MAYORIA
ABSOLUTA
Los
partidos políticos aspiran siempre a obtener mayorías absolutas al pretender
gobernar un país. Argumentan siempre, que en su afán de servir a la ciudadanía,
esa mayoría les permite abordar su propio programa electoral sin que la
oposición apriete el freno y prohíba el avance de las mejoras que están
dispuestos a aportar. Las campañas no sólo piden el voto, sino el voto
mayoritario. Un Parlamento dividido entre varias opciones, argumentan, conlleva
una disgregación de fuerzas y una
demora en la consecución de proyectos para la comunidad.
La
aspiración a la obtención de mayorías absoluta basada en el interés ciudadano,
esconde el ansia de dominio sin estorbo en la toma de decisiones. Cada partido
se siente mesías salvador, redentor de los pecados cometido por sus
antecesores, crucificado por herencias recibidas, sobre las cuales debe ponerse
de pie y conjurar una resurrección que ilumine el futuro del pueblo. En el
fondo la aspiración a la mayoría guarda un dictadura venial, pero dictadura,
para que nadie pueda oponerse en derecho a lo que cada partido pretende
implantar.
Pero
lo que cada partido quiere imponer a sus ciudadanos, ¿responde a los deseos
reales de éstos? Cuando los partidos llegan al poder, traicionan con frecuencia
los programas electorales plenos de promesas de mejora y se instalan en su
propia ideología dando la espalda de manera descarada a lo que los ciudadanos
votaron con la esperanza de un cumplimiento que llevaría a un cambio de rumbo
que pondría al país en las coordenadas del bienestar perdido. Tenemos el
ejemplo reciente del programa electoral del Partido Popular, incumplido hasta
la desfachatez. Ni creación de empleo, ni defensa de la sanidad, la educación,
las pensiones, el desempleo, ni la bajada de impuestos, ni defensa de la mujer
maltratada, ni nada de nada. Se hundieron en la desvergüenza el propio Rajoy,
Pons, Floriano, Montoro, Soraya y toda la corte que seguían a su presidente (lo
del liderazgo de D. Mariano ni está demostrado ni se demostrará) y refugiados en
una herencia recibida y absurdamente ignorada, imponen un cambio de sociedad refugiados
en la crisis porque sienten la vergüenza de proclamar un cambio fundamentado en
el capitalismo más denigrante. Y entonces llaman reforma laboral al despido
libre y a la emigración de talentos movilidad exterior. Si se desconocía la situación
económica de Europa y de nuestro país, no se estaba en condiciones de aspirar a
gobernar ni a prometer lo que no se sabía si se podría cumplir. Y si se conocía
(y claro que se conocía) ni se podían refugiar en la herencia recibida ni se
podía caer en la prevaricación de prometer lo que de antemano estaba claro que
no se podría cumplir.
España
es la escombrera de lo que fue. Está arrinconada en el desguace más humillante
de la democracia. Hay hambre, niños desnutridos, gente buscando comida en los
contenedores, enfermos contra la tapia del dolor con el tiro de gracia de la
desatención, estudiantes expulsados de
la universidad por falta de dinero, jubilados cobrando por debajo de lo
ahorrado porque se les ha robado parte del dinero cotizado, disyuntiva entre
medicación y el arroz hervido, tristeza de plomo en los ojos, futuro convertido
en porvenir de tiempo muerto.
Y
el Parlamento copado por una mayoría absoluta que mira por encima del hombro a
quienes en la oposición exigen transparencia, comparecencias del presidente,
corrección a chulerías baratas de Wert, seriedad a las sonrisas de hiena de
Montoro, honradez a las carcajadas estúpidas de Báñez, fluidez de palabra (no
digamos de ideas) de Ana Mato. Y la niña Fabra gestualmente alegre con que se
jodan los parados, y Alonso portavoz restregando mayorías, y Gallardón repartiendo
carnets de dignidad a las mujeres…Mayorías absolutas.
Esas
mayorías del gobierno que las tenga ignoran que sólo el pueblo es siempre el
depositario de la mayoría absoluta e indiscutible. Y olvidan que quien gobierna
contra la calle lo hace de manera dictatorial. Hubo un tiempo en que la
dictadura vivía en El Pardo y tenía cachas de pistola y botas abrillantadas
acostumbradas a pisar cadáveres y
derechos. Pero también desde la Moncloa se puede disparar contra la
multitud y ejecutar derechos fundamentales. Allí se visten trajes de alpaca y
mocasines italianos. Y se dispara con B.O.E. que es más elegante.
La
democracia es la toma de conciencia del pueblo sobre sí mismo, sobre su
destino, su futuro, sus aspiraciones, su libertad, su historia. Y quien usurpa
esa conciencia, escondido en los sacos terreros de una mayoría, está ejerciendo
una dictadura, bien vista, pero dictadura.
Desde
esa mayoría absoluta que sólo el pueblo posee, puede y debe la ciudadanía
rebelarse contra dictaduras de cuello blanco.
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