sábado, 18 de abril de 2009

AZNAR, ORACULO DE EUROPA

Aznar se ha constituido en oráculo europeo. Dispensador magnánimo de una ciencia infusa otorgada a sí mismo, se cree autorizado para asegurar que Europa no puede desprenderse de sus orígenes cristianos, so pena de desaparecer como tal Europa. El Cardenal Cañizares, más modesto sin duda, se limita a hacer idéntica reflexión sobre el cristianismo original que sustenta la existencia de España.

El danés Andrew Fogh Rasmussen ha sido nombrado secretario General de la OTAN. Se trata de un mandatario opuesto frontalmente a la censura de las caricaturas de Mahoma y mantuvo su defensa de la libertad de prensa por encima de susceptibilidades religiosas. Y ahora en Harvard, José María Aznar sale en su defensa por el poderoso mensaje que su nombramiento encierra y que le corresponde al mandatario frente a los que no creen en la libertad. “Europa no debe nunca disculparse por sus valores ni renegar de sus raíces cristianas”. Los Gobiernos que se disculpan por unas caricaturas dan el primer paso hacia la rendición de las democracias ante el totalitarismo”

He aquí la postura absolutamente excluyente a que nos tiene acostumbrados el presidente de FAES. Desde la altura que le proporciona su capacidad intelectual, se siente en el derecho de mirar por encima del hombro y a despreciar todo aquello no identificable con los presuntos valores europeos. Europa debe mantenerse, como si del ombligo del mundo se tratara, dentro de sus límites históricos y no puede ampliarse hasta el infinito, porque fuera de ella no hay valores ni referentes que puedan enriquecerla. Más allá de Europa no hay salvación como no la hay fuera de la Iglesia. “Mal que le pese a algunos, Europa no se puede entender sin sus raíces cristianas”

Estoy convencido de que es demasiado pedirle a la formación intelectual del ex-presidente que distinga entre cristianismo y cristiandad. Porque lo que en realidad ha vivido Europa no es un cristianismo transformador del mundo, sino una cristiandad en cuyo nombre se han llevado a cabo las mayores tropelías. Bajo la cruz convertida en espada se han cometido los crímenes más horrendos, se han librado guerras invasoras y fratricidas, se ha sometido a pueblos recién descubiertos descoyuntando su cultura, sus lenguas, sus costumbres. En nombre de esa cristiandad se ha exigido paciencia y resignación a los pobres para que soporten la injusticia proveniente de los potentados remitiéndolos a un cielo consolador instalado siempre en otra vida. Bajo su estandarte se ha exigido silencio y conformidad a los estómagos necesariamente vacíos a costa de los cuales han comido los ricos. Esa cristiandad, falsamente amparada en decisiones bíblicas, ha propiciado el sometimiento de la mujer hasta la humillación y el desprecio más absoluto. Bajo esa consigna se ha frenado la investigación científica cegando caminos de apertura hacia la plenitud humana. Bajo esa cristiandad se ha desposeído a los pobres del mundo con la consiguiente orfandad de agua, alimentos, sanidad, educación, posibilidades comerciales, desarrollo y plenitud. Pero además se nos ha privado a todos de la alegría de ser hombres libres, enfrentados a la aventura siempre inacabada, sin predeterminaciones providenciales, seculares y laicos frente a la luz de cada día. Inyectada llevamos la pena como pecadores irredentos, destemporalizados en aras de una eternidad infinita, acumuladores de dolor y tristeza penitente y exculpatoria.

Defender y proclamar la cristiandad significa provocar la permanencia en el sometimiento del hombre ante el hombre. Los pobres, sólo los pobres, pueden devolverle al mundo la elegancia de existir

viernes, 17 de abril de 2009

RAICES Y FUTURO

En la historia reciente de España, la Iglesia no puede presentarse como modelo y guía, como empeño creador de futuro. No ha sido precisamente una fuerza dinamizadora, sino más bien una rémora. La llevamos pegada a la piel los que tenemos por dentro caminos de vinilo, hundida en la memoria de la España oscurantista, de libertad secuestra, de expansión intelectual prohibida, de cuajarón repugnante, de bota militar, de silencio estrangulador del pensamiento, de muros fusilados al amanecer. Bajo esta sombra de piedra hemos vivido la mitad de nuestras vidas muchos de los que hoy hemos conseguido construir un país alargado hacia el futuro. Necesitamos un mañana para los que nunca tuvimos un ayer. Una palabra de libertad para los que nunca tuvimos la libertad de la palabra.

