domingo, 1 de diciembre de 2013

ALGO SE MUERE.



La muerte siempre llega poco a poco. Duerme en las almohadas y un día, una noche, a una hora en punto, se te abraza y te mata como la mantis religiosa después del amor más amor. Pero dicen que antes hay un presentimiento. Algo se está acabando. Es como sentir que se carga el arma, que gira el tambor, que el cargador está a punto. Pone el tiempo su cráneo de tiempo y la muerte se instala como si en su propiedad viviera desde siempre.

A lo mejor a la historia, a la libertad les pasa también algo así. Porque siempre andan acechadas, siempre en el punto de mira, como blanco de depredadores dispuestos a descerrajarle a bocajarro el tiro de gracia, disecarlas y mostrarlas como orgullo en el salón infame de su propiedad. Porque propietarios se sienten, latifundistas del quehacer de los demás, con derecho a violarlas, a clavarles el aguijón más purulento rematado en el onanismo más estúpidamente egoísta.

Uno sabe de pistolas relucientes, de obreros muertos porque alguien disparó al aire, de estudiantes despeñados desde la azotea de una facultad. Uno sabe de túneles que justificaban la oscuridad, de tiros al amanecer, de muertos en cunetas, de vidas estampadas contra los muros de un cementerio blanco. Uno ha oído el hambre, los estómagos vacíos llenos a veces, sólo a veces, con la injusta caridad del señorito, con la primera comunión de la hija del señorito, con la boda del sobrino del señorito. Porque muchos eran señoritos para que la mayoría fuera miseria, abandono, analfabetismo.

Pero uno creía que eran pasado los estados de excepción, los miedos, los sables, las polainas. Pero uno toma conciencia de que ahora es Armani, delicado, elegante, bellamente condecorado de perfume quien está ahí, en los quicios de una asfixia disimulada, a base de lorazepam, para que nada se manche de sangre porque la sangre delata, testifica, eyacula sospechas. Todo debe parecer un accidente, decían. Todo es fruto de una crisis, dicen. Y se inventa un nuevo lenguaje y al hambre se le llama estómago moderadamente lleno y a la emigración movilidad exterior y a la persecución bienaventuranza pagada con un cielo de ángeles azules

La muerte llega poco a poco. Pero siempre es muerte, aunque se le llame crisis, mercado, deuda externa, déficit, rescate. Siempre te roban la sonrisa, la alegría, el amor, el escalofrío de existir. Y hacen de ti una oquedad, un ser vacío, con esperanza huera o sin esperanza directamente porque hay situaciones que ni siquiera se disimulan. Se amputa porque lo exige la situación igual que hay que enseñar unos pechos porque lo requiere el guion. Y porque el guion es más importante que la vida y porque es más rentable la estafa como motor que lo humano como centro se organiza el pelotón, se le dan órdenes de exterminio. Y el tiro de gracia es fácil. Se encañona a los más débiles y se les apunta con silenciador entre los ojos. Lo demás es responsabilidad de las balas. Y cae la libertad de expresión, de reunión, se desploma el derecho de huelga, se prohíben las manifestaciones, se maldice la denuncia, se exige adhesión inquebrantable a un nuevo movimiento nacional, a unos principios fundamentales, sometimiento a las leyes de una mayoría absoluta que por serlo se auto dispensa de la exigencia a responder ni ante dios, ni ante la historia, ni ante la pluralidad. Todo es uno, grande y sometido a la economía de mercado. Se margina el juramento, la promesa por mi conciencia y honor y sólo se reconoce la supremacía del FMI, de Banco Central Europeo, de las agencia de calificación y por encima de todo y de todos la diosa Merkel que supera incluso a la blanca paloma amada por Fátima Báñez. Se rompe el futuro, se le recomienda a los cánceres pobres que se mueran porque sólo hay sitio para los cánceres privados que se pagan, y los hipertensos que sepan que tendrán una muerte dulce porque el corazón se para disimuladamente y a los jubilados se les restituye su categoría de viejos y se les consuela argumentando que sólo el tiempo pasado fue mejor. Y los estudiantes, y las maltratadas y los dependientes y los pensionistas y los que han cumplido cincuenta años y los becarios y los mordiscos salariales, y los jornales de hambre y desprecio.

Sí, la muerte llega poco a poco y algo se muere en el alma cuando te estrujan la vida como el papel despreciable de un envoltorio cualquiera.


1 comentario:

pcjamilena dijo...

Y junto a ese “presentimiento anterior a la muerte...”. De la mano llega, ese vacío “lleno” de impotencia cuando compruebas que, de nada a servido los sacrificios y la lucha para dejar consolidado el bienestar conquistado. Y, junto a los tuyos, los demás, denuevo, tendrán que recorrer lo que ya otros recorrieron.
Un saludo y un abrazo, maestro.