QUE
VIVA ESPAÑA
Llamarse Manolo es ostentar un nombre patriotero. Por esos mundos ha ido Manolo Escobar, haciendo patria, paseando esa visión de macho hispano que “no quiere que a los toros te lleves la minifalda” Y en todos los campos de fútbol del mundo ha resonado el bombo de otro Manolo jaleando la camiseta de la selección, haciendo patria, dicen.
¿Se
acuerdan cuando Gibraltar era una espina que todo español llevaba clavada en el
corazón? No valía una guerra, decía el régimen, aunque el ministro Margallo
tiró del puñal que lleva clavado en la primera ocasión en que saludó a una
autoridad británica haciendo gala de una diplomacia de bachillerato.
La
derecha siempre ha hecho ostentación de amor patrio, hasta tal punto que se ha
dedicado con frecuencia a echar en cara la ausencia de patriotismo a la
izquierda. España es un monopolio de su propiedad. Incluso es habitual que se
apropien de la conciencia de la totalidad en sus discursos. “Los españoles
quieren…” “Los españoles esperan…” Y se
adueñan con la mayor rotundidad de la voluntad o la esperanza de todos.
Fue cuando Felipe y Morán. Manolo
Marín dormitaba por los pasillos. Se derrumbaron los Pirineos. Se dilató el
alma y llegamos a ser Europa. Mercado Común, se llamaba. Mercantilismo puro,
descarnado, sin conservantes ni colorantes. Pero la hipersensibilidad del
lenguaje no soportaba la sinceridad de mercaderes. Y en la confirmación se pasó
a llamar Unión Europea. Daba más la imagen de cooperación, de libertad,
igualdad y fraternidad. La revolución parecía encarnarse de nuevo y lavar una
tierra ensangrentada por guerras con millones de muertos. Y como triunfo sobre
el dolor, España dejaba atrás definitivamente una dictadura y unas cunetas
chorreando muertos al amanecer.
Durante las dos legislaturas de
Zapatero, la derecha, erigida farisaicamente en defensora única de las víctimas
de ETA, arrojaba la sangre derramada contra el rostro del presidente y lo
tachaba de alta traición por entregar España a las garras del terrorismo. ¿Se
acuerdan de Alcaraz, Isabel San Sebastián, Mayor Oreja, María San Gil? Cuando
ETA arrió la muerte y Rajoy brotó del onanismo de Aznar, se dedicó a gritarle
que estaba entregando la patria a Bruselas, al imperialismo de Merkel, a los
mandatos de Europa. Y prometió una y otra vez que si llegaba al gobierno se
enfrentaría al manoseo obsceno de esa unión que nos expropiaba el sentido de
dignidad patrio. Cuando entró en Moncloa, minutos antes de irse a ver jugar a
la selección (supongo que para que Manolo el del bombo se sintiera respaldado)
nos dijo “que nadie le había presionado, que por el contrario, era él quien
presionaba a Europa” y que la Unión Europea había tenido que someterse a sus
decisiones de mandatario urbi et orbi.
Desde
aquel momento ha habido recortes en sanidad, en enseñanza, en investigación, en
dependencia, en ayudas a los parados, se ha promulgado una reforma laboral que
deja a los trabajadores a la intemperie, se han subido los impuestos, se han
suprimido ayudas a comedores escolares, se han rebajado salarios y aumentado
horas de trabajo, se ha despreciado a los funcionarios, a los docentes, a los
sanitarios, se han privatizado hospitales, se ha instituido el copago de la
medicación, ha aumentado estruendosamente el número de parados, hay miseria,
hambre, se busca un mendrugo en los contenedores…Nada es sostenible. España se
nos ha derrumbado y estamos masticando escombros.
¿Dónde
quedó la altanería que le exigían a Zapatero? ¿Dónde las agallas para pasar
revista a una Europa uniformada y desfilando ante la insignia patria? Rajoy,
Fátima (la rociera), María Dolores-patrona-de-los-trabajadores, Montoro, el que
esperaba ansioso que se despeñara España porque ellos la levantarían, Pons el
de los tres millones de puestos de trabajo se esconden en el plasma, en el
chiquero de Bruselas y culpan del desplome a la herencia recibida y a una
Europa que nos manda cada mañana la labor sangrante de cada día, la cirugía que
es urgente aplicar antes de que se nos termine de gangrenar el tejido hermoso
de una España en carne viva. Los condicionados exigidos por la troika nos
desnudan de nuestro fervor patrio y quienes iban a poner firme a Merkel viven
arrodillados y besando el suelo donde pisa la emperatriz teutona.
En
las próximas elecciones pienso votar a Manolo Escobar y a Manolo el del bombo.
Tal vez así pueda subirme a la Cibeles y colocarle el pañuelo sin lágrimas de
una selección orgullosa de sus pies.
1 comentario:
Solo puedo decir una palabra,
SUBLIME
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