LA
MUJER DEL PAPA FRANCISCO
Vino
del poncho y el mate. Hermosa tierra aquella. Tierra ancha. Me enseñó a ser
libre el Buenos Aires grande, el gran
Buenos Aires, la tierra dura del Chaco y Mar del Plata con los Aranaz y
Ferrari. Amo a Argentina, con la miseria de su grandeza, con la grandeza de su
pobreza, con su orgullo patrio y sus gobiernos traidores. De allí nos vino
Francisco, acento dulce de la tierra, pectoral más pobre, anillo de pescador de
oficio, fuerte con la corrupción de la pederastia eclesiástica, enfrentado a
finanzas vaticanas y sucias, pagando la estancia de su residencia, durmiendo en
la sencillez, zapatos de hace tiempo,
besos a flor de piel para mujeres y niños, equipo de futbol, su cercanía, su
estilo distinto.
Un
día se fue a Brasil. Visitó las favelas de los narcos, de los explotados, de la
miseria. No le dio importancia al Cristo imponente que vigila la vida de la
samba. Fue gente entre la gente. Habló de los gays, empujó a la juventud para
que tomara las riendas del futuro, para que se rebelara en las calles de la
vida. Le dijo a los Obispos que tenían que pisar el asfalto, conducir, no
imponer. Les exigió que se apearan de su dignidad postiza de príncipes para ser
los servidores entre los iguales.
Cae
bien el hombre Francisco, el cura Francisco, el Papa Francisco. Alguien con
quien te tomarías una caña en un bar cualquiera de una calle cualquiera. Dicen
que es otro estilo. Talante diría Aranguren. Dicen que choca su utopía con los
criterios retrógrados, hipócritas y traidores de los vaticanistas. Dicen que le
ponen delante nombramientos para poder echarle en cara que es un cómplice más
de la perversa maquinaria.
Después
de un tiempo de papado, el mundo se pregunta si es un simple cambio de estilo o
el comienzo de una renovación urgente por necesaria. Creyentes y no creyentes
saben de la importancia, de la influencia del catolicismo en el devenir de la
historia. Desde Constantino hasta ahora se ha confundido cristiandad con
cristianismo. Una confusión rentable. Y miran al hombre de blanco, a Francisco,
para estudiar sus movimientos, sus palabras, sus directrices y descifrar si
realmente quiere hacer historia o simplemente disfrazarla. Habrá que esperar.
Siglos de ostracismo no pueden eclosionar en meses. Por otra parte, no tiene
espacio este artículo para albergar lo realizado y lo que resta por hacer.
Estructuras con olor a naftalina, un capitalismo santificado, una evasión de la
historia que proscribe la lucha por un mundo mejor en aras de una eternidad
feliz con ángeles de algodón, una connivencia prostituida con dictadores y
opresores…
La
posibilidad del sacerdocio para la mujer es una cuestión definitivamente
cerrada. Nunca llegarán a él. La cita no es literal, pero revela la mentalidad
que sobre la mujer va a seguir vigente en la iglesia. Se la debe promover a
situaciones re relevancia en el quehacer del mundo, pero hay campos
definitivamente clausurados para ella. No diré que la apertura del sacerdocio
para la mujer colmara sus legítimas aspiraciones a la realización femenina.
Sobre todo cuando el propio sacerdocio debería sufrir una revolución
copernicana. Pero el hecho de que la mujer deba estar sometida en ese campo a
unos derechos y privilegios estrictamente masculinos, me hace pensar que la
mujer va a seguir prácticamente estatificada en su papel de sometimiento al varón.
El
androcentrismo eclesiástico resulta tan repugnante a estas alturas de la
historia, que aunque el Papa renovara la totalidad de las estructuras
canónicas, si se deja atrás la consideración de la mujer como hacedora esencial
e insustituible del quehacer mundano, sería un pontificado inservible por
anticristiano y ahistórico.
La
mujer no es una extracción del costillar adánico con la dependencia de
propiedad que eso conlleva y la consiguiente sumisión. La mujer, como el
hombre, es un misterio con la grandiosidad nuclear que eso encierra. No existe
a expensa de los derechos que nadie quiera concederle. Es sujeto de derechos,
dueña de su cuerpo, de su maternidad, de su destino, de sus potencialidades, de
sus relaciones. No anda por las aceras mendigando. Nadie le da nada para que
subsista. Existe por sí misma. Por eso cuando el Papa cierra puertas a ese
misterio adorable, supremo que es la mujer, está cayendo en el dominio
andropocéntrico amputador a lo largo de la historia.
Cuidado
con que el cambio de estilo sea sólo una máscara que oculta el rostro deformado
de la historia.
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