Y SI
ME OLVIDO
No quiero olvidarme de los
atardeceres,
de los ríos azules boca
arriba
como un arco iris
recostado en la hierba.
A veces se desangra la
memoria
y no sé buscar el nombre de
las cosas.
No sé por qué se llama
viento el viento
y estrellas las estrellas.
No logro pronunciarte
cuando beso el recuerdo
desnudo de ti,
confiado
como un sueño esperado,
necesario
para encontrarnos dentro de
una luna pequeña,
de una cabaña de luz,
refugiados de la lluvia
que disuelve las huellas.
No quiero olvidar aquellas
noches
amenazadas de distancias,
de despedidas,
de pañuelos que marcaban
el final de los labios.
Y la soledad después,
doblando la piel para
guardarla
en el orden que impone la
hipocresía de las leyes.
La desnudez era más que la
entrega del tacto.
Era la rebelión contra el
orden establecido,
la anarquía contra códigos asfixiantes,
la insurrección contra
decálogos
que le ponen al amor camisas
de fuerzas,
crucifixiones estáticas.
Odiábamos las sábanas
planchadas.
Banderas eran, queríamos,
desorden trenzado entre las
piernas
para que las bocas fueran
buscadoras de bocas
y las manos tocaran los ríos
de los cuerpo.
No quiero olvidarme.
Pero a lo mejor me olvido
por imperativo legal.
Y nos haremos viejos
como los libros viejos,
marrones de cansancio,
de hastío,
de muerte presentida,
deseada,
asumible,
implorada.
A lo mejor no somos
necesarios
y es el olvido la anestesia
imprescindible
para aceptar la nada
y ser tiempo sin tiempo.
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