domingo, 31 de agosto de 2014

TENGO RECUERDOS


A veces regreso hacia mí mismo.
Reúno mis escombros
y rehago mi sombra
para fijar el punto de partida.
Vengo rodando desde entonces
cuando era un hombre entero
como un mar, como un monte.
Hoy soy el eco de tu aliento
que persiste apoyado en los hombros de la luna.
Soy consciente de la fragilidad de mis vértebras,
de que puede derrumbarse
este castillo de pìel,
que necesito a veces suicidarme
tirándome desde lo alto  de un beso.
Regreso y a tientas me busco
palpando las huellas
que se llevó  la lluvia,
que se comieron los pájaros
entre la arboleda de mi sangre.
No sabré si me alcanzo,
si llego al ayer
porque ignoro si es hoy el hoy
que tengo entre manos
o es un engaño de todos los relojes
rebelados contra los minutos
que construyen el tiempo.
Pero regreso. Espérame
al final de tu cuerpo
donde sentí mi existencia
como un eco de tu aliento.



EL HAMBRE ES UN VOTO



No  sé si España es racista o no. No me refiero a la piel del país, esa piel áspera, dura, de nación milenaria, camino y posada de culturas dispares, contradictorias. Me refiero más bien a la entraña, donde conviven las espinas y las rosas, el abrazo y la distancia, el beso y el odio. Y yo no sé si esa España es o no racista. Allá las encuestas, los sociólogos y los estudios del medio. Uno es calle y la calle tiene palabras distintas, dependiendo de una buena o mala noche, del café mañanero o del resultado de un pagaré.

Lo que tengo claro es que hay políticos camaleónicos que nunca saben qué color les toca y a veces detestan el que deben vestirse en ese momento concreto. Carecen de un centro vital y se mueven dependiendo del estado de su duracell personal. Por eso son capaces de decir lo que no sienten e incluso soltar su vómito en el momento más inoportuno. Políticos que no piensan. Un candidato es como un borracho. Tiene la capacidad de expresar, harto de mítines, lo que no diría nunca en estado de elegido.

La inmigración tiene un fundamento esencial: el mundo es de  los seres humanos, de todos los seres humanos. Las fronteras son producto de la organización del egoísmo. Cuando la avaricia sin escrúpulo pone un orden en la convivencia inventa las fronteras y las reviste de orden necesario y disfraza de legalidad la apropiación indebida de la tierra. Y entonces, en la medida de que esto es mío y esto tuyo, siempre quedan los desheredados sin derecho a nada. Son los pobres del mundo. Los que deben gozar su miseria porque de ellos será el reino de los cielos. Con los que se puede ejercer la caridad como desprecio nauseabundo de la justicia.

Alguien se empeña, y lo consigue, en hacernos ver que los inmigrantes  deben ser bienvenidos por aquello de que pueden ejercer los trabajos que nosotros, europeos y ricos, no debemos realizar. Por aquello de la demografía. Sus hijos, en el futuro, ayudarán a los pensionistas amados de Fátima Báñez, y en el presente ayudan a la floración de la Seguridad Social y al estado de bienestar que Rajoy desea con toda su alma para la totalidad del país y no para unos pocos como le exige Angela Markel. Los inmigrantes son un maná negro que nos llueve por obra y gracia de un dios bueno que ama a España por sus cruzadas, por su lucha contra las hordas judeo masónicas.

Pero de repente se presentan las elecciones. Y Mato roba la cartilla sanitaria a miles de inmigrantes porque los españoles tenemos derecho a la vida mientras que ellos sólo tienen derecho a la muerte. Una cartulina separa la sepultura anónima del mausoleo de Bankia o Santander. Muerte de la que se encarga el ministerio del interior colocando cuchillas o disparando contra los derechos humanos porque el “fin de buscar una vida mejor no justifica el modo de entrada en nuestro país”  como ha dicho Fernández-opus-dei-Fernández. La piel es ilegal.

Y ahora que hay muy poco trabajo pese a la milagrosa reforma del mercado temporal, los inmigrantes son una fuerza que nos disputa el empleo y nos mengua la asistencia sanitaria y la abundancia de hijos son una rémora que arranca el pan de los niños españoles y las ayudas que les regalamos son eso, un regalo al que no tienen derecho alguno. Facilitamos así, de acuerdo a nuestro arraigado cristianismo, la entrada en el reino de los cielos. Y entonces los inmigrantes se convierten en un obstáculo que hay que eliminar.

