sábado, 31 de enero de 2015

CONFIESO MI IGNORANCIA



Confieso que me admiran los tertulianos televisivos o radiofónicos. Los que formaron una opinión ayer sobre economía en un mundo globalizado y sentaron cátedra sobre la necesidad de vivir en una aldea grande donde todos dependen de todos, hablan hoy y sientan cátedra sobre la fecundación in vitro o la cercana curación del infarto mediante células madre. Me admira el vasto conocimiento, la variada capacidad de desbrozar diversos temas con la seriedad de quien sienta cátedra en todos los quehaceres políticos, económicos, médicos, medioambientales, etc.

Admiro, envidio y me deprime a continuación enfrentarme a mi propia ignorancia. Confieso que no sé casi nada de casi nada. Pero se me ha desarrollado un olfato que me lleva a percibir, no cómo deben ser las cosas, sino cómo no deben ser. Un día me enfrenté a un catedrático y le espeté en su cara que no era correcta la enseñanza de la asignatura que impartía. Le puse la respuesta en la boca: “le cedo el puesto e imparte usted la asignatura como debe ser”  Y puso una sonrisa a media asta pensando para sus adentros que me había dejado tumbado en la lona. “Si yo supiera lo que debe saber usted, doctor, yo estaría en su puesto. Soy simplemente un alumno y sé lo que no debe ser. Usted ocupa una cátedra porque debe saber cómo debe ser” Y tras  este juego de palabras, me dio una matrícula a fin de curso.

Confieso que me desbordan muchos temas. Me viene grande la economía y sus filiales, como la prima de riesgo, el bono a diez años, la bolsa, el PIB frente a la deuda. Me sobrepasan términos como deuda soberana, fondos buitre, especuladores de ochenta años que quieren levantar en Madrid enormes complejos donde ganarían millones transgrediendo los derechos de los trabajadores mientas sus hombres de confianza encargan un féretro de caoba con interconectividad telefónica y una parcela soleada para que su muerte se ponga morena. Y no entiendo que un chino se compre el edificio de España y miles de hectáreas a las afueras de Madrid para conseguir la expansión infinita de su dinero amarillo traducido a dólares americanos con lo lejos que está China y los problemas que va a tener para ver un partidos de fútbol del Atlético de Madrid. Confieso que me pierdo y me da miedo que en esa maraña nadie me encuentre y me muera sin que mi familia me eche en falta.

No sé cómo tienen que ser muchas cosas. Pero algo me dice cómo no tienen que ser. Los países del sur de Europa están por lo visto enfangados de deudas y tienen que pagarlas como se pagan las deudas del amor. Dada la crisis (crisis es por lo visto un eufemismo para nombrar la estafa), los pueblo del sur no pueden cumplir con el pago de esa deuda si no es dejando en la cuneta a los  enfermos, convirtiendo el trabajo en esclavitud, tronchando el futuro de la juventud, haciendo de los jubilados simples viejos que deben morirse porque sus vidas afectan al PIB, convirtiendo la emigración de maletas de cartón en movilidad exterior, privando de vivienda a aquellos a los que se ha empobrecido con conciencia decidida de empobrecerlos, prefiriendo el hambre a no rendir pleitesía a las fuerzas económicas, ayudando a la banca a prosperar aunque sea subiéndola encima de las espaldas de los pobres. Cuando alguien olfatea que esto es así de real, de dolorosamente real, esos que lo aben todo lo tachan de populista y demagogo. Los gobiernos, dicen, se han comprometido al pago de la deuda contraída y a los intereses que conlleva esa deuda.  ¿No se han comprometido –pregunto desde mi confesada ignorancia- a velar por un estado de bienestar donde los ciudadanos disfruten de una vida digna, que considere que los enfermos son pacientes y no mercancía, que el trabajo debe ser una fuerza liberadora y no una esclavitud legalizada, que los viejos se han ganado el gozo de su jubilación, que los jóvenes tienen derecho a la esperanza y no simplemente a la espera?  

Se me va la vida en preguntar. No es humildad. Es honradez confesar la propia ignorancia. El ser humano es una pregunta sobre sí mismo. Las respuestas las dejo para quienes tienen soluciones para crear berenjenas y arreglar las hipotecas basura.


Perdonen mi ignorancia.
NO FUE DE REPENTE


No fue de repente.
Necesité respirar tiempo
para hacer el camino
hacia la silueta dibujada en mi deseo.
Tuve que aprenderte poco a poco
como se aprende el vuelo
que va desde una nada a otra nada.
Tuve qua andarte despacio,
tragando un vaso de luz
hasta atravesar la pared que delimita
el manantial de tu piel
y la sombra del sol de las afueras.
Fuiste latidos de tiempo
que configuró mi ser
para comprender el barro y el agua
que es tu carne asombrada de luna.
Ahora que nos estamos yendo

te aseguro que muero de distancia.

viernes, 30 de enero de 2015

ULTIMO TESTAMENTO



Cómo será el beso que precede
al adiós definitivo?
Un encuentro con las espaldas del viento
donde se acumulan las despedidas
y la vida toma la decisión
de romperte los ríos
contra el borde de los ojos?
Brotan entonces las lágrimas
como pañuelos,
como palomas que anidan en los árboles
y se esconden en las grutas del mar
en nidos de espuma.
Puede que haya besado tu última sonrisa
y que hayas tirado los recuerdos
por el precipicio de tus labios.
No voy a indagar.
Prefiero la oscura ignorancia
e imaginar que me queda

un quehacer de besos en tu boca.

jueves, 29 de enero de 2015

ERA PIEL





Besos de piel en la piel,
Porque era piel ella.
Entera piel.
De piel melena,
sus colinas en relieve,
la hermosa plaza de su vientre.
De piel sus piernas,
la brillante luna de su sexo.
De piel entera.
Supe de su piel
cuando toqué su aliento
y descendí por su gemido
hasta el centro de su centro,
donde el misterio,
donde el mar
escoltado de espuma oscura,
de olas de su piel
Piel ante todo ella.
Hizo de piel
mi amanecer vertical.
Fuimos piel entonces,
desde entonces,
para siempre piel.


