sábado, 14 de diciembre de 2013

SOY CUALQUIERA


Es difícil ser un hombre o una mujer cualquiera. Llamarse Pedro, Paco o Pilar es nombrar una grandeza honda. Tenemos a veces la impresión de que sólo los banqueros, políticos, empresarios, adinerados son los importantes. “Es de buena familia” se decía para significar que alguien había nacido en una cuna acolchada con dinero, abrigada con dinero. La reunión, decimos, estaba plagada de grandes personalidades, es decir, de gente con un DON delante, con apellido medieval y sobre todo billetera abultada.

Llamarse Pedro, Paco o Pilar es vestido de oficina disimulado de colonia Paco Rabanne, traje de rebajas-corte-inglés o grasa de taller mecánico y andamio con bocadillo de doce y piropo a un culo muy culo. Pero hay también hondura porque la dignidad no es patrimonio de billetes de quinientos, sino de actitudes que trascienden hacia la altura humana de ser lo que somos en profundidad. Y sin caer en demagogias fáciles, me atrevo a decir que hay mucho DON que es producto de una compraventa y que mucho “cualquiera” es  grandeza de  lucha por no sucumbir a la indecencia que se esconde en muchas elecciones vitales.

Tropezamos a diario con corruptos que apestan. ¿Hace falta nombrar a políticos que mienten, que desprecian promesas electorales, que machacan  salarios,  sanidad,  vejez,  dependencia en pro de evitar que caiga una banca que ha despilfarrado, robado, invertido en negocios rentables para muy pocos a costa de robar inocencia de ahorro a viejos e ignorantes?

Ser cualquiera  entraña la sencillez de una vida transparente. Muchas horas de trabajo, una caña los domingos y el amor de los sábados por la noche porque no está tan agotada ella, porque no está tan agotado él y se quieren besar la sangre en el hermoso encuentro de labios y sexos.

Y otra vez mañana a ser cualquiera. A vivir en el miedo. Miedo al despido, al recorte de sueldo, al chantaje de que hay cola esperando para ocupar el puesto que te obligan a aceptar pero a doble de horas y mitad de nómina. Miedo a un ERE que te incluye sin poder acudir a un sindicato o a un juez porque te han usurpado el convenio y no  tienes dinero para pagar las tasas que impone Gallardón. Miedo a quedarte embarazada porque te dolerán los riñones y la espalda y a lo mejor algún vómito. Miedo a que el gozo de tu maternidad se convierta en la amargura de un despido y que tu hijo nazca en el INEM como un parado de mañana porque su madre lo es de hoy. Porque Gallardón dice que la maternidad es la que hace a la mujer-mujer, pero se desentiende del feto con una discapacidad o del bebé  que no puede aspirar a un biberón si no se lo dan en un banco de alimentos.

Es difícil, muy difícil, ser cualquiera. Tú y yo somos de esos. No entendemos de mercados, primas de riesgo, déficit, bolsa, inversiones, deuda externa. Sabemos de las patatas con zanahorias, la hipoteca, las vacunas que nadie nos ayuda a pagar, el cáncer del abuelo al que le limitan la medicación porque es muy cara, a la educación del chaval que tiene talento pero no disfruta de una beca, a la hija que se fue a Londres a servir cervezas o a Alemania a limpiar servicios de bares por cuatrocientos euros doce horas. Tú y yo somos de esos.

Nuestro dolor ahí. Nuestros desengaños en lo que nos prometieron y ahora nos roban. Nuestra desesperanza, nuestro asco existencial, nuestra falta de futuro. Porque tú y yo tenemos cuarenta y ocho años y somos viejos  para trabajar y nos restriegan nuestra experiencia como una camisa sudada y nos echan en cara que trabajamos en negro los doscientos euros de la chapuza y nos llaman defraudadores porque no declaramos en la oficina del paro que a veces arreglamos un grifo.

Somos muchos los “cualquiera”  que se agazapan detrás del vacío, los que comemos un plato de sopa con la pensión de la abuela, los que nos juntamos con el amigo que puede darnos el cigarrillo, los que ya nos sobran los pechos o los labios porque la frustración nos prohíbe hasta el amor del sábado noche.

Qué difícil sentirse Pedro, Paco, Pilar. Qué angustia ser cualquiera.



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