miércoles, 31 de agosto de 2011

DIOS HABLO CON EL VIENTO

Las religiones, sobre todo las cristianas, tienden a suplantar el quehacer humano por la voluntad de Dios. Hasta tal punto que los esfuerzos humanos quedan siempre a la espera del empeño de Dios para que la realidad sea el fruto de su exclusiva decisión. “Pido a Dios que me dé salud”, aunque fume cuatro paquetes diarios de tabaco. “Dios nos ha dado tres hijos” como si óvulo y esperma fueran el encuentro inútil de dos estrellas errantes. “Dios quiera que nos haga buen tiempo” inutilizando así la universidad a los meteorólogos. En la medida en que la vida es el mero resultado de la voluntad divina, se minimiza la tarea constructora del mundo que el hombre reclama para sí mismo. El teocentrismo expulsa al hombre de su paraíso y lo arroja a la categoría de objeto manipulado, producto del capricho de fuerzas ajenas, aunque, eso sí, responsable del mal que palpamos en el vivir cotidiano.

Michelle Bachmann, precandidata a la presidencia de los EE.UU. por el Partido Republicano, lo afirma con rotundidad: “el huracán 'Irene' y el terremoto del pasado martes en la zona de Washington son un mensaje de Dios para que se recorte el gasto público. No sé qué tiene que hacer Dios para que los políticos le presten atención”

En los países de orientación cristiana, la derecha tiende a apropiarse de Dios hasta el punto de que los que discrepan de sus principios se colocan frente a la divinidad como un desafío a su poder y su querer. Esta actitud fanática y participada por la Iglesia católica, los hace impermeables a un laicismo. Piénsese en la visión de Benedicto XVI en sus visitas a España o en la postura de la jerarquía episcopal española.

Debería estar prohibido llamarle Irene a un huracán que destruye vidas y bienes. Quien ama la paz (Irene) nunca puede entrañar destrucción y aniquilamiento. ¿Pero puede Irene ser el fruto de la voluntad de Dios? Desde el Papa hasta el cura rural del último pueblo responderían afirmativamente. Preguntados por los muertos, por la orfandad, por el llanto de madres, por el dolor de la vida, nos responderían que corresponde a la penumbra del misterio. Y escondidos tras esa oscuridad, seguirían implicando a Dios en el recorte del gasto público.

Con esta postura tan simplista, la Jerarquía eclesiástica, una gran mayoría cristiana y por supuesto la derecha política de muchos países denigran a una izquierda laica, la tachan de anticristiana y la condenan por ser perseguidora de la Iglesia. El pronunciamiento de Michell Bachmann es la actitud de nuestra derecha española y de una jerarquía eclesiástica cansada de repetir que se siente perseguida por un gobierno de izquierdas, aunque haya que dudar de su izquierdismo por ciertos resultados de su gestión.

Cuando la vida queda reducida a la exclusiva voluntad de Dios, se anula al hombre como creador de su propia existencia. El hombre no existe si SOLO existe Dios. Y demos a ese término el valor profundo que encierra. Dios es una infinita soledad y una infinita soledad es el hombre. La grandeza de esa soledad constituye la grandeza de existir. Unicamente cuando el hombre es hombre puede Dios ser Dios. Este es el laicismo que ninguna iglesia ni ninguna fuerza política pueden anular. Cuando la derecha política coincide con la visión de una iglesia excluyente se convierte en excluyente a sí misma y por tanto ambas son repudiables por inhumanas.

Dios habló con el viento de su amistad con el mar





miércoles, 24 de agosto de 2011

EL REY ARTURO

Hay quienes tienen la cabeza tan a ras de suelo, que andan con las neuronas. Y claro, se desgastan hasta el punto de perder el rumbo y acaban no sabiendo a dónde ir. Son seres invertidos. No en el sentido peyorativo de los tiempos del dictador, sino queriendo decir que arrastran la cabeza por lodazales y encumbran los pies. Terminan rodando porque no utilizan cada órgano para lo que fue pensado.

Arturo Pérez Reverte es un gran escritor. Punto. Ahí se le acaba su dimensión de homo erectus. Todo lo que lo circunscribe es de un primitivismo atemporal. Se pierde en el recuerdo y sólo sirve para grandeza de los investigadores de Atapuerca. Con su aparición se frenó la evolución, y el desarrollo humano de Arturo Pérez Reverte termina en Arturo Pérez Reverte. Hombre circular que empieza y termina en sí mismo. Se mira en su propio espejo y se enamora de sí mismo. Todo su alrededor es miseria, imbecilidad, ignorancia y existencia despreciable. Por eso España es él. Y todo lo demás, simple y llanamente analfabetismo.

Fue corresponsal de guerra. Era entonces un ser normal. Pero vio tanta desgracia que decidió que lo mejor para vivir en paz no era precisamente la democracia en la que todos ejercían su capacidad gilipollesca y elegían a otro gilipollas que pasaría su legislatura haciendo gilipolleces. Visión lúcida de la que participan todos los que imponen su criterio como norma única de vida.

Zapatero pertenece a ese grupo de elegidos por varios millones de votos. Pero eso no legitima su mandato ni su presidencia. Por eso ahora “Hasta sus más conspicuos sicarios a sueldo o por la cara, esos golfos oportunistas -gentuza vomitada por la política que ejerce ahora de tertuliana o periodista sin haberse duchado- que babeaban haciéndole succiones entusiastas, dicen si te he visto no me acuerdo” El trabajo que debía realiza lo puso usted en manos de una pandilla de irresponsables de ambos sexos: demagogos cantamañanas y frívolas tontas del culo que, como usted mismo, no leyeron un libro jamás. Y así, rodeado de esa corte de esbirros, cobardes y analfabetos, vivió usted su Disneylandia durante dos legislaturas en las que corrompió muchas causas nobles, hizo imposibles otras, y con la soberbia del rey desnudo llegó a creer que la mayor parte de los españoles -y españolas, que añadirían sus Bibianas y sus Leires- somos tan gilipollas como usted”

