LA
MISMA HORA
Es la hora de entonces,
exacto el momento,
como si el tiempo estuviera
doblado sobre sí mismo.
Coleccionaba mares
para separar las hojas de
aquel libros,
para poner frontera a cada
beso,
para distinguir las bocas,
para no confundir labios.
Hoy es ayer.
Colecciono soledades
para aislar los dolores
y no se mezcle la sangre
con la angustia de al lado.
Cada pena, su nombre.
Es la hora de entonces,
hora única, aislada,
sin minutos siguientes,
final de página,
de besos,
de bocas,
de labios.
Las manos sin mares,
las tardes sin tardes.
La última dedicatoria
escrita con tu carne en mi
carne,
incunable, papiro, memoria
hueca como el vientre de un
globo.
Me voy olvidando poco a poco
de ti, de tu cintura,
del perfil de tu luz,
de la curva de tu nuca
donde apoyaba las manos
para besarte la sangre.
A esta hora,
a la misma hora,
no puedo esconder la
pregunta,
romperla,
tragarla.
Está ahí.
Nunca sabré,
no sabrás tú,
no sabrá nadie
si valió la pena.
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