miércoles, 29 de febrero de 2012

LOS RICOS NUNCA LLORAN


El cielo, decía el viejo catecismo, es el conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. El hombre aspira a entronizarse en él y por eso todas las religiones orientan la bondad de la tierra hacia metas que están más allá del tiempo y tratan de mentalizarnos de que todas las ruindades sufridas en este mundo son méritos acumulados para el disfrute en la otra vida. La resignación y la conformidad con los sufrimientos terrestres, como la pobreza, la enfermedad, la carencia de afecto, la provisionalidad laboral, los desahucios, la falta de estima, el desprecio y todas las miserias que puedan imaginarse sólo son  escalones luminosos que conducen a la altura de la felicidad.

Los pobres de hoy, once millones y medio sólo en España, pueden tener la certeza de que irán al cielo. Los parados, seguro. Porque están soportando el desprecio más chulesco que la CEOE ha tenido a lo largo de su historia de peticiones insaciables.

El trabajo ha pasado de ser un derecho constitucional a convertir a los grandes empresarios en concesionarios donde se vende al alto precio de un chantaje que hay que abonar en incómodos plazos. Pregonan la canción repetida de que son ellos los que crean el trabajo, los que arriesgan su dinero, los que confeccionan la riqueza de la que depende la grandeza económica de un país. Y en base a esa conciencia bienhechora, exigen un despido barato y libre, una amnistía fiscal, un recorte salarial a capricho, una falta de garantía judicial para poner en la calle a quien se les antoje, una jibarización sindical, una huelga sólo testimonial, una disminución de ayuda a los parados (ayuda acumulada por la aportación de los trabajadores), un “voluntariado laboral” para aquellos que están en paro.  ¿Seguimos?  Huele a esclavitud. A opresión brutal del hombre por el hombre.

¿No aporta nada el trabajador al enriquecimiento del país?  ¿Es el empresario el que da de comer al obrero o es el obrero el que permite que ciertos empresarios sean coleccionistas de coches antiguos como el presidente de la CEIM?  Repugna ver a este coleccionista amargar el bocadillo de tortilla, el piropo de andamio o el cigarrillo de las once. Y repugna ver a Feito enviando a los trabajadores a Laponia y a Rosell llamando vagos a los parados. Y todo esto con la aquiescencia de una Ministra de empleo que participa de las blasfemias empresariales desde el trono de un ministerio que en el fondo se dedica al desempleo. Es preferible el despido al cierre de una empresa, dice el patrón de patrones. Por lo visto el obrero puede pasar hambre y arrastrarse por  la miseria, el desahucio, la desesperación porque esa debe ser en el futuro la costumbre. ¿Cuando un empresario lanza a la desesperación a un trabajador, está creando riqueza?  ¿No está más bien desentendiéndose del hundimiento del país? ¿Por qué entonces esa preferencias?  Suena a confabulación reaccionaria del dinero.

Uno lleva la mochila cargada de caminos. Algunos estaban ya en los sótanos del alma como huellas archivadas.
Y de golpe, ves repuntando brotes de un olvido olvidado y convertido en presente. Vuelven las maletas  cartón-piedra apretadas con cuerdas camino de Alemania, de Bélgica, de Francia. Algunos tal vez camino de Laponia. Exiliados de pobreza española a pobreza europea, a buscar comida en los contenedores holandeses, a colgar la colada en tendederos comunes, a llorar por las noches, a extrañar los besos, las caricias, el cariño abierto de par en par como ventana al placer vivencial de cada noche. Otra vez la soledad antigua con Manolo Escobar o Antonio Molina. Viejos tiempo actuales porque Rosell, porque Feito, porque Fernández… España desmoronada por la prima de riesgo, por el déficit, por los bancos acumulando millones, por la evasión consentida de capital, porque hay que pagar con el infierno creado por unos poco el cielo en el que viven algunos. Porque al abrirse la brecha entre riqueza y pobreza, muchos cayeron del lado de la pena, de la angustia, de los desheredados. Porque para que algunos coleccionen coches otros tienen que coleccionar hambre, distancia, soledad.

