domingo, 28 de octubre de 2012


EL LLANTO DE ESPAÑA



Si las lágrimas son la sangre del alma, como diría Agustín el africano, las lágrimas del rey deben ser azules. Hermoso color para el llanto. Pero hemos comprobado que no lloran los reyes. Son muy machos ellos. “Y un hombre macho no debe llorar” cantaba el tango testicular, tango entrepierna de apareamiento dominante.

Juan Carlos primero de España y quinto de ninguna parte, ni siquiera de España lo ha dicho: “A España se la ve bien desde fuera. Desde dentro dan ganas de llorar” Y ahí estamos los que siempre estamos dentro, los que no somos jefes de Arabia Saudí, ni emperadores japoneses, ni indios de turbantes hermosos-corte-inglés-a-medida.

Ahí estamos los otros, los españoles habitantes de los barrios pobres de Alemania, de las casas bajitas de Alemania, a los que Merkel vigila como los extorsionadores de las mafias humanas vigilan a los pobres falsamente mutilados de los semáforos, como vigilan los traficantes de carne tierna y joven a sesenta euros el polvo, a cien copa incluida, a doscientos si droga, si colchón con luna testigo y así hasta el orgasmo total de chalé en La Moraleja-Somosaguas-La Finca. Merkel pasea por sus barrios pobres, con la sonrisa azul de teutona conversa oriental, con restos de muro-Berlín-derrumbado a empujones. Grecia, Portugal, España, Italia, suburbios de pobres prefabricados. Y va exigiendo las limosnas recogidas porque para eso les concedió un semáforo a tiempo parcial, con clinex antialérgicos, les permitió tener hijos para exhibirlos entre las piernas de madre-humillación, por si la misericordia, la solidaridad, la fraternidad. Y su ministro, de cuyo nombre no puedo acordarme porque no hablo alemán ni en la intimidad, pero es el de la silla de ruedas atropellando democracias, fusilando presidentes electos porque las urnas electorales hay que llenarlas de déficit, de intereses de deuda, de primas devastadoras de agencias, de mercados-mercadillos devoradores de educación, de sanidad, de servicios sociales.  Merkel  pasando revista a la miseria, con Draghi amenazando, látigo entre los dientes, crujiendo el aire que suena a música para los bancos de la usura.

Un millón setecientas mil familias, sólo en España. Que los bancos alemanes multipliquen por una media de tres y les sale la cifra exacta del hambre. Casi seis millones de parados, con la esperanza desguazada, con los sueños sin estrellas. Quinientos desahucios diarios con niños plastificados en cajeros, seres acartonados con mujeres apretadas por aquello del frío, con la erección prohibida porque miran las estrellas, con las piernas cerradas porque es muy virgen la luna.

Es un llanto España. Lo ha dicho el Rey-prótesis, el rey-Urdangarín, el Rey-marfil-elefante. A España le duele España. Se le ha vuelto sensible la piel de la calle, los derechos apaleados por unos antidisturbios que actúan de forma impecable porque lo manda el ministro del interior, la delegada rubia con el corazón escondido. Y Wert se quita el polvo de los zapatos porque los manifestantes son radicales, antisistema, con voluntad de imponer el comunismo trasnochado. Y Cospedal vislumbra tricornios y Montoro promulgando los presupuestos más sociales de la democracia. Y Rajoy constatando que los buenos españoles se quedan en casa saboreando la copa de sobremesa de langosta y caviar iraní. Son los que quieren destruir la democracia. Lo ha dicho Villalobos mientras cocina cocido con huesos de vaca loca. Báñez contempla como dato esperanzador los seis millones de parados, las mujeres pariendo en las puertas del INEM. Esos parados ya no son parados. Soraya-vice los ha convertido en acicate, en espuela de rejoneo que lleva al quiebro elegante ante los cuernos de  Merkel embistiendo.

Los hambrientos, mineros de cubos de basura, conquistadores a codazos de un plato caliente en Caritas, apisonados de resignación por unos Obispos que prometen cielos mientras se comen la cosecha dineraria de la tierra.

Un llanto España. Al borde de la madre tierra. Porque hay quien se mata para dejar de llorar. Porque es barata la soga, porque un tiro te lo puede dar cualquiera, porque una merienda de opiáceos te permite besar los dientes de la muerte.

