ALGO
SE MUERE.
La muerte siempre llega poco
a poco. Duerme en las almohadas y un día, una noche, a una hora en punto, se te
abraza y te mata como la mantis religiosa después del amor más amor. Pero dicen
que antes hay un presentimiento. Algo se está acabando. Es como sentir que se
carga el arma, que gira el tambor, que el cargador está a punto. Pone el tiempo
su cráneo de tiempo y la muerte se instala como si en su propiedad viviera
desde siempre.
A lo mejor a la historia, a
la libertad les pasa también algo así. Porque siempre andan acechadas, siempre
en el punto de mira, como blanco de depredadores dispuestos a descerrajarle a
bocajarro el tiro de gracia, disecarlas y mostrarlas como orgullo en el salón
infame de su propiedad. Porque propietarios se sienten, latifundistas del
quehacer de los demás, con derecho a violarlas, a clavarles el aguijón más purulento
rematado en el onanismo más estúpidamente egoísta.
Uno sabe de pistolas
relucientes, de obreros muertos porque alguien disparó al aire, de estudiantes
despeñados desde la azotea de una facultad. Uno sabe de túneles que
justificaban la oscuridad, de tiros al amanecer, de muertos en cunetas, de
vidas estampadas contra los muros de un cementerio blanco. Uno ha oído el
hambre, los estómagos vacíos llenos a veces, sólo a veces, con la injusta
caridad del señorito, con la primera comunión de la hija del señorito, con la
boda del sobrino del señorito. Porque muchos eran señoritos para que la mayoría
fuera miseria, abandono, analfabetismo.
Pero uno creía que eran
pasado los estados de excepción, los miedos, los sables, las polainas. Pero uno
toma conciencia de que ahora es Armani, delicado, elegante, bellamente
condecorado de perfume quien está ahí, en los quicios de una asfixia
disimulada, a base de lorazepam, para que nada se manche de sangre porque la
sangre delata, testifica, eyacula sospechas. Todo debe parecer un accidente,
decían. Todo es fruto de una crisis, dicen. Y se inventa un nuevo lenguaje y al
hambre se le llama estómago moderadamente lleno y a la emigración movilidad
exterior y a la persecución bienaventuranza pagada con un cielo de ángeles
azules
La muerte llega poco a poco.
Pero siempre es muerte, aunque se le llame crisis, mercado, deuda externa,
déficit, rescate. Siempre te roban la sonrisa, la alegría, el amor, el
escalofrío de existir. Y hacen de ti una oquedad, un ser vacío, con esperanza
huera o sin esperanza directamente porque hay situaciones que ni siquiera se
disimulan. Se amputa porque lo exige la situación igual que hay que enseñar
unos pechos porque lo requiere el guion. Y porque el guion es más importante
que la vida y porque es más rentable la estafa como motor que lo humano como
centro se organiza el pelotón, se le dan órdenes de exterminio. Y el tiro de
gracia es fácil. Se encañona a los más débiles y se les apunta con silenciador
entre los ojos. Lo demás es responsabilidad de las balas. Y cae la libertad de
expresión, de reunión, se desploma el derecho de huelga, se prohíben las
manifestaciones, se maldice la denuncia, se exige adhesión inquebrantable a un
nuevo movimiento nacional, a unos principios fundamentales, sometimiento a las
leyes de una mayoría absoluta que por serlo se auto dispensa de la exigencia a
responder ni ante dios, ni ante la historia, ni ante la pluralidad. Todo es
uno, grande y sometido a la economía de mercado. Se margina el juramento, la
promesa por mi conciencia y honor y sólo se reconoce la supremacía del FMI, de
Banco Central Europeo, de las agencia de calificación y por encima de todo y de
todos la diosa Merkel que supera incluso a la blanca paloma amada por Fátima
Báñez. Se rompe el futuro, se le recomienda a los cánceres pobres que se mueran
porque sólo hay sitio para los cánceres privados que se pagan, y los
hipertensos que sepan que tendrán una muerte dulce porque el corazón se para
disimuladamente y a los jubilados se les restituye su categoría de viejos y se
les consuela argumentando que sólo el tiempo pasado fue mejor. Y los
estudiantes, y las maltratadas y los dependientes y los pensionistas y los que
han cumplido cincuenta años y los becarios y los mordiscos salariales, y los
jornales de hambre y desprecio.
Sí, la muerte llega poco a
poco y algo se muere en el alma cuando te estrujan la vida como el papel
despreciable de un envoltorio cualquiera.
1 comentario:
Y junto a ese “presentimiento anterior a la muerte...”. De la mano llega, ese vacío “lleno” de impotencia cuando compruebas que, de nada a servido los sacrificios y la lucha para dejar consolidado el bienestar conquistado. Y, junto a los tuyos, los demás, denuevo, tendrán que recorrer lo que ya otros recorrieron.
Un saludo y un abrazo, maestro.
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