sábado, 19 de diciembre de 2009

LA NIÑA ALEGRIA

 Con el cariño de hoy y desde la honradez de la palabra,

                                        a los seguidores de mi blog.




Hay que cuidar la alegría. Como hay que cuidar los geranios, la nostalgia, o el amor encontrado de repente en los labios calientes de la vida. Ahora la venden envuelta en celofán, elegante como un río diminuto, envasada al vacío, pura, sin conservantes ni colorantes. Así está en las tiendas de lujo, en los escaparates soberbios del consumo. Alegría a granel, por encargo, alta de precio, que bajará en enero, porque en enero ya no será última moda.


En diciembre se impone la alegría. Se iluminan las noches de los pueblos. Luces breves en cestitos pequeños, como si la gente llevara un amanecer entre las manos. Las grandes ciudades, no. Ellas necesitan demostrar su prepotencia. La luz chorrea desde los árboles, por las paredes. Hay aceras de luz, asfalto de luz, tejados de luz. Se diferencia el centro urbano de los suburbios de chabolas. La luz es patrimonio de los ricos, de las clases medias altas, nunca de los pobres. Los pobres tienen sólo derecho a la oscuridad, a enganchar la pena al generador de penas grandes, sin que se entere la guardia civil, porque a los pobres se les multa incluso por tener penas.

Hay que cuidar la alegría. Caduca pronto. “Consumir preferentemente antes del seis de enero”. Después intoxica, amarga. Se mueren los ángeles que lleva dentro. Y una alegría sin ángeles es como un puñado de jazmines sin tuétanos de aroma. Qué triste la alegría. Tan deseada. Tan manoseada. Tan impuesta. Tan prostituida. Con la fecha de su muerte ciñéndole la cintura. Cinta negra en el pelo de la alegría.

Hay que cuidar la alegría. Como a una especie protegida. Pero sólo en diciembre. Lo ordena un real decreto de las estrellas. Firmado por Belén. Ternura de niño testigo. Pastores. Camellos. Vírgenes azules y trabajadores de garlopa. Asombro de Reyes Magos. Pudor de mujer parida. Primeriza. Con cruces pequeñitas por la sangre. Ríos papel cobrizo. Plateros humildes por los caminos de corcho. Vacas chorreando cariño caliente. Gitanitos paseando las noches, noches nocheras.

Pero a nadie le importa el misterio del hombre. Sólo la alegría. Porque se acaba pronto. Seis de enero. Caballitos de cartón y pelotas de plástico en el chabolerío del suburbio. Trenes electrónicos, universo digital por Gran Vía y Velázquez. Porque la alegría no es igual a la alegría. No confundir el barrio de Salamanca con el cartón piedra de las afueras.

Navidad es el hombre. Naciendo de sí mismo. Creándose. Proyectando futuro. El hombre inaugurando su propia humanidad. Poeta de día séptimo. Sin descanso. Abriendo el vientre de la luz. Indagando la propia identidad para poseerse y entregarse. Dándole a cada hombre su ración de hombre. Dignidad igualada. Sin primacía posible. Creyendo en el tú adorable, en el belén del otro. Dólares al margen, guantánamos clausurados, petróleos blancos de azucenas, entrega de cuerpos abrazados. Crucecitas cicatrizadas en las venas de la virgen primeriza. Madera honrada para la gubia de tanto josé obrero.

Porque Navidad es el hombre, hay que cuidar la alegría. Que no se acabe en enero. Hay que ponerle pañales de mugidos tibios y burritos pequeños y peludos.








sábado, 12 de diciembre de 2009

LAS ROSAS TAMBIEN SE PUDREN

Mediante la palabra, el hombre saca fuera de sí toda su verdad para que pueda ser acogida por el otro en su plenitud. La palabra es ex-posición. El ser humano se entrega en la palabra, se hace donación gratuita, regalo dialogal. En esa entrega va comprometida toda la autenticidad que se alberga en los adentros.


Si lo anterior es verdad, deberíamos preguntarnos qué significa la palabra cuando la pronuncia un político. ¿Por qué cuando el político habla prometiendo, criticando, aportando, no compromete su intimidad? Puede mentir, falsear la realidad, disfrazarla sin que vuelque sobre ella el más mínimo rasgo identitario. Lo expresado por un político y por alguien ajeno al quehacer público cobra distinta dimensión. Al segundo no le permitiríamos ciertas manifestaciones en nuestra presencia. Al primero lo comprendemos porque habla desde una ideología que aspira al poder o a mantenerse en él. La palabra se desconecta del que la pronuncia y nada tiene que ver con su dimensión personal. Se la descoyunta, se la fusila y ninguna responsabilidad recae sobre quien dispara el tiro de gracia.

Más grave es aún el tema de la corrupción. Un político es corrupto sólo cuando se apropia del dinero que nos pertenece a todos o malversa un patrimonio que a todos nos atañe. Luis Roldán fue un corrupto, nadie lo niega. Aznar es un honorable ex presidente, aunque nos mintió sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. Uno se llevó dinero. Otro destruye la palabra. Roldán ha estado o está en la cárcel. Aznar se pasea dando lecciones magistrales por el mundo. Nos duele el euro más que la palabra. Esta inversión de valores desquicia la vida y destroza el quehacer humano.