Y en estas el Cardenal Cañizares, ministro encumbrado a Roma, nos exige crecer desde nuestras raíces cristianas, “porque si España las pierde dejará de ser España” ¿De qué raíces hablamos, Cardenal? ¿De Reyes Católicos deportadores de árabes poetas, filósofos, médicos, arquitectos? ¿De inquisición hablamos? ¿Del Dios-Pelayo reconquistando grutas asturianas? ¿De intelectuales, literatos, artistas desterrados para siempre? ¿De Lorcas cruelmente asesinados? ¿De una Iglesia cómplice de generales golpistas, prostituída a cambio de privilegios indignos de quien se proclama seguidora del evangelio? ¿De una casta sacerdotal que delataba a los rebeldes del régimen para absolverlos a la hora del tiro de gracia?

Le aseguro que no hablo desde el odio, sino desde el grito de huérfanos, de viudas, de niños que nunca fuimos niños, de estómagos calientes con un avecrén semanal. Uno grita desde el dolor de pies dolidos, siempre peregrinos, hacia la libertad, desde la angustia de los que murieron cansados del cansancio de no descansar nunca.

Para evitar esa desintegración propone el Cardenal “que la Iglesia española despierte y ofrezca a la sociedad aquello que nadie puede ofrecer: una humanidad nueva, verdaderamente renovada que se construye sobre la base del amor, la justicia y la libertad” La Iglesia es quien primeramente debe sufrir una radical conversión. Debe sentarse alrededor de los valores humanos, asumirlos, compartirlos y ayudar en la siembra de un mañana fecundo de horizontes.

¿Tienen cabida en esa nueva Iglesia la mujer como valor autónomo, la hondura del amor incluso homosexual, el dinamismo de la ciencia como empuje hacia el gozo, la convivencia del hombre consigo mismo al margen de determinismos asfixiantes? ¿Asumirá la sexualidad como un temblor creador y no como un precipicio hacia el fuego eterno? ¿Está decidida la Iglesia a cooperar en la búsqueda limpia de caminos sin ángeles exterminadores, sin anatemas frustrantes, sin dogmatismos acomplejados de exclusividad? ¿Está empeñada en ser carne de mundo, voz profética contra la injusticia, prójima de los pobres?

Escuece lo escrito, pero escrito está. Buen viaje, Monseñor. Que la gloria de Bernini no se lo tenga en cuenta.


domingo, 12 de abril de 2009

ROJERIO

Fue en el debate de La Noria. María Antonia Iglesias, Enric Sopena y Terelu Campos. Enfrente, Miguel Angel Rodríguez, Isabel Durán y un sacerdote católico, cuyo nombre no recuerdo. Este último ya había llamado a los homosexuales “mala hierba”

Tema de discusión: ¿Es la semana santa un acto estrictamente religioso o lo utilizan muchos como escaparate, negocio o espectáculo? Y las posturas quedaron claras, aunque nadie se adentró en la raíz del planteamiento: ¿es lo mismo religión que cristianismo? En esta distinción radica el equívoco, aprovechado por la Iglesia, para adosar al cristianismo lo que en realidad es religión. Nadie parece recordar un libro pequeño pero profundo de Romano Guardini: “El cristianismo no es una religión” Pero no es esta la cuestión.

Salió a relucir el lacito blanco promovido por la Conferencia Episcopal y adoptado por las cofradías, aunque de forma minoritaria. Sopena aportó la visión de “El Roto”: Cristo crucificado, lazo en el travesaño de la cruz, y la sentencia: “Lo que me faltaba, lacitos”

Se encabritaron los grandes defensores de la vida. El sacerdote, el de las malas hierbas, arremetió (no confundir con argumentar) y María Antonia le replicó que carecía de piedad y amor hacia los homosexuales. Nunca entenderé que se le pida a la Iglesia piedad para alguien que ejerce el derecho de su cuerpo, el derecho a amar. Un suelo sin el cual el ser humano deja de serlo, porque o se es amor o no se es nada. Pero el sacerdote se encaramó a su complejo de superioridad y vomitó: no tenéis más inteligencia que la justa para denigrar a la Iglesia.

Isabel Durán, esa sonrisa Lácer de la derecha, se erigió como madre coraje de la vida. Entrañas defensoras, agustina imperial de linces episcopales, de fundamentalismos rubios.