LA PENUMBRA DE LOS OJOS



Cuando yo era adolescente y las hormonas se me ponían de pie, me  enseñaban que la masturbación me llevaba a la ceguera. No sé qué extraña relación existe entre el entrecejo y la entrepierna. Tal vez la preposición “entre”, que no es preposición en este caso, sea el hilo conductor entre el derrame escalofriante de semen y las lágrimas por una colegiala con los pechos escondidos detrás de una carpeta azul.

Un día Aznar sufrió una erección y no pudo resistirse. Y de aquel onanismo digital nació Rajoy. Venía de antes, con la barba negra, ministro con ojos de penumbra, que veía hilillos de plastilina donde todos veían una catástrofe medioambiental. Tal vez hipermetropía. Cataratas tempranas tal vez. Ojos en penumbra que disminuían el tamaño de las cosas hasta la irrelevancia más absoluta. Ceguera como consecuencia de aquella masturbación del emperador Aznar. Ceguera de Rajoy surgida en aquel dedo que decidía la historia como un Carlos quinto de rebajas, de rastrillo madrileño, de jueves sevillano allá por la calle Feria.

Rajoy quería ser presidente, superar a la eyaculación que lo parió y se contagió de la grandeza de Camps, de Aguirre-púnica, de Bárcenas-tesorero, de María Dolores-diferida, de Floriano, Wert y una pléyade de eminencias que sumados todos sus talentos no llegaban a la altura del Registrador de la Propiedad. Si además de toda esa grandeza hubiera disfrutado de visión telescópica frente a Europa, Merkel, Troica, F.M.I. y primas de riesgo, se hubiera convertido en el caudillo suplente del nunca bien engrandecido generalísimo de todo llamado Aznar.

Moncloa está a las afueras de Madrid, es decir, a las afueras de la vida, de Serrano-lujo, de Gran Via-turismo, Castellana-arteria-cosmopolita. Lejos también de Pan Bendito, Vallecas, Islas Cíes. El lujo viene en mercedes hasta palacio. Moncloa no va a colegios sin calefacción, a urgencias hospitalarias con enfermos chorreados de orina, sin intimidad para defecar en los recortes, a hogares vacíos porque los antidisturbios sacaron a patadas por orden judicial a una anciana, una madre con un bebé en los brazos y un hombre con un paro laboral que le llega hasta los ojos. Moncloa queda distante de los viejos con una pensión de quinientos euros, con avecrém para hijos y nietos, con soledades durmiendo en la cocina porque los chavales a provechan el tresillo. Moncloa no pasa frío acurrucado entre mantas porque han cortado la luz. Moncloa está lejos y Rajoy tiene la noche instalada en los ojos. Rajoy además no se codea con delincuentes como Bárcenas, Matas, Gürtel, Rato, sobres negros con dinero negro. Los pobres huelen mal. Y los delincuentes llevan traje a rayas de carcelarios debajo del Armani y el loewe.

Rajoy asiste a convenciones de su partido. Soraya, Fátima, Casado y Hernando lo transportan en silla gestatoria y él saluda a derechas y a derechas porque sospecha que a la izquierda está Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Garzón y Llamazares. Y dice que la crisis es una mentira de la izquierda radical, que nunca se ha vivido en un estado de bienestar como el que nos ha traído su gobierno, que no hay prácticamente desahucios, que la corrupción es imposible con la legislación que él ha implantado, que se han revalorizado las pensiones generosamente, que se ha creado trabajo como nunca porque España está siendo jauja, que se está ayudando generosamente a los más necesitados, que la dependencia está cubierta, que los jóvenes son grandes emprendedores.

Y llega el tiempo de promesas. No había dinero y tuvieron que subir los impuestos. Ahora se bajan porque hay que llenar de carteles horteras las calles, aunque se les robe a los enfermos de hepatitis C. Ha encontrado dinero para ayudar a los más necesitados. Se va a crear un millón de puestos de trabajo porque él no puede tolerar el paro. Y cuando sabe que alguien ha firmado un contrato de dos horas a la semana se siente enormemente feliz. Y cuando sus asesores le indican que se trabajan diez horas por cuatrocientos euros se le estremece el alma de felicidad. Y cuando sabe que un niño tiene chuches, se siente padre del mundo porque ha redimido a aquella niña que tuvo en el horizonte de su legislatura.

Mariano se ha independizado de Aznar. Encontró vivienda en la Moncloa y prescindió de su estigma de okupa.  Se siente cómodo presionando a Merkel, sometiendo a los mercados, domando al B.C.E. porque donde se ponga su patria que se quite la prima de riesgo y los recortes.

Rajoy ahora toma café con el cerebro de su campaña, Floriano, con Pons, el camisa blanca de tres millones de empleos, con nuestra señora de Cospedal fundadora del partidos de los trabajadores. Y después del café se va por las casas, las farmacias, a dar gracias a los españoles. Va a las casas de los que tienen casa, porque él sabe que hay muchos que han sido arrojados de sus techos y duermen bajo las estrellas. Va a farmacias donde el copago hace que algunos tengan que elegir entre la sopa y el calmante para el reuma.


Mariano sigue sin recuperar la vista. 

miércoles, 28 de enero de 2015

SUEÑOS


No he soñado contigo todavía.
He soñado bosques de colores,
mares envueltos en celofán crujiente
para regalar a la primera luna que me toque.
Pero no he soñado contigo todavía.
He soñado con ríos infantiles
haciendo castillos en la arena,
con olas jugando al escondite
dentro de una caracola.
He soñado con estrellas rodantes
como aros infantiles.
He soñado con ser médico
para explorar vientres azules,
para auscultar corazones desorientados
al lado de pechos de veinticinco años.
He soñado caricias de manos de algodón,
labios como afluentes de una primavera,
muslos que se abrazan a otros muslos
para escalar el misterio de una palmera.
No he soñado contigo todavía,
pero una noche cualquiera
quiero taparte con mis párpados
y que duermas en la hierba de mis pestañas frescas,
que te bebas el zumo de mi alma,
que le hagas sombra a mi sangre
y que mi piel lleve tu nombre para siempre.

