lunes, 30 de diciembre de 2013

NECESIDAD


Sigo necesitando los amaneceres.
No te extrañes.
No es huida de ti.
Sólo  es urgencia
esta demanda
que me nace como nació tu amor
una tarde de mayo.
Venimos de aquel beso
que tú  recuerdas
en una esquina del viento.
Sabemos de noches,
de cuerpos,
de lunas entreabiertas.
Hemos puesto nombre al tacto,
a la palabra última,
al último silencio.
Sigo necesitando  amaneceres.
No sé cómo será la luz sin ti,
no imagino
el encuentro primero con los montes.
Preguntarán mis manos por tu cuerpo,
por la piel de tu vientre,
por tus ojos con caricias
ciñendo mis caderas.
Por eso necesito amaneceres,
para aprender a morir
poco a poco,
despacio,
haciéndome cenizas
para que tú me guardes
en tus  labios,
en tus pechos,
en la urna suprema
de tu sexo.
 Necesito amaneceres que me hablen
de ti, si no estás,
de ti, si vienes,
de ti, si existes,
de ti, si eres nunca,
de ti, si eres siempre,
de ti, eternidad,
de ti, tiempo.


NO TE QUIERO ARBOL



Tallado tu nombre
en el perfil del aire.
Como una estatua de agua
esculpida en el río.
Tu desnudez grabada
en la boca del viento.
Te quiero de carne,
fuego que grita
en las ingles de la luz.
Tus oquedades plenas,
sombras iluminadas
perfilando el camino
para iniciar la ruta
de los montes encinta,
de las lunas preñadas
que te habitan los ojos.
Cuando un árbol se muere
se suicida la sombra,
y se pudre la sombra,
y se comen la sombra
los ángeles de luto.
No te quiero árbol.
te quiero piel,
 instante te quiero,
caricia te quiero,
tacto integral.
Frente a frente los cuerpos,
cuerpo dentro de cuerpo,
ahondando los surcos
de tu alma de tierra,
de mi alma de tierra,
con el mar en las manos.



NO TENDRÁN MIS MANOS






No tendrán mis manos de piedra
tu cuerpo de agua.
No han sabido mis ojos descifrar
el argumento de tu mirada
deslizada por el esófago azul
de mis sábanas.
No conoces la historia de mis manos,
bajando por tu vientre,
hasta el centro del mundo.
Quiero informarte que mis besos
tienen una historia de olvidos olvidados
hasta que editaron el roce de tus labios,
hasta que me vendaron el aliento
y lo abandonaron a las afueras de tu espalda,
en el centro de tus muslos
encargado de sembrar las rosas negras
y azules de nostalgia.
Quiero notificarte que mi cuerpo
se me rompió aquel día
en que se despeñó por la memoria
de un río vertical.
Te advierto que vengo
de lunas destruidas,
de vientos arruinados,
de estrellas cansadas
de tanto pisar huellas
y dibujar vías lácteas.
Debes saber la biografía de mis manos
para que no sospeches nunca
de quien sostiene tus pechos,
de quien anilla tu cintura
y te pone los besos
a la altura de tus ojos.
Ahora tengo músculos de musgo
para apretar tu silencio
Sin dañarte la piel,
Sin herirte los sueños.



domingo, 29 de diciembre de 2013

UN RIO



Tengo un río en la punta de los dedos.
nace allí, donde la sangre crece
como un ramo de amapolas.
Más adentro que los labios,
que los besos,
que el deseo de ti.
A las afueras casi
de este mar de impulsos
por donde tú navegabas.
Tengo un río en la punta de los ojos,
donde se archiva la luz,
donde las sombras se desnudan
y se parecen a ti
cuando te hacías de noche.
Tengo un río en la punta de la vida,
en el cansancio oblicuo de existir,
en el hueco que gira sobre el hueco
en un vientre vacío, desahuciado,
en una fuente seca sin agua de futuro.
Tengo un río en la punta de la muerte
apoyado en el hombro de la nada,
clavando los tacones en mi carne
llagada de finitud sin piel.
Necesito la muerte por si acaso
se desbordan los ríos
y no aguantan los puentes tanta ausencia,
tanta distancia,
tanta lejanía,
la orfandad de tu boca,
la despedida de tus manos.


