EL PECHO DE MARIANO
Cada vez que Rajoy da una conferencia de prensa que
resulta no ser conferencia de prensa, se asoma al plasma o podemos verlo en
carne mortal, los periodistas no se rompen la cabeza buscando titulares porque
todo viene dado por la forma física del presidente y por el relieve de sus
palabras. Titulan entonces: El presidente saca pecho.
Desde que llegó a Moncloa, Rajoy es así. “A mí nadie
me ha presionado. He sido yo el que he sabido presionarles a ellos” Se refería a la troika, a Angela Merkel, a la
Unión Europea. Y los ciudadanos nos aferramos al pecho de Mariano porque no
habría dinero para los bancos (no como los socialistas), no se tocaría la
estupenda sanidad que habíamos forjado durante años, los jubilados seguirían
sintiendo la alegría de haber vivido, la enseñanza sería cuidada con esmero
porque un pueblo mal formado se asoma a la propia ruina. Y el estado de
bienestar se perfeccionaría porque había líneas rojas que no serían traspasadas
por nada. Lo dijo santa María Dolores, patrona de los trabajadores y Ruiz
Gallardón, preocupado por úteros y entrepiernas, y Pons el de la camisa blanca
recién lavada o desteñida de azul de montañas nevadas.
Merkel sonreía. La troika se carcajeaba. Rato
cortejaba a Bankia porque Bankia estaba despechada del amor de Blesa. Bankia se
guardaba cartas en la faja por si tenía que refutar palabras falsas sobre su
hermosura, o tarjetas negras que eran como estupros de su consejo de
administración. Y Mariano tuvo que aportar miles de millones para tapar la boca
del despecho y salvar la caballerosidad de Blesa, de Rato y de una Esperanza
Aguirre que nunca sabe lo que sabe, que nunca hace lo que hace y que no aspira
a nada a lo que aspira. Porque ella
logró colocar a hijos de puta (son sus palabras) como venganza contra otros hijos
de puta. Las sexagenarias son así cuando alguien les recuerda que ya no tienen
pechos turgentes y que las residencias de ancianos son con frecuencia
residencias de olvido. Y ella mece a Rajoy como si de una macarena se tratara,
pero en realidad lo que pretende es tirarlo del trono como un cristo pagano de
las tres caídas.
Rajoy se fue al trastero huyendo de sus propias
promesas. Sabía de antemano que no las iba a cumplir (lo mismo que ahora
critica a Podemos). Se lo había gritado su propio cinismo. Pero para derrotar
ese cinismo entabló una tierna amistad con él. Arriola se lo había aconsejado:
si no puedes vencer a tu enemigo únete a él. Y ahora son uña y carne.
Dicen que el tic nervioso del ojo izquierdo del
presidente delata la falsedad de lo que
dice y él es una llamada de socorro al
cinismo sin el cual le daría vergüenza hablar con o sin plasma. Ultimamente su
ojo funciona a una velocidad nunca vista. La ayuda a la dependencia se ha
mejorado sustancialmente. Se crea empleo de calidad. Se ha mejorado la sanidad
pagando no sé cuántos millones de euros correspondientes a la herencia
recibida. Los pensionistas pueden ya tomar un café al mes sin azúcar ni
sacarina gracias a la revalorización de pensiones. Los que disfrutan (porque es
un auténtico disfrute) del salario mínimo interprofesional tienen que agradecer
una subida de tres euros. Nada menos que tres euros. Y eso es fruto de que la
economía va bien, de que Europa nos admira, de que somos envidia del mundo,
locomotora del bienestar, de que la crisis es historia como la gloriosa batalla
de Lepanto. Montoro asegura que crecen los salarios, que podemos estar
orgullosos de la recuperación. Y ciertos economistas esgrimen que todo va bien,
aunque la gente no tenga esa percepción. Yo creo que si los que han sufrido
bajadas del 20% o el 30% de sus sueldos lo percibirían sin duda
alguna si hubieran vuelto a ingresar esas cantidades. No puede afirmarse esa
incapacidad perceptora sin caer en la afirmación de la deficiencia mental de
los asalariados.
De Guindos asegura que los trabajadores han perdido el
miedo a quedarse sin trabajo. Si esto es verdad, por qué aceptar trabajos con
sueldos más propios de esclavitud que de dignidad obrera? Por qué vivir instalados en el chantaje? Por
masoquismo puro? Abusar de chantaje y
afirmar que los trabajadores no son conscientes del mismo es caer en la
crueldad de subestimar hasta el infinito los estómagos vacíos, los hijos con
hambre, los comedores sociales, la solidaridad de barrios o la generosidad de
Caritas. Confiesa el ministro que su hijo economista, dominando varios idiomas,
trabaja cobrando hasta hace poco 400 euros y en la actualidad llevándose a casa
1.000 euros. ¿Me dice alguien dónde está la correspondencia entre trabajo y
salario?
Rajoy, Pelayo del siglo XXI, Colón de tierras
conquistadas, Isabel exorcista de todos los males, cobíjanos a tus pechos. Y
una recomendación cariñosa: cuide su ojo izquierdo. Todo lo de izquierdas es
perverso.
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