¿Por qué este cambio de enunciado?  Porque se acercan las elecciones municipales, autonómicas y un poco más adelante las generales. Y hay que sintonizar con esa miopía que proclama que los inmigrantes son el conjunto de todos los males sin bondad ninguna, es decir, cumplen todos los requisitos que señala el catecismo católico para ser el infierno. Y el hambre no vota. Mientras que sí pueden sumar papeletas favorables aquellos que tienen el los altares la propiedad privada, que no aceptan la función social de la riqueza, que creen que los potentados tienen el derecho a subirse a las espaldas de los pobres para divisar más cómodamente la tierra prometida de la prepotencia, el orgullo y el dinero. Y eso es lo que busca el alcalde, el presidente o el primer ministro de este país. La desaparición del hambre negra es un voto. Arrinconar la piel negra, rasgada de cuchillas que nos defienden de una invasión, que justifica nuestra legítima defensa frente a otras culturas, otras costumbres, es una promesa electoral que convoca a quienes creen que nos van a arrebatar nuestra riqueza. Francia ha enseñado últimamente la utilidad de ese mensaje excluyente, antihumano y orgulloso de estirpe, de pureza de sangre, de piel blanca y pelo rubio. Y nuestros candidatos, bastantes de nuestros candidatos, tienen muy clara su meta: una alcaldía, una presidencia de comunidad, una jefatura de gobierno. Y esa meta bien vale sacrificar la carne africana, y derramar ante el altar del poder la sangre nunca fraterna, siempre extranjera de quienes sólo piden pan, trabajo, enseñanza, sanidad o un vaso de agua sin parásitos.


Siempre el hambre de unos alimenta los estómagos llenos de otros.
A VECES LA CALLE


A veces la calle es como un río
que estruja los besos.
Calles llenas de nadie,
de orgullo acaso,
de desesperanza acaso,
de suicidios  acaso.
Nadie sabe definir la calle,
ese río turbio,
barrizal de intereses,
de egoísmos que empujan
para que caiga el  débil,
pisoteando las heces
que somos tú y yo
porque alguien nos convirtió en olvido,
en desecho, en vómito
de ese borracho cósmico
que denominan vida.
Alguien nos recomienda conformismo
porque los pobres son pobres por designio
de un dios omnipotente, propiedad por herencia,
monopolio que certifica
que la injusticia es amada,
conscientemente amada
por crucifijos de adorno
que embellecen los pechos deseados por tactos
de braguetas erectas.
Quiero morirme boca abajo
para que nadie vea
la rebeldía que muerde
la calle como un río

donde nadie pervive.

sábado, 30 de agosto de 2014

A LO MEJOR


A lo mejor existes
y te encuentro cualquier tarde
y hacemos de la palabra
una plaza con árboles.
A lo mejor perdura
aquel banco de entonces,
cuando era una aventura el tacto
prohibido por la vida
de quince años apenas.
Cuántas caricias destinadas
a tus muslos de falda colegiala,
a tus pechos subiendo al escondite
de tu bufanda de cuadros.
A lo mejor existimos
pero hemos olvidado las manos y los besos
y no sabemos qué hacer
porque las ingles hicieron
una distancia paralela.
A lo mejor no existimos. Sólo estamos
como rocas, como montes,
con la quietud de los muertos
que se beben la lluvia,
que mastican la tierra,
porque no cabe el amor

en un metro y medio de madera.

jueves, 28 de agosto de 2014

AQUELLA MOTO…


-Te llevo a tu casa, me dijo.

Y por un momento pensé en las dimensiones de la moto que necesariamente obligarían a la cercanía más atractiva de los cuerpos. Crucé los brazos sobre su cintura, a corta distancia de su vientre. Había una frontera de cuero entre sus nalgas y mis ingles. Aquel uniforme negro de motorista le daba elegancia al cuerpo, aunque difuminaba un poco sus curvas. El casco. Los guantes. Era un poema de viento sobre su moto, negra también, a juego con sus ojos.

-Me gusta que me abracen por detrás, gritó.

-Y que te besen el cuello, le dije, recordando aquel tiempo casi puberal, de colegiales los dos, cuando jugábamos a querernos y la oscuridad de un portal cualquiera era el escondite de las caricias.

Pasada la gasolinera paró la moto, se quitó el casco, volvió la cara y se encontró con mis labios.

-Quería besarte. Quería que me besaras. Mi uniforme de cuero no permite más.

Desabrochó mis brazos apretados a su cintura, me invitó a bajarme con gesto suave de mariposa y me eché a andar sin ni siquiera saber dónde estaba mi casa.

Pedí un café con leche. Y apoyado en la barra le pregunté al camarero:

-¿Usted cree que la vida se resume en un beso?

Retiró el café antes de que lo probara y me dijo muy serio:

-Son dos euros.

 Dejé cincuenta céntimos de propia y me fui caminando no sé a dónde.


La vida se concentra en una hipoteca, pensó el camarero y siguió fregando platos porque el director del banco entraba por la puerta.

miércoles, 27 de agosto de 2014

ESTAMOS HECHOS




Estamos hechos de noche sin luna.
Puñado de oscuridad
que recubre el hueso
para que no entre el frío
por las grietas de los ojos.
Estamos hechos de ríos olvidados,
con óxido de metal en las venas
para que no crezcan girasoles
ni trigales con pan en las espigas del agua.
Estamos hechos de mares diminutos
que caben en el hueco de un beso,
mares adolescentes
que persiguen muslos
con quince espumas cumplidas.
Estamos hechos con una nada blanda,
barro gris y corazón de hierba
y se nos rompe la hechura
de torre arruinada.
A lo mejor ni siquiera
estamos terminados.
A lo mejor estamos de camino
hacia nosotros mismos
sin que nunca lleguemos
al trámite final
de obra concluida
y el corazón carezca

de una gruta definitiva.
Y EL LE BESO LOS LABIOS.



