NO
HAY PUERTAS
No
hay puertas para que el hombre salga de su abismo.
Somos
sólo una noria egocéntrica,
círculo
absurdo
que
rehúsa la palabra capaz de descifrar el misterio,
de
entregar la pregunta repetida,
no
respondida nunca.
Contradicción
el hombre
de
no querer y querer al mismo tiempo,
de
tender unos brazos amputados
para
salvar el cinismo
de
un imán posesivo,
que
incluye el don de quien se entrega
en
ese abismo sin puertas.
Tal
vez nada es amor.
Tal
vez solo egoísmo.
Y
cuando digo te amo
me
estoy amando a mí mismo.
Somos
calles cegadas
para
que nadie escape
de
ese aburrimiento estéril, infecundo,
masticado
por la certeza única: la muerte.
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