Los ricos nunca lloran. ¿A qué cielo van los pobres?


lunes, 27 de febrero de 2012

ESTE AMOR QUE NO SOMOS


Somos un logaritmo,
una ecuación de lunas,
líquida luz el amor.
Relámpago eléctrico somos,
golpe de fuego.
El beso una corriente,
una simple corriente que germina
en la lámpara acoplada
por las manos antiguas
de algún viejo artesano artesano.
El amor un magnetismo
entre piernas y labios,
tan sólo un magnetismo
que se olvida
en una esquina cualquiera.
El abrazo un imán,
una atracción de polos.
Metálico el roce de los cuerpos,
la fusión de la carne.
Después se apaga el viento,
se estabiliza el mar,
el tacto se oscurece
y vuelven al reposo
las lunas y los árboles.
Porque el amor es sólo una descarga
de luz y dopamina.
Enjuague cerebral,
higiene glandular.
Porque no hay misterio en el misterio
de los ojos y la risa.
El cariño está sobrepasado
por la ciencia sabia de los sabios.
No podemos querernos,
porque somos sólo logaritmos,
ecuación de lunas deslunadas.

sábado, 25 de febrero de 2012

NO FUE PECADO EL VIENTO


No fue pecado el viento.
Sólo las manos reptando
hasta la palabra oculta,
hasta el misterio central.
¿Llegamos a alguna meta?
¿Violamos algún río?
¿Se fue el esperma amargo
hasta la estrella última
de una noche cadáver,
de una mortaja de lunas,
de las lunas boca arriba?
Amo la huella oscura
donde termina la cintura
y empieza la alegría
vertical del recuerdo.
¿Tiene regreso el camino
como el mar hacia su centro,
hacia su primitiva postura
invertebrada de médula
erecta, de ciprés victorioso?
Sabemos de tardes invertidas
con los pechos al aire,
creando primaveras
de piernas enlazadas.
Pero ahora la palabra
está como una puta
de guardia en las cunetas,
A diez euros el muslo,
los besos de estraperlo,
sobresueldo del asco
negociado en el margen
izquierdo de la vida.
Palabra golpeada en las sienes,
sin eco en los montes del sexo,
sin el amor aquel que retumbaba
como un mar interior,
como el golpe de un monte.
Se oxida la existencia.
Postura sólo el recuerdo
de una amor enjaulado
con barrotes de tierra.
Sabes de qué te hablo,
por qué bebo este zumo
de naranjas oblícuas,
tatuadas en el vientre
de aquellas noches verdes.
Besos y despedidas
hasta el próximo encuentro
que no llegará nunca.

lunes, 20 de febrero de 2012

FRANCO HA MUERTO


Siempre está a punto de ser noviembre en España. Mañana en blanco y negro entonces, cuando fue veinte. Cuando Arias Navarro tenía lágrimas de rebaja. Cuando la historia se arrugó en aquel rostro enmarcado en el UHF de televisiones primitivas. “Franco ha muerto”  Príncipe con brazalete negro. Obispos con el alma enlutada. España dejaría de ser cristiana, católica, apostólica, romana. Volvería el comunismo, las hordas judeomasónicas, las iglesias ardiendo. Franco ha muerto. Lo decía la niebla de noviembre, el frío negro de noviembre, el cuelgamuros crucificado de noviembre.

Cuarenta años entubados en el hospital La Paz. Marqués de Villaverde fotógrafo. Jubilado el equipo médico habitual. Las revistas pisándose la imprenta para publicar el amasijo electrónico de aquella momia escueta. Noviembre se hizo historia y habitó entre nosotros. Por eso siempre está a punto de ser noviembre en España.