Hace un tiempo, Berlusconi dedicó unos comentarios machistas a Angela Merkel. Comentarios tan denigrantes para el que los pronuncia como para la persona a la que iban dirigidos. Por eso me remito a la memoria de los que me lean sin atreverme, por dignidad, a reproducirlos.

Eso era por Italia, con un Berlusconi bunga bunga,  tanga en el alma, devorando jueces y convirtiendo su mundo en un ridículo circo. Berlusconi anda cuidando viejos con su cara reciclada como si de una lata de refresco se tratara. Berlusconi no amaba a Merkel y prefería piel adolescente que le pusiera de punta los injertos de su pelo.

Merkel vino a España. Encontró a Rajoy recortando la sanidad, la educación, la dependencia. La emperatriz alabó que Mariano (ella siempre le llama Mariano, como se llama a los criados que guardan la finca) consiguiera que los niños pasaran hambre, que se desahuciara a miles de familias, que miles de hogares no tuvieran ingreso alguno. Elogió que se vendan hospitales, se concierten colegios con terreno regalado, se privaticen servicios y se copague todo lo que haya que copagar. Le regaló a su amigo una bandeja de plata con tijeras para que al tiempo que prometía bajar los impuestos mostrara su voluntad de ahorrar cincuenta mil millones acortando el salario de los funcionarios, tal vez la pensiones de cuatrocientos euros, las ayudas a parados y a dependientes que no tendrán una mano amiga que los duche todos los días.

Mariano es un hombre sensato. Besó a Merkel en muchas ocasiones. Y la desagravió de los comentarios de Berlusconi buscando sus mejillas (es exagerado decir que buscaba sus labios) y hasta le pidió a Santiago que la abrazara. Y Santiago, pese a que tiene la mentalidad de Gallardón respecto a la mujer, se dejó abrazar por ella, aunque enseguida acudió al Deán de la catedral para que le absolviera del contacto físico con una dama, para remate luterana.

Dicen los entendidos que dado que están cerca unas elecciones municipales, autonómicas y a la vuelta de unos meses las generales, el gobierno no será capaz de recortar nuevamente ni dinero ni derechos porque es correr un riesgo de rechazo electoral.  Pero yo, que no soy un entendido, me planteo que Mariano debe cumplir la promesa que le ha hecho a la emperatriz porque él es un hombre de palabra que siempre cumple sus promesas. No hay más que comparar su programa electoral con su praxis de gobierno para afincarse en esa afirmación. ¿Si no hay recortes porque hay elecciones, significa que hay dinero suficiente para evitarlos?  Pregunto. ¿Si ha habido recortes infames y crueles cuando no había elecciones es porque faltaba dinero o porque se quiere cambiar el modelo de sociedad?  Pregunto. ¿O bien en uno y otro caso alguien le está buscando los labios a Merkel para provocar un orgasmo al nazismo económico que liquida todo lo que se ha conseguido encerrar en el campo de concentración de la miseria?

España es el país donde el muro que separa la riqueza de la miseria más se ha agrandado. Nuestros hijos tienen hambre y no tienen futuro. Nuestros padres son viejos a los cincuenta y han sido expulsados del mercado laboral sin más horizonte vital que pedir por las esquinas. Nuestros universitarios se marchan a servir cervezas y limpiar retretes con dos carreras y un master. Nuestros investigadores tienen que emigrar a naciones que precisan de gente bien formada. Se le pagan dos euros a un periodista por un artículo. Se despide a nuestros trabajadores por capricho empresarial y por capricho empresarial se cambian los turnos de trabajo. Nuestros parados tienen que irse a Laponia mientras Ferrán está en la cárcel, Arturo Fernández debe una millonada a la Seguridad Social (y a mucha honra, dice él), los pujoles se pasean en Ferraris, algunos niegan sobresueldos, Bárcenas es un extraño para el PP. los artículos de lujo crecen en ventas mientras disminuye la venta de carne y pescado y los viejos regresan al avecrém para dar un caldo caliente a los nietos, mientras Caritas y los comedores sociales reparten caridad porque la justicia veranea en Suiza.

Y el pueblo silenciado por una ley de seguridad ciudadana. Y la mujer expropiada de los derechos de su útero por un Gallardon inquisidor. Y los pacientes de hepatitis C muriéndose porque Ana Mato tiene que llenar el depósito de un jaguar que nunca vio. Y Fátima no recibe a los sindicatos porque está despachando con la Blanca Paloma. Y Fernández Día se encomienda a la virgen mientras machaca la carne negra de inmigrantes. Y Floriano, y Pons, y Martínez Pujalte forzando el botafumeiro no vaya a ser que Rajoy les dispare de madrugada y tengan que dedicarse a ser consejeros de Telefónica o de Repsol.


