LA PENUMBRA DE LOS OJOS
Cuando yo era adolescente y las hormonas se me ponían
de pie, me enseñaban que la masturbación
me llevaba a la ceguera. No sé qué extraña relación existe entre el entrecejo y
la entrepierna. Tal vez la preposición “entre”, que no es preposición en este
caso, sea el hilo conductor entre el derrame escalofriante de semen y las
lágrimas por una colegiala con los pechos escondidos detrás de una carpeta azul.
Un día Aznar sufrió una erección y no pudo resistirse.
Y de aquel onanismo digital nació Rajoy. Venía de antes, con la barba negra,
ministro con ojos de penumbra, que veía hilillos de plastilina donde todos
veían una catástrofe medioambiental. Tal vez hipermetropía. Cataratas tempranas
tal vez. Ojos en penumbra que disminuían el tamaño de las cosas hasta la
irrelevancia más absoluta. Ceguera como consecuencia de aquella masturbación
del emperador Aznar. Ceguera de Rajoy surgida en aquel dedo que decidía la
historia como un Carlos quinto de rebajas, de rastrillo madrileño, de jueves
sevillano allá por la calle Feria.
Rajoy quería ser presidente, superar a la eyaculación
que lo parió y se contagió de la grandeza de Camps, de Aguirre-púnica, de
Bárcenas-tesorero, de María Dolores-diferida, de Floriano, Wert y una pléyade
de eminencias que sumados todos sus talentos no llegaban a la altura del
Registrador de la Propiedad. Si además de toda esa grandeza hubiera disfrutado
de visión telescópica frente a Europa, Merkel, Troica, F.M.I. y primas de
riesgo, se hubiera convertido en el caudillo suplente del nunca bien
engrandecido generalísimo de todo llamado Aznar.
Moncloa está a las afueras de Madrid, es decir, a las
afueras de la vida, de Serrano-lujo, de Gran Via-turismo,
Castellana-arteria-cosmopolita. Lejos también de Pan Bendito, Vallecas, Islas
Cíes. El lujo viene en mercedes hasta palacio. Moncloa no va a colegios sin
calefacción, a urgencias hospitalarias con enfermos chorreados de orina, sin
intimidad para defecar en los recortes, a hogares vacíos porque los
antidisturbios sacaron a patadas por orden judicial a una anciana, una madre
con un bebé en los brazos y un hombre con un paro laboral que le llega hasta
los ojos. Moncloa queda distante de los viejos con una pensión de quinientos
euros, con avecrém para hijos y nietos, con soledades durmiendo en la cocina
porque los chavales a provechan el tresillo. Moncloa no pasa frío acurrucado
entre mantas porque han cortado la luz. Moncloa está lejos y Rajoy tiene la
noche instalada en los ojos. Rajoy además no se codea con delincuentes como
Bárcenas, Matas, Gürtel, Rato, sobres negros con dinero negro. Los pobres
huelen mal. Y los delincuentes llevan traje a rayas de carcelarios debajo del
Armani y el loewe.
Rajoy asiste a convenciones de su partido. Soraya,
Fátima, Casado y Hernando lo transportan en silla gestatoria y él saluda a
derechas y a derechas porque sospecha que a la izquierda está Pablo Iglesias,
Pedro Sánchez, Garzón y Llamazares. Y dice que la crisis es una mentira de la
izquierda radical, que nunca se ha vivido en un estado de bienestar como el que
nos ha traído su gobierno, que no hay prácticamente desahucios, que la
corrupción es imposible con la legislación que él ha implantado, que se han
revalorizado las pensiones generosamente, que se ha creado trabajo como nunca porque
España está siendo jauja, que se está ayudando generosamente a los más
necesitados, que la dependencia está cubierta, que los jóvenes son grandes
emprendedores.
Y llega el tiempo de promesas. No había dinero y
tuvieron que subir los impuestos. Ahora se bajan porque hay que llenar de
carteles horteras las calles, aunque se les robe a los enfermos de hepatitis C.
Ha encontrado dinero para ayudar a los más necesitados. Se va a crear un millón
de puestos de trabajo porque él no puede tolerar el paro. Y cuando sabe que
alguien ha firmado un contrato de dos horas a la semana se siente enormemente
feliz. Y cuando sus asesores le indican que se trabajan diez horas por
cuatrocientos euros se le estremece el alma de felicidad. Y cuando sabe que un
niño tiene chuches, se siente padre del mundo porque ha redimido a aquella niña
que tuvo en el horizonte de su legislatura.
Mariano se ha independizado de Aznar. Encontró
vivienda en la Moncloa y prescindió de su estigma de okupa. Se siente cómodo presionando a Merkel,
sometiendo a los mercados, domando al B.C.E. porque donde se ponga su patria
que se quite la prima de riesgo y los recortes.
Rajoy ahora toma café con el cerebro de su campaña,
Floriano, con Pons, el camisa blanca de tres millones de empleos, con nuestra
señora de Cospedal fundadora del partidos de los trabajadores. Y después del
café se va por las casas, las farmacias, a dar gracias a los españoles. Va a
las casas de los que tienen casa, porque él sabe que hay muchos que han sido
arrojados de sus techos y duermen bajo las estrellas. Va a farmacias donde el
copago hace que algunos tengan que elegir entre la sopa y el calmante para el
reuma.
Mariano sigue sin recuperar la vista.
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