Treinta y seis años cumplidos en dos mil once. Noviembre también. Veinte también. Rey operado de todo. Obispos resucitados de gloria. Mariano caudillo por mayoría. Voluntad de Partido Popular por las gentes que votan. Gaviotas camino de la Moncloa con las urnas bendecidas por Merkel. Wert crujiendo pupitres. Soraya poniendo de pie la economía sobre los hombros de los asalariados. Nuestra señora de Cospedal defendiendo a los trabajadores. Fátima creando empleo a costa de desempleo. Fátima paradoja de Cova de Iría.

Esperanza siempre es esperanza como noviembre es noviembre. Ella lo hubiera proclamado con voz de chotis madrileño: Franco ha muerto. Porque Franco, lo dice Esperanza, está muerto de verdad.

Han promulgado una reforma laboral. Para crear empleo. Cinco millones de hambrientos necesitan cocidito madrileño para mantenerse vivos en las colas del INEM. Paradojas: hay que crear empleo facilitando, impulsando, empujando al desempleo. Magia del prestidigitador que no iba a subir los impuestos subiendo los impuestos. Sindicatos contra la tapia como en otros tiempos. El mundo del trabajo sin derechos, sin indemnizaciones apenas. Huelga pronto jibarizada para poder convocarla al por menor  “porque el derecho de unos no se puede defender a costa del derecho de otros”  ha dicho Rosell desde su palacio de el Pardo empresarial. Porque te puede devaluar la nómina cuando al patrón le excite el nerviosismo por haber dejado de fumar. Porque el hasta mañana puede convertirse en el hasta nunca un viernes por la tarde. Porque si has estado enfermo se te descuenta la vida para que escarmientes y comprendas que es mejor morirse porque tus compañeros “no te olvidan” Porque hay que alejar la protección judicial que a lo mejor reconocía que tenías derecho a darle de comer a tus hijos, a pagar la hipoteca, a la cerveza del domingo y el paseo con tu mujer  y las manos enlazadas.

España huele a Franco. Putrefacto tal vez pero paseando en coche descubierto. A represión huele. A cuarenta años sabe el tiempo. A bota militar. Impasible el ademán. A camisa que tú bordaste en rojo ayer.

¿Nació la reforma laboral en el Valle de ciertos caídos?  Dice Esperanza Aguirre que no, que al contrario, que la reforma laboral certifica la muerte definitiva de Franco. La reforma laboral termina “con el último vestigio del franquismo”, dice la presidenta del kilómetro cero. Por eso se le puede llamar vagos a los profesores, terroristas a la muchachada del 15-M, hijos predilectos a los Legionarios de Cristo, a Comunión y Liberación (No confundir con los peligros comunistoides de la Teología de la Liberación), se puede privatizar la sanidad, se puede recortar la enseñanza, despedir interinos.

Aquel veinte de noviembre la libertad hizo de España una luz interminable. Creímos que los derechos crecían en las macetas de la alegría. Creímos en el futuro como un pan bueno. Cuántas cosas creímos. Nos engañó Arias Navarro. Franco seguía vivo por la sierra madrileña. Hasta ahora. Cuando el mundo del trabajo parece obligado a construir otro cuelgamuros para el faraón CEOE. Cuando los sindicatos, cuando el despido, cuando la enfermedad, cuando la huelga. Ahora resulta que enterramos los derechos junto al cadáver conservado en la nevera.

Esperanza Aguirre, moderna de plasma, actual de TDT. Lo ha dicho la emperatriz de Lavapies: por fin, Franco ha muerto.





domingo, 19 de febrero de 2012

LA SONRISA DE PIEDRA


Algunos escultores han logrado plasmar una sonrisa en la piedra. La han convertido en algo inmutable porque la piedra se resiste al quehacer del hombre. No está dispuesta al manejo arbitrario y se esconde en su inmutabilidad como en un castillo inhabitable. La piedra quiere ser piedra.

