CUANDO FUE AYER
Olía a cama caliente. A amanecer.
A caricias con sonrisas. A besos con noche.
-Me encontré con Juan. Tomamos
café. Cenamos. Nos acordamos del ayer, del entonces, de cuando todo era siempre
y único. Cuando yo era todo. Cuando era todo él.
-Hicísteis el amor?
-No. Hicimos sexo. El amor sólo
lo hago contigo.
-La diferencia?
-Caminan las manos de otra forma.
Los besos mojan el alma. Las ingles se humedecen con sólo soñar tu lluvia. Tú
me penetras hasta por encima de un monte. Juan necesita desnudarme,
desprenderme de la vida, del tiempo, regresar al ayer. Necesito verlo, palparlo,
cerciorarme de que su cuerpo está ahí, al otro lado de todo, más allá de la
vida, más acá de la muerte. Tú estás donde quieres y te encuentro sin buscarte,
sin despegar tu piel de mi piel, de mis labios, sin necesidad de contemplar el
río erecto de tus mares . Cuando me tocas, eres eternidad. El es tiempo y tiene
sólo manecillas de reloj. ¿De verdad
tengo que explicarte la diferencia entre amor y sexo?
-Necesito una ducha porque he
tenido sexo. Con el amor, no. Cuando
hago el amor contigo, quiero conservar el perfume de tu saliva, el sabor
alimonado de tu semen, las huellas entre
mis pechos, las caricias reunidas como un ramo de pájaros. Voy a ducharme, a
dejar que el agua me recuerde sólo recuerdos amortajados en sótanos de sombras
espesas.
-Necesito hacerte el amor sobre
la nieve, clavar mi cuerpo en tus caderas. Niévame, dilúviame, empápame de
aliento. Quiero regalarte mi cuna para tus sueños, mi bosque de palmeras, mis
túneles de luz para que adentres tu historia, mis sótanos escoltados de juncos,
mis manos con la memoria de tu cuerpo. Entrégate. Me entrego. Entregados
comprendemos en qué se diferencia mi luna de la luna, por qué eres, por qué
soy, por qué somos los que no sabemos, pero sospechamos, lo que seremos aunque
se nos diluya el tiempo en el hueco de una eternidad sin fondo.
-No existe Juan porque sólo es
tiempo. Existes tú porque eres eternidad.
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