Un llanto España. Sólo un llanto.

lunes, 22 de octubre de 2012


SER RADICAL



Últimamente hay un empeño manifiesto en degradar el término radical cuando a política se refiere. Las manifestaciones que rodean el Congreso, las de funcionarios, docentes, sanitarios, se convierten el “algaradas” de radicales de extrema izquierda y antisistemas. Coinciden en sus farsantes análisis el Presidente y su ministro Wert. Las gentes bienpensantes que permanecen en sus casas tomándose un café de media tarde son por el contrario los buenos españoles alabados por Rajoy porque ellos –se supone que en su totalidad- apoyan los recortes del gobierno, la intromisión de Gallardón en el cuerpo de la mujer, el desprecio de Wert por la ciudadanía, las falsedades de Montoro y De Guindos sobre economía o el deseo vehemente de que se jodan los parados de la niña Fabra.

Los desahuciados, los que exigen derechos, una sanidad preventiva y curativa, una docencia que construya futuro, una mano económica para apoyar la vida dolorida de los dependientes, los que quieren expresar sus ideas, los que reclaman ser actores permanentes de la democracia, los que no soportan sentirse relegados al voto cada cuatro años, todos esos son radicales de mala calaña, peligro para la España grande y libre, añorantes de un marxismo desnortado, apóstatas de la vida apacible y serena que disfrutó Mayor Oreja durante el franquismo.

Y sometiéndose a esa falsa visión de la radicalidad, la izquierda se autodenomina centro-izquierda, izquierda moderada, lejos de extremismos peligrosos, de planteamientos radicales. Radical, según la Real Academia es lo “perteneciente o relativo a la raíz” “lo fundamental”  ¿Cómo puede la izquierda apartarse de la elemental y escuálida definición de la Real Academia para refugiarse en un centrismo destructor de sí misma,  que copula con un centro-derecha para engendrar una misma visión económica aplastante y que recae sobre la mayoría de la ciudadanía? Porque en esa convergencia de centrismo se fundamenta la visión negativa de la política y de los políticos: son todos iguales. Y a veces no falta razón para esta visión raquítica en su enfoque. En ese ombligo contemporizan la izquierda y la derecha, en ese punto coinciden y desde ahí arrojan la miseria sobre la población más pobre que permanece expectante de un cobijo redentor. No puede mirar a la derecha porque conoce sus raíces. No puede mirar a la izquierda porque la encuentra en un terreno económico condescendiente con el poder. Y entonces se alberga en la indiferencia cuando no en el desprecio.

Necesitamos una izquierda clara en sus enunciados, decidida en su oposición y creadora de soluciones que aporten esperanza en la sociedad. No debe satisfacer su ego salpicando el rostro del gobierno con un barro prefabricado. Debe denunciar con energía las tropelías de un incumplimiento programático, de promesas pisoteadas a los pocos días de la toma del poder, de las privatizaciones de los servicios públicos que desmantelan el estado de bienestar canjeándolo por concesiones al capital para hacer negocio con la sanidad, la educación, las amnistías, la evasión de capitales. Necesitamos esa oposición decidida, ese grito no acallado. Y se le exige que esa denuncia la haga, no sólo en el Parlamento, sino en la calle, junto a los sin techo, los sin pan, los sin un trozo de esperanza que llevarse al alma. Que se ponga al frente de quienes descontentos con el desguace de salarios, de despidos, de pensiones, de desahucios se han erigido en grito vertical en las aceras un día y sí y el otro también. Unidad de la izquierda, de toda la izquierda, hombro a hombro con la desesperación de una juventud sin futuro, de una madurez laboral sin futuro, de una niñez sin futuro, sin una vejez sin futuro. Porque del futuro se trata surgiendo de un presente machacado por los mercados, por el déficit, por los bancos.

Y a esa oposición ejercida con músculo y sin concesiones, le exigimos un futuro que se enfrente a un capitalismo feroz que coloca el supremo valor del hombre por debajo del dinero, que se exija una distribución de la riqueza que cicatrice el abismo entre pobres y ricos, que funde una conciencia de que la prosperidad de un país la crea principalmente el trabajo y no el empresario como único dispensador de un derecho que me viene otorgado por la misma Constitución.