Merkel y Rajoy se besaron. Ella se ausentó tranquila. Sabe de la fidelidad de Mariano. El se entregará a la labor de empobrecimiento del país. Es el regalo que ella le pidió antes de marcharse a tomar una cerveza a Alemania servida por un universitario de Cuenca con dos carreras y tres masters. 

martes, 26 de agosto de 2014

OLVIDAR LA VIDA



Quiero olvidar la vida en el olvido,
abandonarla como un paraguas viejo
porque escampó y ya no es necesario.
Ha llovido mucho tiempo sobre el tiempo.
Estamos empapados de tristeza,
reblandecidas las paredes,
inundados los sótanos
donde guardábamos los besos,
las caricias, el tacto
para las noches de sexo lleno
después del cuarto menguante de la ausencia.
Quiero olvidarla en un rincón
porque ya no es necesaria.
Queda poco trayecto
y conoce el camino de la tumba
donde tirar el escombro de los huesos,
donde la soledad se hace carne de olvido
intocable,
sangre de ausencia
intocable,
recuerdo parapléjico
sin sensaciones.
Que nadie la lleve a objetos perdidos.
No pienso reclamarla
porque me cansé de la factura
y la tiré aquel día en que tuve conciencia
que estaba caducada.
He olvidado el tiempo,
el camino,
la palabra,
el silencio,
los amaneceres en tus labios,
los atardeceres en tus pechos,
las noches en tu piel,
los besos en tus besos.
Delego la sangre coagulada
a ese rincón
donde la soledad se dobla sobre sí misma
y hace un ángulo imposible

con la eternidad de la nada

lunes, 25 de agosto de 2014

ABRIENDO LA PALABRA




Estoy abriendo la palabra
para llegar hasta el silencio que encierra.
Quiero desabrochar los labios
y conseguir los besos
que guarda tu lengua.
Quiero decirte y no decirte,
que interpretes
la desnudez interior de mi palabra,
para que sepas siempre,
para que nunca sepas
lo que no sé decir cuando te hablo.
Porque cuando digo amor,
digo piel y camino digo
por mi cuerpo sin mí,
por tu cuerpo contigo.
Cuando digo deseo digo tacto,
abierta tú
y dentro de ti,
perdido en tu bosque,
mi cuerpo sin camino,
brújula erecta, sin memoria,
inventando la eternidad del minuto
para que no se acabe
con el tiempo el tiempo.
Busco la palabra intacta que nunca fuimos,
sílaba a sílaba, despacio,
pronunciando cada beso
hasta decir el nombre de otro nombre
y encontrar en tu cuerpo aquel cuerpo
que fue propiedad del nunca,
sin promesa de siempre.
Aquí y ahora tú y yo.
A lo mejor no somos ninguno
y estamos imaginando la postura
que enseñan los manuales.
El gesto de las manos en tu espalda,
de las piernas trenzadas,
de mi sexo en tu sexo
como cuando no nos conocíamos
y era distancia la luna
y las estrellas gritos
entre sábanas locas
y almohadas sin destino.
Hoy estoy abriendo la palabra
para decir tu nombre,
para llamarte por dentro
y que retumbe en tus montes
el eco de haber existido,

de haber sido soñado entre tus brazos.

domingo, 24 de agosto de 2014

ME DUELE





Me duele pronunciar el viento
como duelen los huesos de las lágrimas
cuando envejecen  en los ojos.
Escuece llamar ayer a los recuerdos
vivos como la carne de una herida recién hecha.
No coagula fácilmente la memoria
porque sigues de pie,
árbol con raíces en mi piel.
No es fácil derrocar un monte
con tantas noches dormidas en sus sienes.
Cuesta beberse un río
con tanta luna dentro,
tantos amaneceres de cuerpos enredados,
de piernas como yedras confundidas,
de besos enroscados.
Confieso que me pesan
las sombras de tus ojos,
tus labios entreabiertos
mordiendo las bocas de amapolas.
Busco el desenlace de esta trilogía
que somos tú,  el olvido y yo.
Quiero que la muerte me indique la salida
imposible del nudo que formamos,
que somos,
que siempre seremos
tal vez,

sólo tal vez.
CONTEXTO


España tiene una larga historia de cerebros ilustres en todos los órdenes del saber. Literatos, científicos, investigadores, creadores de belleza. Somos un archivo de hondura, de penetración en el misterio de la existencia humana. Un país de talento en el quehacer humano.

Pero parece que de repente todo se nos ha venido abajo. Nuestros políticos nos han colocado frente a la estrechez intelectual, a la incapacidad de comprensión de las cosas más nimias. Los españoles somos incapaces de entender algo tan elemental como que dos y dos son cuatro. Nuestro cerebro histórico se ha derrumbado. Tenemos en la cabezas las ruinas de lo que fuimos, pero que ya no somos y nunca probablemente volveremos a ser. Las dictaduras se marcan como primer objetivo anular la capacidad de raciocinio, de  discernimiento y pretenden que nos creamos libres al mismo tiempo que las cadenas nos hieren los tobillos del alma. Usted carece de libertad de pensamiento, de reunión, de expresión, pero usted es muy libre de optar intelectualmente por una u otra postura, puede usted reunirse y comer en familia por navidad y tiene la posibilidad inalienable de halagar al dictador. Y en esa dinámica contradictoria y paradójica se desarrolló nuestro reciente período de sometimiento a la bota militar. No había que meterse en política, decía el oscuro habitante de El Pardo y por eso él, tan militar, tan general, pensaba por todos nosotros y nos exoneraba de la pesada carga democrática de decisión. El pueblo no sabe lo que quiere y hay que darle lo que el dictador piensa sin opción de réplica.

