lunes, 30 de septiembre de 2013

TENEMOS QUE HABLAR





Tendremos que hablar algún día
de los besos, por ejemplo.
Recobrar la memoria de los labios,
la palabra nunca pronunciada,
los silencios ocultos,
los sentimientos buscando
la ternura de tus manos.
Hablar, por ejemplo
de las noches que nunca existieron,
de aquellas madrugadas
saturadas de insomnio.
Hablar, por ejemplo,
de Manolo Altolaguirre,
de Federico, de Dámaso,
del retorcido dios de Blas de Otero,
cuando las tardes noches
se iban haciendo invierno.
Hablar, por ejemplo,
de aquella tristeza adolescente
que nos creció como una enredadera
atada a la cintura.
De plomo y alegría
squella enredadera
contradictoria, dependiendo tal vez
del cansancio de la luna.
Tenemos que hablar, por ejemplo,
preguntarnos
qué fue de los caminos,
del agua que bebimos
en nuestras propias manos.
Tenemos que hablar, por ejemplo,
de tus pechos huidos,
de tu monte de venus
escalado con vértigo,
sin volver la mirada
para evitar a Newton,
y rompernos la vida, caídos
en el tiempo sin tiempo.
Es otoño y no estoy tan seguro
que tengamos que hablar.
Creo que es preferible
repartir la distancia,
facturar el olvido
y aguantar entre dientes
la próxima nieve,
el grito escarchado,
y abrazar a Neruda:
“nosotros, los de entonces,
ya no somos los mismos”


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