“Ojalá la peña se lo recuerde durante el resto de su vida, si tiene los santos huevos de entrar en un bar a tomar ese café que, estoy seguro, sigue sin tener ni puta idea de lo que vale. Usted, señor presidente, ha convertido la mentira en deber patriótico, comprando a los sindicatos, sobornado con claudicaciones infames al nacionalismo más desvergonzado, envilecido la Justicia, penalizado como delito el uso correcto de la lengua española, envenenado la convivencia al utilizar, a falta de ideología propia, viejos rencores históricos como factor de coherencia interna y propaganda pública. Ha sido un gobernante patético, de asombrosa indigencia cultural, incompetente, traidor y embustero hasta el último minuto; pues hasta en lo de irse o no irse mintió también, como en todo. Ha sido el payaso de Europa y la vergüenza del telediario, haciéndonos sonrojar cada vez que aparecía junto a Sarkozy, Merkel y hasta Berlusconi, que ya es el colmo”

Orgulloso de la criatura recién parida, Arturo –posible ministro de cultura o secretario de comunicación- se miró en un espejo y preguntó: “Espejito, espejito…”





martes, 23 de agosto de 2011

PROVISIONALIDAD


De la evolución venimos. Evolución somos. Hacia la plenitud humana vamos haciéndonos cada día, en cada opción, en cada decisión libremente asumida. El hombre nunca está al final de sí mismo. Deviene hacia el horizonte, consciente de su  infinita lejanía pero empeñado en salvar su infinita distancia. No somos un dato definitivo, sino un quehacer de nosotros mismos. Me dan miedo esos que aseguran estar de vuelta de todo. Simplemente han dado las espaldas al futuro y se encaminan contra el viento hacia un origen intangible, deshecho por el tiempo, inexistente por pasado. Se han enredado en su inmovilidad y se han suicidado con un ayer que ya no es nada.

Gregory Baun nos habla de la provisionalidad del conocimiento humano. La conciencia lúcida de esta provisionalidad empuja siempre hacia una búsqueda posterior. Nos demuestra la pobreza que somos y nos proyecta hacia cotas más altas. Si nos anclamos en esa pobreza y negamos su proyección, hemos renunciado al parto luminoso de una mañana para llorar la frustración de un ayer.

Las religiones tienden a cosificar al hombre imponiéndole una serie de verdades que no admiten discusión, profundización, investigación alguna. O se acepta el hermetismo de esas verdades o se está fuera de la confesión religiosa que las proclama. Concretamente el catolicismo (no así el cristianismo) obliga a la aceptación cerrada de ciertos dogmas, negando su profundización intelectual. Y fundamenta su cuerpo doctrinal en la revelación, en la infalibilidad papal y en una tradición no siempre fecunda y abierta, sino estática y entregada sin crítica intelectual alguna. Los tradicionalistas –venía a decir Ortega.- son los que aman el pasado en cuanto es pasado. Querer convertirlo en presente y futuro es pecar contra la temporalidad, empobrecerla y terminar negándola. Negar la temporalidad es destruir al hombre. Y a esa destrucción contribuye la Iglesia remitiendo la existencia humana a una inserción en la eternidad.

Benedicto XVI aprovecha muchas de sus intervenciones para condenar el relativismo. Y lo hace de forma llamativa cada vez que visita España. Ignoro por qué los pensadores españoles son más relativistas que los alemanes o los holandeses. Podríamos aquí citar nombres de ambas nacionalidades que nos han sacado mucha ventaja en esto de “inventar” el futuro doctrinal de la Iglesia purificando todas esas tradiciones acríticamente asumidas por la doctrina eclesiástica.

Poco que decir sobre la revelación divina y la infalibilidad papal. La concepción atávica de la mujer, la apropiación absoluta de la verdad fuera de la cual no hay salvación, la imposición de límites al desarrollo científico, la condena de una teología que vincula a los pobres como preocupación primordial del Dios hecho hombre, la exigencia del celibato concebido como gracia pero implantado en realidad como obligación canónica, la exaltación del sufrimiento que aplaca la ira de un dios concebido como necesitado del dolor humano, la muerte como decisión divina y no como plenitud intrínseca del hombre (por algo “morirse” es un verbo reflexivo). Podíamos seguir enumerando, pero es suficiente lo expuesto.

Lejos del teocentrismo, al hombre no le queda más camino que el relativismo que lo configura como provisionalidad itinerante. El hombre actual no acepta dogmas como imposiciones superpuestas a su condición intelectual. Tiene por el contrario la conciencia clara de su existencia como buscador incansable. Esta tarea de búsqueda no puede darse más que desde la asunción de una provisionalidad que le lleva a considerar cada encuentro con su mundo como una relativización que lo sitúa en el camino hacia una plenitud.

La postura estática de la Iglesia la lleva a que el hombre actual la considere un residuo fosilizado del pasado.



sábado, 20 de agosto de 2011

EL HUECO BLANCO DEL PAPA

Parece que la venida del Papa a España sólo debemos cuantificarla en cifras económicas. Tanto ha costado, tanto reditúa y en consecuencia la cuenta de resultados es favorable u onerosa. Es razonable esta visión económica, pero me parece absolutamente incompleta si la circunscribimos a datos contables. Más allá del dinero, es preciso indagar si podemos anotar resultados más hondos, de mayor profundidad. Hay que preguntarse si los mensajes emitidos por el Papa son un revulsivo para una sociedad cargada de problemas, necesitada de alguien que aporte rebelión suficiente para colocar al hombre en su sitio, por encima de la economía, de la injusticia, de la esclavitud ejercida por una minoría sobre una mayoría crucificada y sin resurrección posible. A falta de líderes políticos, exigimos de la Iglesia una actitud profética.

Rouco Varela habla del ADN católico impreso en los genes españoles. Se es español en la medida en que se incorpora ese ADN a la propia vida y en consecuencia… ¿Y en consecuencia qué? Pues se es católico practicante: se cumple con el mandamiento de la misa dominical, no se desea la mujer del vecino, no se nombra a Dios en vano, se permanece virgen hasta la blancura nupcial de una novia y así hasta diez mandamientos que forman el código cosificado de una religión que no es vivencia, que carece de dinamismo y que se limita a un estar ajeno al ser. La diferencia verbal es decisiva para que entrañe un compromiso o simplemente se limite a una capa exterior y decorativa.

