CINISMO
Los
ciudadanos siempre tienen razón cuando eligen a sus representantes. Las
elecciones son la fiesta de la democracia. Los votos no se equivocan y dan la
supremacía del gobierno a quien el pueblo quiere. Somos pueblo viviente y
dinámico en esa plaza de infalibilidad democrática. No seré yo quien ponga en
duda esta verdad pisoteada por dictadores y demás usurpadores de la historia
cuya médula se alimenta del desprecio por la opinión pública.
Si
es verdad lo anterior, y sin duda es verdad, los políticos elegidos deben
asumirla como tal y no deben permitirse hacer de sus cargos un perjurio, ni de
su oficio una mentira, ni de su quehacer un cinismo. “Desvergüenza en el mentir
o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables” Lo dice la Real Academia.
Ultimamente
estamos soportando un cinismo desmesurado, por encima de nuestras
posibilidades. Y eso conlleva recortes en la implicación política, desprecio
por la tarea de nuestros políticos y una confusión destructora cifrada en que
todos son iguales. La ciudadanía pierde confianza y empiezan a surgir
movimientos totalitarios, añoranzas de ese poder dictatorial ensalzado por
jóvenes, y no tan jóvenes, que no vivieron la sangre por las calles. Pero no
sólo son abominables los saludos fascistas, la proximidad a banderas
humillantes, sino que la fraseología de algunos diputados y senadores nos lleva
al resurgir de aquellos tiempos de pistolas con cachas brillantes de muerte. Y
son igualmente abominables los saludos fascistas y quienes dicen que la
República propició un millón de muertos y equipara la ilegalidad de banderas
franquistas y republicanas. No hace mucho, Rafael Hernando, ese pigmeo
intelectual del PP, lo gritaba con una chulería idéntica a cuando calumniaba a
los padres como responsables del hambre y desnutrición de sus hijos. Y nadie en
su partido ha sido capaz de reducirlo al
rincón de la indignidad. ¿Consentimiento? ¿Comunión de ideas? Y esto es cinismo
tal y como queda definido anteriormente. Repugnante, mentiroso y vituperable.
En un estado democrático, y por respeto a una libertad invocada, no puede haber
políticos que hablen desde la ignorancia, la mala voluntad y ensoñaciones
dictatoriales.
Cuando
Marhuenda, Floriano, Pujalte aseguran que se destruyen los discos duros de los
ordenadores como cumplimiento de la Ley de Protección de Datos es puro cinismo
porque saben que se destruyen elementos que pueden tener información sensible y
que por ello son requeridos por un juez. Cuando Fátima Báñez afirma que la
reforma laboral ha evitado el desempleo, hace un ejercicio de puro cinismo.
Cuando Wert pontifica sin inmutarse de que su ministerio ha aportado más dinero
en becas y educación es puro cinismo. Cuando Lasquetty dice que la
privatización de la sanidad no es un negocio, sino una mejora de cara al
paciente, es cinismo. Cuando Cospedal nos habla de indemnización en diferido y
Rajoy dice que cuando llegó a la presidencia del gobierno Bárcenas ya no estaba
al frente de nada, es puro cinismo. “Desvergüenza en el mentir o en la defensa y
práctica de acciones o doctrinas vituperables” Predicar un programa electoral a
sabiendas de que no hay voluntad de cumplirlo, se está especulando con
necesidades vitales del pueblo con un cinismo que llega incluso llega a los
sótanos de perjurio.
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Y
cuando se actúa cínicamente se socavan los cimientos de la democracia porque la
democracia surge de la honradez de la palabra. La palabra es el vientre limpio
de la democracia. Cuando se prostituye se pone en venta la libertad por cada
esquina. El cinismo por tanto no es una actitud venial. Más bien es el arma
homicida, manchada con sangre de desencanto y frustración.
Que
nadie me argumente ahora que el cinismo se da en todos los gobiernos y en todos
los partidos. Es posible, pero no todos son iguales. Y sobre todo estoy
hablando de un partido que está sustentando a un gobierno y de un gobierno que
alberga los nombres mencionados, menos el de Francisco Marhuenda que anda
arrastrándose por las cloacas más sucias del halago y servilismo con la
esperanza de que Mariano Rajoy le
condecore con puesto de guardia jurado en las puertas de Génova, 13.
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