El presidente de la CEOE circunvalado por su equipo mostró su risa elástica de empresario satisfecho, de luna n cuarto creciente. Alguien le dio derecho a la sonrisa, a la risa, a la carcajada. Puede y puede y puede. Lo han sido siempre, pero desde ahora se sienten dueños legales de una España arrinconada por lo que llaman crisis, prima de riesgo, mercados. Tres distintos y un solo nombre verdadero: Merkel. Tal vez fuimos ciudadanos. Ahora somos propiedad de quien nos compra con la moneda del chantaje. Al castigo vital de la enfermedad, por ejemplo.se le añade la humillación de verse arrojado a la miseria, el hambre y hasta el desahucio. Mercancía somos en rebajas, prostitutas de plaza popular. A pocos euros el servicio completo.

“La legislación laboral anterior protegía demasiado al trabajador” dice Rosell desde su caudillaje empresarial. Mariano Rajoy dirige el aplauso coreado por Soraya y nuestra Señora de Cospedal, patrona del partido de los trabajadores.

La reforma laboral no creará empleo hasta que los vientos de la economía sean favorables, sentencia Rosell-generalísimo. Si es así, la reforma no era urgente. Opinan lo mismo los distintos miembros del gobierno incluida la Ministra de empleo (Qué paradoja que se llame ministerio de empleo con una reforma que conduce inexorablemente al desempleo por el camino de un despido casi libre)  Pero había que aprovechar el miedo para arrancar conquistas laborales que tanto costaron conquistar. El hambre degrada por sí misma y autoriza a los que la diagraman la tendencia al sometimiento. Aseguran los entendidos que el descenso del consumo llevará a una recesión económica. ¿Pero no se trataba de relanzar la economía para salir del bache?  Más bien parece que para salir de la cuneta donde estamos basta con arrojar a ella los derechos adquiridos con sudor y lágrimas. España tiene historia y memoria de cunetas. Ahora se reabren para dejar en el abandono unos derechos que ponían al mundo del trabajo camino de la dignidad.

Hubo un tiempo en que los tiros al aire encontraban siempre la vida de un obrero que luchaba contra la dictadura. El mundo civilizado repudiaba entonces la matanza. Hoy Europa, bajo el mandato unívoco de la emperatriz alemana, aplaude  el desplome del mono de trabajo o de la corbata hipotecada que estrangula. Y el gobierno español, que “nunca recibiría órdenes de Europa” en palabra de Rajoy en propaganda electoral, sufre una tremenda bursitis de tanto arrodillarse.

El mundo obrero no tiene derecho a un presente de estabilidad. Se le trunca también el futuro porque a gusto del empleador se le puede rebajar el sueldo por necesidades de la empresa. El obrero no puede tener necesidades. Sólo el empresario. El mañana no existe porque a lo mejor se lo talan de un tajo  un viernes cualquiera por la tarde.

Los sindicatos dejan de jugar un papel reconocido en la Constitución porque todo es posible al margen de lo que opinen o decidan. Los grandes defensores de nuestra carta magna ante la cual juraron o prometieron sus cargos se quedan sin el amor patrio cuando de derechos sindicales se trata.

Los empresarios, ha dicho Rosell, se habrían propuesto metas más aniquiladoras. Las han dejado para más adelante. Pero no pierden de vista la restricción del derecho de huelga “porque la defensa de unos no puede ir contra los derechos de otros”

Los derechos del mundo obrero renacieron cuando conseguimos entre todos la democracia. El dictador había prohibido los partidos políticos, la huelga, los sindicatos. Cuarenta años estuvimos a los pies del paredón. Resonaban todos los días  tiros de gracia en la nuca de los súbditos. No olvidemos la cifra macabra de la historia: cuarenta años.

No podemos regresar a aquel pasado. Nos están suprimiendo el futuro. ¿Hasta qué punto vale la pena el presente de una mayoría de  españoles? Los comedores de esa caridad despreciable por la injusticia que encierran, la listas infinitas del INEM, la sanidad reducida a quien tiene dinero para pagarse una privada, la educación privatizada para que se eduquen legionarios de Cristo o balagueres vírgenes y mártires.