Según María Dolores de Cospedal "la falta de una posición coherente, fuerte y firme, en muchos temas, quizás induce a pensar a algunas organizaciones terroristas que podemos ser presa fácil". Por su parte Esperanza Aguirre dogmatiza: “La política exterior del Gobierno de España desde que la preside Zapatero hace que nos tomen por el pito del sereno. Los piratas somalíes, los cooperantes catalanes secuestrados en Mauritania. Aminatou Haidar venía de los Estados Unidos. Se le debería haber devuelto allí, y en vez de eso nos la mandan a España”

Cospedal y Aguirre, corrompiendo la palabra, andan sueltas sin orden alguna de búsqueda y captura. Para destrozar a un gobierno no les importa, como no le importa a Aznar, destrozar, humillar, criticar a España. Tan nacionalistas ellos, tan patriotas, tan defensores de la unidad inquebrantable de la patria.

¿Respetables opiniones políticas? Las actitudes miserables nunca son respetables. La democracia, la libertad de expresión son algo más que la impunidad destructiva de ciertas posiciones. Nada tiene que ver con lo que afirmábamos en el principio de este artículo. Los políticos tienen que ser honestos en cuanto al dinero. Pero sobre todo hay que exigirles honradez en cuanto a sus palabras. Atribuir a Al Qaeda la perspicacia de secuestrar a unos constructores de la humanidad culpando a un gobierno de las consecuencias de un secuestro es una actitud miserable.

Y Mariano Rajoy, como siempre: sin inmutarse. Anestesiado con el hedor de ciertas rosas podridas.



sábado, 5 de diciembre de 2009

FUIMOS NIÑOS

Fuimos niños de posguerra. Cartilla de racionamiento. Chocolate de arena con pan duro. Primeros viernes y sábados marianos. Cruzados eucarísticos y luises virginales. Monaguillos rojo y blanco. Escolanías blancas de alabanzas al dios-niño, al dios-doliente, al dios-milagro, nunca al dios-resucitado. Se gestionaba mejor el dolor que la alegría. Doctrina cristiana los domingos. Mandamientos de la Ley de Dios musicados como la tabla de multiplicar del siete. Primera comunión de marinerito o almirante entorchado si eras rico. Pomanlloanmilipapá, nemotecnia de bienaventuranzas anestesiantes, válidas para un reino de consolación, ultramundano, nunca de energía profética. Los pobres, los que lloran, los que sufren son los cumplidores de la voluntad de Dios. Eran más dichosos en este mundo los ricos, los poderosos, los que olían a heno de pravia y varón dandy. Bienhechores perpetuos regalando fincas a monjas pedigüeñas, erigiendo monumentos a Franco y al sagrado Corazón, condecorando Macarenas y Trianas morenas de verde luna.


Niños de posguerra fuimos. Niños-pecado. Con amistades particulares peligrosas de homosexualidad incipiente. Niños-pecado que miraban el jersey de quince años con imaginadas palomas interiores.

-Padre, me gusta una vecina.

-No digas eso, hijo. Las mujeres están puestas en el mundo para hacernos pecar. Sucedió con Eva y ella fue la culpable de la muerte de Cristo. Si es necesario, arráncate los ojos, porque más vale entrar ciego en el reino de los cielos que…

-Padre, a veces me acaricio el alma.

-Eso es un pecado terrible. Haces llorar lágrimas de sangre al Sagrado Corazón y matas nuevamente a Cristo. Jesús vuelve a sufrir toda la pasión por tu culpa. Además debes saber que ese pecado de la carne hace que se reblandezca tu médula espinal y podrías llegar a quedarte paralítico y afecta a tus meninges y te volverías tontito para toda tu vida.

Y uno se marchaba atormentado, con miedo a mirarle la cintura a la Giralda. ¿Era aquello cristianismo o sólo adoctrinamiento sectario, obscurantista? El dios-hombre-del-saco, el dios-látigo, nunca la visión liberadora de un mensaje creador.

Lo que de verdad preocupa al Arzobispado de Madrid es la posibilidad de que el Ejecutivo implante “de forma obligatoria en todos los centros escolares” una asignatura sobre educación afectivo-sexual. “La mal llamada educación afectivo sexual ni educa ni trata de los afectos, aunque sí tiene tal carga sexual que roza la perversión de menores”. “Del amor y los afectos ni palabra. Quizá fuese más propio empezar a utilizar la expresión educación pervertido-sexual”, insiste la publicación Alfa y Omega del Cardenal Rouco.

La Jerarquía aboga por un derecho a la educación religiosa en todos los niveles, pero nunca por una educación sexual. El sexo –se deduce- no pertenece ni al ámbito religioso ni siquiera al humano. Sólo está presente entre las ingles de los cerebros episcopales. Los Obispos –sólo ellos- tienen la capacidad para salvar y condenar al prójimo en base al principal y casi único pecado existente: el relativo al sexo. El Cardenal Javier Lozano Barragán ha llegado a afirmar que los homosexuales y transexuales no entrarán en el reino de los cielos.

¿Pueden los Obispos seguir hablando de adoctrinamiento?