Una oposición así no será nunca de CENTRO-IZQUIERDA. Dejemos que otros necesiten llamarse de CENTRO-DERECHA. Suena a careta carnavalesca. Tenemos que dignificar el término “radical”, darle contenido, llevarlo por dentro y aflorarlo sin miedo. Y sobre todo ejercerlo.







jueves, 18 de octubre de 2012



POBREZA CONSTITUCIONAL



Llevamos años con el orgullo en la solapa. Nació una Constitución emergiendo de las botas de El Pardo. Habíamos logrado la libertad y ahora apoyábamos el futuro en una Ley que consagraba derechos para siempre –se suponía- inalienables. El país disfrutaba de la serenidad de quien ha llegado a la meta. Atamos los miedos con sogas, les amarramos piedras rocosas y los sumergimos para siempre en un mar olvidado.

Pasamos de ser súbditos a sentirnos ciudadanos. Se implantó la dignidad como bandera para hacer camino, para traspasar pirineos fronterizos, para vivir una apertura como la mayoría de las naciones, poniendo al servicio de los ciudadanos todo el bagaje económico, histórico y existencial. Depositario el pueblo de la soberanía, nada ni nadie puede usurpar los derechos sin constituirse en ladrón de la dignidad. Derecho a un trabajo digno, a una vivienda digna, a una atención sanitaria digna, a un respeto digno a nuestros mayores, a un cuidado en dignidad a nuestros pequeños. En definitiva, a un estado volcado sobre lo humano para salvarlo del egoismo y defenderlo de la tentación de la ocupación sacrílega de su grandeza.

Treinta y tantos, son ya treinta y tantos. ¿Está la Constitución en su edad madura, más bella y atractiva por tanto que cuando nació? No.  Su historia es la historia de un incumplimiento. Los políticos juran o prometen cumplir y hacerla cumplir.  Y mantenemos la expectativa de que ese juramento-promesa se haga realidad. Y pasa un gobierno y otro y otro. Y se agudiza la decepción. Y ahí radica un desamor ciudadano hacia la política y los políticos, desprecio que mirado con perspectiva hace estremecer los pilares mismos de la democracia. Esa rotura permanente de la dignidad hace crecer con frecuencia movimientos totalitarios, dictatoriales, salvapatrias de mercadillo que llegan a ser apetecidos. Grecia, cuna y ejemplo de democracia, es un exponente que tenemos delante y que vuelve a hacer presente tiempos de plomo, de tiro en la nuca, de muertos por las tapias blancas de los cementerios con vocación de cunetas cavadas para el olvido.

Se fabricó una crisis con cimientos de egoismo. Se despeñó sobre el pueblo y se desguazaron sus derechos para mucho tiempo. Los ricos empezaron a ser más ricos y los pobres más pobres. Y los primeros a costa de los segundos. Alguien sacó de la chistera el mantra: el pueblo, sólo el pueblo, ha vivido por encima de sus posibilidades. No los políticos con su quehacer ciego. No los bancos con la usura tatuada en los genes. No. El pueblo. El de la hipoteca esclavizante durante cuarenta años, el del coche con letras a sesenta meses, el de la caña dominguera, el del partido en el transistor, el de quince días en Benidorm, el de catorce horas diarias de oficina, de andamio, de arado. Esos vivieron por encima de sus posibilidades y ahora deben soportar sobre sus espaldas el peso inaguantable de la crisis.

Casi a finales de su mandato, el Presidente Zapatero se amancebó con el Partido Popular. De aquella prostitución de carretera nació una modificación constitucional de espaldas al pueblo, a su voz, a su soberanía. Y desde entonces, la  Constitución manda que el dinero de todos los españoles tenga como destino el cumplimiento de una prioridad absoluta sobre cualquier otro derecho o necesidad de la ciudadanía: el pago de la deuda ocupa el mandato primero con auténtico desprecio de derechos y necesidades por más urgentes que sean para el bienestar del pueblo.

Y de aquella fornicación infame nace lo que hoy vivimos. Millones de parados, desahucios, sanidad enferma, educación minusvalorada, dependencia abandonada, investigación perdida, hambre, miseria, desesperación, suicidios. Ese es el mandamiento primero y el segundo es similar a éste: saciarás a los mercados por encima de todas las cosas.

Los actuales gobernantes cumplen ese mandato constitucional con un desprecio abominable de todos los demás. Parieron esa herencia, la unieron a una ideología destructora de lo público y por ahí andan diariamente empujando a la miseria a comedores sociales, privatizando una sanidad, una educación, echándose en manos de empresarios sin escrúpulos, de opciones religiosas sectarias, empeñados en profundizar el abismo entre pobres y ricos.

