ISLA
Isla tal vez.
Rodeada de soledad salada,
de memoria de espuma,
de un cerebro de olas.
Isla tal vez.
Sin manos que busquen mi
cuerpo,
sin labios para mis labios,
sin calles,
porque nadie camina
ni se come la vida
apoyado en mis palmeras.
Soledad cercada
como todos los hombres.
Grito insular,
finitud acorralada
contra la sombra y la nada.
Me asomo al vértigo
y no hay tiempo.
Sólo una tela de araña
para envolver la soledad
y que no se derrame el dolor
del desencuentro.
Si hubiera otras islas,
si fueran verdad las fallas
del terreno
que auguran los geólogos
profetas,
a lo mejor los siglos
me llevarían a ti.
Seríamos dos islas sin palabras,
dos soledades
incomprensibles,
dos mitades de un todo
inexistente.
No vale la pena la
esperanza,
ni la espera,
ni el futuro.
El tiempo es otra isla
disuelta
sin dimensión,
una simple costumbre
que permite decir hasta
mañana
sin que haya una mañana
donde anclar el encuentro.
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