DEMOCRACIAS
DICTATORIALES
La
democracia fue la resurrección crecida sobre el estiércol de una dictadura
muerta. Nos pusimos de pie sobre la Plaza de Oriente, sobre súbditos con saludo
fascista, generales mordiéndose guerras, con lágrimas escondidas “porque los
hombres machos no deben llorar”. Sacaban brillo a las pistolas, ensayaban tiros
de gracia por si acaso, pensaban paredes de cementerios, a las afueras, para
disimular la muerte y asistir de rodillas a la misa de doce. Y a lo mejor otra
vez la cruzada bendecida por el Papa, contra los comunistas enemigos de Dios. Y
ellos, con sus fajines y condecoraciones, tienen que salvarlo de las hordas
judeomasónicas porque él, no cabe duda, perteneció al bando nacional.
Pero
la democracia había crecido agazapada, exiliada, desterrada. Anduvo por México,
Por Argentina, por Francia anduvo. Se fue haciendo mayor y ahora empujaba la
matriz de la historia para mostrar su cuerpo, con ganas de exigir un lugar por
las plazas de los pueblos, sustituyendo a esa Plaza de Oriente blasfema de
saludos de Hitler desbocado.
Wert
acaba de regresar al Palacio de El Pardo, a la oscuridad plomiza de los
cuarteles, al filo salvaje de las bayonetas. Eran entonces las huelgas
maquinaciones comunistas para atacar a Dios, a la patria y al general más
general de todos los generales. Y se prohibían porque era la manera de defender
la España una, grande y libre. Y Wert se ha quedado a vivir allí, rodeado de
fajines gloriosos dispuestos a derramar la sangre de los otros para que no
decaigan las montañas nevadas y porque son novios de la muerte. “La huelga de
docentes es una huelga política. Y la Constitución no ampara las huelgas
políticas” Wert se cuadró militarmente y el caudillo disfrutó una erección en
el Valle serrano sembrado de caídos. Por fín alguien prolongaba su régimen.
Pero
Wert se dice demócrata. Pertenece a un gobierno democráticamente elegido. Atrás
queda el origen digital de Rajoy que lleva en su frente la huella de Aznar
primero de España y quinto de Irak. Atrás queda Aznar parido por Fraga. Atrás
queda Fraga engendrado por esa erección póstuma de un cadáver descompuesto en
el olvido.. Y las espaldas del ayer se
hacen presente en un ministro que asegura que las huelgas son políticas y en
consecuencia no amparadas por la Constitución. Lo cual demuestra que Wert no
sabe lo que es una huelga, ni lo que es la política, ni lo que encierra de
fuerza liberadora la Constitución.
Las
huelgas en una dictadura son concebidas como actuaciones perversas.
Considerarlas perversas, como hace Wert, en democracia es saltar al vacío y
caer en el regazo dulce de una corrupción dictatorial. Cuando un ministro no
admite las coordenadas de la democracia, del poder del pueblo, de la mayoría
absoluta que siempre es propiedad del pueblo y nunca de ningún partido o
gobierno, no puede ser ministro porque está a las afueras de la democracia y de
la libertad que conlleva. Cuando Wert
llama “rehenes” a los estudiantes que acompañan a los padres y docentes en una
manifestación, está actuando con la bajeza despreciable de las dictaduras.
La
democracia no se instaló en nuestro país como una fruta madura. Costó mucha sangre,
mucha muerte, mucha cárcel, mucho exilio, muchos labios grapados, mucha bota
aguantada sobre cuellos sin voz, mucha crucifixión sin anestesia, para que un
ministro de una aparente gobierno demócrata se empeñe en devolvernos a la
ignominia. Pero cuando un presidente permite que este ministro dictador
permanezca en su gobierno, está contaminado de dictadura.
Pero
lo más grave es que Wert se encuadra en un gobierno que apuesta por “modular”
el derecho de huelga, por tachar de radicalismo cualquier manifestación, de
filo etarras a quienes muestran su disconformidad con directrices
gubernamentales, de izquierda desestabilizadora cualquier discrepancia.
Siempre
se está a tiempo de someternos al ayer infame. Siempre hay dictadores al
acecho. Son peligrosas las democracias de los dictadores.
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