Fue por el setenta y cinco. Afloró la democracia como una cosecha de libertad. Por fin la lucha, la sangre, las cárceles, los fusilamientos eran la tierra buena para que germinara la alegría, para que todos experimentáramos la posibilidad de elegir camino sin grilletes, sin cadenas que nos fijaran en un presente putrefacto de uniformes sudados en la persecución de la libertad.

Y cuando por fin fuimos conscientes de nuestra capacidad de comprender la historia, de hacerla, de construir la tarea del quehacer político y por tanto humano, llegaron ciertos políticos, demócratas de toda la vida, a decirnos que la luz de nuestro cerebro era un oasis en el desierto,  una falsedad creada para engañarnos a nosotros mismos. Nuestro cerebro sigue siendo una escombrera como durante la dictadura. Sólo los políticos tienen capacidad de pensar por sí mismos. Y nos lo demuestran el alcalde de Valladolid, Floriano, Pons, Cospedal y otros muchos. No dicen lo que dicen. Somos los ciudadanos los que entendemos rematadamente mal lo que ellos pronuncian con una clarividencia deslumbrante. Los políticos saben que se dirigen a un pueblo cerebralmente disminuido y son conscientes del peligro que corren de ser malinterpretados.

Cuando dicen nuestros políticos que las mujeres carecen de derechos sobre su útero o vagina, lo que están diciendo en realidad es que hay que proteger y venerar el misterio de su maternidad. Cuando dicen que una minifalda justifica una violación, están afirmando que a la mujer hay que protegerla amorosamente porque ella es piel para deleite del macho. Cuando un empresario reclama la desaparición del salario mínimo interprofesional, lo que en realidad pide es un aumento de suelo para los trabajadores. Pero los oyentes nos empeñamos en malinterpretar y en sacar fuera de contexto su deseo.  Y cuando Montoro desmiente a Caritas y dice que no hay hambre, lo que en realidad ha dicho es que le duele el hambre de los niños y que Caritas hace bien en denunciarlo. Y cuando el ministro de la sonrisa siniestra dice que los salarios han subido en España nosotros sacamos la conclusión de que ha dicho que los salarios crecen en España. Pero no ha dicho eso, sino que lo que ha dicho es que los salarios bajan y por tanto nadie como él para reconocer la realidad del país.

Los políticos y los empresarios dicen verdades como puños. Lo que sucede es que nuestra ruindad social y personal convierte la veracidad de lo dicho en una blasfemia de lesa humanidad. Y en consecuencia la conversión de los políticos en problema es fruto de una mala conciencia que saca de contexto todo lo que hacen y dicen. Rajoy no prometió creación de empleo, Pons no habló de tres millones de puestos de trabajo, Cospedal no sentenció que nunca se sobrepasarían las líneas rojas de la sanidad, las pensiones, la discapacidad, la enseñanza. Dijeron en la campaña electoral lo que en realidad han hecho. Fuimos los ciudadanos los que lo entendimos mal por culpa del empeño en sacar todo de contexto.

El contexto es el florero donde crece el centro de mesa que algunos políticos colocan como realidad de la democracia. Cuando rompemos ese jarrón, matamos la verdad y sufrimos la decepción contrapuesta.

Que alguien me regale un contexto. Lo necesito con urgencia.  Lo cuidaré como a mi propia vida.


sábado, 23 de agosto de 2014

ALMA EN OBRAS


Tengo el alma en obras.
Rompió el tiempo tantas cosas.
Saltaron los cristales
y se hizo daño la luna aquella noche
cuando alumbró los besos últimos
y nos fuimos porque el alma
estaba inhabitable.
No tenía caminos.
Se pisaban los suspiros,
se perdían los gemidos.
no se caldeaba la nostalgia,
no se secaban los labios
colgados de los ojos
cuando estabas en mis manos,
cuando preguntaba por tu espalda,
cuando perseguía tu distancia
cuando eras lejanía,
cuando estabas ahí
contando los besos,
reuniendo caricias,
resumiendo tactos,
recordando entregas,
memorizando piel.
Tengo el alma en obras
por si vuelves,
por si un día,
por si espero,
por si te haces madrugada,
sorpresa,
entrega inesperada,
por si la noche
tiene exigencias de labios,
por si los cuerpos recuerdan,
por si tiene el sexo memoria,
por si nos desencontramos
después del último encuentro.
Los andamios me dan vértigo
porque son precipicios en el aire,
porque no se sostienen los geranios,
se marea la albahaca
y se atascan los pulmones
en el cielo de la boca.
Tengo el alma en obras
y a lo mejor se hunde
en la oscuridad de la muerte

en una tumba sin nombre

viernes, 22 de agosto de 2014

PAISAJE




Soy el paisaje que dejaste.
Un barbecho de sombras
con espigas negras.
Una colección de escombros
con tus huellas rotas.
Tengo sin paredes los huesos,
sin columnas la sangre
que erige el sexo
y ensarta los gemidos
como argumentos de luz.
Paisaje sin ríos,
sin mares.
Tristeza abandonada
por los rincones de la piel.
Montes huecos
sin el músculo que les otorgaban
tus manos sosteniendo
el mundo de sueños que proyecté en tu carne.
Un beso era entonces la única distancia
que separaba tus labios de mis labios.
Si algún día regresas a ti misma,
descubrirás el paisaje que dejaste,
y que espera
en el interior de tu ausencia.


