EL
TIEMPO AQUEL
El tiempo es el límite del
hombre consigo mismo. Se lo dije de repente, sin pensar, mientras mordisqueaba
una brizna de hierba húmeda como su boca. Tenía una sonrisa en los ojos.
Conocía aquella mirada, pero nunca supe si era sorpresa, admiración,
indiferencia o sarcasmo. Se lo había preguntado alguna vez.
-Es una mezcla de todo. Nada
es tan simple como tus enunciados filosóficos. La vida es compleja y resulta
una maraña de intenciones. Un beso no es nunca eso a lo que llamamos beso. Es
un centro floral del alma. Incluye tacto, caricia, entrega, recepción,
penetración de un alma en otra, lucha de lenguas, saliva regalada. Un beso no
es un enunciado. Es más bien una proclama, una rebelión, una bandera que llama
a la más hermosa de las batallas.
No supe cómo debía encajar
sus palabras. ¿Desafío? ¿Incitación? ¿Propuesta?
-No analices mis palabras.
Déjate llevar. El deseo es una sencillez compleja (Ahora era ella quien lo
complicaba todo). Miramos el brillo de la piel. Brota una luz en los labios.
Buscas la embestida de mis pechos. Yo indago tu vientre hasta encontrar tu
bandera victoriosa. Después es el encuentro y el olvido del mundo. Es no saber
si somos tú y yo o nosotros. Es el desprecio de la historia, de las
circunstancias, de los relojes. No será el tiempo el límite de nada. Serás tú
mi frontera asaltada. Yo tu frontera permitida. El nosotros el pronombre que lo
define todo porque no define nada.
No sé si fue un sueño. No sé
si existo. Me consta que ella vive cuando me miro el alma.
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