Compartir tal vez con Machado: “que la vida se tome la pena de matarme, ya que yo no me tomo la pena de vivir”





domingo, 12 de febrero de 2012

TRABAJO Y DIGNIDAD

La reforma laboral del gobierno de Mariano Rajoy destruye hasta las raíces el estado de bienestar. Con un despido prácticamente libre, con un derecho a huelga desmantelado, con una disminución de salario a criterio del empresario, con la posibilidad otorgada al cambio de horario laboral, con contratos a prueba de un año y otras cláusulas igualmente destructivas, es fácil colegir que el estado de bienestar ha sido atacado en sus cimientos y se nos ha venido abajo por la embestida de “una gravedad extrema”

Nadie puede negar, desde una mínima honradez, que se han encumbrado las garantías ventajosas del empresariado con la consiguiente disminución de los derechos de los trabajadores. Era de esperar. Envueltos en ese celofán de crisis que todo lo justifica, se implantan los cambios que pertenecen a una mentalidad liberal donde la persona está subestimada en relación al capital y que todo lo subordina a la producción como meta insustituible de esa parte de la sociedad que es el empresariado. No se trata de la dignidad de unos pocos a costa de la indignidad de muchos, sino de la indignidad de todos. De los empresarios por aspirar a un ideal antihumano y de los trabajadores porque no se les permite vivir con la elegancia existencial que a todos nos corresponde.

Despido libre. Huelga truncada. Bajada a discreción del salario. Horario laboral a la carta. Tala despiadada del estado de bienestar. Cerveza y aceituna los domingos si el señorito no me ha recortado la nómina. Paseo por la pena y la rabia si para comprarse el último modelo de coche o surcar en un crucero el mar me ha obligado a colaborar en la compra o a empujar el yate camino de un paraíso azul.

La sociedad del consumo nos ha llevado a fijar la mirada en las caderas de los grandes almacenes. De tener se trata. El último móvil. El último ordenador. El último plasma. Y al trabajador le duele, y con razón, que alguien pueda truncarle su derecho a la posesión de una vida más agradable, más cómoda por el disfrute de los medios que la vida ha puesto a disposición de todos. Sabe el capital que el miedo a perder ese consumo conlleva la necesidad de doblegarse ante condiciones que le pueden venir impuestas desde la jefatura laboral. Y con frecuencia se somete para que el niño tenga, para que la casa tenga, para que la vida tenga. Se ha conseguido que el tener sea la meta y para llegar a ella haya que sacrificar la sed, el cansancio, la falta de oxígeno que impone la carrera. La amenaza de ser excluido de esa maratón pende colgada del capricho de quien paga

Y a base de cifrar la vida en el tener, el capital va menguando la dignidad del ser. Estos términos crecen uno sobre otro. Rara vez se equilibran. Pero cuando se clavan estas condiciones laborales a las anteriores, no sólo se está atacando al poder adquisitivo, al bienestar material de los trabajadores. Se está sobre todo atacando la dignidad humana. Porque todas esas imposiciones implican un dominio absoluto del empresario sobre el trabajador. El chantaje colgado sobre su supervivencia y la de su familia, somete de forma continua los derechos adquiridos a la decisión arbitraria del empresario.

Adelantaba en Bruselas el ministro Guindos la “agresividad extrema” de la reforma. Es decir, se trata de atacar hasta el extremo las condiciones laborales. Es macabra por inhumana la expresión ministerial. Cuando con posterioridad se habla de que la reforma está pensada para crear empleo, no sólo se miente con la intención perversa de mentir, sino que se trata de endulzar esa agresividad extrema. Porque pese a la promesa de Rajoy de decir siempre la verdad a los españoles, existe también el rubor de proclamar ante un país que se pone en las manos de los empresarios el estado del bienestar y la dignidad del mundo trabajador.