jueves, 21 de agosto de 2014

NO SE SI DECIRTE



No sé si decirte lo que quiero decirte
porque huye la palabra y no encuentro
ni el eco, ni el sonido, ni las sílabas
que encuadren la exactitud del pensamiento.
No sé si decirte lo que intuyo
desde el último ayer,
cuando el último beso
cuando nos encontramos
sin una despedida
que precediera a la ausencia.
No sé si has regresado
o estuviste siempre  en la raíces,
escondida en las esquinas de la sangre
esperando el momento
para que yo te diga lo que no sé decirte.
Desde el último ayer.
Desde el último beso.
Desde el último siempre,
No sé si el tiempo es tiempo.


ALGUNA VEZ SE MUERE





Supe que moriría esa noche. Sobre la almohada estaba ella, la muerte, despierta. Aletargada se había mantenido durante años. Hibernando, como aquellos murciélagos que me asustaban de niño y que había visto muchas veces en Sierra Elvira. Ahora tenía los ojos abiertos, las alas desplegadas y revoloteaba en torno al suero clavado en las venas.  Apretaba los pulmones y el oxígeno prefería entretenerse con la luna que entraba por la ventana a la oscuridad bronquial de un exfumador.

Fonendo. Cambio de impresiones con el equipo médico. Aquella bata blanca mirándome, sin saber cómo decir que aquella noche moriría.

-¿Puede avisar a mi familia?  No me gustaría morirme solo. Tengo besos que contarles, abrazos que contarles, cariño que contarles. Los llevo envueltos   en esta piel cianótica, tengo los recuerdos del primer abrazo, de la mirada aquella, del primer tacto, el desnudo de la noche original, cuando estrenamos  la cercanía suprema del amor. Guardo la primera sonrisa de mi hijo al nacer, las dudas de su adolescencia, sus preguntas sin respuestas, sus respuestas sin preguntas. Moriré esta noche y quiero  entregarles esa caja pequeña donde cabe una vida.

Miró a la enfermera. Asintió con la cabeza y extrañamente me dio la mano en silencio, sin despedirse pero consciente del dictado del fonendo. Los médicos siempre se van dejando atrás la muerte del 318 prevista para las cuatro de la madrugada.  Porque yo había pasado a no tener nombre ni apellidos. La burocracia había decidido que fuera el 318, cama A.

Era bonita. Había contemplado sus andares elegantes. Cimbreándose como si llevara tacones en el alma. Inyectaba como quien besa. Te preguntaba por tus dolores como quién indaga el color de tus besos. Lucía el uniforme de enfermera como si llevara un traje de novia.

-No he avisado a tu familia. Me apretaba la mano mientras miraba mis labios morados. No te mueres esta noche. Estoy segura. No sé quién me dicta esta verdad, pero tengo que confiar en ese arcano que lo afirma. No. Esta noche no te vas a morir. Estoy absolutamente segura. Cree en mí.
Esto era el amor. Creer en alguien, fiarse de alguien, entregarse a alguien. Vendré a verte cada media hora. Duérmete sin miedo. Ella, la muerte, no puede a veces con las estrellas y se asusta de los amaneceres. Duérmete  tranquilo.  Vendré dentro de un rato cuando vuelvas a soñar con ella, con el hijo que tuvisteis, con los besos que os quedan, con el tacto que os falta, con la piel acariciada cada noche, con la fusión de vuestros cuerpo mañana, pasado, cuando seas un regreso hacia ti mismo y ella te recupere y le digas que la quieres y que no te has muerto porque no sabrías qué hacer sin ella en la otra vida.

Y aquí estoy. Esperando. Sereno. Tranquilo. Porque alguna vez se muere.




IMPERDIBLE





Cintura alta el pantalón Armani. Ignoro el nombre del tejido. Tal vez piel sobre la piel de sus piernas. Pantalón frontera con sus pechos como toros, como toros brillantes contra el viento, contra el pecho que los roce, clavándose en la alegría del tacto.

Era ella. No la veía desde el instituto. Recuerdo un viernes, seguramente era viernes. Se le rompió el imperdible de su falda uniforme. Tardé en arreglárselo porque sin querer mis manos la rozaban y presentía que la vida era hermosa. Que era suficiente que se rompiera un imperdible para disfrutar del tiempo, del mundo, de la existencia. Ella me pagó el favor viniendo a estudiar el siguiente domingo por la tarde.  Aprendí a hundirme en unos ojos azules, a contemplar su pelo rubio, a imaginar que toda la vida se resumía en aquel cuerpo de apenas quince años.

