UN
HOMBRE, POR FAVOR
Gallardón
repartía carnets de mujeres plenas en la boca del metro. Gallardón siempre ha
sido selectivo y elegía a unas
despreciando a otras. Tocaba los vientres y si alguien respondía en su
interior so lo colgaba a hombros y lo
llevaba al altar de la plenitud. Tú eres madre y sobre ese vientre maternal
edificaré mi ministerio. Se abrochó la chaqueta, manipuló el micrófono erecto y
pronunció su frase de fiscal bajo la toga de sus cejas blancas. Sólo es
plenamente mujer la que ha sido madre. Descansó su cabeza agotada de tanto
pensar y agradeció con un orgullo disimulado el aplauso de hombres y mujeres
del Partido Popular. Incluso las gaviotas solteras que no abrieron nunca de par
en par sus alas para dar cabida seminal a la pasión masculina, aplaudieron
porque su virginidad era fecundada por Rouco Varela, con promesas de ángeles
sin sexo en el más allá de un cielo sin piel que llevarse a los besos.
Fue
al médico. Quería ser madre. Recéteme un hombre, por favor. El médico consultó
con Ana Mato. Los hombres no se recetan, decía la ministra, porque no tener un
hombre entre las piernas no constituye un problema patológico. ¿Era una
carencia? ¿Una opción? Gallardón le instaba: renuncia a ser
plenamente mujer. La ministra había leído en F/B que existía la reproducción
asistida. Pero F/B dice muchas cosas sobre un tal Sepúlveda y un jaguar y
resulta que es todo mentira. Y mentira tenía que ser eso de la inseminación. La
mujer no vale nada al lado de un hombre. ¿Podría valer algo sin él? Y Rouco la afianzó en su idea. El hombre
tiene vocación de macho, órganos de macho, pasión de macho. Es inconcebible una
mujer misterio, dueña de su cuerpo, reina de sus ovarios, emperatriz de su
vagina, administradora de su libertad, de sus decisiones. A la mujer,
influenciada por la herencia recibida, había que bajarle los humos. Vuelta a su
papel-Pilar-Primo-de-Rivera. A su plancha, su fairy, su limpieza de hogar,
pecho en un rincón para el bebé y al atardecer un poco de pintura en los labios
por si él viene con ganas de besar, de acariciar, de fecundar a su sierva. Y
Gallardón llevó a Ana Mato a hombros por todo el hemiciclo, vitoreada por la
niña Fabra que volvió a repetir su himno de guerra: “que se jodan” Y lució la
peineta, anterior a la de Bárcenas porque Bárcenas sólo fue un falsificador de
la peineta original de la niña Fabra. Y sacaron los pañuelos los pro-vida que
proclamaban que la masturbación es un crimen porque los espermatozoides no
encuentran la amistad de un óvulo de cintura pizpireta. Olvidan la masturbación
femenina porque ni siquiera tienen en cuenta la existencia de la mujer como
sujeto de placer, de disfrute, de alegría.
La
mujer soltera no tiene derecho a la maternidad y hay que azotarle la vida y
castigarle el alma por el pecado de concebir sin permiso del macho, sin el
fundamentalismo escrotal del macho, sin el sometimiento al capricho eréctil del
macho. En otros países fanáticos azotan
a la mujer por una relación extramatrimonial, se le condena a ser apedreada
hasta la muerte. Nosotros somos más civilizados. Sólo amputamos su dignidad, su
maternidad, sus derechos fundamentales. Y si además es lesbiana, tenemos el
derecho a sajar en carne viva su capacidad de amar. Ni hijos, ni matrimonio, ni
siquiera amor. Que curen primero su homosexualidad y luego les daremos el
certificado de normalidad y tal vez Gallardón y Mato les impartan un cursillo
de sometimiento al macho para que el macho, reconocido como ser superior, se
digne fecundarlas como Dios manda y Rouco bendice.
La
soltería y el lesbianismo son simple carencia de varón. Y eso no es una
enfermedad. Nada tiene que decir la sanidad. ¿En qué categoría entra esa
muchacha nazarena que dio a luz un hijo llamado Jesús sin conocer varón? No
existía la trinidad Rouco-Mato-Gallardón. Menos mal que el santo Partido
Popular subió más tarde a los altares.
Gallardón
sigue repartiendo carnets de plenitud femenina en la boca del metro. Ana Mato
ha puesto un negocio de machos-machos para comprarse un jaguar con tapicería de
piel. Rouco por fin saluda al poder como cuando España era una, grande y libre.
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