Hoy por fin te soñado debajo de mi piel.

martes, 27 de enero de 2015

ATORNILLADOS



Tenemos la vida atornillada
como una cadera de titanio
que se le rompió a la historia
porque la historia está vieja.
Una madeja de alambres
que desvincula la mano de las caricias
y metaliza el beso
como buen conductor
de una oscuridad hiriente.
Perforada la vida,
la alegría necesitada
de una estética que decore
las penas colgadas del otoño
de los ojos huecos de miradas.
Tiempo uncido a la seguridad
de una muerte que hará escala
pasado mañana a las quince cuarenta.
y volverá a romperse la cadera
porque el titanio se duele con las lágrimas
y termina hundido en la tierra
con una cruz encima
para señalar que dios fue el creador de la tristeza,
que disfrutó con las caderas rotas
porque hizo que la historia se arrugara
frente a su  egoísta eternidad.
La vida atornillada
a una madera que flota
para que golpee el mar
y sangre por la espuma.
Será más bella entonces

porque flotando es imposible la muerte.

lunes, 26 de enero de 2015

PALABRA NEVADA



No puedo hablar.
Alguien ha nevado mi palabra.
Soy un silencio frío.
Huyó la voz
cuando se derritió la piel de cada copo.
Me queda el recuerdo
que tallaste con tus manos
luna a luna,
noche a noche,
soledad a  soledad,
cuando mi sombra
penetraba tu luz,
y la arboleda de tu sexo
refrescaba la ternura de mis ingles.
Vamos a olvidar la palabra.
Te ofrezco un techo
con pájaros colgados
que cantan primaveras

con la lluvia de mi cuerpo.

domingo, 25 de enero de 2015

ALIENTO



Vamos a tocarnos el aliento
con estos labios recién hechos,
con besos creados
para tu boca concreta.
Vamos a rozarnos la piel,
a divisar tu silueta dibujada
como un arco iris
de lluvia fundida con el sol.
Quiero nombrarte,
llamarte encuentro,
y acariciarte los ojos
como quien descubre el infinito.
Pretendo la palabra
a tu palabra abrazada.
Pero no me pronuncias
y escuece el silencio,
y cuando digo tu cuerpo
hay una sombra infinita,
quieta, escondida
para que no toque tu aliento.
Busco las señas de tus manos
en el  desorden de los armarios.
A lo mejor no existes
porque no está el perfume de tus ingles
en la cama enamorada,
A  la almohada le duele
el hueco de tu nuca
y tu pelo olvidado.
Quiero andarte el aliento,
descalzo para no lastimar
las huellas grabadas en la ausencia.
 Moldear tu aliento
como cuando hacíamos besos artesanos
y pegábamos las astillas de las lenguas
con saliva bendita.
Como cuando creábamos tu aliento
y el mundo adquiría el sentido necesario
para seguir siendo mundo.
Quiero encontrar tu aliento
y llevármelo allí,
donde el recuerdo
es tan sólo recuerdo.


jueves, 22 de enero de 2015

VERDAD UNICA


Tal vez la verdad absoluta
sea la adecuación de la nada con la nada.
Tal vez razonar sea sólo buscar esa verdad
vacía como un puñado de aire hueco,
de aire sin aire donde colgar los pájaros,
una afirmación deshuesada
sin andamios para la carne con un peso específico.
Este empeño de andar hacia ninguna parte
justifica una meta sin meta.
Entonces la muerte se convierte
en una mueca del hombre hacia sí mismo.
No es agnosticismo, ni ateísmo.
Es más bien lo humano como centro de nada,
como búsqueda inútil,
con conciencia de lo inasequible,
pero empujado por una fuerza
que nos condena al vacío
como única forma de estar,
a lo mejor de ser.
Nace el miedo a preguntar,
el temblor de saber que no hay respuesta,
el escalofrío de la duda perpetua,
el estremecimiento compacto de eufemismos necesarios
para inyectar importancia a la vacuidad instituida.
No sabría nombrarme.
No sabría nombrarte.
Y entonces el amor es un sexo cerrado,
fundidos los labios
para que un sexo erecto no pronuncie
la verdad arruinada de otro ser.
Y entonces el amor es una lejanía
dibujada desde un generador con raíces eléctricas.
No vale la pena el beso,
la caricia,
el tacto.
Nunca sabrán los electrodos
la dulzura de unos labios entreabiertos
y unos ojos cerrados
mientras se hunde la carne
en la piel de un paraíso abierto.
Sólo  duele el gemido.
Nadie sabe lo que escuece la sangre
cuando se derrama inútilmente
por las paredes de la piel.
Pido perdón por no existir,
por haberte engañado.
Me pido perdón por no existir
por haberme engañado.
Al fin y al cabo fuimos
lo que siempre ignoramos.


LOS CONEJOS DEL PAPA.


“Debemos tener todos los hijos que Dios nos dé” Esta frase y su contenido procreador ha formado parte del devenir católico a lo largo de los tiempos. “Los hijos son un regalo de Dios” Dios pone y quita como si la vida fuera un juego de ajedrez. “Dios me lo dio y Dios me lo quitó” Regalos y amputaciones pertenecen a una voluntad divina incompatible con la libertad humana. Enfermedad, salud, fortuna, todo depende del libre albedrío de un dios comandante en jefe que dispone la fila de beneficios y dolores, de alegrías y tristezas. A los humanos sólo nos queda el sometimiento a unos designios indescifrables por definición.

Las enseñanzas eclesiásticas se han empeñado en recalcar que los humanos tenemos sexo. Nunca han admitido que seamos sexuados o que el sexo sea tan humano como los ojos o los brazos. Y esa distancia entre el tener y el ser le lleva a maldecir todo lo referente al sexo y ensalzar a continuación el razonamiento, la lógica, la bondad y otras muchas cualidades. No han aceptado que el ejercicio sexual se lleva a cabo a través de unos órganos muy concretos pero que están integrados en la totalidad del ser. El ser humano no tiene visión. Es visión, que se ejerce a través de los ojos, pero es la totalidad del ser el vidente.

