CRUELDAD
Uno
anda perdido entre primas de riesgo, mercados, FMI, BCE, deuda, Merkel. Y esa perdición se culmina cuando
Rajoy, Montoro, Soraya, Báñez, Mato o Botín se ponen al frente como guías
espirituales que deben devolvernos al estado primitivo de un bienestar
circunstancial y necesariamente desguazado por culpa de la crisis. Presidente,
ministros y banqueros van por ahí con la alegría colgada como salvoconducto que
convoca el capital extranjero para que acuda a España por su nivel competitivo
a base de rebajar salarios, derechos laborales y sociales. Es el estraperlo de
la falsedad y la mentira. En dos mil diez Zapatero comprometió al país en el
pago de la deuda y plasmó esa obligatoriedad en la mismísima Constitución. Para
dar cumplimiento al derecho constitucional a la vivienda, a un trabajo, siempre
se encuentran excusas para demorar ese mandato. Pero el compromiso de
pagar la deuda con preferencia sobre
otras obligaciones, nos ha llevado a una estafa que, poniendo a la crisis como
escudo, legitima la amputación de derechos sociales, laborales y sociales.
Porque en realidad no se trata sólo de desviar dinero y en consecuencia de
recortar derechos. Se trata más bien de una ideología que corta deliberadamente
derechos para emplear el dinero en promocionar un capitalismo desbocado al que
no le importa el hambre, el abandono, la miseria de millones de seres humanos.
El
actual gobierno llegó al poder con la perversa conciencia de que no cumpliría
nada de lo que prometía. Nadie puede pensar en su desconocimiento de la
realidad que les circundaba porque entonces no podrían ni oponerse a las
directrices del anterior gobierno ni aspirar a ser elegidos por falta de elementos
de futuro. Y se les llenó la boca con la creación de puestos de trabajo y el
propósito de fomentar los servicios sociales cuya línea roja les resultaba
impensable traspasar. Pero de sobra sabían que con dinero o sin él, su idea de
sociedad era terriblemente opuesta a la construida desde la muerte del
dictador. Tenían claro que venían con el propósito de ensanchar el muro de la
vergüenza que separa la opulencia de la pobreza y dispondrían de los medios
para conseguirlo. Montoro ya avisó entonces que dejaban caer a España porque
ellos la arreglarían.
Muchos
políticos se alimentan de frases. Huecas, sin contenido, irredentas.
Gramaticalmente, frases. Vitalmente, falsedades como embarazos ectópicos. Pero
se sueltan en el Parlamento, en conferencias de prensa, en apariciones en el
extranjero. Y nadie se ruboriza al pronunciarlas, aunque quien las dice tenga
conciencia clara de su falsedad, y ejerza voluntariamente la vacuidad como
elemento de persuasión y si se puede hasta de convicción.
Montoro
es un alto exponente de lo dicho. El ministro de Hacienda retuerce el lenguaje
hasta hacerlo sangrar y destilar bilis suficiente para enervar al oyente. Y
cuando se le enfrenta al espejo de una realidad flagrante se esconde tras la
pésima interpretación del oyente o se recurre a que sus palabras fueron sacadas
de contexto. No hablemos de salarios, de
impuestos, de déficit previsto. Citemos sólo una previsión colgada en esa
sonrisa macabra del ministro: “La recuperación está a la vuelta de la esquina”
Ana
Mato. Papel encomendado: destrozar, arrasar la sanidad. Y ella, con su
vocabulario trastabillado, imponiendo copagos, prohibiendo medicación contra
enfermedades terminales por su precio elevado, excluyendo inmigrantes, dejando
fuera de la gratuidad medicamentos básicos y que el contribuyente debe abonar,
exigiendo dinero a los enfermos hospitalizados, refugiándose en la trasferencia
de la sanidad a Comunidades Autónomas como en un chiquero de cobardes, habla en
el Congreso de los diputados y dice textualmente: “Esta es la legislatura de
los derechos sociales”
Cuando
los millones de parados, cuando la búsqueda en contenedores de un pan duro,
cuando los comedores sociales, cuando los niños desnutridos, cuando los abuelos
alimentando al hijo, a la nuera, a los nietos, cuando millones de españoles han
sido despeñados a la miseria, cuando se cortan las pensiones, cuando se admite
la merma salarial por el miedo a perder el puesto de trabajo, que la ministra
afirme que esta es la legislatura de los derechos sociales es caer en la
prevaricación y ofender la inteligencia de los que sufren las consecuencia de
una estafa organizada que pretende y consigue que los pobres sean más pobres
para que los ricos sean más ricos.
Montoro
y Mato son dos exponentes de un gobierno empeñado en la destrucción controlada
de un país que iba consiguiendo una cierta comodidad vital desde la llegada de
la democracia y cuyos derechos están fundamentados en la sangre que costó
conseguirlos. Un gobierno que prefiere Eurovegas a investigación, universidad,
sanidad, pensiones, trabajo, etc. es un gobierno salvaje, antropófago, que
devora a sus propios hijos como los antiguos (y no tan antiguos) dioses.
El
país es una inmensa sala de despiece. Corre la sangre, se separa la carne
destinada a consumo de bocas selectas y se arrojan a la basura los restos
inservibles. Y todo ello con el país en carne viva. Pura crueldad.
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