USTED
La voy a llamar así, señora.
Porque me escuece su nombre. Porque el nombre es un regalo de la vida y usted
debería carecer de ese regalo. Porque me mancho. Porque si le llamo por su
nombre, a lo mejor la recuerdo dentro de tres años. Y la verdad es que quiero
olvidarla cuanto antes, como si usted no hubiera existido. Porque mancha lo
humano que llevamos dentro. Porque intenta destruirlo. Porque lo desprecia.
Tiene usted un cargo de esos
que llaman importantes. Creo que vocal de un círculo de traje a medida, loewe, gemelos de oro y corbatas de seda. Elegantes
por fuera como esas manzanas brillantes que encierran demasiados gusanos por dentro. Díaz
Ferrán, por ejemplo. Le suena? Anda rodando por los juzgados, esposado,
custodiado por la policía para que no lo devoren sus trabajadores, sus
clientes, sus proveedores. Arturo Fernández. Le suena? Búsquelo en Bankia. Ha ido a recoger sus
dietas para pagar estafas a la seguridad social, para abonar salarios “en
negro” a los trabajadores de sus empresas, para sacarle brillo a su colección
de coches antiguos. Amigo de una sexagenaria que se rebela contra los cuerpos
de seguridad del estado porque ella tiene sangre roja desteñida y que parece
azul y ha sido presidenta y es presidenta porque tampoco sabe hacer otra cosa.
Pues el tal Arturo Fernández es otro gusanito de seda plastificada, rojo de
cara porque la podredumbre tiene un rubor farisaico.
Usted, señora, es la
portavoz de los que están esposados y de muchos que deberían estarlo pero a los
que Gallardón o Zapatero han indultado porque la cárcel, como el cielo, puede
esperar. Usted, señora, es accionista de una gran empresa de seguridad que no
supo cómo evitar la muerte de unas chicas con pechos como banderas y besos para
calentar un mundo.
Mi profesor de Etica se
presentó un día y nos estampó el título de la tesis que iba a desarrollar: “El
hombre es un ser inútil” Y claro que nos
sorprendió. Tan humano él, tan respetuoso con la vida, tan defensor de la
libertad, de la autonomía humana y ahora nos venía a decir que el ser humano
era algo inútil. Lo útil, nos dijo, es lo que puede ser usado para alcanzar un
fin que está valorado por encima de sí mismo. El ser humano es un fin en sí
mismo y en consecuencia no puede ser manipulado para alcanzar algo superior. Lo
humano es un valor que empieza y termina en sí, es el valor supremo.
Usted, señora, no tuvo como
profesor de Etica a Julio de la Torre. Incluso estoy seguro que nunca estudió
Etica. De lo contrario no tendría la visión ruin, desvergonzada, maloliente de
lo humano hasta el punto de despreciar a los trabajadores que están en
desempleo y afirmar de ellos que son seres “que no valen para nada” El profesor de la Torre daba un contenido
supremo al término útil y usted le da un contenido arrastrado como si de
alpargatas viejas se tratara.
Y ahora que todos los
lectores saben de quién estoy hablando, voy a decir su nombre: Mónica de Oriol.
Y su cargo: presidenta del círculo de empresarios. Y lo digo para que cuando su
chofer le abra la puerta del blindado, la gente se aparte porque contamina con
su podredumbre, con su despreciable calidad de gusanito infiltrado en la
manzana brillante. Considera usted que habría que suspender toda ayuda a esos
parados que son parásitos de la sociedad. Detecta usted que en su langosta y su
caviar se ha infiltrado un desempleado con hipoteca, tres hijos, una esposa y
un padre de 80 años y dependiente. Y usted, presidenta muy presidenta, piensa
que lo más práctico es que los seis se mueran cuanto antes porque no son
productivos, porque no colaboran a que Arturo mantenga su flota de coches
antiguos. Y a los que están trabajando con un sueldo de cuatrocientos euros por
diez horas diarias habría que despedirlos, pero con 18 días de indemnización y
de paso irles apretando el nudo de la corbata para que se ahoguen solos y
cuanto antes. El caso es desparasitar la sociedad para que se quede limpia la
sangre de los que tienen un DE entre el nombre y apellido como usted, señora:
Mónica DE Oriol.
Ha conseguido usted que me
caigan bien los Díaz Ferrán, los Arturos, los Luises Roldán, los Blesa y tantos y tantos
que se han llevado dinero, porque al fin
y al cabo sólo han robado eso, dinero, con el cual no pueden comprar nada de
auténtico valor humano. Pero necesito olvidarme de usted, abandonarla entre los
artículo no reciclables, porque también usted carece de productividad. Es
incapaz de crear dignidad, libertad, autonomía, amor, ternura y todo ese jardín
de plenitud que hace de la vida un perfume que se respira para alimentar la
grandeza de ser humanos.
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