¿Podemos seguir teniendo como norma constitucional una ley capaz de amparar y promover el desprecio por los derechos más fundamentales de la persona?


sábado, 13 de octubre de 2012


OKUPA




Se es un okupa simplemente. Te sueltan en una maternidad cualquiera, empiezas como un gato a cuatro patas y un día te das cuenta de que tienes las espaldas cargadas de soledad. Ya estás en el mundo. Arañas a quien sea por un ratoncillo vivo y disfrutas mordiendo su agonía. Te echas a dormir y piensas que al fin y al cabo es la vida, la lucha por la supervivencia. Y un día se te llenan las ingles de ternura, buscas una gatita blanca y negra, os decís un poema entre caricias y nace un gatito, otro okupa que rueda, que busca un ratoncito hasta que un día las ingles…Y así, a lo mejor en círculo, a lo mejor en línea recta, el tiempo se consuma. Y tú, gatito primigenio, okupa anterior, te mueres de perfil, como un lorca minúsculo, de Fuentevaqueros pequeño, de Granada enamorada.

Nos damos tal vez una importancia excesiva. Nos ponemos serios, muy serios, para parecer importantes. Nos llama el Banco cliente 2055648.  Te dice el director que no puede aguantar el rojerío de tu cuenta. Has dejado de ser el señor don y te aprietan el cuello porque ya eres sólo okupa. Y te expulsan con una deuda que tienes que pagar como se pagan las deudas del amor.

Entras en un hospital y dejas de ser D. José para ser simplemente el 244 con un pijama azul, una vía de suero  con expectorante dentro y oxígeno litro y medio directo a los pulmones. Y escuchas a la enfermera de turno: muy grave el 244. Y piensas: me están desalojando como a un okupa cualquiera, como si yo no fuera D. José de Emidio Tucci, perfumado, con cremas anti age y mocasín italiano.

Te venció la hipoteca hace tres meses. No te llega el INEM para pagarla. Se te hunde la empresa de zapatillas avaladas. Y una comisión judicial, con los hombres de negro, muy de negro, te embargan hasta el aliento. Eres un okupa y okupa tu mujer y okupas tus tres hijos. Encuentras un puente con okupas, pan duro y don simón. Te acuerdas de tu madre. Se la llevó la vida hace unos años para que nunca viera tu título universitario sirviéndole de almohada a un niño bajo un puente. Te escuece la vida, o lo que sea, ofreciendo pañuelos a un euro el paquetito, uno cincuenta los dos. Te pesa el hambre familiar de tu mujer-piernas-cerradas, de tus hijos-boca-abierta, de sueños sin colchones, con cartones reciclados para las noches con frío. Tres euros al día. Un avecrém con  pan. Y de pronto, un colega. Reclama la propiedad del semáforo. Sin escrituras, pero suyo desde hace tres años y medio. Y otra vez la conciencia de ser okupa, desalojado, sin la puerta de una iglesia que llevarte a la miseria.

Te llamaron del colegio los padres salesianos. Les dijo D. Juan Bosco que debían enseñar a los más pobres. Han cambiado las cosas. Ahora son concertados, es decir, que les entra dinero por la puerta principal, por donde entra el señor concejal de educación y ciencia, terreno recalificado para que los niños de uniforme tengan pasillos anchos, gimnasio y ordenadores. Y profesor de religión porque España es lo que es por sus raices cristianas que diría Cañizares. Te llama el director de comunión diaria, de rosario diario, de cilicio diario, de todo diario. Tu hijo no puede seguir en el colegio. Dijo D. Bosco lo de los pobres, pero comprenda usted el cambio, que dice el concejal, que dicen los otros padres, que dice el profesor de religión…Que el niño no es un niño, es simplemente un okupa y hay que desalojarlo como de la casa, del semáforo, del puente.

Te estás vaciando de ti mismo porque eres un okupa de ti mismo. Te estás desalojando sin hombres de negro, sin comisión judicial, sin expulsiones bancarias, sin colegios para pobres muy ricos. Te estás desocupando a ti mismo porque ya no te merece la pena, porque la vida se tome el trabajo de matarme ya que yo no me tomo la pena de vivir, como decía Machado. Te estás deshabitando de ti porque duelen los huesos de soportar una existencia sin sentido.