El mensaje del Papa coincide con Rouco. Miles de peregrinos han sentido la emoción de verlo en fracciones de segundos. Y esa visión les ha llenado de emoción hasta el llanto, de escalofrío vital porque les ha sonreído el Dios en la tierra, porque han experimentado un adelanto del cielo en este valle de lágrimas. Habían llegado con antelación suficiente para hacer turismo, para comer barato, para viajar por Madrid a bajo precio, para visitar museos gratis o cumplir el sueño feliz de ver el Santiago Bernabeu. Multitud de monjas envueltas en burkas de franela soportando el calor por el bien de las almas, testificando con su virginidad la existencia de un dios necesitado de vestales, sacerdotes que por tocar la guitarra creen que la Iglesia es contemporánea del hombre del siglo XXI. No los hemos visto reunidos para denunciar la injusticia del mundo, no nos han demostrado su indignación ante los potentados que han aportado dinero para esta visita, no los hemos oído gritar el hambre del tercer mundo, no se han puesto decididamente de parte de las mujeres maltratadas, maltratadas incluso por una Jerarquía que las arrincona y expulsa a las afueras de la historia. No han condenado al Arzobispo de Granada que asegura que la mujer que aborta no puede quejarse si un hombre cualquiera la viola. “Esta es la juventud del Papa” gritaban. Da pena esa juventud dedicada al griterío celestial, pero griterío hueco y voz impostada de impostura.

Los discursos del Papa han reafirmado esa visión espiritualista, autoritaria, dogmática, acientífica y contracientífica, de dominio de las conciencias, vertical hasta el punto de que nadie tiene libertad para ahondar en el misterio del hombre y del mundo, excluyente porque fuera del esta visión hermética no hay salvación, encerrando la muerte en la decisión de un dios externo que, como verdugo, señala el momento del descalabro final del tiempo, el amor inadmisible por homosexual, la sexo como factor exclusivo de procreación condenando el placer que acompaña a la entrega íntima de la expresión amorosa.

“No os avergoncéis de ser cristianos”, ha dicho el Papa. Pero no ha exigido a la juventud una rebelión que ponga al mundo en camino hacia la justicia, hacia una distribución equitativa de los bienes, hacia una igualdad que salve las distancias entre pobres y ricos. No ha empujado con sus palabras a una lucha para situar a la mujer en el lugar que le corresponde dando ejemplo de una asunción del deber de la Iglesia de aceptar la grandeza que como criatura le ha sido otorgada.

Más allá del dinero, uno esperaba una exigencia de compromiso por encima de un decálogo ritualmente ejercido. Era urgente un dinamismo esforzado en alumbrar un mundo en crisis donde los pobres se mueren de hambre, de pena, de desesperanza. Más allá del dinero, sólo he visto una Iglesia desfilando hedonísticamente frente a sí misma.











miércoles, 17 de agosto de 2011

PROHIBIDO PENSAR

“Lo malo es haber pensado”. Lo decía Ionesco, consciente de que el pensamiento se convierte en rebelión, en arma cargada de futuro como la palabra. Por eso los dictadores aplastan palabra y pensamiento como primera decisión de subsistencia. Nuestras falsas democracias denuncian también el pensamiento y la palabra. Los pisotea el poder del dinero, el aburguesamiento vital, la acomodación existencial. Los poderosos tienen siempre la necesidad de abortar el pensamiento porque tienen miedo a la resurrección de la palabra. Consiguen que nos sintamos contentos con el sometimiento a la moda, con la influencia de los medios de comunicación, con el abaratamiento de las corrientes de opinión. Dictaduras disimuladas, pero prohibición de pensar al fin y al cabo.

El Papa por las calles de Madrid. Avenidas de geranios laicos, pero de rodillas ante la blancura seda y oro del pontífice. Todos los continentes aplaudiendo al papamóvil. Madrid ardiendo de sol, de policromía racial, babel de asfalto y modernidad. Neptuno amarillo y blanco. Cibeles-hábito-azul. Arboles brotando rosarios. Vírgenes de espigas limpias, piel joven sin caricias de pecado. Respuestas aniñadas, infantilismos adultos con pañales de vergüenza. “El calor se soporta con la fe”. “Ver al Papa es un regalo de Dios” “Hemos hecho un largo viaje para llegar al corazón de los infieles”

Una semana de inundación humana. Muchas almas con acné juvenil, ebrias de adolescencia, erectas, necesariamente erectas como mitras episcopales. Reservada la sangre para cuando el matrimonio, guardados los besos para cuando las bendiciones, manos sin cuerpos para cuando Dios sea testigo. Semana de turismo, de menú barato, de transporte regalo de Esperanza, ambiente limpio de parásitos desinfectados por el Obispo Camino, con miedo a discrepar porque el arzobispo de Toledo los llama paletos, provocadores que dice Botella-Doña-Ana-Concejal. Curas sin afeitar, monjas con hábitos regionales-sección-femenina. Madrid, un gran parque sindical. Vertical, muy vertical. Papa-Príncipes y los gregarios JMJ.

Una semana entera. Sin ninguna reunión para poner ideas renovadoras en común. Ningún grupo de mujeres cristianas reivindicando un papel activo en la Iglesia, exigiendo su dignidad secularmente humillada, sus derechos, su influencia en el pensamiento renovador del mensaje cristiano. Daban pena esas mujeres, sometidas, eternamente sometidas, sin más aspiración que la obediencia debida. Africanos, latinoamericanos, asiáticos sin exigir una Iglesia profética que denuncie el hambre, la miseria, el analfabetismo de sus hermanos. Fraternidad de misa, rosario y via crucis. Fraternidad cómoda y aburguesada. Olvido sacrílego de los estómagos vacíos de sus pueblos. Sacerdotes, religiosas, entusiasmados con su celibato, con su virginidad, pero olvidados de los que allí se quedaron sin vacunas, sin agua, sin un trozo de pan y de esperanza. Juventud que disfruta de la visión papal como de un regalo de Dios, que soporta el calor con la fe, pero que no reclama ni se implica en la lucha por un futuro de justicia para sus pueblos. Nadie se ha reunido con mujeres maltratadas, con parados, con desahuciados. Esos han sido apartados por cuestiones de seguridad. Pueden manchar la blancura de la sotana blanca, apropiarse del oro de los pectorales, arrancar anillos para empeñarlos en el Monte de Piedad.

No han sentido la necesidad de comprometerse para comulgar con un mundo partido en trozos de pena. No son conscientes de que un dios aséptico, ajeno al devenir de nuestras angustias no puede ser nunca el Dios que puso su tienda entre nosotros porque quiso ser prójimo de la aventura humana. La Jerarquía dogmática, teocrática, dictatorial también ha prohibido pensar.