¿CENTRO IZQUIERDA?


Me siento incapaz de pertenecer a un partido político al uso. Tengo mi corazón a la izquierda desde jovencito, pero nunca he guardado en la cartera carnet alguno que me adhiriera expresamente a una formación concreta. Respeto a la derecha cuando ésta renuncia a sus raíces más hondas, aunque creo que hasta la fecha, y después de treinta y tantos años de democracia, todavía sigue sin romper aquel cordón primitivo que se le envolvió al cuello y que no le permite respirar el aire nuevo de los tiempos. No me vale decir que hay dentro de la derecha personas centradas y muy centradas. Como tampoco me vale que la derecha respete a la izquierda cuando ésta ocupa un centro izquierda. Detesto el valor atribuido a esa sentencia de que en el centro está la virtud. Me lo metió por los ojos un profesor de mi niñez. Si la virtud es centro, ¿de qué debe guardar equidistancia?  El amor, decía mi viejo profesor, consiste en amar hasta el extremo, hasta el fin, hasta el vértigo. La tibieza que caracteriza el centro es nauseabunda. Y citaba no sé qué libro de la biblia: “porque no eres frío ni caliente, sino tibio, tengo ganas de vomitarte”  Y se me clavó dentro, muy dentro. Y desde que usé mi sentido político y necesité definirme, me repugna ese centrismo del que se enorgullecen nuestros partidos.

Ser de centro-derecha o centro-izquierda encarna la cobardía de la indefinición. Sólo se puede ser radicalmente de derechas o de izquierdas, sin que ello entrañe las adherencias negativas que el término radicalidad encarna, para así poder despreciar o denigrar al de enfrente. Cuando nuestra derecha gobernante califica de radicales de izquierdas a los manifestantes que piden un trabajo, una vivienda o simplemente un trozo de pan y de dignidad están afirmando de forma prevaricadora la negatividad del término radical. El terrorismo es terrorismo. El vandalismo es vandalismo. Los saboteadores son saboteadores. Se ignora la riqueza del vocablo radical cargándolo de negatividad. Radical viene de raíz y la raíz es la base de la vida, es aquella parte que humildemente se hunde en la tierra para beber vida, renunciando incluso a la vistosidad exterior, para alimentar ramas y flores y convertir los almendros en primavera de brazos abiertos.

Cuando la izquierda gira hacia el centro, está buscando el chiquero donde esconder su cobardía, está abandonando las raíces que le dan seriedad y anda añorando subterfugios para disimular el miedo que alberga en el estómago. No es lícito disfrazar el miedo ni refugiarse en el centrismo para evitar el compromiso con los más débiles de la sociedad. Una fuerza política de centro izquierda no es fuerza y además está siempre dispuesta a congraciarse con los poderosos bajo la premisa de que son los creadores de empleo, los que sostienen la economía, lo que enriquecen a un país. Para eso ya está el centro derecha que se llama de esa forma a sí misma para dar la impresión de su renuncia a orígenes turbios, a padres desconocidos,  porque es mejor la orfandad que las botas abrillantadas de El Pardo.