Te has muerto por fin. Por fin no estás. Ya no eres okupa. Ya ni siquiera eres.






martes, 9 de octubre de 2012


¿SOY DEMOCRATA?



Los españoles somos demócratas de toda la vida. Desde Manuel Fraga hasta mi vecino del quinto envuelto en águilas y fotos de aquel militar bajito que se fue por Cuelgamuros. Ser demócrata es tan fácil  como colgarse un escapulario del Carmen y canjearlo por una vida eterna con ángeles que te sirven el café de media tarde.

Algunos tuvimos que aprender la democracia en las afueras de esa España atacada por hordas judeomasónicas. Supimos que el otro era un compañero y nunca un confidente político-social. Tardamos en asimilar que se podía pensar, leer a Sartre y a Camus sin que te descerrajaran la vida por la espalda.

Treinta y tantos años desde entonces. Desde los brazaletes de luto los hombres y las mujeres mantilla o pañuelos de pueblo triste. Treinta y tantos años desde entonces, cuando se hizo libertad la alegría y futuro-esperanza un pasado gris plomizo.

Ya estamos aquí. Con la democracia entre las manos. Con la decisión de elegir. La joven democracia. Camino de la madurez tal vez, porque treinta y tantos años dan para madurar y ser responsable del propio rostro.  Tienen arrugas la Constitución y un tanto de alopecia los padres primitivos que la parieron.

Treinta y tanto años desde entonces. Empiezan a desvanecerse los ideales primeros, a deshojarse las ilusiones tempranas. ¿Pudo haber sido y no fue? La corrupción de bolsillo, pero sobre todo la corrupción de la palabra, ha ido desescombrando la responsabilidad de cada uno y cargándola en las espaldas de una democracia adoptada sin sentirnos padres biológicos de la criatura. Que la hagan los otros. Y esos otros nos han defraudado tanto que la calle se llena de apóstatas, iconoclastas que añoran tal vez una dirección unívoca a fuerza de bota y correajes. Y entonces se nos cuela el frío entre los huesos y el miedo resbala como una gota helada por la espalda.

La democracia, como el ser humano, no es un dato estancado, cosificado y terminado en sí mismo. Es un proyecto siempre abierto, una empresa, que diría Laín, un camino que se hace pisada a pisada, como canta Machado desde su muerte exiliada.  Lleva tu nombre y el mío.

Las calles españolas son un grito, un fuego, una llamarada de conciencia traicionada. Ahí andamos, menos de lo que debiéramos, gritando el hambre, el desahucio, la enfermedad, el abandono de quien depende de una mano para agarrarse a la vida, de viejo con el alma artrítica en busca de gelocatil analgésico. Ahí estamos, humanidad de colores blanco, negro, amarillo, hombres, mujeres y niños separando la vida de la muerte con una tarjeta de plástico azul y blanca. Y se queman las calles con manos blancas como llamas, como banderas de inocencia machacada. Rebotando el grito contra cascos de hombres negros, muy negros, condecorados por Coxidó y Jorge Fernández, contra el hambre ahondando en cubos de basura, contra vírgenes condecoradas porque no quieren ser francesas.

Y Rajoy despreciando el grito de la algarabía. Y Ussía mirando por encima del hombro a la chusma. Y Marhuenda argumentando que el 25-S era una sublevación de mazas y ladrillos.  Golpe de estado Cifuentes-Cospedal. Y que hay que esperar cuatro años para ejercer la democracia en las urnas porque la calle, el pan, la libertad y los derechos pueden esperar. Si cuarenta años aguantamos, podemos pasar pisados bastantes menos.

Y mucha ciudadanía dando la razón a la Razón, al ABC, a La Gaceta, a los ussías y marhuendas y serranos. Y millones de españoles, los buenos españoles, con su adhesión inquebrantable, viendo a Bertín Osborne beatificando el mundo  Y otra ciudadanía, la golpista, la radical de extrema izquierda, proetarras, malhechores y hordas, comunistas, pijos-ácratas exigiendo la propiedad de la vida.