Esta separación del sexo de la totalidad humana ha hecho posible la aversión de la jerarquía católica hacia todo lo genital. Todo placer es subestimado porque al parecer dios prefiere el sufrimiento, el dolor, la muerte antes que la alegría, el gozo, la vida. Y conscientes de que el sexo incluye el más atractivo de los placeres, es digno de la mayor de las condenas. No obstante, la iglesia admite, por una vez y sin que sirva de precedente, que el sexo encarna un placer porque así provoca la procreación y en consecuencia la supervivencia de la especie. El sexo ejercido con voluntad de procrear contiene bondad destinada a perpetuarnos. El placer sobrevenido fuera de esa voluntad procreadora es perverso. La masturbación, el coito, las caricias, los besos son maldad en sí mismos y condenable el disfrute del placer que ocasionan.

Y en ese afán procreador, se diría que dios permanece vigilante durante el encuentro sexual para insuflar el alma, siendo desde ese primer instante una persona que no debe ser reducida a un mero cigoto. El uso de preservativos está prohibido porque busca el placer y le dice a dios que puede retirarse de los pies de la cama porque no se busca la gestación de un ser nuevo. Y esa prohibición es tan firme que ni siquiera el sida ha sido capaz de su autorización. El sida será considerado un mal sobrevenido por la voluntad divina y como consecuencia del egoísmo de quien practica sexo sin la finalidad impuesta por la divinidad. Y como el preservativo, todos los demás anticonceptivos.

Parece que el Papa Francisco modula esa visión estrábica y expresa con una claridad de calle que todos entendemos que el matrimonio no tiene por qué convertirse en una forma de tener hijos como conejos. Ya sabíamos que se pueden no tener más hijos que los deseados. Pero estaba claro en la deformada doctrina eclesiástica que para evitar la venida de nuevos hijos sólo es admisible un método: la abstención sexual o el cálculo de Ogino. Ahí radica la perversión de la doctrina. El sexo no es amor, ternura, fusión gozosa. El escalofrío sudoroso de la entrega es pernicioso. El amor no se alimenta de sexo ni el sexo es semilla de amor.

Surge la pregunta que se deriva de las palabras de Francisco. Admitiendo que la procreación va unida al sexo, puede considerarse el sexo como un todo humano más allá de la procreación?  Es decir, se puede tener sexo con todo los que de positivo hay en él sin mirar al horizonte de la procreación como fin único de la genitalidad?  ¿Admite el Papa lo que es conciencia libre en la sociedad, que el sexo es un valor en sí mismo?  Que es un acto de amor?  Hermosa esa denominación de hacer el amor. Que ese ser sexuado que somos tiene derecho a disfrutar de la totalidad de su ser?.

Es verdad que a una gran parte de la sociedad no le preocupa el pecado ni la condena eterna, ni el abandono de la divinidad, ni las enfermedades que son calificadas como castigo divino. La sociedad tiene asumido que el cuerpo sexuado que vive es su propia plenitud y que los órganos sexuales están situados donde están situados y nunca entre los parietales.  Entre los parietales sólo lo tienen los cuerpos jerárquicos de la iglesia y por eso no piensan  en la proclamación liberadora de Jesús.



CUANDO FUE AYER





Olía a cama caliente. A amanecer. A caricias con sonrisas. A besos con  noche.

-Me encontré con Juan. Tomamos café. Cenamos. Nos acordamos del ayer, del entonces, de cuando todo era siempre y único. Cuando yo era todo. Cuando era todo él.

-Hicísteis el amor?

-No. Hicimos sexo. El amor sólo lo hago contigo.

-La diferencia?

-Caminan las manos de otra forma. Los besos mojan el alma. Las ingles se humedecen con sólo soñar tu lluvia. Tú me penetras hasta por encima de un monte. Juan necesita desnudarme, desprenderme de la vida, del tiempo, regresar al ayer. Necesito verlo, palparlo, cerciorarme de que su cuerpo está ahí, al otro lado de todo, más allá de la vida, más acá de la muerte. Tú estás donde quieres y te encuentro sin buscarte, sin despegar tu piel de mi piel, de mis labios, sin necesidad de contemplar el río erecto de tus mares . Cuando me tocas, eres eternidad. El es tiempo y tiene sólo manecillas de reloj.  ¿De verdad tengo que explicarte la diferencia entre amor y sexo?

-Necesito una ducha porque he tenido sexo. Con el amor, no.  Cuando hago el amor contigo, quiero conservar el perfume de tu saliva, el sabor alimonado de tu semen, las huellas  entre mis pechos, las caricias reunidas como un ramo de pájaros. Voy a ducharme, a dejar que el agua me recuerde sólo recuerdos amortajados en sótanos de sombras espesas.

-Necesito hacerte el amor sobre la nieve, clavar mi cuerpo en tus caderas. Niévame, dilúviame, empápame de aliento. Quiero regalarte mi cuna para tus sueños, mi bosque de palmeras, mis túneles de luz para que adentres tu historia, mis sótanos escoltados de juncos, mis manos con la memoria de tu cuerpo. Entrégate. Me entrego. Entregados comprendemos en qué se diferencia mi luna de la luna, por qué eres, por qué soy, por qué somos los que no sabemos, pero sospechamos, lo que seremos aunque se nos diluya el tiempo en el hueco de una eternidad sin fondo.  

-No existe Juan porque sólo es tiempo. Existes tú porque eres eternidad.


lunes, 19 de enero de 2015

EL CIGARRILLO QUE HIZO HISTORIA





Fue en Marzo. O tal vez a finales de febrero. Me parece mentira no recordar con exactitud unas fechas que han sido tan importantes en mi vida. Los sicólogos tienen una explicación. Ellos tienen explicación para todo. Pero ahora mismo me sobra toda la luz que quieran proyectar sobre mis olvidos. Soy consciente de que uno quiere y no quiere olvidar al mismo tiempo. La contradicción es en sí misma un eje de la vida humana  sin el cual nos derrumbaríamos. Duele porque está ahí, porque debe estar ahí, porque necesitamos que esté ahí.  Amamos lo que no queremos. Y eso escuece. Pero gozamos amando lo que no queremos.  

