RECORDAR
Recordar es pasar la vida por la
memoria del corazón. Hoy quería recordarte, dejar que nuevamente habites ese
nido, caliente entonces, frío hoy tal vez. Tenerte delante como eras, como seas
hoy. Inventar tu luz en mi sombra para darle perfil al ayer que fuimos, que no
sabemos si somos.
Quisiera saber si me recuerdas,
si todavía me encuentras cuando bajas a la hondura de ti misma. Si alguna vez
me has encontrado allí, donde tú eres únicamente tú, donde nadie más habita,
sola en tu sola soledad.
Sabes? He sonreído rehaciendo tu voz. Decía “te
quiero” como nadie lo ha dicho. Pedía
“bésame” como nadie lo ha pedido. Abrazaba
envolvente como nadie ha abrazado nunca.
He sonreído, sólo sonreído, porque la sonrisa es la elegancia que precede al
suspiro hondo de la melancolía.
No sé dónde vives. No sé en qué
punto de tu historia estás. No sé si te besan, si te abrazan, si te quieren.
Pero hoy, rehaciendo tu voz, clavándola en mi interior, puedo asegurarte que te
beso como entonces, que te abrazo como entonces, que te quiero como entonces.
Me empuja tu voz, la de los atardeceres junto al río, la de los amaneceres
entre sábanas, lunas y gemidos.
Hoy quería recordarte. Mis manos
se han llenado de tu espalda, de tus nalgas planetarias, de tu vientre
ajardinado. He detectado el latido de tu sexo, de tu boca entreabierta
ofreciendo su cielo, de tus ojos cerrados para guardar la intimidad del
momento.
Te he recordado. Como eras antes
de que de que el otoño fuera otoño, cuando el invierno chorreaba de los
árboles, cuando todavía eras líquida como el canto de un mar en la arboleda.
Hoy quería recordarte. Conseguir
que la memoria se recostara en el corazón. Y te he recordado. Quédate un rato.
Vamos a brindar por lo que fuimos y ya no somos, por lo que somos y nunca
fuimos. Quiero abrigarme el alma con tu voz, ahora que me anochecen las
fuerzas. Vamos a besarnos. Me acuerdo de tus labios y quiero cuando muera que me entierren en el cielo de
tu boca.
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