Los políticos de izquierdas no deben ser ejemplos de pobreza como a veces exigen muchos ciudadanos. No son monjes ni pertenecen a sectas religiosas que orientan sus enseñanzas hacia un cielo prometido o a hacia un infierno como castigo de pecadores. Lo creo y lo digo con claridad: no tienen por qué ser pobres. Pero deben tener muy claro que su acción política sí debe estar informada por una visión del mundo donde hay que elevar a los más pobres a los altares de la dignidad, de la vivienda, del  trabajo, de los derechos sociales, de la sanidad, la educación. Hay que luchar para que las oportunidades estén equitativamente repartidas, para que los bienes de este mundo se distribuyan lo más igualitariamente posible, para que nadie pueda convertir en esclavo a quien por definición es centro del mundo como el que más. Un partido de izquierdas debe desterrar la esclavitud ejercida por el poderoso, el adinerado. Y no debe permitir que la riqueza de unos pocos descanse sobre la humillación de la mayoría. Lo ricos ya se las arreglan solos. Son los de abajo los que necesitan ayuda para luchar por su ascensión, instituyendo una justicia donde la riqueza desempeñe un papel social en favor de los más necesitados.

Nada de esto lo puede llevar adelante un centro izquierda. Hay que desnudarse de esa ambigüedad para quedarse en el extremo único donde la lucha se ejerce hasta sus últimas consecuencias.

Hay que despegarse de esos centros que equilibran y pretenden compatibilizar la lucha con la quietud, con la falsa prudencia. Reclamo la urgencia de una izquierda transformadora. Lo que hoy padecemos en nuestro país no es culpa sólo de la derecha gobernante, sino responsabilidad de una izquierda tan tibia que la sociedad siente necesidad de vomitarla de su boca.


sábado, 28 de diciembre de 2013

Y SI ME OLVIDO



No quiero olvidarme de los atardeceres,
de los ríos azules boca arriba
como un arco iris
recostado en la hierba.
A veces se desangra la memoria
y no sé buscar el nombre de las cosas.
No sé por qué se llama viento el viento
y estrellas las estrellas.
No logro pronunciarte
cuando beso el recuerdo
desnudo de ti,
confiado
como un sueño esperado,
necesario
para encontrarnos dentro de una luna pequeña,
de una cabaña de luz,
refugiados de la lluvia
que disuelve las huellas.
No quiero olvidar aquellas noches
amenazadas de distancias,
de despedidas,
de pañuelos que marcaban
el final de los labios.
Y la soledad después,
doblando la piel para guardarla
en el orden que impone la hipocresía de las leyes.
La desnudez era más que la entrega del tacto.
Era la rebelión contra el orden establecido,
la anarquía contra  códigos asfixiantes,
la insurrección contra decálogos
que le ponen al amor camisas de fuerzas,
crucifixiones estáticas.
 Odiábamos las sábanas planchadas.
Banderas eran, queríamos,
desorden trenzado entre las piernas
para que las bocas fueran buscadoras de bocas
y las manos tocaran los ríos de los cuerpo.
No quiero olvidarme.
Pero a lo mejor me olvido
por imperativo legal.
Y nos haremos viejos
como los libros viejos,
marrones de cansancio,
de hastío,
de muerte presentida,
deseada,
asumible,
implorada.
A lo mejor no somos necesarios
y es el olvido la anestesia imprescindible
para aceptar la nada
y ser tiempo sin tiempo.


viernes, 27 de diciembre de 2013

A LA SOMBRA


Vivir a la sombra de la sombra
para que nadie distinga
el perfil de mi existencia.
Ser el que no fue nunca,
el que fue siempre,
el que supo ser y no ser.
Un anónimo para mí mismo,
un desconocido
al que me presentaron un día
y me encantó haberlo conocido.
Un desengaño
haberme encontrado
con el amor y el odio irrenunciables
que me profeso desde entonces.
Vivir escondido de mí,
sin mostrarme la cara,
no vaya a arrepentirme
de todo y de nada.
No sé, no sabré nunca,
si me odio o me amo.
No puedo preguntarme
porque tal vez me mienta,
me engañe, me disimule a mí mismo
la salvaje mentira
de estar vivo sin saber por qué, para qué.
Sólo tal vez por costumbre,
por inercia de un reloj sin memoria