-En marzo cumpliré los dieciocho, me dijo. Falta un mes aproximadamente, pensé. Decididamente fue en febrero. Ella esperaba a alguien que nunca llegó.

-¿Me das un cigarrillo? Llevo dos horas sin fumar porque he salido sin dinero. Lo he olvidado o lo he perdido. Cuando te he visto llegar me he sentido salvada.

-Un cigarrillo se le pide a cualquiera. Te lo hubieran dado con mucho gusto.

-Siempre he sido incapaz de pedir algo a un desconocido, aunque me haya tenido que morder las ganas de fumar.

-También yo soy un desconocido para ti. Pronuncié estas palabras cargándolas de expectativas. Necesitaba una respuesta abierta, que confirmara lo que a mí me hubiera gustado oír. Pero ella fue neutra, ambigua.

-Es distinto.

No dijo “eres” sino “es distinto”. Acusé el matiz. No improvisaba, sino que ajustaba  exactitud al pensamiento. Había dicho lo que quería decir.

-Pero mujer…

-Me interrumpió rápidamente. Me has llamado mujer.  Mis padres, mis amigas, hasta Juan me llaman niña. A punto de cumplir los dieciocho no creo ser tan niña.

-¿Quién es Juan?

-El chico que me acompañaba la otra tarde. La tarde que te pasaste mirándome con disimulo y pensando, tal vez, que podía ser una gioconda actualizada del corte inglés. Cuando nos fuimos, sentí detrás tus pasos y tus ojos observándome hasta que nos desviamos en Caballería española. No. No te lo echo en cara. Por el contrario, me sentí halagada. 

-Hay demasiado humo en el local. Podríamos dar un paseo por donde te apetezca.

-Vamos.

Vi de lejos al limpiabotas. Le colgaba del brazo su eterna caja negra. Hoy tenía también una sonrisa indefinida en los labios. Nos abrió la puerta con un gesto ceremonioso. Buenas tardes, señores. Salimos. Pero estoy seguro que nos siguió con la mirada hasta que nos perdimos por el primer árbol a la derecha.

Era una tarde cuajada. Maciza de almendros, de yemas de rosas, de tallos azules. El mundo era hermoso como un ramo de lunas. Tomó mi mano izquierda con las suyas y empecé a sentir el contacto con sus ingles al ritmo del caminar. No hice nada por evitarlo. Tampoco ella. Y los dos, supongo, éramos conscientes de que hasta la brisa lo sabía. Íbamos en silencio porque el silencio es la palabra última después de la última palabra. Su cabeza apoyada en mi brazo y yo apoyado en el pecho de la tarde más hermosa. Me iba bebiendo a tragos la belleza del momento. Hay cosas que son verdad sencillamente porque son bellas, había escrito alguna vez. Y ahora lo experimentaba. Podía apretar su mano como si exprimiera una estrella. Sospechaba sus ingles como trigales negros. Sostenía su cabeza como si alguien me hubiera regalado el mundo.


(Las siete de la mañana. Noche todavía. Era lógico dada la época del año. Contra toda costumbre, no me habían dejado el periódico debajo de la puerta y lo echaba de menos. Puse la radio. Gabilondo comentaba algo sobre el Ibex 33 y no le presté mayor atención. Mientras me afeitaba descubrí que empezaba al blanquear el pelo. Me estaba haciendo viejo. Mayor, decían algunos, empeñados en utilizar eufemismos para todo. Si me sorprendí, era por la falta de costumbre. Nunca me había contemplado  tan detenidamente. Solía afeitarme y ducharme ordenando las visitas programadas para ese día. Hoy he tardado en elegir la corbata, el traje, la camisa. Busqué durante un rato unos calcetines que hacía tiempo no me ponía. Y hasta me pareció bien echarme unas gotas de  colonia que estaba sin abrir. Volví a mirarme al espejo y casi me obsesioné con el pelo blanqueando.)
TORMENTA

Quiero llegar temprano a tu tormenta.
A esa que levanta las piedras de la piel
y rompe la carne de tu vientre.
Me prohíben caminar por la acera
que me acerca a tus ojos
porque arrecia la tormenta entre tus pechos.
Un vendaval que frustra
las palmeras de tu sexo
y cierra tus piernas en defensa
del misterio de un dios  fugado de tu cielo.
Alguien corta el camino hasta ti
para salvarme de ti.
Me defienden del oleaje y el viento
de tus manos que aprietan
hasta degollar los besos.
Recuerdo tu silueta abierta en lunas
con sabor a naranja.
La pulpa de los ojos señalando tus labios
como una cosecha jazmines.
Y de repente el puente se derrumba
y se hace muralla de castillo,
y salta hecha añicos la ternura
de gemidos,
de tus gritos de niebla
cuando hundido en ti
buceaba entre peces de colores.
Quiero sólo humedecer
mi boca con tu boca.
Estoy acostumbrado a la sal de tu sudor,
a la amarga dulzura de tu lengua.
Renuncio a que nadie me defienda
de la hermosa tormenta de tus manos.
Siempre quise dormir bajo la cumbre
de tu respiración entrecortada
cuando me regalaste un mar azul
con una montaña de algodones.
Nadie sabe que  tu tormenta cabe
en la hondura

de mis besos.

domingo, 18 de enero de 2015

EL MINISTRO DEL MIEDO


Hay ministerios para todo. Para buscar petróleo inexistente, para crear empleo destruyéndolo, para bajar los impuestos subiéndolos, para hacer de los enfermos una mercancía y vendérsela al mejor postor. Hay incluso un ministro para meter miedo y llamar a gritos al tío del saco, al coco que asusta para que ponga a los niños malos de cara a la pared, a rezar tres rosarios con los brazos en cruz y a castigar con la ceguera a los que se meten las manos en los bolsillos para tocar lo que no se debe tocar hasta que el santo matrimonio no permita entregarlo a una novia blanca y radiante después de cantarle bendita sea tu pureza.

