DEUDA
Tengo
una deuda con tu piel.
Desde
entonces.
Desde
aquel árbol,
desde
la tarde,
desde
el río.
Besé
la alegría de tu boca,
de
tus pechos,
de
tu vientre,
de
tus ingles.
Pero
tu piel estaba
entre
el agua,
entre
la hierba,
entre
la luz.
Y
me reclama
las
huellas que quedaron en mi sangre
cuando
el tacto,
cuando
rocé tu voz,
tu
palabra,
tu
silencio.
Y
me reclama la sonrisa que me regalaste,
que
llevo en la cartera,
en
los ojos,
en
los labios
que
certifica que te amé,
que
fui tu amante,
que
supe de tu espalda,
de
tus manos,
del
arco tenso de tus caderas.
Me
reclama tu piel.
La
emplazo
a
la sombra del silencio,
al
cielo de mi boca,
a
la memoria del recuerdo.
Allí
otra vez,
como
entonces,
como
cuando escribimos
el
nombre del verano
en
la espuma azul del mar.
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