¿Estoy junto al mar?
Tal vez no.
¿Junto al olor a madera de tus labios?
Tal vez no.
Me regalaste un río aquella tarde
con la espuma tatuada entre dos besos.
No era el mar. Era el músculo
olvidado de la palabra inútil.
Incapaz de apretar el eco,
de sacarle la sangre a las magnolias.
Reuní los pájaros del mundo
para hacerte un manojo de montañas,
clavarlo en las espaldas de la luna
y llenar la palabra con tus ojos.
No era el mar. No existe el mar.
Tal vez no existe nada.
La muerte, sólo la muerte
Como la carcajada de un trueno.
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