Habrá manifestaciones multitudinarias, tal vez una huelga general como temía el Presidente del Gobierno. Se deben exigir, no sólo el reconocimiento de ciertas condiciones, sino sobre todo la restauración de la dignidad del trabajador.

El trabajo no es una dádiva generosa de nadie. Es un derecho reconocido por la Constitución. El primer deber de un gobierno es luchar por la consecución y cumplimiento de los derechos de los ciudadanos. No es el empresario el que da de comer a un número determinado de familias, sino que son los trabajadores los que le aportan al empresario la riqueza suficiente para poder exprimir el derecho de sus trabajadores.

La expresión trabajar PARA entraña una esclavitud que debe ser destruida por la dignidad de aquel que tiene conciencia clara de que el mundo de la riqueza descansa sobre las espaldas del mundo trabajador.







lunes, 6 de febrero de 2012

ALBERTO SE QUITÓ EL SOMBRERO

Lo usan con frecuencia los espías, los detectives y muchos atracadores de bancos. Oculta el verdadero rostro y consigue que el usuario tenga que mirar al suelo por limitación de campo visual perdiéndose la hermosura de la vida que crece más arriba de las baldosas. Pero espías, detectives y atracadores lo utilizan porque les sirve para no aparecer con transparencia ante los demás, para ocultar su verdadero rostro y aparentar lo que no son. No usan sombrero. Son sombrero. Cuando por la noche hacen el amor, se extrañan de sí mismos. No se reconocen cuando se afeitan porque el espejo devuelve una imagen distorsionada de la propia realidad. Van al perchero entonces y le dicen a la esposa que acariciar unos muslos sin sombrero es como justificar el amor del vecino del quinto.

Alberto Ruiz Gallardón ha sido presidente de la Comunidad de Madrid y alcalde de la capital del reino. Está donde está porque estuvo donde estuvo. Luchó por más. Lo truncó Esperanza Aguirre. Lo frenó Mariano. Y Alberto se caló el sombrero y siguió inspirando poder para alzarse a las alturas. Decía que era el centro. Decían que era el centro. Y él se creyó que por la M-30 se llegaba a la Moncloa. Discrepaba del Partido Socialista. Discrepaba del Partido Popular, de la presidenta de Madrid, de Rajoy. Discrepaba de sí mismo porque el sombrero le disimulaba la blancura de sus cejas y no sabía quién era cuando preguntaba quién era. Alberto-centro. Ruiz-centro- Gallardón-centro.

Se creyó triunfante. Había dejado atrás a rivales de peso. Se convirtió en costalero de Rajoy. Lo paseó por el congreso de Valencia Le entregó una reliquia a Ana Botella-promesa-de-alcaldesa. Ana se hizo circunvalación para llegar a la estación Aznar. Trasbordo en Génova con mesa, mantel y cama. Sombrero, ay, mi sombrero. Ni Utrera Molina lo conocía. Dijo entonces que cumpliría su tiempo de alcalde porque nunca traicionaría a sus electores. Hizo una restricción mental que dirían los fariseos clásicos del cristianismo y tapó su mentira con la visera ancha que le ocultaba la blancura del pelo

Veinte de Noviembre. Medio luto después de tantos años. Entubado. Boca arriba. General-generalísimo instalado en la muerte. Gallardón joven, de la mano de Fraga recién muerto. Fraga cargado de Montejurra, de Grimau, de Ruano. Pero con fuerzas para seguir empujando a Gallardón hacia un futuro lejano. Vencido y desarmado el ejército rojo. Rajoy salta y salta Esperanza aunque un poco escondida. Salta Miri y Pons y María Dolores. Gallardón saluda la elección sombrero en mano, como quien brinda por un ministerio cercano embistiendo en Génova.

