DIOS
TIENE BOLSILLOS
Creo
que fue por dos mil diez. Han pasado tantas miserias desde entonces que se
pierde la memoria de la cercanía temporal y uno siente la tentación de alejar
las fechas y decir que hace mucho tiempo. Pero fue hace un rato, sólo un rato:
en dos mil diez. A Zapatero le estalló la crisis en los ojos y lo dejó tan
ciego que nunca entendió que era una crisis. Acudió al diccionario de
seudónimos y llamó de cualquier forma a la situación económica. Después
vinieron los visionarios, los de mirada primaveral y brotes verdes. Todo estaba
a punto para regresar al paraíso del que nos habían expulsado las hipotecas
basura. De nuevo volveríamos a casa, a sentir la caricia de la calefacción, la
ternura de las alfombras y la cintura de la noche en la cama matrimonial.
La
oposición no vivía en el país y por eso no supo de la existencia de la crisis.
Montoro dijo aquello de que a España había que dejarla caer porque ellos la
levantarían. Pero seguro que lo de Montoro también correspondía a una buena voluntad
de servicio y había que perdonarle la reflexión porque él sabe sonreír como
nadie mientras te clava un puñal. Y llegaron con la inocencia de Pons, María
Dolores, Mato, Wert y sobre todo con la decisión de no doblegarse ante Europa,
ni ante Merkel, ni ante el FMI, de Marianos Rajoy, con Bárcenas en la mochila,
Bárcenas protegido, dándole ánimos por si no le llegaba el dinero para pagar la
luz, el teléfono, los donuts, porque la vida es sufrimiento pero después llega
el cielo, que lo decía Rouco, y sentarse a la derecha de Obama-Padre, que lo
decía Rouco, y los milagros de la Blanca Paloma, que lo decía Rouco-Báñez ex
cátedra.
Mariano
también emprendió una cruzada contra los comunistas feos que tachan a Edurne de
vestir de Gucci, que no tienen costumbres de jaguar, o que no entienden que el
dolor es un negocio sin explotar. Y para bendecir esa cruzada anticomunista se
incluía a la Jerarquía católica. Como entonces, cuando Franco. Como entonces,
cuando Felipe y Calvo Sotelo y Aznar y Zapatero. Porque todos se colocaron
mitras puntiagudas y se apoyaron en báculos como lanzas.
Gallardón
empujó a la mujer los rincones de la historia donde siempre la había mantenido
un cristianismo misógino, porque la mujer sólo lo es plenamente si es madre y
las demás llevan manzanas en los pechos y serpientes en la entrepierna para
perder al varón y sacarlo del edén del paraíso. Y ese servicio hay que pagarlo porque
la mujer es un peligro en sí misma, que ya lo dijo Pasionaria y Bibiana Aido y
hasta algunos hombres (no confundir con
machos) que pensaban que la mujer era un misterio insondable de grandeza. Y sí,
ese servicio de Rouco Sociedad Anónima había que premiarlo por su constancia
histórica.
Fue
contra una pared como en otros tiempos. Se le vendaron los ojos a la sanidad,
la educación, la dependencia, los desempleados, los desahuciados, los
pensionistas. Iba repleto el camión del paseíllo al amanecer. Y se disparó por
puro patriotismo, como en otros tiempos. Y llegó el tiro de gracia con
indulgencia plenaria y bendición de su santidad. Y rodaron por el suelo el
dolor-mercancía, el hambre-contenedor, la abuela-puchero con cuatrocientos
euros al mes, el enfisema-daxas porque el aire tenía un precio, los
cartones-manta porque las viviendas son propiedad de los bancos.
Pero
allí estaba Franco-Suárez-Felipe-Leopoldo-José María-José Luis. Todos juntos,
luchando, ejerciendo de exorcistas para ahuyentar hordas judeo-masónicas con la
inestimable ayuda de los Obispos. Porque nadie se atrevió a decirle a la
Iglesia que el pecado era un problema de su conciencia, no de la nuestra. Que
masturbarse no implica ceguera, que el encuentro sublime hombre-mujer es un
placer hormonal que nada tiene que ver con el explícito poder de la
procreación, que a los niños hay que inyectarles ciudadanía por encima de servidumbres,
que las rosas quieres ser laicas y que los claveles no son un milagro
inexplicable sino el resultado de unas semillas, y que las células madres
salvan vidas porque los científicos se han empeñado en investigar, y que la
muerte debe ser una despedida placentera del tiempo y no una decisión divina, y
que la historia es la hechura del hombre y no el resultado de un designio
divino…
Por
eso nadie se explica que la Jerarquía católica siga recibiendo millones de
euros mensuales como si los bolsillos de Dios no tuvieran fondos. Y a lo mejor
ni siquiera Dios tiene nada que ver con el Concordato. A lo mejor sólo es
cuestión de mitras puntiagudas y báculos como lanzas.
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