Papa. Cardenales. Obispos. Un millón. Dos millones. Es lo mismo. Había un hueco en la multitud. No estaba. No podía estar Jesús de Nazaret. También se sintió excluido. Prefirió compartir un trago de miseria con la mirada amortajada de Somalia.









lunes, 15 de agosto de 2011

BONO TOMO SU FUSIL

Bono se miró en un espejo y se encontró con muchas imágenes. Porque Bono no es Bono y sus circunstancias. Ni siquiera es circunstancia en el sentido orteguiano del término. Bono es conveniencia y sólo conveniencia. Dualidad contradictoria y simultánea unidad. Autonomista y antiautonomista. Socialista de antiguo carné y aspirante a gallego de barba gris. “Desde mi puesto me he fijado bien. Ya no hay diferencias insalvables entre los programas del PSOE y el PP” Miopía de alma desorientada. Caricatura resultante de un Rajoy muy Bono, de una Castilla-la-Mancha-Rias-Baixas-Alvarinho. Corazón bipolar de morería celta. Esquizofrenia de múltiples culturas vivificadas con ribeiro noble de luz oscura y tormenta.

Bono no sabe quién es Bono. Retorcida papiroflexia pajarita-avión-barquito a gusto del consumidor. Canjeó la palabra por palabrería y es simplemente oyente de una lejanía aduladora.

Bono es un prestidigitador de falsedades. “Cuando dices algo que la gente está deseando oír, como lo del futuro gobierno de coalición entre el PSOE y el PP, no tiene mérito que se acerquen a escucharte. Los seres humanos responden a los estímulos de lo que les conviene”, afirma Bono durante su encuentro con el director de El Mundo. La palabra, esa donación amorosa que el ser humano hace de sí mismo, se hace oquedad y falacia cuando no brota de la entrega de quien la pronuncia, sino de la acomodaticia falsedad de quien la percibe. Bono confiesa su traición a la palabra porque no ahonda en sus adentros para brindarla amorosamente, sino que la ejerce como hechura ajena de quien la maneja a su conveniencia. Se hace añicos la sinceridad, se desguaza la originalidad y se hace mercancía de mercadillo barato. No existe honestidad de bisutería. Pedro J. puntualiza que “en la hemeroteca de El Mundo hay constancia de que Bono repite lo mismo cada equis años” Bono carece de originalidad creadora. La palabra es poesía o sólo nube de algodón de feria. D. José es feriante porque repite de pueblo en pueblo el truco del pañuelo escondiendo siempre la paloma.

Fue presidente de Castilla La Mancha durante muchos años. Enamorado de las autonomías. Defendió a su comunidad con músculo antinacionalista. Lo sabe el País Vasco y Catalunya. Maragall lo ha olvidado tal vez porque también se está olvidando de sí mismo. Confundió repetidamente unidad con uniformidad. Deliberadamente lo hacía. Le rentaba votos, elecciones ganadas, presidencias repetidas. Ya se parecía a Aznar con su perfil popular de Fraga con pectorales. Ahora se ha vuelto del revés: “Según asegura Pedro J., el expresidente de Castilla-La Mancha se cuestiona a estas alturas el modelo autonómico porque siente “especial zozobra y desasosiego ante el déficit público” y “la acumulación de deudas por parte de las comunidades, empezando por la suya” Esta postura le ha llevado “a ponerle la proa en los últimos tiempos al Estado autonómico del que durante tantos años fue uno de sus pilares”

Bono lo quiere encarnar todo: el catalanismo y el anticatalanismo, la identidad vasca y su contraria, el socialismo y la derecha del PP. Es tal su estrabismo político, que afirma el director de El Mundo, “Bono siempre ha relativizado las fronteras entre izquierdas y derechas, cansándose de repetir que él, como socialista, no se considera mejor que su padre franquista”. Y como ejemplo, el presidente del Congreso le muestra a su entrevistador dos carpetas repletas de documentos. Una, con “las fichas de afiliación a la Falange Española y de las Jons de Salobre en los años 40”; la otra, con listas de “militantes del PSOE local durante la República e incluso antes”.

“Ves como muchos de los nombres coinciden… ¡Eran los mismos! Por eso digo que parte de mi genotipo político está en estas dos carpetas”, afirma José Bono.

Bono tomó su fusil. Desde el púlpito, desde Castilla La Mancha, desde el sillón del Congreso, desde las montañas nevadas por el imperio hacia Dios. Es el resultado de un espejo roto. Reparte los trocitos como reliquias de lo que pudo haber sido y no fue.



sábado, 13 de agosto de 2011

EL PERDON TAMBIEN CADUCA

La libertad –decía Marcel- no es la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. La libertad –decía- es la elección exclusiva del bien. Es verdad que el ser humano puede optar por el mal. Pero sólo porque su libertad es limitada. Esta pobreza que nos atraviesa la sangre nos permite la hemoptisis mortal del desamor. Porque en el fondo el pecado es sólo y exclusivamente desamor. Las oscuras actuaciones humanas responden a enfrentamientos más o menos graves con normas legales humanas o dictadas por una supuesta divinidad. Yo no creo que Dios se tome tan poco en serio a sí mismo como para sentirse molesto por los malos pensamientos, deseos o acciones, referidos casi exclusivamente al sexo, como si los genitales fueran los sótanos de una tormenta y no fuente de ternura y escalofrío de entrega.

Lo de la Iglesia es otra cosa. La Jerarquía lleva el sexo entre los parietales. Es comprensible el robo (de ahí su amistad con los poderosos), es comprensible el tiro en la nuca (de ahí su compresión con los dictadores). Y podríamos seguir enumerando. Pero lo del sexo les provoca huracanes neuronales. Uno va sembrando pecados y Dios va lloviendo perdones. Pero nadie se acusa de no estar enamorado. Nadie se recrimina vulnerar las leyes de la naturaleza, de ese mundo que crece con nuestra vida, como domicilio donde se alberga la historia, como prójimo que culminará nuestra evolución. Nadie se siente pecador por su indiferencia frente al hambre, al paro, al desahucio, frente a la sed de los que no tienen agua, cultura, medicamentos, empuje vital para darle calor y vida a un hijo de seis años. Y se mueren a chorros, Africa es el sur de la muerte. Nos molesta su hambre suplicando pan por nuestras esquinas. Su olor por nuestras calles. Su miseria en los autobuses. Su acento dulce de poncho cálido. Son pobres. E inmigrantes además.

