VAMOS A CONJUGAR
Quiero conjugar los verbos como entonces.
¿Sabías que las rosas se declinan?
Recuerda: rosa, rosae, rosae…
Nominativo, genitivo, dativo.
Varias veces por semana
deshojábamos las rosas
y al final de curso
eras un rosal sobresaliente.
Yo empecé a conjugar
amo, amas, amare,
y se me rompía con frecuencia el corazón.
He vuelto al pupitre,
a los folios,
a la pluma estilográfica
y he tenido tus labios
a seis metros de distancia.
He sentido tu carne entre mis ojos,
cuando era entonces el entonces
y escondías tus pechos con la carpeta azul.
He regresado a mí mismo
tal vez para encontrarme,
para encontrarte, sin duda,
para pedirte que vengas el domingo
a estudiar los verbos irregulares
y besarnos con el rubor colegial
y recitar tus muslos
antes de que mamá
entrara de repente por la puerta.
He regresado a ti para encontrarme
porque no sé si alguien te dijo
que me fui olvidando de mí por las esquinas
y no recuerdo las calles, tantas calle,
donde abandoné mi texto de latín
y no encuentro las rosas declinadas,
no sé si es regular o irregular el verbo amar.
Volver a ti para volver a mí.
Empezar si es posible al lado de tu pelo,
a la orilla de tu piel,
al borde de tu boca
a declinar,
a conjugar
para rehacer la primavera
y averiguar si todavía es posible el subjuntivo
que expresaba deseo, según decía el profesor.
Acerca tu pupitre.
Vamos a abrir la vida,
a aprenderla,
a forrar los libros
para que no se estropeen
los esqueletos de las rosas
entre las hojas muertas.
Cúbreme con las rosas que te sobren,
quiéreme como entonces
aunque yo sea tan sólo
una lengua muerta y enterrada.
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