BONO TIENE MIEDO
José Bono es un viejo político. Todos están de acuerdo.
Socialista, dicen. Y en eso hay muchas discrepancias. Aspiró a todo y consiguió
algunas metas: Presidente de Castilla La Mancha durante muchos años. Llegó
incluso a ser lo que asegura no quiso ser nunca. Por ejemplo, ministro,
presidente del Congreso de los Diputados. Por el contrario no consiguió
alcanzar lo que se propuso: secretario general del Partido Socialista y
candidato a la presidencia del gobierno. Lleva por tanto dentro de sí las contradicciones
más lacerantes. Quiso ser lo que nunca fue. Y fue lo que nunca quiso. Y de ahí
su ambigüedad en todos los órdenes de la vida. Socialista muy cercano a
postulados retrógrados de la Iglesia católica (no confundir con cristianismo),
a doctrinas medievales del “progresista” Gallardón, de Aznar, de Rajoy.
Defensor incluso de pactos entre los dueños del bipartidismo para mayor gloria
de la patria. Nacionalista español, muy español de puro nacionalista y por ende
frontalmente situado frente a otro tipo de nacionalismos.
Pablo Iglesias es un político (¿habría que denominarlo
anti político en el sentido clásico del término?), joven, coleta actual con antigüedad desde lo
quince años, camisa remangada de Alcampo (una ofensa para los de Tucci, perfume
Paco Rabanne y gemelos de oro), profesor universitario, rostro en paz consigo
mismo, escasa gestualidad y un hervidero de verdades insoportable como todas
las verdades. Un dios minúsculo ante el que se ha postrado una parte importante
de votos en las elecciones al Parlamento europeo. Cinco parlamentarios, cinco,
como los anunciados en un cartel bravo. Habló de desahucios, de hambre
infantil, de la desesperanza de lograr el primer empleo y de la angustia de
conseguir el último, de una economía que convierte al mundo obrero en un campo
de concentración donde hay que dejarse violar por un mendrugo de pan, de
pensiones miserables, de derechos arrasados, de emigración vergonzante, de
inmigración pasada por cuchillas desgarradoras que abren en dos la piel del
hambre.
El 17 de Julio José Bono estuvo en el programa “Al
Rojo Vivo”. Enfrente, Pablo Iglesias. Y Bono, expresidente de una cosa,
exministro, expresidente de otra, cosa confesó lo inconfesable para alguien que
fue perseguido por un Franco que disparaba en la nunca, soplaba el cañón de su
pistola, se la entregaba al edecán de turno y se comía una langosta porque las
muertes en una dictadura se recompensan con langosta. José Bono confesó que
tenía miedo. Miedo de un muchacho joven, con camisa de Alcampo y coleta creo
que rubia desde los quince años. Y le acusó de sembrar odio y de que la
sociedad sintiera, como él, miedo al escucharle. Y le dijo alto y claro que los
socialistas que habían votado al joven profesor los había hecho por error, que
no se habían dado cuenta o a lo peor, digo yo, lo votaron por miedo, por el
susto que provoca oír hablar de hambre, de miseria, de potencia bancaria, de
primacía del dinero sobre la política. Pobres socialistas errados votando a
alguien que usa colonia nenuco y se remanga la camisa porque tiene los puños
rozados.
No voy a desvelar aquí si Pedro Sánchez es más guapo
que Pablo Iglesias. Me lo prohíbe mi heterosexualidad ideológica. Confieso que
critico abiertamente a Rajoy y que Gallardón me repugna por expropiador de
úteros y vaginas, por usurpador de derechos femeninos, por pirata y parche en
el ojo cuando de robar la independencia de la mujer frente al autoritarismo
masculino se trata. Y como ellos, de todos los que dicen que la recuperación va
sobre ruedas mientras lo chavalines cambian una pelota por un vaso de leche,
mientras las madres lloran porque no tienen un pedazo de paz para la cena de
una niña sin derechos a una muñeca. Y me opongo a los que dicen que se está
creando empleo, a los que afirman que el estado de bienestar funciona mejor que
nunca y a un Marhuenda que asegura que las ONG son el refugio de jóvenes pijos,
de izquierdas, con dinero y aburridos.
No me da miedo ni Pablo Iglesias ni su mensaje. No
admito que esté sembrando el odio en la sociedad. Me da miedo el futuro de los
jóvenes, de la investigación, de los albañiles, los mecánicos. Me da miedo el
porvenir sin futuro de muchos españoles más preocupados por la cola del paro
que por la independencia de Cataluña. Me dan miedo los empresarios que suprimen
el sueldo mínimo interprofesional, que exigen el despido sin indemnización, que
están en la cárcel por robar, que le dicen al obrero que cuatrocientos euros
por ocho horas por siete días o que hay cientos esperando. Me dan miedo las
Aguirres, los Florianos, las Cospedales.
Incluso me da miedo un poco de miedo José Bono.
1 comentario:
El partido popular cuando encuentra una excusa que justifique su proceder poco limpio, democráticamente hablando. (Ahora, toca recuperar, según ellos a sus electores que se quedaron en casa en las votaciones europeas). Y para ello, lo mejor que hacen es dar leña a “Podemos” y lo explota por tierra, mar y aire. Sus portavoces políticos y mediáticos, todos al unísono, recibida la orden, les falta tiempo para ponerse manos a la obra con el argumento “teledirigido” de turno. “Que viene el hombre del saco” Son simples, poco imaginativos y vagos hasta para eso. ¡Pero cuanto desprecio sienten por los votantes!
Muerto Franco: yo, como muchos, en la llamada transición, percibíamos los nuevos tiempos con ilusión y miedo, íbamos conocer; por un lado la libertad y por otro el temor al no saber si ésta duraría mucho tiempo.
Hoy con Podemos vuelve a renacer la ilusión y el mismo temor. Demasiados enemigos hacia esa formación. Y encima hay que creer que los ataques a Pablo y los suyos, que le propina el PP y sus fieles mediáticos de turno, lo hacen por nuestro bien. Al que se suma, algún que otro socialista.
Si yo fuera un miserable y un cobarde, pediría, que nadie votara a “Podemos”. Porque de tener mucho éxito éste, puede, que conozcamos la verdadera democracia actual. Basada desde el principio, más que nada por comodidad, (“el partido que gobierna y un partido de oposición fuerte que se alterne en el poder”, eso sí centrados). Otras formaciones se aceptarán, siempre y cuando, no molesten mucho, de lo contrario… algunos se sentirán obligados, incluso, a hablar de acuerdo nacional de salvación, entre los dos grandes.
Por cierto, yo conozco a uno que en las pasadas europeas y me “juró por sus muertos” que él, ni se quedó en casa ni volverá a votar jamás al PP.
Como siempre me he quedado satisfecho con su gran artículo y su puntual repaso, parafraseando al estupefacto Marhuenda: “para que la gente se entere”.
Un abrazo.
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