión se le está aplastando su derecho a ser o no
religioso y se le está sometiendo a disciplina de Opus o de sotanas. Cuando la
libertad de expresión o manifestación se tapa con una ley que amordaza, se
están pisoteando los derechos más elementales y que tanto trabajo costaron.
El dinero tal vez lo
recuperaremos un día más o menos lejano. Los derechos has sido incinerados y
guardadas sus cenizas en una urna como recuerdo de un ayer y de un mañana que
pudo haber sido y no fue.
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