Nadie se acusa no de estar enamorado del hermano que viene, del que ha perdido el trabajo, del que ha perdido su techo, del que ha perdido su historia entre olas de espuma blanca, del que ha perdido a sus padres lejanos en lejanos países de Africa o América latina. Negros y sudacas son. Nos sentimos con derecho a despreciarlos. A robar vienen. A matar. A crear conflictos. Nos lo dice Albiol, Anglada, Intereconomía. Alicia Sánchez Camacho certifica que aquí no cabemos todos. Y del brazo de Xavier toman café con el Regitrador Rajoy.

Los Obispos callan. Hablan de perdón y le han puesto fecha: del 17 al 22 todos los sacerdotes podrán perdonar a quien hayan caído en ciertos pecados cuyo perdón está limitado a algunos clérigos de la curia episcopal. Porque la mujer no es dueña de su cuerpo. Porque la mujer –todos lo sabemos- no tiene derechos. A fregar los altares en todo caso. Porque la mujer es la que arrastra al pecado (sexual por supuesto) al varón. Porque tiene las manos sucias y no debe tocar las blancas espigas del altar.

Dios no irá por Castellana, Puerta del Sol, Plaza Mayor. Dios irá a contramano, buscando rumanos, sudacas y negros. Empeñado en la justicia que reparta pan caliente entre las bocas hambrientas, un trozo de esperanza para labios sin besos y agrietados, un poco de alegría para las manos juntas que construyen el viento como un juguete cósmico.

¿Alguien perdonará la indiferencia, el desprecio, el orgullo, el complejo de superioridad, el lujo obsceno, la riqueza injuriante?

El 22 caduca la fecha del perdón. Dios no va de blanco, escoltado en papamóvil. Sólo está preocupado por la vida del hermano.







jueves, 11 de agosto de 2011

SEÑORITO BOTAS ALTAS

Brillo de botas camperas. De Valverde del Camino. Limpiabotas calle Sierpes. Limpiabotas a los pies del señorito. No llega a un euro el trabajo. Un “ducados” de propina. Hacen falta muchas botas para juntar un cocido, una pringá con pan blanco y un plátano a repartir.

De Valverde del Camino. Botas con brillo en Sevilla. Hacia la Junta de Andalucía. Años de peregrino inútil. Tropezando en el propio barrizal. San Telmo inalcanzable. Y ladrando el despecho del orgullo. Arenas siempre de vuelta. A intentarlo de vuelta. Años así. Con un amor imposible.

Preguntaba yo hace poco si todo vale en política. A propósito de Mayor Oreja preguntaba. Zapatero tiene una sociedad montada con ETA para que el terrorismo lo mantenga en el poder. Los fines de ETA y del Presidente son coincidentes. Oreja, miserable. Y Mariano callado. Oreja siempre acierta en su visión de la política. Lo dice Esperanza Aguirre. Y Mariano, callado. Siempre callado. Por miedo. Por chantajeado. Siempre de espaldas a la palabra. ETA es una necesidad. ETA facilita puñales oxidados, mugrientos, para clavar en el costado del enemigo-no-adversario. Puñales infectados para una muerte rápida, sin antídoto posible. Zapatero creyó en la palabra, en su dinamismo, en su capacidad de conversión. Ingenuo, tal vez sólo ingenuo. Aznar también tuvo fe. Pero ahora se avergüenza de su propia nobleza. Le falta costumbre. Arrimó presos al calor de unos padres inocentes. Felipe se comprometió con la conversión de las pistolas. Pero las pistolas siempre añoran el calor de balas asesinas. Y Suárez, olvidado de sí mismo, de la historia. Amó la palabra. Pero le falló el eco desnucado contra los montes suicidas del odio.

Rubalcaba engrilletó a los pistoleros, a muchos pistoleros. Se fue diluyendo el miedo. Arrinconado el miedo. Esposado el miedo. Arrodillado el miedo. ETA contra la pared. La puso Rubalcaba. Fuerzas de seguridad muertas porque las balas siempre aciertan. Pero va ganando terreno la tranquilidad, el sosiego, la alegría. Esposas más confiadas, hijos más recubiertos de niñez antibalas.

Y en esto, Arenas. Brillo de botas camperas. De Valverde del Camino. Limpiabotas calle Sierpes. Borracho de despecho. Vomitando en las esquinas. El vómito no es política. Es repugnancia, desordenadas entrañas, disentería de mala digestión. Manchando el entusiasmo de una democracia abierta, ancha, con olor a pan caliente.

Para el presidente del PP en Andalucía, ETA tiene en estos momentos “lo que nunca soñó que podía tener” en relación a la representación de Bildu en las instituciones. El Partido socialista “nunca ha estado al cien por cien por la derrota del terrorismo, ni al cien por cien con el espíritu del pacto de lucha por la libertad y contra el terrorismo”. Arenas con marismas encharcando botal altas. Sin brillo posible. Porque la sombra oscurece. Porque pudren los juncos. Porque mancha el agua y las grietas agrietan las camperas. Cuajado Arenas, Javier, sin encontrar el camino al Palacio de San Telmo. Presidente de la Andalucía grande, trasformada, culta de Lorca, Alexandre. Andalucía cristiana y mora. Giralda y Guadalquivir. Limpia, pura como una virgen morena. Andalucía no quiere señoritos botas altas.

Rubalcaba no ha estado nunca cien por cien contra el terrorismo. Lo ha escupido Arenas contra la arena. Maestranza de colores. Torre del Oro testigo. Andalucía descalza, peregrina de sí misma. Elegante como un ramo de estrellas. Descalza. Sin botas altas. Sin camperas de Valverde. Descalza para no pisar la historia limpia, elegante y limpia de claveles señoritos.











martes, 9 de agosto de 2011

NORMALIDAD

Me preocupa esto de la normalidad. El 15-M es expulsado de la Puerta del Sol, y todo vuelve a la normalidad. Como si no fuera normal protestar en democracia. Los funcionarios protestan, los empleados del metro protestan, los enfermos con sanidad recortada protestan. Las manifestaciones de todos los “protestantes” son disueltas por la policía y todo vuelve a la normalidad.