que no marca la muerte.
LA MISMA HORA



Es la hora de entonces,
exacto el momento,
como si el tiempo  estuviera
doblado sobre sí mismo.
Coleccionaba mares
para separar las hojas de aquel libros,
para poner frontera a cada beso,
para distinguir las bocas,
para no confundir labios.
Hoy es ayer.
Colecciono soledades
para aislar los dolores
y no se mezcle la sangre
con la angustia de al lado.
Cada pena,  su nombre.
Es la hora de entonces,
hora única, aislada,
sin minutos siguientes,
final de página,
de besos,
de bocas,
de labios.
Las manos sin mares,
las tardes sin tardes.
La última dedicatoria
escrita con tu carne en mi carne,
incunable, papiro, memoria
hueca como el vientre de un globo.
Me voy olvidando poco a poco
de ti, de tu cintura,
del perfil de tu luz,
de la curva de tu nuca
donde apoyaba las manos
para besarte la sangre.
A esta hora,
a la misma hora,
no puedo esconder la pregunta,
romperla,
tragarla.
Está ahí.
Nunca sabré,
no sabrás tú,
no sabrá nadie
si valió la pena.


jueves, 26 de diciembre de 2013

ATAUDES




Hay ataúdes negros colgados de la sangre
para muertos recientes
de hace un minuto apenas.
Ataúdes marrones,
cuerpo entero,
los que no encontraron nunca
una tarde, un río, un silencio.
Ataúdes blancos
con la ternura dentro,
labios húmedos, besados,
manos con caricias,
cinturas prójimas,
piel enamorada.
Ataúdes blancos,
con mares dentro,
con tiempo encontrado,
el ayer y el siempre.
Tú, de espuma y sal
Yo, de recuerdo.
De embestida sensual,
éxtasis, penetración
hasta la fusión última.
Ataúdes de cristal,
con ríos
dormidos entre las manos,
porque somos y fuimos,
porque tal vez seremos,
porque el tiempo es eterno,
la eternidad temporal,
y no sabemos si existimos
o ya estamos muertos.
 Ataúdes de agua,
de océanos,
con árboles como peces,
con peces de sal y espuma,
vientres rizados de fondo,
lubricados delfines
en los ataúdes de coral.
Quiero descansar en ti.
Duérmete en mí.
Ataúd, Eternidad.
No sabemos. Nadie sabe
lo que somos.
No importa.
Estamos horizontales,
como la primera noche,
torre en tu luna,
dentro, muy dentro.


miércoles, 25 de diciembre de 2013

PIEL DE ARENA



Ya no tengo derecho sobre tu piel de arena.
Me has echado a la cara el ayer destruido,
el tiempo derrumbado.
Sin mañana el mañana,
suplicando esperanza en cada esquina.
Quiero ser el ayer,
con las manos cuajadas de tus venas,
vencido el cuerpo
por tu cuerpo de acero
por tus labios clavados,
por la gótica ojiva de tus ingles.
De recorrerte vengo.
Camino soy desde entonces,
huella con raíces en tus ojos,
con la sombra olvidada entre tus manos.
Un hombre sin sombra no es un hombre,
es tan solo una mueca,
una burla, un gesto retorcido.
A lo mejor mañana,
si hay mañana,
me encuentro con tu recuerdo
crecido entre los pinos,
vertical como un grito
de carne entusiasmada.
Entonces recobraré tu cuerpo,
tu piel de arena morena,
hacedora de tiempo recobrado
y pintaremos ríos en la hierba
para atarnos las bocas con el agua
y convertir los esqueletos grises
en manojos de flores conquistadas.



GALLARDON PARIO A LA MUJER



Gallardón no tiene pinta de Adán. Cambió la hoja imprescindible de parra por unos slips punto blanco  que sujetan mejor eso que llaman paquete aunque nadie me haya explicado nunca por qué eso de paquete. Traje Emidio Tucci, gafas con cristal al aire y unas cejas que le sirven de tejadillo para días de lluvia. Se compró una sonrisa profidén entre tímida e hipócrita y unos andares de seminarista incapaz de masturbarse por aquello de la ceguera. Jamás cena queso ni duerme boca arriba porque le decían de pequeño que ese postre y esa postura inducían erecciones nocturnas y uno soñaba con muslos de amapolas y pubis maduros como cerezas y fresas dulces.

