GRIETAS
Agrietada la sangre,
el aliento,
la voz,
el silencio.
Agrietada el agua de los
ríos,
el mar y sus recuerdos,
sus nostalgias,
sus olas con lunas en su piel.
Grietas somos,
fisuras,
llagas
con vistas a la nada.
No hay un dios al fondo
crucificado contra la
angustia.
Dios es tan sólo
una hendidura hueca
sin respuesta para el grito,
un vacío
para despeñar la angustia
inexplicable de existir.
La soledad cuarteada
con cráteres en relieve
supurando tiempo inútil,
inútil esperanza,
ilusión inútil
de que ha valido la pena.
Me gustaría encontrar entre
las grietas
a Dámaso Alonso, por ejemplo,
por ejemplo a Blas de Otero
y arrancarles la voz como
una piel
y hacerle frente a la nada
revestida de promesas
con sus cielos azules
o sus infiernos negros.
Quiero refugiarme en el
vientre
de Sartre, de Camus
y ser capaz de no ser
y desnudar de importancia
el acontecer absurdo
de la soledad más sola.
Me escuece la muerte,
esa grieta infinita
que cumple la definitiva
promesa
de dejar de ser
los que no fuimos nunca.
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