Hemos hecho de la normalidad la paz de los cementerios que Franco nos permitía. El silencio, la quietud ciudadana, la instauración del mal llamado “orden público” son las coordenadas que encierran a una sociedad en una proclamación de que todo está bien, de la satisfacción en la que todos nos instalamos en un mundo de algodones blancos.

Cuando los pensionistas gritan que con cuatrocientos euros no llegan al fin de la vida, cuando los parados engrilletados por la angustia exigen un puesto de trabajo, cuando el transporte sube un cincuenta por ciento, cuando el consejero de sanidad cierra ambulatorios para que un infartado tenga más oportunidad de ahorrarse la angustia de vivir, se instala la anormalidad, se llama a los antidisturbios, se arrastra y golpea la dignidad humana, se impone el silencio y se restituye la normalidad.

Cuando Franco, la policía disparaba al aire. Siempre disparaba al aire y siempre moría un obrero. Lo certificaba la prensa y la pantalla en blanco y negro. Ahora el plasma sirve imágenes más plásticas. Duelen en el sillón del salón las patadas en la cabeza, la sangre de una muchacha con palomas bajo la blusa, las manos crucificadas por botas negras de uniformes azules capaces de besar unos labios cuando llega la noche. Eran repugnantes los grises. Era triste, muy triste, el entierro silenciado del obrero muerto. Es repugnante capacitar para pisotear, para apretar los cuellos hasta casi ahogar, para disfrutar rompiendo costillas, para golpear hasta que alguien se queda inmóvil sobre los adoquines. Amparado todo por una legislación concebida para devolver la normalidad las calles de una ciudad cualquiera.

¿Qué es la normalidad? Ningún ministro del interior de ningún gobierno sabría dar una definición de normalidad dentro de una democracia viva. Es fácil en una dictadura. No hay vida más allá de los límites de un dictador cualquiera. La sangre, la muerte, el silencio son coordenadas impuesta por las estrellas de muchas puntas. Uno soñó con una democracia limpia, ancha, sin montes que la circundaran, con la palabra creciendo como cosecha fecunda. Un desahucio es un regalo a la banca a costa de un matrimonio con en bebé de seis meses. Es el castigo a un trabajador a quien ya se le ha castigado con el paro y un INEM infecundo y estéril. Antidisturbios por si acaso se rebela la pena. Alguien pide más democracia. Antidisturbios por si a alguien se le ocurre exigir más libertad. Alguien pide trabajo. Antidisturbios por si se le ocurre apelar a la justicia. Alguien pide la palabra. Antidisturbios por si alguien pide dignidad.

Me preocupa esto de la normalidad, los métodos para implantarla, la dimensión lineal tan parecida a las dictaduras. Soñábamos en aquel tiempo. Hicimos una democracia azul, bella como un jarrón de ideales, hermosa como un ramo de vivencias. Se nos está agostando, sin olor a dignidad, sin aroma libertario, sin el brillo de las rosas mañaneras, sin el riesgo de una locura en cada esquina. Se nos ha puesto vieja, cansada con treinta y tantos años, acostumbrada, añeja de rutina. Nos están devolviendo a la normalidad, al silencio amortajado y boca arriba, a la paz de las manos cruzadas sobre el pecho.

Lo decía Miguel, dolor limpio de cárcel sucia y tuberculosa: “tanto penar para morirse uno”

lunes, 8 de agosto de 2011

DIOS, ENTUSIASTA DEL HOMBRE.

La Iglesia es un estado teocrático y absolutista, reliquia casi única en compañía de algunas dictaduras infames. La tendencia histórica ha sido el tránsito de las monarquías a las democracias. Pero la Jerarquía eclesiástica ha permanecido inmutable en sus esquemas. Su enseñanza parte de la base de que Dios lo ha decidido así y el hombre no debe rebelarse contra su voluntad.

Hay sin embargo una asimetría entre el evangelio y la realidad. Pedro está situado en la base y sobre esa piedra se edifica la Iglesia. Con el paso del tiempo, la estructura se ha invertido. El Papa es la cumbre y sometida a él figura entera la Iglesia. Pedro era la raíz que vivificaba a los hermanos y los confirmaba en la fe. El Papa es el jefe supremo que manda en los súbditos. Importante y vital cambio de concepción, con las consecuencias de convertir el cristianismo en cristiandad, con la pérdida de valores que conlleva y el intercambio de una vocación de servicio por la prepotencia que ostenta en la actualidad. El presente no se corresponde con las raíces y por tanto cabe preguntarse: ¿Es la Iglesia de hoy la que quiso Jesús?

Como estado teocrático, la Iglesia se ha dotado de un cuerpo legislativo que encorseta toda iniciativa que no tenga su origen en la autoridad competente. Y ese cuerpo legislativo –dice la jerarquía- está inspirado en la voluntad de Dios. La inferioridad de la mujer con referencia al varón, negándosele el acceso al sacerdocio por ejemplo, implica una discriminación insostenible con la visión gozosa que tiene Dios de la creación y con la universalidad transformadora del evangelio.

La Iglesia proclama que todo en su seno es gracia, donación por tanto, gratuidad por tanto, benevolencia por tanto. ¿Pero puede ser algo graciosamente dado y normativizado por ley de forma simultánea? ¿Si el celibato sacerdotal es un don, por qué al mismo tiempo debe imponerse por ley? ¿Si una comunidad cristiana es Iglesia, cómo su Obispo, el primus inter pares (primero entre iguales), es nombrado por la autoridad suprema y no es elegido entre los hermanos? ¿Por qué la virginidad es elogiada como una categoría superior al sexo si el dinamismo de la especie está ligado a la procreación y no a la abstención? El sexo, concebido como una concesión a la miseria humana, remite al hombre a una categoría innombrable. El sexo no es una actividad animal, sino que hombres y animales ejercen el sexo como vínculo de unidad con el mundo en su globalidad.

Cuando todo está legislado por una autoridad suprema e indiscutible, convertimos al hombre en un dato, simplemente un dato cerrado sobre sí mismo, hueco de grandeza, vacío de misterio. Lo decapitamos como intérprete de la creación, como hacedor de la historia, como matemática inmutable.

