TORMENTA
Quiero llegar temprano a tu tormenta.
A esa que levanta las piedras de la piel
y rompe la carne de tu vientre.
Me prohíben caminar por la acera
que me acerca a tus ojos
porque arrecia la tormenta entre tus pechos.
Un vendaval que frustra
las palmeras de tu sexo
y cierra tus piernas en defensa
del misterio de un dios
fugado de tu cielo.
Alguien corta el camino hasta ti
para salvarme de ti.
Me defienden del oleaje y el viento
de tus manos que aprietan
hasta degollar los besos.
Recuerdo tu silueta abierta en lunas
con sabor a naranja.
La pulpa de los ojos señalando tus labios
como una cosecha jazmines.
Y de repente el puente se derrumba
y se hace muralla de castillo,
y salta hecha añicos la ternura
de gemidos,
de tus gritos de niebla
cuando hundido en ti
buceaba entre peces de colores.
Quiero sólo humedecer
mi boca con tu boca.
Estoy acostumbrado a la sal de tu sudor,
a la amarga dulzura de tu lengua.
Renuncio a que nadie me defienda
de la hermosa tormenta de tus manos.
Siempre quise dormir bajo la cumbre
de tu respiración entrecortada
cuando me regalaste un mar azul
con una montaña de algodones.
Nadie sabe que tu
tormenta cabe
en la hondura
de mis besos.
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