Era ella. Pantalón Armani. Tacones que le hacían cimbrear sus nalgas como una virgen sevillana. Admiré el gesto de expulsar el humo de su cigarrillo. La forma de unos labios envueltos en esa niebla, revelan cómo son los besos bajo el brillo de una luna. Su mano en la copa era como su mano en la espalda de un hombre.

Recordamos aquel viernes de hacía tiempo, aquel domingo de hacía tiempo. Y estoy seguro que los dos llevábamos el alma abrochada con un imperdible reconstruido.

Fue todo muy hermoso cuando desabroché aquel pantalón de cintura alta, cuando de nuevo me hundí en aquellos ojos azules, cuando perdí mis manos en su pelo rubio. De nuevo experimenté que toda la vida se resumía en aquel cuerpo de mujer de labios entreabiertos.


La luna lo supo todo. Una noche de mayo se lo contó al mar y el mar amó las olas de cintura alta, de imperdible de espuma, de ojos con  primavera dentro.

miércoles, 20 de agosto de 2014

ALGUNA VEZ SE MUERE





Supe que moriría esa noche. Sobre la almohada estaba ella, la muerte, despierta. Aletargada se había mantenido durante años. Hibernando, como aquellos murciélagos que me asustaban de niño y que había visto muchas veces en Sierra Elvira. Ahora tenía los ojos abiertos, las alas desplegadas y revoloteaba en torno al suero clavado en las venas.  Apretaba los pulmones y el oxígeno prefería entretenerse con la luna que entraba por la ventana a la oscuridad bronquial de un exfumador.

Fonendo. Cambio de impresiones con el equipo médico. Aquella bata blanca mirándome, sin saber cómo decir que aquella noche moriría.

-¿Puede avisar a mi familia?  No me gustaría morirme solo. Tengo besos que contarles, abrazos que contarles, cariño que contarles. Los llevo envueltos   en esta piel cianótica, tengo los recuerdos del primer abrazo, de la mirada aquella, del primer tacto, el desnudo de la noche original, cuando estrenamos  la cercanía suprema del amor. Guardo la primera sonrisa de mi hijo al nacer, las dudas de su adolescencia, sus preguntas sin respuestas, sus respuestas sin preguntas. Moriré esta noche y quiero  entregarles esa caja pequeña donde cabe una vida.

Miró a la enfermera. Asintió con la cabeza y extrañamente me dio la mano en silencio, sin despedirse pero consciente del dictado del fonendo. Los médicos siempre se van dejando atrás la muerte del 318 prevista para las cuatro de la madrugada.  Porque yo había pasado a no tener nombre ni apellidos. La burocracia había decidido que fuera el 318, cama A.

Era bonita. Había contemplado sus andares elegantes. Cimbreándose como si llevara tacones en el alma. Inyectaba como quien besa. Te preguntaba por tus dolores como quién indaga el color de tus besos. Lucía el uniforme de enfermera como si llevara un traje de novia.

-No he avisado a tu familia. Me apretaba la mano mientras miraba mis labios morados. No te mueres esta noche. Estoy segura. No sé quién me dicta esta verdad, pero tengo que confiar en ese arcano que lo afirma. No. Esta noche no te vas a morir. Estoy absolutamente segura. Cree en mí.
Esto era el amor. Creer en alguien, fiarse de alguien, entregarse a alguien. Vendré a verte cada media hora. Duérmete sin miedo. Ella, la muerte, no puede a veces con las estrellas y se asusta de los amaneceres. Duérmete  tranquilo.  Vendré dentro de un rato cuando vuelvas a soñar con ella, con el hijo que tuvisteis, con los besos que os quedan, con el tacto que os falta, con la piel acariciada cada noche, con la fusión de vuestros cuerpo mañana, pasado, cuando seas un regreso hacia ti mismo y ella te recupere y le digas que la quieres y que no te has muerto porque no sabrías qué hacer sin ella en la otra vida.


Y aquí estoy. Esperando. Sereno. Tranquilo. Porque alguna vez se muere.

martes, 19 de agosto de 2014

LA PRIMERA VEZ




Resulta a veces difícil encontrar el tiempo del verbo que agote el contenido de lo que uno quiere expresar. Pasé la noche conjugando el verbo querer. La vería a la mañana siguiente y estaba decidido.

-“Te he querido desde hace mucho tiempo.”
-“Te querré siempre”
-“Te quiero ahora mismo”

Nada era exacto porque a todo podría replicarme.

-¿Por qué has esperado hasta ahora?
-No estés seguro de que me querrás siempre. El amor es  agua que se escapa a veces por las grietas de la rutina.
-¿Te quiero ahora?  ¿Por qué te ha costado expresar el presente?

Era difícil declarar el amor. Como si fuera humo, espuma, nube de algodón. Nos encontraríamos  a la hora del café. Le había prometido una sorpresa y no podía faltar a mi palabra. A lo mejor radicaba ahí mi posibilidad de decir. Convertir todo en sorpresa.