Ha ardido París. Se le ha quemado la sangre de la alegría. Alguien levantó las compuertas de la sonrisa y empezó a inundarse Francia entera, el mundo entero con un dolor áspero, amargo, como membrillos verdes. Muertos con ataúdes llenos de carne irreverente e ironía pintada en la madera. Era casi (que nadie me malinterprete) un entierro hermoso. Sonaron las paletadas de tierra y de nuevo germinó la alegría.

Acudió a París la gente importante. Jefes de estado y primeros ministros. Traje oscuro, corbata negra y un luto impostado. Un poco ridícula la comitiva enlazada por el brazo con Merkel, mariano Rajoy y el primer ministro griego. Un triunvirato siniestro, adulador de la emperatriz de los recortes, las exigencias y los campos de concentración con el hambre dentro.

Defendían la libertad de expresión. Unos fanáticos le habían roto la nuca a la libertad. Y ellos, defensores de los derechos humanos, de las libertades, del estado de bienestar, sacaban pecho frente a las metralletas y proclamaban con su presencia que la defenderían porque ella vertebra la democracia y la define. Además estaban en Francia donde la igualdad, la fraternidad y la libertad son la trinidad laica que hace del país una identidad revolucionaria. Pero a uno se le antoja farsa y no testimonio de realidad sentida, defendida y propiciada. Miraba uno los rostros contradictorios de esos mandatarios y no podía por menos que blasfemar de los que aseguraban que estaban honrando los derechos humanos que había costado vidas y la realidad de sus países donde se prohíbe absolutamente esa libertad o se equipara un acto noble a un acto de terrorismo. Un escrache es asimilable a un acto terrorista. Sin comentarios.

Esos mandatarios hacían cálculos y llegaban a la conclusión de que era el momento de comprar miedo porque cotizaba a la baja. Hay que aprovechar las oportunidades del mercado. Europa se estremece. Las puertas, las ventanas se cierran en señal de luto, pero sobre todo en señal de miedo. Todo está a media asta, menos las intenciones de los primeros ministros que andan justificando lo contrario de lo que dicen defender. Les crece una palabra bendita: seguridad. Es la piedra filosofal. Al miedo se le combate con seguridad. Y maquinaban el precio de la seguridad que resulta ser la falta de libertad.  Surge entonces la disyuntiva: o seguridad o libertad Y en una jerarquía de vivencias la elección está clara, sobre todo porque los gobiernos y en concreto los ministros del miedo, parten de una elección: la seguridad. Y gritan que el pueblo (pobre pueblo) prefiere la seguridad aunque se menoscabe la libertad. Entonces surgen los códigos penales, las leyes de seguridad ciudadana. Códigos y leyes que obedecen a un supuesto prejuicio porque ellos saben que la ciudadanía elegirá la seguridad, aunque sea a costa de la libertad. No preguntan. Lo dan por supuesto. Y se da por supuesto que nadie exigirá disfrutar de ambas coordenadas de manera simultánea. Nadie estará tan fuera de sí como para exigir de un gobierno la garantía absoluta de la libertad junto a la garantía de la seguridad.

Por eso son necesarias las restricciones al derecho de huelga, la posibilidad de escuchas telefónicas sin autorización judicial, la conversión en delito una actuación de escrache que además pasa a equivaler a un acto terrorista, la supuesta desobediencia a la autoridad dictada por la propia policía y no por un juez, la supervisión de las redes sociales, la censura sobre lo que uno lee o escribe y así una serie de amputaciones de la libertad.

Allí estuvieron, en la hermosa ciudad luz, en la cuna revolucionaria que instauró derechos inalienables. Allí estuvieron condenando a quienes se opusieron de forma bárbara y mortal a la libertad de existir con la alegría en el alma. Allí estaban rindiéndole culto mientras imaginaban la manera de coartarla bajo la farisaica y cínica capa de la seguridad.


No estamos seguros. Pero sobre todo somos un poco menos libres. Nada ha valido la pena. Los señores importantes que se enjugaban las lágrimas con un pañuelo impoluto han utilizado ese mismo pañuelo para taparnos la boca.
ALGUNA VEZ



Alguna vez tendré tu nombre
adherido a mi piel,
confundido con las moléculas
de la voz que te llama,
escondido en los poros
que albergan tu distancia.
Alguna vez sabré deletrear
las sílabas que forman
tu cuerpo, tu desnudez envuelta
en lunas trasparentes.
Reuniré alguna vez
los ríos de la tierra
y haré un mar diminuto
para guardarlo en tus ojos.
Alguna vez, cuando sea mañana,
acunaré los vientos
que forman lejanía,
que dibujan perfiles inalcanzables
para que nunca aprenda
a pronunciar tus labios.
Alguna vez, cuando llegue el entonces,
tendrán apellido las espigas,
cantarán las amapolas
y dirán lo que nunca
te dijo mi silencio.

