ESA ESCOMBRERA
Ahora resulta que tal vez haya que cerrar el Museo
Reina Sofía porque no hay dinero para pagar a la compañía eléctrica la luz que
consume. Ahora resulta que no tendremos la posibilidad de contemplar el Guernica
porque al museo le cierran los ojos y estalla una guerra civil que tritura las
nucas visitantes. Un museo ciego no es un museo, es una escombrera de cultura
sin principio ni fin, sin volumen de elegancia, de historia, de creación
humana. Wert cree que la cultura es una diversión inútil y Rajoy le ha dicho
que no se puede encumbrar la cultura por encima de nuestras posibilidades.
Ahora resulta que se programa la muerte de los
enfermos de hepatitis C porque el medicamento al que tienen derecho es caro y
el gobierno no cumple con el deber de pagarlo. Y entonces va la muerte y
desarrolla su misión y, nombrando por orden de gravedad a esos enfermos, los
programa para que mueran en el día y hora señalados.
Y ahora resulta que esos seres dependientes que
necesitan que alguien los duche, los vista, les alimente, les empuje la silla
de ruedas para mirar al aire de frente, huelan las flores del parque o
disfruten de la calle, resulta que van esos que plantan raíces vigorosas y les
cortan la manos que los duchan, los visten, los alimentan o le empujan la silla
para tutear la brisa mañanera.
Y resulta que los cuatrocientos euros de la pensión
del abuelo tienen que alimentar a la hija, al yerno, a tres chavales con hambre
de chavales porque los abuelos son en la actualidad la reserva económica de
occidente.
Y resulta que ya no hay enfermos. La ministra Mato ha
conseguido que desaparezcan y que esos que se creían enfermos con su cáncer a
cuestas, con su diabetes a cuestas, con su leucemia a cuestas que eran seres
inútiles por su incapacidad productiva, se conviertan en mercancía y produzcan
beneficios a la sanidad privada y cumplan con el deber de ser fuente de riqueza
para unas pocas sociedades médicas que gozan de perfecta salud gracias al dolor
que Ana Mato les envía en ambulancias pagadas por los familiares. Estar enfermo
es ser más español porque se aporta bienestar a la parte rica del país.
Y resulta que no basta con trabajar para poder comer,
para pagarle al chaval la universidad, para denunciar a algún estafador porque
Gallardón ha puesto precio a la justicia. Resulta que al trabajador le cambian
de turno, le eliminan los convenios para que el capricho organice la vida del
laboral, que el chantaje es el final de la entrevista de trabajo. Obrero por
horas. Parado por días, por meses, por años. Y ahora el verano y camarero él,
que terminó ingeniería. Y escobilla y lejía en los servicios ingleses ella, que
estudió enfermería. Y los que se van, los que ejercen movilidad exterior, que diría,
como una blasfemia Báñez, pero que no se van al extranjero porque, según Pons,
Europa es tan España como la casa de los tíos carnales. Y los empresarios
repitiendo que menos da una piedra, sin ser conscientes de que el ser humano no
sólo vive de pan sino también, y sobre todo, de dignidad.
Y resulta que la mujer sólo es mujer si accede a la
maternidad. Lo dice Don Alberto, ese ministro que hace el amor con sombrero
para que no se entere su suegro Utrera Molina ni le clave en los testículos las flechas de
falange. Y además se apropia de vaginas y úteros y se los ofrece a Rouco como
trofeos que le endulcen la jubilación de su mitra.
Y resulta que el hambre de miles de niños es una
invención de Cáritas, porque Rajoy ha decretado que este es un país grande,
cuyo idioma hablan millones de personas en el mundo. Y somos tan solidarios que
un andaluz puede vivir con el corazón de un catalán. Un descubrimiento
fundamental para la humanidad que creía, como Mariló Montero, que los
trasplantes de órganos era peligrosos porque injertaban la maldad del órgano de
origen. Y por eso, decía ella, algunos sufrirán una contracción cerebral si es
su cerebro el trasplantado.
Y resulta que se va consiguiendo que se agrande el abismo
entre pobres y ricos y se ha logrado que haya el doble de supermillonarios a
base de crisis (por favor, que nadie le llame estafa). Y los ricos a los 55
años están en plenitud de vida, pero un albañil está acabado. Porque el dinero
rejuvenece y el hambre mata.
Y resulta y resulta y resulta…Y uno va palpando una
realidad angustiosa. No hay ni ganas de salir a la calle a exigir pan,
derechos, libertad, trabajo, futuro, dignidad. No, no quedan ganas. Somos
material desechable y el país una gigantesca escombrera.
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