Esta actitud hermética de la Iglesia es la causa de la lejanía que la humanidad secularizada debe guardar con respecto a ella. El hombre es apertura, iniciativa, creación. Y debe alejarse de dictaduras existenciales que le cierran el camino hacia la plenitud de sí mismo. Dios no puede ser opción e imposición al mismo tiempo. No puede constituirse en el voto único, negando la decisión brotada de la creación humana. Mientras la Iglesia no comprenda y acepte su propia pobreza ontológica, se moverá en la soberbia y el orgullo de una acaparadora egoísta que suprime dictatorialmente la evolución de futuro al que la humanidad tiene derecho como consumación de sí misma.

Si la Iglesia se empeña en mostrarnos un Dios dictador, habrá que derrocarlo para alcanzar la horizontalidad de una fraternidad generadora de amor.

sábado, 6 de agosto de 2011

UN CARDENAL EN CRISIS

Antonio Cañizares es un príncipe de la Iglesia. La verticalidad jerárquica le coloca en un escalón inmediatamente inferior al Papa. Participa con él en la enseñanza de la verdad puesto que la posee en exclusividad, dominándola, administrándola, dispensándola a los fieles como poseedores de una vetusta cartilla de racionamiento. Nos viene entregada, generosamente donada desde las alturas de una talla principesca. De su voluntad orgullosa dependemos y de su generosidad nos nutrimos.

Un simple recorrido histórico demuestra el esfuerzo del hombre por alcanzar la verdad. La verdad de los cuerpos para hacerlos testigos del vigor saludable del amor. La verdad del acontecer humano que nos revela la evolución hacia la bondad última. La verdad filosófica que nos convierte en verdad a nosotros mismos ahondando en el misterio que somos.

La Iglesia se ha apropiado de toda la verdad y la ha implantado como principio y fin de la humanidad, de su historia, con una visión escatológica que sobrepasa la inmediatez de la vida. Y desde esa apropiación descaradamente usurpada, supera el esfuerzo humano que implica comprometerse con el mundo para dar contenido a la propia existencia.

Si los designios y verdades de la Iglesia coincidieran realmente con los designios y verdades de Dios, la bondad ontológica de Dios quedaría reducida a la miopía de una Jerarquía que no sobrepasa los intereses más rastreros, las acciones más reprobables y las aventuras más denigrantes. ¿Coincidirá con los designios de Dios asignar al dolor un contenido satisfactorio para la divinidad? ¿El ajusticiamiento de supuestos herejes responderá a la justicia divina? ¿La condena de los teólogos que viven empeñados en combatir la injusticia codo a codo con los oprimidos puede corresponderse con un desprecio de Dios hacia los más oprimidos? ¿La desigualdad obstinada entre hombre y mujer es decisión divina? ¿La deslegitimación de su dignidad hasta el punto de poner en duda que la mujer posea un alma es también visión nublada de Dios?

El mundo actual vive una crisis económica originada en los manoseados mercados. Esa crisis no es más que el producto de la especulación egoísta y canalla de unos pocos sobre la mayoría. A costa de que los pobres sean más pobres los ricos son más ricos. Cada seis minutos muere un niño en el cuerno de Africa. Hay pan para todos. Pero mientras unos no tienen ni migajas, otros hacen ostentación de un lujo obsceno. La justicia distributiva la han enterrado los poderosos. Se malgasta el dinero en guerras para matar a hermanos mientras se mata de hambre a otros para potenciar guerras fratricidas.

Antonio Cañizares tiene la cobardía de atribuir las monstruosidades con las que convivimos a un alejamiento de Dios. Elude denunciar la opresión, la injusticia, el egoísmo, la explotación. Hay políticos actuales, sin profesión alguna religiosa, que tienen claro que la raíz de estos males está en el interior ególatra de unos pocos. Pero el cardenal prefiere hacer hincapié en el alejamiento de la divinidad.

Antonio Cañizares es un cardenal en crisis. Está desorientado. ¿Todavía no se ha dado cuenta de que las rosas germinan cuando nadie las pisa?




miércoles, 3 de agosto de 2011

EL PAPA VA POR MADRID

La existencia está siempre al borde del sinsentido. Continuamente asomada a ese abismo, necesita justificaciones que la mantengan en pie. Estamos a gusto con nosotros mismos porque nos hemos inyectado un aplauso vital que nos conserva erguidos. Cuando esa erección decae, se hace apetecible la muerte y el vacío infinito.

En esta dualidad nos debatimos porque en ella, como médula, vivimos. Y nunca de verdad sabemos por cuál optamos, porque el ser y el no ser son fuerzas que desgajan la decisión de cada momento.

Así lo vivimos en lo personal y en lo colectivo. También una comunidad necesita de motivaciones que la mantengan. De lo contrario puede despeñarse, abandono abajo, hacia la propia nada.

La Iglesia ha hecho de su conciencia de permanencia hasta el final de los tiempos el eje horizontal e indiscutible de su ser. Nadie le puede señalar un término porque va contra su propia definición. Y esa conciencia, basada nada menos que en la indestructible palabra de su fundador, la convierte en presencia permanente de Dios en el mundo.

Pero la realidad es otra. Existir en el tiempo significa estar sometido a la fricción de las horas, de los días, de los años. El tiempo desgasta la hermosura de existir. Se va haciendo vejez la vida, deflación, incertidumbre en la apoyatura del vivir. Se echa el paso adelante con la inseguridad de encontrar tierra sólida y la duda de crear huella para el pie siguiente. Un día no encontraremos sustento sólido y nos despeñaremos, nada abajo, hasta otra nada de algodón seca y sombría.

Fátima, Lourdes, semana santa, Guadalupe, Luján, Vaticano. Solemne gregoriano, polifonías triunfantes, vigilias de luz y resurrección. Todo multitud. Y en esas multitudes una Iglesia que encuentra su razón. El número de reunidos da sentido a la vigencia de una lejanía inmensa que se cree cercana en momentos muy concretos. Aglomeraciones sin mensaje o con uno ajeno a la humanidad que trabaja, amasa pan en un andamio, muere de hambre en Somalia o se desangra en guerras. Mensaje que remite a otro mundo despreciando este tablado de vivencia humana y humanizante. La Iglesia vive de multitudes y con ellas se conforma. La sostiene la matemática numérica pura, aséptica, de laboratorio. Y ahí, en esa probeta, experimenta su grandeza, su dimensión de burbuja, su perdurabilidad como mensajera de un ayer sin mañana.