Juro y prometo por mi conciencia y honor. Soy ministro, cantaba con tonillo de soy minero. Primero se lo dijo a Fraga. Antes que a su mujer. Y D. Manuel se murió de perfil para que lo enterraran en la cartera ministerial de Gallardón.

Llegó esa noche a casa. Se desnudó frente al espejo. ¿Alberto-centro? ¿Ruiz-centro? ¿Gallardón-centro? Demasiado tiempo con sombrero. Lo tiró por la ventana. Había encanecido sin darse cuenta. Hacía años que no se miraba el pelo. Mañana coche oficial, más oficial todavía. Ministro de Justicia, Notario Mayor del reino. Camino de la Zarzuela, miró a Madrid por encina del hombro, por encima de Ana-más-Aznar-que-nunca. Juro por mi conciencia y honor. Y Mariano ante él con su conciencia y honor. Cansado de mentir: subir impuestos es una perversión, que Ana Mato se encargue de los derechos de la mujer y los guarde en el sótano de Génova, los parados engañados que se fastidien, los trabajadores que se enteren que el despido es el despido, que Rouco bendiga los millones recibidos, que los empresarios se sientan capitanes de la patria, que se privatice la sanidad, la educación. Que Wert aprenda a mentir con descaro, que las clases medias y los obreros paguen la miserable actitud de ser clase media y obreros por no haber sabido llegar a gran empresario, a banquero, a presidente de la gran empresa, de la pequeña empresa. Y Gallardón serio saboreando por su conciencia y honor.

Gallardón sin sombrero. Se le ve de cuerpo entero. Descentrado el centro. Testosterona de derechas sin reparo. Carguen el aborto y llévenlo al ochenta y cinco. Cuando a la mujer se le quitan sus derechos se le quitan su derecho a ser mujer. Ingresen a los homosexuales, crónicos invertidos, de amor despilfarrado. Paguen por la justicia. Cásense por los notarios que andan pidiendo en las puertas de las iglesias, Cadena perpetua con grilletes revisables para que no se oxiden. No importa la reinserción. El infierno es fuego eterno y las cárceles también. Peligroso ser niño cuando sólo se es niño. El castigo puede ser infinito como cuando se masturbaban en el nacionalcatolicismo.

El sombrero lo usan los que asaltan la historia por los caminos. Alberto se quitó el sombrero. Nos queda el ministro justiciero de cuerpo entero. Ahí está el Gallardón palpable, el que es lo que siempre fue.






domingo, 5 de febrero de 2012

UN SUEÑO, SOLO UN SUEÑO

Soñé tu cuerpo de tierra

cuando el mundo no era mundo,
cuando Dios no era Dios
y era el beso lejanía.

No sé si era la vida una ecuación
de cuerpo sobre cuerpo,
de caricias asociadas,
de pieles superpuestas.

Antes de la creación estabas,
tierra abierta, estrellas dentro.
Te busqué por la orilla de la luz,
por el margen derecho de la pena,
para atar la distancia a mi cintura
y olvidarme la hombría entre tus pechos.

Pero Dios no era Dios,
ni el mundo mundo.
De mano en mano las almas
por los cuerpos de tierra prometida
y el crujir creador de la palabra.

A lo mejor nunca fuimos.
Tal vez nunca seremos
Inútil la búsqueda
de tus caderas de barro.

Existimos tan sólo en la oquedad del viento,
en el sótano oscuro del silencio,
donde es imposible la nostalgia,
y el beso es imposible
y no es factible el cuerpo.

Dios se ha quedado sin barro
para fundar tu existencia.
Eres tan sólo agua,
un puñado de agua entre las manos
huyendo de mi boca.

Me queda tu piel en el recuerdo,
en la distancia azul de alguna caracola.
Nunca serás cuerpo de tierra,
amarga tierra, ecuación
de posturas creadoras.

Está la distancia separando
los besos de los besos,
el contacto gozoso del ciprés
con el mar horizontal de la alegría.