LA REVOLUCION DE LAS PREGUNTAS
El ser humano es una pregunta sobre sí mismo. Noticia
oscura somos y la interrogante para iluminar esa oscuridad nos define como
profundidad, hondura, misterio. No somos, vamos siendo. La empresa de ser
hombre, decía Laín Entralgo. El hombre no es un dato, sino un quehacer siempre
inacabado, un peregrino de sí mismo caminando hacia el llegar a ser.
También la historia, esa tarea humana, cuyo fin y
finalidad se nos oculta, se pregunta por su devenir. Buscamos una luz, una
verdad, una cosmogonía que responda a la eterna pregunta: quién somos, qué
hacemos aquí, hacia dónde vamos. Y las filosofías, y sobre todo las religiones,
están ahí empeñadas en prefabricar respuestas. Y nos ponen delante, promesas
que implican el más allá como elemento definitorio. Pero los humanos planteamos
nuestras interrogantes aquí y ahora y necesitamos respuestas aquí y ahora. Todo
aplazamiento a un cielo bondadoso o un infierno purificante nos deja
absolutamente insatisfechos. El hambre no se sacia con plumas de ángeles, sino
con pan. Y el pan se amasa en justicia y no en caridad diferida y premiada en
el otro mundo.
La palabra crisis tal vez sea estadísticamente la más
nombrada. Hay un pudor paradójicamente desvergonzado que evita el término
estafa. Los partidos políticos se autosatisfacen con soluciones de cuidados
paliativos porque en el fondo ni creen ni desean la recuperación del enfermo. Por
el contrario, la agonía del paciente les proporciona la oportunidad de cifrar
en su llegada al poder la curación de los males. En el fondo son religiones
laicas que cifran en su llegada al dominio la solución de los males. Son las
plumas laicas de unos ángeles residentes en la Moncloa. Y la ciudadanía va
perdiendo la fe en quien le promete una sopa caliente, pero a cambio del voto
que encenderá el fuego para que el avecrém le dé gusto. Es un trueque, un
comercio, en el que sabemos que se vende el producto al mejor postor y que el
comprador es quien decide a la fuerza y de facto: la economía.
En la calle estamos. Sin armas. Sin piedras para
cargar la honda que hiera a Goliat. Exigiendo una dignidad que sólo nos será
restituida si somos capaces de llevar a cabo una revolución de preguntas sin
permitir la evasión como respuesta.
Si la crisis no afecta a todos, es realmente una
crisis? Por qué en el reparto de la
crisis a unos les toca el hambre y a otros multiplicar sus beneficios
económicos? Por qué como consecuencia de
la cris los bancos se lucran con millones y los pobres son desahuciados de sus
casas por esos mismos bancos? Por qué la enfermedad que arruina mi salud se ha
convertido en mercancía que enriquece la sanidad privada? ¿Por qué mis suspensos universitarios me
lanzan a la vendimia francesa mientras otros pueden dilatar la titulación ad
infinitum? Por qué hay niños, muchos niños, que pasan hambre mientras otros
veranean en yates de lujo? Por qué se abre y se dilata el abismo que separa a
unos de otros? Por qué unos son más ricos a costa de que otros sean más pobres?
Por qué el patrón de la gran empresa tiene el poder de dejarme sin trabajo, tal
vez por el mal humor que le produjo el dolor de cabeza de su querida la noche
anterior? Por qué se excluye del derecho a la salud a los inmigrantes que no
tienen papeles y su vida depende de una cartulina? Por qué la pensión de
quinientos euros tiene que dar de comer a diez integrantes de familia? Por qué esa urgencia de comedores sociales para paliar
el hambre conscientemente producida por el capital? Por qué el chantaje
salarial que obliga a trabajar doce horas por cuatrocientos euros mensuales. argumentando
que los parados tienen que estar satisfechos de que la esclavitud esté
maquillada de creación de empleo? Por qué el parado debe irse a Laponia en
peregrinación mientras otros van al Caribe en avión privado? Por qué se le
deniega una ayuda de unos pocos euros al sin trabajo no vaya a ser que se lo
gaste en vino? Porqué unos pocos tienen
derecho al Vega Sicilia y a otros se les niega en Don Simón de cartón plastificado? Por qué todo lo que
hemos cotizado para la enfermedad, la vejez, el paro se nos arrebata para que
otros disfruten de jubilaciones millonarias? Por qué se es demasiado joven para
el primer trabajo y demasiado viejo para el último? Cómo se puede decir que
todo ha cambiado para que funcione como nunca el estado de bienestar y que se
ha dado amparo sobre todo a los más necesitados? Cómo se puede mentir sin
consecuencias?
Sin balas, sin armas químicas, sin agresiones. Sólo
con la fuerza de la razón, deberíamos exigir respuestas a tantas y tantas
preguntas que no caben en un artículo.
A lo mejor así instauramos la revolución de la palabra
convertida en pregunta. Tal vez otro mundo sea posible si creemos en las
preguntas, si hacemos de ellas la revolución más hermosa de la historia.
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