Será alguna vez…

jueves, 15 de enero de 2015

NO SE A QUIEN…




No sé a quién preguntarle por mí.
Me perdí hace tiempo
en el fondo del viento
una tarde que olvidé el atardecer.
Encontré una noche anónima
con un río atado a la garganta
para ahogar su voz
para que no me señalara el portal
donde guardé los sueños
cuando te llevaste la luna
como último recuerdo de los besos.
Pregunto la dirección que va desde mi ausencia
hasta donde estoy, si estoy,
hasta donde soy, si soy,
hasta donde me recuerdo
y mi olvido es un olvido marginado.
Que nadie me pida que desande
la historia que empezó
en los altos azules de tus montes.
Allí me estremeció  el vértigo
como si me hubieras sembrado una primavera
y me creciera por las manos el regreso

hasta lo que voy siendo.
PRONUNCIO


Pronuncio tu nombre y existes.
Soy tu dios particular
y te hago.
Orfebre de ti,
gestiono el barro hermoso,
la tierra que te configura
y bebo el agua que sobra
después de fundar tu carne.
Implanto piel de primavera
en el andamio de tus huesos de luz.
Te pronuncio
y naces de la nada,
con el principio del beso,
el peso de tu cuerpo
y el peso de una lluvia.
Vas haciendo tu mundo poco a poco
para que te camine
desde las ingles
hasta el azul de tus ojos
y sienta que vivo 
clavado en ti,
bandera en la cumbre de tu monte,
cachorro de río en tus pechos,
madurado en tus labios para siempre.


martes, 13 de enero de 2015

AQUELLA CAFETERIA



Llegué a casa temprano.  Estaba  cansado: mucho trabajo, negocios a medio fraguar, perspectivas de dinero a corto plazo. Necesitaba una ducha caliente. Ya en la cama, fumé el último cigarrillo. El capricho del humo parecía una tempestad domesticada, un temporal abreviado, diminuto como un jazmín impar.  Y así me fui olvidando de mí mismo y de todo lo que estaba alrededor. El sueño es ante todo una pérdida de memoria. Alguien separa el mundo de nuestros pies y sólo nos queda abrazarnos a la muerte como a una querida presentida, deseada. Al despertar resurge la magia de las presencias, del tacto y todo vuelve a estar en su sitio.

Me empezó a gustar aquella cafetería. Nunca había reparado en sus mesas de mármol cuadradas, patas forjadas de hierro, larga barra defendida por un barandal dorado, sillas de respaldo incómodo por austero. Me aseguraron que en aquel velador del fondo, donde alguien siempre ponía una rosa, tomaba café Tierno Galván. En otro tiempo había sido lugar de reunión de literatos y seres de la farándula. Uno casi imaginaba sin esfuerzo esas tertulias.  El conjunto lo pedía. Pero hoy la clientela era otra. Desayunaban los empleados de una correduría de seguros, los informáticos de una multinacional y los despistados  que por casualidad habíamos  sentido la necesidad de un café un día cualquiera. Empecé a frecuentarla. El metro me dejaba en la puerta y me atraía el ambiente de un ayer no lejano.

Imaginaba poetas, filósofos, artistas sentados donde yo estaba ahora, decidiendo sobre la belleza de un soneto o el final de una comedia. Y aquellos republicanos que desaparecieron por arte de magia cuando llegó la dictadura, según me contó un limpiabotas al que le di unas monedas sin permitirle que se pusiera a mis pies. Siempre me pareció humillante. Señor, me decía él, es un trabajo como otro cualquiera. Sí, le respondía yo, tan humillante como otro cualquiera, y además se realiza a los pies de alguien para que la humillación sea más explícita. Usted, me argumentaba, debe ser comunista. Yo, le replicaba, quisiera saber quién soy y por qué me gusta venir a esta cafetería repleta de informáticos, agentes de seguros y despistados.

-Es una cafetería llena historia, de elegancia y a usted se le ve que le encantan ambas cosas. A lo mejor es usted investigador y viene a observar el ayer que no vivió por edad. A lo mejor, y perdone que me meta en cosas que no me importan, espera encontrar de nuevo a alguien a quien vio un día. No tenga prisa. La gente suele regresar al lugar del crimen y al sitio donde descubrió el amor. Dele tiempo al tiempo. A lo mejor cuando menos lo espere… Adiós, señor, hasta otro día.


Me quedé mirando a aquel hombre que ahora iba ofreciendo su servicio por otras mesas. Sin duda había vivido la república, la dictadura, la transición. Le había dado brillo a los zapatos de muchas celebridades. Tenía la retranca de quien ha visto cambios de chaqueta, sonetos escritos y abandonados en una servilleta, conspiraciones de tricornios y botas insurrectas. Pero también parecía haber visto parejas bebiéndose el amor con leche en las mesas de mármol jaspeado. Aquel hombre conocía, sin duda, cremas negras, marrones, amores azules, y besos escondidos y citas concertadas para las cinco en punto de la tarde.

lunes, 12 de enero de 2015

BUSCO UN PUÑADO




Busco un puñado de certezas
para un puñado de dudas.
Necesito respuestas
para tanta pregunta.
Luz que descifre
una a una las sombras,
que desnude las sombras,
que las toque y aprenda
la dureza de su cuerpo,
su piel áspera.
Un milagro
para poner de pie las cicatrices.
Abrir las tumbas,
arrancar las raíces donde se apoyan los muertos
y dejen de ser muertos
para ser barro primitivo
sin ojos que pregunten,
sin corazón que pregunte,
sin boca que pregunte,
para que no les persigan
las dudas sin respuestas.
Certezas para esa disyuntiva
que ahonda en el ser y no ser,
partida en dos, rota en dos
la posibilidad absurda y simultánea
de existir y no existir.
Es inútil la pregunta
porque no hay certeza que le corresponda,
porque la inseguridad nos hace lo que somos,
la soledad que configura

la hechura del hombre.
AL BORDE DE TI


Al borde de ti,
Allí donde terminas,
donde tu carne limita con tu alma.
Allí donde el mundo ignora si existes
porque estás más allá de lo posible.
Hasta allí voy
partiendo desde mi finitud
hasta la finitud perfecta de tu piel.
No me esperes.
A lo mejor la muerte está en la esquina
como un sobresalto,
como un susto a la alegría
y me prohíbe escalar
la cara sur del monte más hermoso
y plantar el mástil del triunfo,
del amor sobre la nada.
No podemos ser todo y nada al mismo tiempo.
Somos irremediablemente lo que somos
porque alguien, no sé quién,
nos impuso la espalda que soporta
el magma espeso del tiempo.
Prometo resignarme y someterme
a esperar al borde de ti,
donde tu carne limita con tu alma.


domingo, 11 de enero de 2015

¿UNIDAD?