Gallardón dice que sus hijos son un regalo de Dios (no se atreve a decir que son obra del Espíritu Santo porque recuerda los gemidos de la hija de Utrera Molina y aquel ruego de ella gritando “no te salgas, no te vayas”)  Pero en sus ratos de oración y meditación olvida aquellos jadeos pecaminosos y llega fácilmente a la conclusión de que sus hijos son un don del Altísimo conseguidos por recomendación y tráfico de influencias entre Rouco y el Todopoderoso.

Fue siempre lo que fue porque supo estar donde había que estar. Presidente de Madrid, Alcalde de Madrid con una Esperanza a la que nunca quiso hacer emperatriz de Lavapiés. Rodeó la Moncloa con la M-30 y cuando se descuidó era ministro de justicia porque Mariano lo adelantó por la M-40. Rajoy le tapó los ojos y por ahí va, a tientas, palpando tasas togadas, engarzando cadenas perpetuas revisables para cambiar el aceite a los grilletes y arengando ovarios, poniendo firmes a óvulos y espermas, entrepiernas pecadoras que se irán al infierno sólo por disfrutar del amor que dicen, pero que en realidad  les queman los genitales porque satanás se retuerce de alegría porque están ganando en la cama las oposiciones para un infierno seguro, eterno, irredento, y este sí, con cadena perpetua.

Y Gallardón sufre. Y ha construido un nuevo paraíso. La mujer debe ser protegida y en consecuencia nunca saldrá de ese jardín que Alberto ha sembrado con el sudor de su frente. Ninguna nacerá de la costilla de Adán sino que brotarán del pecho del propio ministro. Así se convierte en el gran protector de la mujer. Y todo lo que su cartera ministerial haga en el futuro será para ampararla hasta de su propia libertad. Porque la libertad, lo tenía muy claro Franco y el catecismo de Ripalda, no lleva más que al pecado y la condena eterna.

Cuando en la cama ella se duerme de alegría y él se fuma el cigarrillo, Dios ha soplado en el interior del útero y ahí está ya el chaval, hecho y derecho, listo para la mili, para ser un parado, un desahuciado, un camarero en Alemania o un detergente humano en los retretes ingleses. Y Gallardón se erige en guerrero del antifaz de ese vientre, en Pelayo que reconquista zigotos hasta la rendición del paritorio. La mujer es mala. La manzana siempre está ahí, la víbora reptando, el adán siempre dispuesto a prescindir de la hoja de parra y ella ofreciendo el fruto de sus ingles.

La mujer no tiene derechos. Cocina, plancha, lavadora y estar guapa por si a él se le antoja cuando vuelve del trabajo excitado por esta compañera de pechos relucientes. Y junto a ella, indefensa y consentidora de sus instintos, está Gallardón, guardia de seguridad privatizado mediante ley de protección ciudadana de Fernández-opus-ministro-interior.

Gallardón no está prohibiendo nada, penalizando nada, concediendo nada a la Conferencia episcopal, sino que está defendiendo a la mujer de sí misma, velando por ella, liberándola de su propia libertad. Y sobre todo está cuidando zigotos de ojos azules, los brazos talidomídicos, los premios nobel, los paralíticos cerebrales…Porque Rajoy está volcado en los más pobres. Porque ha suprimido el hambre, los desahucios, las oficinas del INEM con el pleno empleo, porque ya no hay pobres pidiendo en los semáforos, porque la ley de dependencia ampara, porque…

La mujer ya no será nunca el hueso descarnado de un jardinero pervertido. Un ángel del señor se apareció a Gallardón, concibió en su seno y la humanidad le proclamó como bendito el fruto de su vientre. Amen.