Acaparadora de la verdad única, en contradicción flagrante con la verdad conquistada entre angustias y alegrías por esa aventura que significa ser hombre, la Iglesia se coloca por encima del bien y del mal y por tanto ajena a la lucha diaria, al camino que se hace al andar, a las sombras despejadas a fuerza de músculo para encontrar un poco de luz que llevarse a los ojos. Dios no es el poseído, sino el buscado. Dios no es una consecución del hombre como pensaban los griegos, sino el que se encuentra con la humanidad en una encarnación gozosa y exultante. La Iglesia no es una luchadora, sino una falsa dispensadora de la riqueza que posee y que regala desde su postura dominante a quien implora la salud del hijo, la salida del INEM, la coincidencia con el gordo de Navidad a cambio de andar descalzo detrás de un nazareno, con cadenas tras la Macarena. Chantaje, sólo chantaje. Comercio cómplice de una Iglesia que se da por satisfecha con esa fe descafeinada ajena a un evangelio recio, comprometido y exigente.

Viene el Papa. Aplausos, autoridades de cuatro millones de parados, hambre mortal por el cuerno de Africa, familias desahuciadas mientras los presidentes bancarios besan un anillo de oro, viejos con trescientos euros para llegar a fin de vida. Multitudes y fe. Cincuenta millones de euros y fe. Banderas ,ilitares rindiendo honores y fe.

Estoy junto a una acera viendo pasar el tiempo. Sólo le pido a la vida un ramo de rosas laicas.

lunes, 1 de agosto de 2011

DEMOCRACIA Y LIBERTAD

Los gobiernos viven obsesionados con el orden. Las constituciones de los diversos países garantizan en teoría todo tipo de manifestaciones que explicitan la supuesta libertad en la que vivimos como corresponde a las democracias en que se desarrollan las naciones no sometidas a la tiranía de una dictadura.

El 11-S significó una inflexión que aún no hemos logrado superar. Para garantizar la seguridad, los gobiernos tomaron medidas que todavía hoy se aplican y que han servido a los gobiernos para rebajar la libertad de los ciudadanos del mundo. La policía de muchos países tiene el derecho de profanar la intimidad de cada uno de nosotros con la excusa de garantizar la seguridad. Esta libertad puesta al desnudo con una impudicia obscena implica una mengua de democratización. Casi sin darnos cuenta, los gobiernos han secuestrado nuestra democracia entre los barrotes de la seguridad. La ciudadanía debería exigir, porque tiene derecho a ello, una democracia, una libertad y una seguridad no sólo compatibles entre sí, sino plenas en cada una de sus facetas. La libertad y la democracia siempre entrañan un riesgo, pero corresponde a los gobiernos la garantía de la seguridad sin menoscabo de una y otra.

En la inseguridad y el terrorismo, los gobiernos han encontrado la coartada perfecta para dominar al ciudadano y recortar derechos democráticos. Incluso han conseguido la anuencia de muchos que prefieren esa seguridad y que han renunciado a la compatibilidad de esa trinidad indisoluble. La tendencia a la implantación de medidas dictatoriales, incluso disimuladas, es una tentación de todos los gobiernos. Les llaman orden. Pero son en realidad imposiciones que dan a los gobernantes la potestad de legislar a su antojo.

Noruega se ha inundado de sangre. Las praderas de Utoya estarán para siempre regadas con las vidas de una chavalería que estrenaba besos, caricias, primaverales amores y utopías como verdades prematuras. Allí florecerán para siempre los muertos de Noruega, los muertos de todos. El primer ministro Solttenberg, no ha aprovechado la ocasión para evidenciar la necesidad de un mayor control ciudadano como se ha venido haciendo en los países que han sufrido atentados terroristas. Consciente de que un gobierno digno de ese nombre debe hacer compatible democracia, libertad y seguridad, ha proclamado que contra estos fanáticos cristianos y ultraderechistas hay que implantar más democracia y más libertad. Ejemplar actitud de un gobernante que cree profundamente en el ser humano como individuo y en su pueblo como comunidad.

La democracia no la otorgan los gobiernos. Es una decisión personal vinculada a la propia responsabilidad como opción hacedora de la historia común. Nadie me regala la democracia. Yo la ejerzo desde la madurez personal, desde el compromiso fraternal que acepta al otro como coadjutor de una empresa emprendida en comunidad. No espero decisiones verticales, sino que ejerzo la horizontalidad que me vincula a los otros en la amistad de la vida. Hace los correcto Solttenberg reclamando, no otorgando, más democracia frente a las balas explosivas de la muerte. Los grandes popes de la política deberían mirarse en la pequeña Noruega y en su primer ministro. Más democracia como cicatrizante de tanta herida por la que vomita una ultraderecha a la que no debemos obviar porque es capaz de buscar tapias blancas contra las que apoyar fusilados al amanecer.

La libertad. Estamos orgullosos de las cotas de libertad que hemos alcanzado. Es una conquista reciente y no nos resulta fácil imaginarnos la vida sin esa libertad. Pero también se encargan los gobiernos de limitarla, incluso de acortarla, con sus criterios de orden y seguridad. Se aplican medios técnicos en aeropuertos, en grandes almacenes, hoteles, lugares de pública concurrencia para grabar todo lo que sucede en sus alrededores. Las calles están sembradas de videocámaras que detectan el robo a un viandante o el beso enamorado. Vivimos atravesados por espías que hurgan en nuestra intimidad y que desguazan nuestro vivir. Nos han arrancado una libertad que costó mucha sangre conseguir. Pero nos han concienciado que la aplicación de estos medios técnicos nos dispensan una vida más tranquila, que están implantados por voluntad expresa de la ciudadanía y que aportan paz a nuestro entorno. Y hasta estamos alegres de que así sea.

Solttenberg está decidido a luchar contra el absurdo terrorismo que ha sembrado la muerte en su país. Y para eso propone más democracia y más libertad. El primer ministro noruego cree profundamente en el ser humano y esa fe le conduce a desafiar la maldad con la bondad que germina en cada hombre y que l coloca por encima del mal a la humanidad como conjunto empeñado en la construcción de un mundo mejor.

¿Aprenderá el mundo la lección que nos brinda el dolor de unos jóvenes muertos mientras se enamoraban de la vida?