PENA, PENITA, PENA
Jaume Matas ingresó no hace mucho en la cárcel de
Segovia. Fabra está condenado a ingresar. En Castellón los miembros de Partido
Popular anduvieron recogiendo firmas
para que se le concediera el indulto. Daba pena que un hombre tan mayor tuviera
que ir a la cárcel Pujalte y otros muchos políticos decían sentir pena ante un
exministro y expresidente como Matas.
Un médico de 25 años y una luchadora por los derechos
de los trabajadores fueron identificados como posibles autores de un derramamiento de
pintura en una piscina porque integraban un piquete en la última huelga general. Nadie
descubrió a ningún miembro del partido gobernante pidiendo un indulto para esos
dos trabajadores malvados. No dieron pena a nadie. Las leyes están para ser cumplidas y su infracción lleva
acarreada una pena que hay que cumplir. El joven, Carlos Cano, con nombre cantante,
con una María la Portuguesa en el pecho, permaneció unos días en prisión. Esperan ahora que Gallardón, el moderado
prehistórico, les conceda el indulto, aunque la verdadera preocupación del
ministro sea la ocupación, la apropiación de úteros y vaginas para que el
nasciturus venga al mundo y se entere de los que es pasar hambre o emigrar a
Alemania con dos carreras y dos master a servir copas y salchichas de Frankfurt.
Artur Mas siente un dolor infinito, una pena inmensa,
ante su padre político, padre que anduvo de parranda con Suiza y otras muchas
amantes que le sacaban el dinero y le echaban una pócima en la copa para que
siguiera teniendo tranquila su conciencia, limpia su oficina de cuatrocientos
metros, dispuesto el coche oficial y tres secretarias para seguir dando
lecciones de patriotismo desde la Avda. de Gracia y le recordaran que tenía que
cobrar una pensión sustanciosa para regalarle chuches a los nietos.
Un artículo que debe ser necesariamente corto no puede
seguir enumerando penas, penitas, penas porque se alargaría hasta el infinito.
España está triste. ¿Qué tendrá España? Y los españolitos andamos por esta
democracia nuestra como en viernes santo sevillano. Doloridos, llagados,
desangrados de hambre, miseria, de sanidad colapsada, enseñanza recortada,
dependencia machacada. De rodillas vamos en penitencia porque nos pesa la
crisis en los hombros y se nos desangra el alma crucificada y no llega la
Macarena guapa y la Triana morena de la recuperación, aunque dice Mariano que
asoman por Sierpes y que todo va camino de la resurrección. Pero es mentira.
Algunos se han escapado del dolor de la crisis-estafa y han aterrizado en paraísos
fiscales donde el dinero tiene el valor supremo que corresponde a dioses vivos
y no a esos que llenan las calles de cera resbaladiza donde se resbala fácilmente
y se rompen tibias y peronés y tienen sillas de rueda para rato.
¿Vivimos en un país de ladrones? Ni mucho menos. Vivimos en un país de gente
sobradamente preparada que consigue guardar en secreto durante muchos años lo
que muestran como triunfo de su trabajo o de su empresa como orgullo de lo
conseguido. Y encima consiguen lo que no logra un ladrón de gallinas. La ley
está para ser cumplida e inexorablemente el tironero debe estar encerrado por
delincuente. Si al país le debes cien euros tienes un problema. Si le debes
quinientos millones el problema lo tiene el país. Eso dicen de la banca. Y eso
lo saben estos ladrones dignos de toda alabanza, respetables, con títulos
nobiliarios o patrióticos. Pujol, Matas, Fabra, Infanta-Urdangarín dan pena.
Son bienhechores y padres de la patria. Es tan guapo él, tan rubia ella... Montoro
llora por los rincones y concede amnistías fiscales para que legalicen su
dinero y puedan presumir de un robo elegante con perfume chanel. Otra cosa es
el fontanero que no cobró el IVA por un grifo que perdía o un retrete que
dejaba la mierda a la vista de las visitas. Ese debe pagar porque Hacienda
somos todos.
España está triste. He visto las aceras llenas de
sillas de ruedas, de maletas que se fugan (como el dinero) a Suiza a servir
cerveza fría, a niños con hambre, a jóvenes sin mañana, a parados sin
esperanza, a estudiantes sin universidad, a viejos con cuatrocientos euros para
un montón de bocas, a cadáveres rematados por hipotecas asesinas. Llorando
todos. Porque da Pena Fabra, constructor de aeropuertos como regalo de Reyes
para los nietos, y Matas condenado por una simpleza, por ná de ná (que diría
Pujalte) Y Pujol que estuvo tan ocupado en hacer patria que no tuvo tiempo de traerse
el dinero a la España que roba a los catalanes.
España está triste. No hay más que pena, penita, pena.
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