viernes, 27 de septiembre de 2013

QUIERO SER FELIZ



Rajoy se levantó aquel día con castañuelas en el estómago. ¿Había hecho el amor esa noche? Nadie pudo comprobarlo, pero llevaba una feria de Sevilla en la sonrisa. Se acordó de Dolores. Pongamos que se llamaba Dolores. Y Dolores se lo había pedido. “Devuélvanos la felicidad, Sr. Rajoy”  Y Rajoy, que llevaba castañuelas en el estómago y una feria de Sevilla en la sonrisa, subió al estrado y adquirió un compromiso: “Si salgo elegido presidente del gobierno, voy a devolver la alegría a los españoles” Zapatero se la había fagocitado. Angel Gabilondo (qué lujo, un ministro metafísico) había destrozado la educación. La sanidad no era negocio y los enfermos no tenía la categoría de mercancía. Los viejos habían mejorado en un 27% sus pensiones y resulta que no se morían. Los homosexuales tenía derecho al amor, las mujeres iban camino de la igualdad, las civilizaciones tenían que encontrarse…Y así hasta un sinfín de maldiciones que habían ahorcado la alegría. Era verdad que se habían congelados las pensiones, que se había disminuido el sueldo de los funcionarios, que el paro abarrotaba las oficinas del INEM. Era verdad que se había modificado la Constitución para que Merkel fuera coronada emperatriz de Lavapiés- Era verdad que la deuda era deuda y había que pagarla ante todo como se pagan las deudas del amor. Y Zapatero se iba escondido en los ojos de Sonsoles, tapado con la voz hermosa de Sonsoles, parapetado en la cintura de Sonsoles. Y se iba masticando la alegría de España, la sonrisa de España, el garbo de España. Por eso Dolores, pongamos que se llamaba Dolores, le suplicaba a Rajoy que nos devolviera la alegría porque España sin alegría no puede ser rociera-blanca-paloma, ni san Fermín-encierro-pañuelo-rojo, ni Alhambra, ni Mezquita, ni Giralda. España sin su alegría es una noche con huecos en la cama, un vientre sin oleaje de manos, un centro de ingles solas sin un manojo de claveles reventones.

Y ahí estaban los palafreneros. Con mantilla ella, siempre Corpus toledano, María Dolores patrona de los trabajadores, Pons con tres millones de puestos de trabajo, Arenas defendiendo la jubilación a los sesenta y cinco porque lo de sesenta y siente es una trampa macabra de Zapatero, y Montoro pintando líneas rojas que nunca deberían sobrepasarse. Y Mariano, en parihuelas como silla gestatoria humilde y pobre como manda Alemania, camino de Palacio, zurciendo la tristeza socialista y haciéndola alegría para que Dolores, pongamos que se llama Dolores, recupere el gozo frustrado de España, una, grande y libre, como cuando brotaba de El Pardo el orgullo de ser español, el silencio sereno de los cementerios, la paz borrosa de la nada.

 Y en la primera noche de cama presidencial se subieron los impuestos y empezó la reforma laboral para que los trabajadores aprendieran que Laponia también existe y que hay que ganar menos y trabajar más como pronosticaba el profeta Díaz Ferrán y se entregaba la sanidad a quienes promovían el turismo sanitario excluyendo a unos inmigrantes que nos sangraban como sanguijuelas, y se destruían las pensiones para que los jubilados regresasen a su categoría de viejos que deberían morirse a tiempo y al hambre refugiada en contenedores caducados y a desahucios para dar techo a los botines, a los gonzález, a los ratos y blesas preferentes y dinero a espuertas para esas jubilaciones multimillonarias de consejos de administración y desempleo abrigado con la sonrisa blasfema de Fátima-señora-del-rocío, y Wert enseñando que ser pobre es una obligación sin derechos y ser rico un derecho sin obligaciones y Ana Mato haciendo de los hospitales franquicias regaladas para que se comercialice el dolor como la marroquinería de Ubrique y Montoro demostrando que con cuatrocientos euros de los abuelos pueden comer ellos, los hijos, las nueras, los nietos y que todavía sobra para comprar pelotas de trapo como cuando entonces.

Si vas por la Moncloa pregunta por la Dolores, pongamos que se llamaba Dolores…



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