CONTEXTO
España tiene una larga historia de cerebros ilustres
en todos los órdenes del saber. Literatos, científicos, investigadores,
creadores de belleza. Somos un archivo de hondura, de penetración en el
misterio de la existencia humana. Un país de talento en el quehacer humano.
Pero parece que de repente todo se nos ha venido abajo.
Nuestros políticos nos han colocado frente a la estrechez intelectual, a la incapacidad
de comprensión de las cosas más nimias. Los españoles somos incapaces de
entender algo tan elemental como que dos y dos son cuatro. Nuestro cerebro
histórico se ha derrumbado. Tenemos en la cabezas las ruinas de lo que fuimos,
pero que ya no somos y nunca probablemente volveremos a ser. Las dictaduras se
marcan como primer objetivo anular la capacidad de raciocinio, de discernimiento y pretenden que nos creamos
libres al mismo tiempo que las cadenas nos hieren los tobillos del alma. Usted
carece de libertad de pensamiento, de reunión, de expresión, pero usted es muy
libre de optar intelectualmente por una u otra postura, puede usted reunirse y
comer en familia por navidad y tiene la posibilidad inalienable de halagar al
dictador. Y en esa dinámica contradictoria y paradójica se desarrolló nuestro
reciente período de sometimiento a la bota militar. No había que meterse en
política, decía el oscuro habitante de El Pardo y por eso él, tan militar, tan
general, pensaba por todos nosotros y nos exoneraba de la pesada carga
democrática de decisión. El pueblo no sabe lo que quiere y hay que darle lo que
el dictador piensa sin opción de réplica.
Fue por el setenta y cinco. Afloró la democracia como
una cosecha de libertad. Por fin la lucha, la sangre, las cárceles, los
fusilamientos eran la tierra buena para que germinara la alegría, para que
todos experimentáramos la posibilidad de elegir camino sin grilletes, sin
cadenas que nos fijaran en un presente putrefacto de uniformes sudados en la
persecución de la libertad.
Y cuando por fin fuimos conscientes de nuestra
capacidad de comprender la historia, de hacerla, de construir la tarea del
quehacer político y por tanto humano, llegaron ciertos políticos, demócratas de
toda la vida, a decirnos que la luz de nuestro cerebro era un oasis en el
desierto, una falsedad creada para
engañarnos a nosotros mismos. Nuestro cerebro sigue siendo una escombrera como
durante la dictadura. Sólo los políticos tienen capacidad de pensar por sí
mismos. Y nos lo demuestran el alcalde de Valladolid, Floriano, Pons, Cospedal
y otros muchos. No dicen lo que dicen. Somos los ciudadanos los que entendemos
rematadamente mal lo que ellos pronuncian con una clarividencia deslumbrante.
Los políticos saben que se dirigen a un pueblo cerebralmente disminuido y son
conscientes del peligro que corren de ser malinterpretados.
Cuando dicen nuestros políticos que las mujeres
carecen de derechos sobre su útero o vagina, lo que están diciendo en realidad
es que hay que proteger y venerar el misterio de su maternidad. Cuando dicen
que una minifalda justifica una violación, están afirmando que a la mujer hay
que protegerla amorosamente porque ella es piel para deleite del macho. Cuando
un empresario reclama la desaparición del salario mínimo interprofesional, lo
que en realidad pide es un aumento de suelo para los trabajadores. Pero los
oyentes nos empeñamos en malinterpretar y en sacar fuera de contexto su deseo. Y cuando Montoro desmiente a Caritas y dice
que no hay hambre, lo que en realidad ha dicho es que le duele el hambre de los
niños y que Caritas hace bien en denunciarlo. Y cuando el ministro de la
sonrisa siniestra dice que los salarios han subido en España nosotros sacamos
la conclusión de que ha dicho que los salarios crecen en España. Pero no ha
dicho eso, sino que lo que ha dicho es que los salarios bajan y por tanto nadie
como él para reconocer la realidad del país.
Los políticos y los empresarios dicen verdades como
puños. Lo que sucede es que nuestra ruindad social y personal convierte la
veracidad de lo dicho en una blasfemia de lesa humanidad. Y en consecuencia la
conversión de los políticos en problema es fruto de una mala conciencia que
saca de contexto todo lo que hacen y dicen. Rajoy no prometió creación de
empleo, Pons no habló de tres millones de puestos de trabajo, Cospedal no sentenció
que nunca se sobrepasarían las líneas rojas de la sanidad, las pensiones, la
discapacidad, la enseñanza. Dijeron en la campaña electoral lo que en realidad
han hecho. Fuimos los ciudadanos los que lo entendimos mal por culpa del empeño
en sacar todo de contexto.
El contexto es el florero donde crece el centro de
mesa que algunos políticos colocan como realidad de la democracia. Cuando
rompemos ese jarrón, matamos la verdad y sufrimos la decepción contrapuesta.
Que alguien me regale un contexto. Lo necesito con
urgencia. Lo cuidaré como a mi propia
vida.
2 comentarios:
Maravilloso artículo, auténticas verdades expresadas de manera genial, como todo lo que escribes.
Un abrazo
Y si por un casual lo que dicen estos “intelectuales” y lo que los demás entendemos coinciden, es correcto y, a Rajoy no le gusta, vendrá este a enmendarle la plana o, en todo caso a decir, “que el que quiera saber que se lo pregunte a él”. Tenemos un presidente que utiliza todas las barajas que quiere, con toda la impunidad del mundo.
Un abrazo
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