martes, 24 de diciembre de 2013

LLEGANDO

Estoy llegando a la orilla
de tu sangre,
al límite,
donde grita la piel.
Alguien puso cerillas encendidas
al borde de tus ojos
para que se confundan tus pestañas
con el negro brillante de tu vientre.
A la orilla de ti,
a finales de ti,
donde terminas
y el mundo se deshace
cansado de ser mundo,
agotado de sí mismo.
Estás donde empieza el infinito,
la nada, tal vez.
Todo va a ninguna parte
y los besos padecen  vértigo,
asomados al vacío de ti.
Hace frontera tu cuerpo
con tu sombra
y la sombra del tiempo con el tiempo.
Llegando a no sé dónde,
a la luz de tu carne
donde registras  suspiros
y archivas  ausencias
Tal vez  nunca sepa si eres tú
o sólo tu silencio,
pero llegaré a ti,
a lo que fuiste,
a la urgencia de que seas
lo soñado,
lo pensado,
lo pintado en los labios de la luna.


lunes, 23 de diciembre de 2013

FUE CUANDO…





Fue cuando el río era río.
Cuando la historia del agua
y la espuma de tus ojos.
Cuando la playa, la playa…

Cuando hicimos pié en el hombre
y hundimos el pie en el alma
y el pie se hizo raíz del aire
y el aire se hizo mañana.

Cuando el mar iba camino
madrugando madrugadas.
Cuando en el beso tú yo,
cuando la carne cantaba

Amaneceres nocturnos,
anocheceres del alba.
Tacto de la piel del aire,
piel del mar y piel de playa.

Boca abajo aquella luna
sobre tu cuerpo acostada,
genitales las estrellas,
genitales las miradas

Si el río se hiciera río
por las ingles de las ramas,
de las manos, de los besos,
cuando la historia del agua,
y la espuma de tus ojos,

cuando la playa, la playa…
VOZ APENAS






Tu voz nunca oída.
Trozos  tu voz.
Piel de tu voz.
Vientre tu voz y labios
nunca tocados.
Tu voz, distancia de mí
en mis manos sin ti.
Tu voz sospecha, sospechada,
tu voz espalda,
tu voz abierta
entre los muslos ausentes.
Intocable piel,
líquida luz sin luz.
Apenas tú,
tal vez tú,
nunca tú,
tú siempre.


domingo, 22 de diciembre de 2013


IGNORO


No sé si estaba el mundo antes que tú
o si nació de ti,
si te brotó aquella tarde de domingo,
boca arriba,
en un sofá sin besos.
Ignoro si nos precede la existencia
o si la engendramos en el tiempo
y se muere cualquier día
cuando cumplimos
la obligación de vivir.
Soy consciente de las coordenadas
espacio-temporales
que encuadran la historia.
Y ahí, tú y yo, atrapados
sin un callejón abierto
que desemboque en el mar.
Teníamos las manos llenas de ríos,
de pinares la sangre,
de lluvias oscuras las pupilas.
Le poníamos nombre a la hierba,
caricias, besos, tacto.
Quiero instalar el mundo entre tus pechos
y respirar el aire de tus ingles.
Vamos a rehacernos con semen y saliva,
a clavarnos la vida en las esferas
que definen las espaldas
Ahora no hay distancia entre los cuerpos.
Tus caderas gritando como gritan las tormentas
por los montes de la piel.
Existimos.
Tú y yo estamos seguros
de esta provisionalidad muscular
derrocada por un golpe de tu boca.
Cuando salga de ti
y no sepa dónde ir,
dónde tirar los restos de la vida,
el sobrante de amor,
los escombros de una soledad de plomo,
buscaré los ríos que tuve entre los dedos,
preguntaré a la hierba por su nombre.
Si nadie me responde
desandaré el camino
convencido de que nunca estuvo el mundo,
ni brotó aquella tarde de domingo,
boca arriba,
en un sofá sin besos.