Los problemas de Europa se solucionan con más Europa. Es el estribillo cacofónico de los líderes europeos, y en especial e irónicamente de Merkel. La crisis, los mercados, la prima de riesgo, el diferencial, resuenan en la prensa, las televisiones, las radios de nuestros días, como en otros tiempos sonaban los crímenes pasionales. Bolas de nieve rodando, alimento de tertulianos, macabras estrofas para pobres de cáritas, desahuciados irredentos, familias alimentadas con panes inútiles.
Lo ha dicho Angela Primera de Alemania: “La economía debe estar al servicio de los seres humanos. Nunca al revés” Y suena a sarcasmo, a blasfemia, a fariseísmo. “Europa vive la hora más difícil después de la segunda guerra mundial” ha añadido la emperatriz omnipresente, sustituta económica de Carla Bruni, esposa vicaria de Sarkozy sin tacones. Millones de europeos sin trabajo, pobreza de aceras mendicantes, juventud desesperanzada, muchachada sin primer empleo, madurez sin última ocupación. Exigencia de que los viejos sean más viejos. Menos sanidad la sanidad. Menos escuela la escuela. Los empresarios empeñados en el desprecio libre. El capital pregonando chantaje a bajo precio. Y nos enteramos que la economía debe estar al servicio del hombre.
Nació como mercado. Se dulcificó como unión. Y cuando se manifiesta sin careta, se convierte en destructora de democracias. Italia es elegante hasta geográficamente. Siempre a punto de entregar la cintura al amor de la espuma. A punto siempre de ser sirena, de convertirse en historia marítima de las olas. Cuando te despiertas en Italia, hay un perfume verde de gentes que hacen de la alegría un estilo de estar en el mundo. De la mafia no hay que preocuparse. Al fin y al cabo son “cossa nostra” y contribuyen con su esfuerzo al producto interior bruto, manteniendo la inflación en su justa medida. La camorra napolitana purifica con la sangre derramada las venerables catacumbas y serena el ánimo de unos dioses ávidos de sacrificios y gólgotas. Berlusconi se ha bajado la cremallera de la bragueta y se ha marchado con sus delitos a cuestas, con sus vellinas, con su podredumbre vergonzosa de implantación capilar. Pero no hay elecciones. Monti está impuesto. Europa cierra las urnas de los pueblos y designa a quien le conviene a los mercados, a la deuda, a la prima de riesgo. El pueblo no elige. Se somete o se subleva, pero no vota.
Grecia está asfixiada. La Grecia patria, madre fecunda, exportadora de filósofos, de poetas, de belleza, de elegancia, de historia, de democracia. Silencio en Grecia. Ella que era grito donde refugiar el silencio sometido. Sin coroneles, sin monarcas, pero con el euro pisándole el cuello, embistiéndole la femoral. Papandreu expulsado. Papadimos designado. Que se traguen los griegos su rebelión, sus protestas, su indignación. Europa le ha asignado un primer ministro. Tecnócrata, dicen. Como Monti. A Papandreu lo despeñaron empujándolo con urnas electorales. A Europa no le sirven las urnas. Le basta apretar el cuello elegante de Italia, de Grecia e imponer.
Cuidado. Es nuestra obligación seguir amando la palabra, defendiéndola, ofertándola como bandera humana y humanizante. Hay que mimar su fragilidad frente a la brutalidad de los mercados, de las monedas, de las imposiciones del capital.
El ser humano no es dinero, mercado, capital. Quiere ser palabra, palabra sólo, porque la poesía redime al mundo de sí mismo.
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