Hacía tiempo que había dejado el tabaco, pero esa mañana…El humo era cómplice del silencio. Eran bocanadas de silencio. Lo necesitaba, aunque me sabía amargo. Echamos a andar. Por primera vez tomé su cintura. Por primera vez puse mi mano en su hombro. Por primera vez debió sentir mis dedos en su pecho izquierdo. Por primera vez distinguí el tacto del sujetador y el de su piel bajo la blusa. Por primera vez noté el rubor de sus labios. Por primera vez la apreté contra mi cuerpo. Por primera vez me encerré en el cielo de su boca. Por primera vez su calor y mi calor.

Agradecimos la estrechez del ascensor. Agradecimos el teléfono descolgado. Agradecimos el calor que  obligaba a ropa fresca. Agradecimos el invento de las cremalleras rápidas. Agradecimos el velcro que cedía fácilmente. Agradecimos la moda mínima interior que permitía un adelanto de realidades posteriores.


Por primera vez nos vimos desnudos en un jardín de manzanas, de hierba con rocío de mujer. Por primera vez su pelo, sus ojos entreabiertos. Por primera vez existía una luna brillante de amapolas. Por primera vez su vientre. Por primera vez sus muslos. Por primera vez toda su piel en mi piel. Por primera vez su carne en mi carne. Por primera vez mis columnas sosteniendo las bóvedas de su cuerpo.

Sin verbos conjugados. Sin palabras buscadas. Sin escenas ensayadas. Fue la primera vez. El ayer. El siempre. El nunca.





lunes, 18 de agosto de 2014

DECIR TU NOMBRE



Tengo las manos llenas de palabras
para hacerte,
para decir tu nombre
y enamorar tus huesos
de tu carne
Digo amor
y  la luna entorna los párpados
como si fuera a besarla.
Te digo y existes.
Te hago piel de tierra,
mujer de barro,
carne de perfume,
de jazmines reunidos.
Eres tú y me sonrojo
cuando te veo terminada,
culminada como un monte,
boca arriba como un río,
desnuda como la nieve.
Victoria eres. Bandera blanca.
Paz triunfante.
Tibia, caliente
cuando los besos
consiguen la meta de tu boca.
Se  rompen los cañones.
Se  pierden las balas.
Quedan sólo palomas
y trigo,
pan caliente entre los labios.
Entre los dientes
la hierba morena de tu sangre..
Te recito entonces
poema de piel,
de tacto,
de huella recordada,
de agua resbalada
hasta el centro de tu centro.
Te pienso infinita y pequeña
con las medidas exactas

del beso.

domingo, 17 de agosto de 2014

EL TIEMPO AQUEL


El tiempo es el límite del hombre consigo mismo. Se lo dije de repente, sin pensar, mientras mordisqueaba una brizna de hierba húmeda como su boca. Tenía una sonrisa en los ojos. Conocía aquella mirada, pero nunca supe si era sorpresa, admiración, indiferencia o sarcasmo. Se lo había preguntado alguna vez.

-Es una mezcla de todo. Nada es tan simple como tus enunciados filosóficos. La vida es compleja y resulta una maraña de intenciones. Un beso no es nunca eso a lo que llamamos beso. Es un centro floral del alma. Incluye tacto, caricia, entrega, recepción, penetración de un alma en otra, lucha de lenguas, saliva regalada. Un beso no es un enunciado. Es más bien una proclama, una rebelión, una bandera que llama a la más hermosa de las batallas.

No supe cómo debía encajar sus palabras. ¿Desafío? ¿Incitación? ¿Propuesta?

-No analices mis palabras. Déjate llevar. El deseo es una sencillez compleja (Ahora era ella quien lo complicaba todo). Miramos el brillo de la piel. Brota una luz en los labios. Buscas la embestida de mis pechos. Yo indago tu vientre hasta encontrar tu bandera victoriosa. Después es el encuentro y el olvido del mundo. Es no saber si somos tú y yo o nosotros. Es el desprecio de la historia, de las circunstancias, de los relojes. No será el tiempo el límite de nada. Serás tú mi frontera asaltada. Yo tu frontera permitida. El nosotros el pronombre que lo define todo porque no define nada.

No sé si fue un sueño. No sé si existo. Me consta que ella vive cuando me miro el alma.


sábado, 16 de agosto de 2014

ERES HIERBA



A hierba sabes.
Hierba con un río dentro.
Femoral verde
regando el verde
de tu piel de hierba.
Hierba que nace
cuando el gemido,
cuando la siembra,
cuando el arado marca
las fronteras
de tu cuerpo y mi cuerpo.
Hierba que toco,
la que llena mis manos
de campos de piel,
de firmamentos verdes,
de planetas y lunas verdes.
En el interior del beso,
en su oquedad íntima
estás de pie
como los cipreses
a la espera de mi muerte.
Seré verde entonces,
como tus ojos,
como el jardín que cuelga
desde tu cuello a tu espalda.
Seré verde
para que tú me fecundes
con la humedad de tu carne.
Muerte de hierba,
de trigo con amapolas verdes,
haciendo un paisaje,
como entonces,

como siempre.