Si la democracia es un quehacer común, ¿soy demócrata?


martes, 2 de octubre de 2012



ROUCO POR AMOR DE DIOS




Rouco estaba en la puerta de la Iglesia. De rodillas, manos juntas, sin pedir, sólo esperando. Los pobres tienen eso en  los genes: sometidos a la mirada compasiva de quien pasa, inclinando la cabeza como un mimo de Preciados cuando suenan los céntimos en el cestito. Sin derecho a exigir. Los pobres tienen prohibido exigir. Para eso son pobres. Tienen que distinguirse de los banqueros. También ellos lo llevan en los genes y en los testículos por no decir otra cosa. Los banqueros no dan, exigen. Cien mil euros al diez por ciento. Por mis testículos, por no decir otra cosa. Abuso, usura, piensa el emprendedor de carnicería. Pero hay que dejar los testículos, por no decir otra cosa, detrás de la puerta del banco, en la consigna del guardia de seguridad, que te los devolverá dentro de tres años cuando hayas devuelto cien mil euros envueltos en rencor, usura y abuso.

La educación puede esperar, la sanidad, los servicios sociales, los dependientes, los desahuciados, los tupper, los funcionarios, los interinos, los viejos. La vida puede esperar como puede esperar el cielo, ese cielo donde los pobres serán más felices que todos los felices. Habrá estómagos llenos, túnicas blancas, sandalias de pescador por el Jordán. No habrá sexo porque los ángeles no tienen testículos por no decir otra cosa. No los necesitan porque las mujeres no se abrirán el alma, permanecerán cerradas con una virginidad de cremallera como si el Opus fuera el apoderado de las camas celestiales.

Han leucemias en cola esperando, y cánceres en fila. Infartos a la espera, aguantando dos meses, ordenados por orden de dolor precordial. Escuelas de inocencia amontonada. Comedores como cuando la cartilla de racionamiento, como cuando el bocadillo de pan duro y chocolate terroso. Han vuelto los cubitos de sopa a medio día, comida única pero caliente. Cuatro millones setecientos mil parados sin una esperanza que llevarse a la esperanza. Vuelva usted mañana. Y se hace fila el tiempo para terminar  suicidándose en las esquinas de la vida. Comedores de solidaridad para llevar el hambre con elegancia.

Todo puede esperar menos Rouco en la puerta de la Iglesia. Dios, el-sin-tiempo, tiene prisa. Montoro le ha dicho a Rajoy lo que tiene que hacer porque Rajoy no sabe nunca lo que tiene que hacer. Merkel quiere un café calentito y Mariano-camarero le pone los presupuestos en un platito de plata. Doña Angela tira los presupuestos y se queda con el platito escondido en la abundancia de sus senos por no decir otra cosa. “Mariano, por favor, tráeme un déficit bien hecho, no vuelta y vuelta porque se me queda entre los dientes del alma y me lo echa en cara Draghi y estos fabricantes de miseria que por no comprar no compran ni deuda”  Y Mariano-camarero se dobla en dos como un barquito de papel. “He eliminado la educación, la sanidad, las pensiones, las sillas de ruedas, las ambulancias, los quirófanos. Estoy eliminando derechos de manifestación, de opinión, de reunión. Los antidisturbios cuestan un dinero y se evita con prohibiciones. Tengo un remanente para un general de brigada que me ha dicho Alex Vidal por si Cataluña…”

¿Y qué has hecho con Dios, Mariano?  “Dios tiene urgencias, mi señora. Anda Rouco por las esquinas con frío, con lluvia, con viento. Me parte el alma ver al dios de siempre, al Gran Poder, al Cachorro, al Manue, a  Macarena y Triana morenas de verde luna. Me ha impresionado su pobreza, su portal de Belén con su vaquita y un Platero traido desde Moguer por Juan Ramón.

“Y el déficit?”  pregunta la calvinista. “Dios no influye. Dios es superavit. Reparte bienaventuranzas entre los que tienen hambre, entre los perseguidos por los antidisturbios, entre los que lloran porque a su padre se lo llevó un recorte de Ana Mato, entre los que padecen ignorancia porque Wert los parió para analfabetos vitales. Le he dado mucho dinero a Rouco porque ya tiene bastante con la abstinencia de cinturas calientes, de labios entreabiertos, de sacrificar sus testículos por no decir otra cosa…”

“Dios te salve, Mariano. Concebirás y darás a luz un feto bífido. No abortes  Se puede enfadar Rouco aunque te premie con indulgencia plenaria si le aumentas el dinero en los próximos presupuestos”

Eructó Doña Angela. Buen provecho, mi señora” España es eunuca por no decir otra cosa.