A veces uno empieza a escribir con un escalofrío en la piel. Confieso que lo siento, que la perfora y me llega hasta la sangre. Por eso quiero desde las primeras líneas dejar claro mi condena más ardiente contra un terrorismo cruel, como todo terrorismo, que pretende por la fuerza amordazar los derechos humanos más elementales. Lo repito para todos aquellos que después aprovechen mi escrito para tacharme de cómplice, de contemporizar, de admitir ciertos asesinatos o de demagogo. Por ahí andan algunos periodistas de papel y de radio pisando las palabras que no les convienen, hocicando en miserias creadas por ellos mismos para poder alimentar su odio hacia todo aquel que no participa de la amargura que revelan cada vez que empuñan la pluma o el micrófono.

Francia se ha desangrado. El brazo armado del odio descuartizó las venas de unos periodistas, de unos ciudadanos que compraban comida para sus hijos, de unos policías que entregaban su amor a la ciudadanía. Y el mundo sufrió una hemorragia porque todos nos sentimos Francia, nos sentimos humoristas, nos sentimos compradores de alimentos, nos sentimos policías con la nuca rota por la balas asesinas de alguien que ha hecho del odio el eje de sus vidas.

El mundo, en gesto de unidad, se ha puesto de pie. El mundo, en un gesto de fraternidad, echó rodilla en tierra y llegó a la conclusión generalizadora de que el Islam tiene que plegarse a nuestras costumbres, como si nuestras costumbres fueran arquetipo de bondad, de espíritu creador, de práctica esforzada de derechos humanos, de todos los derechos humanos, de todos los seres que tienen derecho a esos derechos humanos. En estos momentos en que me enfrento al ordenador, París es una inmensa manifestación. Y al frente, el gobierno en pleno, sin fisuras. Y acompañando el dolor de los franceses varios jefes de estado y de gobierno. Un solo grito para dar calor a las familias, a los cuerpos de seguridad, a los periodistas y a todos los franceses que lloran por dentro con la valentía de quien sabe que llorar es fecundar la sangre derramada.

Todo es un signo de unidad. O tal vez sólo un símbolo. Son coordenadas distintas. Y esa distinción dice mucho del contenido. El pueblo que se manifiesta es puro. Los líderes (nunca supe por qué les llaman líderes) son otra cosa. Porque esos jefes de gobiernos que hoy le miran a los ojos con valentía a las metralletas, son incapaces de mirar de frente al hambre de todo un continente africano, incapaces de unirse para derrotar enfermedades que sólo afectan a los pobres y en consecuencia, no merece la pena invertir en sus inmaculados laboratorios o bien aplauden la fabricación de  medicamentos al alcance sólo de los pueblos ricos. Se muestran indiferentes ante la sed, el analfabetismo, la falta de vivienda de pueblos enteros. Esos que miran de frente la dictadura de las armas asesinas pactan y comercializan con dictaduras que emplean esas armas para destruir los derechos humanos en otros países, que postergan a la mujer reduciéndola a un simple capricho de entrepierna masculina. Hay dictaduras amables porque el petróleo tiene reverberaciones de oro, se visitan y encumbran los avances científicos de esos gobiernos, se comercializa con ellos porque por encima de los derechos humanos está el dinero, ese dios tirano, vengativos, ajeno al dolor humano. Es despreciable el profeta en cuyo nombre se mata con armamento vendido a quienes los usan, pero se acoge con respeto sumo a quienes arman a esos asesinos porque nos proporcionan obras de autopistas, ferrocarriles, etc.

No llamemos unidad a esos dirigentes que hoy se manifiestan junto al dolor de los franceses. No tengo pruebas de la buena voluntad que dicen tener. Aparecen a través de las televisiones del mundo, serios, con una amistad interesada, con posturas fingidas. Nadie los ve buscando sinceramente soluciones a problemas que afectan a millones de seres humanos, a sus cuerpos, a sus derechos pisoteados, indiferentes ante estómagos vacíos, ante enfermedades para las que hay remedio, ante ciudadanos del mundo que mueren diariamente porque no son interés para los jefes de los pueblos ricos.



El mundo es la plaza del dolor. No había dirigentes políticos llorando por su pena.
ANOCHECIENDO



Siempre anochece antes de anochecer.
Tiene prisa la luna.
Las calles están sin ti,
vacías de tus andares,
de tu ritmo cardíaco
palpitando en la cintura.
Tal vez tu sombra,
eco de tu carne,
se asome
para dar de comer a las estrellas.
Todo se precipita
para llegar a  ser cuanto antes
lo que debía ser luego.
Todo es vértigo, meno tú,
que te vas poco a poco como un sol tardío
para no hacer daño, supongo,
para no lastimar, supongo,
para no herir, supongo,
el último beso.
Pero te vas.
Anocheciéndote,
anocheciéndome,
repartiendo la luna por mitades iguales
para que duela menos la distancia.
Te vas
y se instala la noche
en las ramas de la sangre
colgada como cuelgan los recuerdos.
Tengo la obligación de emprender anocheceres
si pretendo seguir con la costumbre
de vivir, 
de estar,
de existir,
de morirme
tan sólo por la inercia de la pena
que me tocó en el reparto.
A lo mejor no anocheces
y te haces río
y te enamoras del mar,
y te vuelves inmensa
y no cabes en las manos
de esa oscuridad infinita
que soy,

que seré para siempre.

sábado, 10 de enero de 2015

ALGUN DIA…



Algún día llamaré por tu nombre
a la piel del agua,
a la carne del viento,
al vientre de las rosas,
a los pechos del mar,
a la cintura del monte.
Todo se llamará como tú.
La huella de ti grabada
en el costado del beso,
en la piel de la risa,
en el remite de los dedos
que acarician tu sexo.
Todo se llamará como tú
para otorgar existencia
al mundo que sostiene
el pasado, el futuro,
el tiempo sin tiempo.
Algún día, si encuentro tu nombre,
tendrá una estatura legítima el aliento,
y tus manos serán creadoras
del barro enamorado
que eres, que soy, que somos,

carne de agua, de luz, de silencio.