jueves, 25 de julio de 2013

UN HOMBRE, POR FAVOR



Gallardón repartía carnets de mujeres plenas en la boca del metro. Gallardón siempre ha sido selectivo y elegía a unas  despreciando a otras. Tocaba los vientres y si alguien respondía en su interior so lo colgaba a  hombros y lo llevaba al altar de la plenitud. Tú eres madre y sobre ese vientre maternal edificaré mi ministerio. Se abrochó la chaqueta, manipuló el micrófono erecto y pronunció su frase de fiscal bajo la toga de sus cejas blancas. Sólo es plenamente mujer la que ha sido madre. Descansó su cabeza agotada de tanto pensar y agradeció con un orgullo disimulado el aplauso de hombres y mujeres del Partido Popular. Incluso las gaviotas solteras que no abrieron nunca de par en par sus alas para dar cabida seminal a la pasión masculina, aplaudieron porque su virginidad era fecundada por Rouco Varela, con promesas de ángeles sin sexo en el más allá de un cielo sin piel que llevarse a los besos.

Fue al médico. Quería ser madre. Recéteme un hombre, por favor. El médico consultó con Ana Mato. Los hombres no se recetan, decía la ministra, porque no tener un hombre entre las piernas no constituye un problema patológico. ¿Era una carencia?  ¿Una opción?  Gallardón le instaba: renuncia a ser plenamente mujer. La ministra había leído en F/B que existía la reproducción asistida. Pero F/B dice muchas cosas sobre un tal Sepúlveda y un jaguar y resulta que es todo mentira. Y mentira tenía que ser eso de la inseminación. La mujer no vale nada al lado de un hombre. ¿Podría valer algo sin él?  Y Rouco la afianzó en su idea. El hombre tiene vocación de macho, órganos de macho, pasión de macho. Es inconcebible una mujer misterio, dueña de su cuerpo, reina de sus ovarios, emperatriz de su vagina, administradora de su libertad, de sus decisiones. A la mujer, influenciada por la herencia recibida, había que bajarle los humos. Vuelta a su papel-Pilar-Primo-de-Rivera. A su plancha, su fairy, su limpieza de hogar, pecho en un rincón para el bebé y al atardecer un poco de pintura en los labios por si él viene con ganas de besar, de acariciar, de fecundar a su sierva. Y Gallardón llevó a Ana Mato a hombros por todo el hemiciclo, vitoreada por la niña Fabra que volvió a repetir su himno de guerra: “que se jodan” Y lució la peineta, anterior a la de Bárcenas porque Bárcenas sólo fue un falsificador de la peineta original de la niña Fabra. Y sacaron los pañuelos los pro-vida que proclamaban que la masturbación es un crimen porque los espermatozoides no encuentran la amistad de un óvulo de cintura pizpireta. Olvidan la masturbación femenina porque ni siquiera tienen en cuenta la existencia de la mujer como sujeto de placer, de disfrute, de alegría.

La mujer soltera no tiene derecho a la maternidad y hay que azotarle la vida y castigarle el alma por el pecado de concebir sin permiso del macho, sin el fundamentalismo escrotal del macho, sin el sometimiento al capricho eréctil del macho. En otros países fanáticos  azotan a la mujer por una relación extramatrimonial, se le condena a ser apedreada hasta la muerte. Nosotros somos más civilizados. Sólo amputamos su dignidad, su maternidad, sus derechos fundamentales. Y si además es lesbiana, tenemos el derecho a sajar en carne viva su capacidad de amar. Ni hijos, ni matrimonio, ni siquiera amor. Que curen primero su homosexualidad y luego les daremos el certificado de normalidad y tal vez Gallardón y Mato les impartan un cursillo de sometimiento al macho para que el macho, reconocido como ser superior, se digne fecundarlas como Dios manda y Rouco bendice.

La soltería y el lesbianismo son simple carencia de varón. Y eso no es una enfermedad. Nada tiene que decir la sanidad. ¿En qué categoría entra esa muchacha nazarena que dio a luz un hijo llamado Jesús sin conocer varón? No existía la trinidad Rouco-Mato-Gallardón. Menos mal que el santo Partido Popular subió más tarde a los altares.

Gallardón sigue repartiendo carnets de plenitud femenina en la boca del metro. Ana Mato ha puesto un negocio de machos-machos para comprarse un jaguar con tapicería de piel. Rouco por fin saluda al poder como cuando España era una, grande y libre.


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