Y Miguel Angel Rodríguez, músculo de nazareno vallisoletano, reconocido por su cristiana entrega a los pobres, padre auxiliador de moribundos de Irak, proclamador de las injusticias del mundo, defensor de los derechos de la mujer frente a talibanes afganos, de sotana, llamando “miniministra” a Bibiana Aido, empujando murallas fetales hacia la vida, altavoz de la libertad irreductible de Botellas y Aznares por tertulias de Esperanzas y Susanas matinales.

Todavía le quedó aliento para llamar “rojerío” a María Antonia, Enric y Terelu. Y España se puso en pié, España de lazo blanco, de saeta con cintura de Placentines, de Macarena condecorada, de Gran Poder de Gobelas, de trianeras Esperanzas, para gritarle: guapo, guapo y guapo. “Porque hoy, vencido y desarmado el ejército rojo”… Firmado: Francisco Franco.

¿Para cuándo una derecha con lazos blancos, verdes, azules, rosas en los balcones de España?

jueves, 9 de abril de 2009

SAN FEDERICO APOSTOL

Viene de lejos, cuando Constantino. La Iglesia arrancó del vientre del mundo su existencia y la colocó en paralelo al devenir humano. Iglesia de carne sin carne de mundo. Sin posibilidad de encuentro. Desentrañada. Desencarnada. Ajena al Cristo de tierra. El reino era reino, pero no de este mundo. Monarquía para siempre. Cubiertos los pies de obediencia ciega, pisando conciencias, ahogando rebeldías, asfixiando pensamientos y autonomías creativas.

La Iglesia, arrancada de la carne del mundo, sobrevolaba horizontes de utopía, de caminos roturados, de interrogantes madres de interrogantes. Ruta de tiaras reales, absorbentes de poder. Mitras capitaneando verdades absolutas, monopolizadas, detenidas, colgadas de extramuros del tiempo. Hombres y mujeres encontrándose en el amor, soportando angustias, con hechuras incompletas, con certezas inciertas, preocupaciones de estómago, conscientes de finitud, amando los ilimitados límites de la muerte.

Iglesia-sociedad-perfecta. Monarca, príncipes, códigos, universidades, oráculos hertzianos. Por encima. En paralelo. Docente siempre. Repartiendo verdades a un rebaño sometido. Pastoreando un pueblo castrado de iniciativas. Apoyando dictaduras. Condecorando cruzadas. Aplazando alegrías. Enemistando un cielo de recompensas inalcanzables con un mundo construido en la lucha permanente del hombre por ser hombre.

España tiene memoria de ayer reciente, heridas que escuecen, abiertas todavía y que ciertos radiopredicadores se empeñan en rociar de odio, de vómito caliente cada día. El GEES de Aznar denunciando que la izquierda española añora el 36, que se empeña en la destrucción del cristianismo, con Borbones inmóviles contemplando los ataques a la Iglesia y una derecha posmoderna de facebook paralizada. Sólo La Mañana y La Linterna de COPE han sido capaces de atraer una respuesta al proceso de descristianización masiva de España” La caída de Losantos y Vidal significa la claudicación frente a la cristofobia y las razzias añoradas por regímenes destructores de la España cristiana. “Hoy en día, no son las homilías en los templos, ni el semanario Alba los que desintoxican a generaciones enteras de los dogmas progresistas sobre el cristianismo, sino las columnas y monólogos de Jiménez Losantos o los editoriales y libros de César Vidal”, defiende el GEES. “El locutor de COPE ni es santo ni podrá serlo nunca; pero ha hecho por la Iglesia más que muchos de sus fieles”, advierte, asegurando que “buena parte de la sociedad ha conocido por Jiménez Losantos las mentiras de la leyenda negra, la persecución religiosa y los crímenes horrendos cometidos por el Frente Popular”

La Iglesia está salvada. Federico y César la redimen cada día. Gracias al odio, a la homofobia, a la xenofobia. Federico y César son la conciencia viva y redentora del pueblo español. El GEES los ha ungido. Pío Moa se postra ante su palabra salvadora. A Rouco, Cañizares, Gascó les toca poner el palio.

Franco colecciona olvidos por la sierra madrileña. Santos Federico apóstol, César primado, Pío Moa converso, Nacho Villa cofrade, salvadnos del rojerío, del Dios perdido entre los pinares, cultivando lunas judeomasónicas.

jueves, 2 de abril de 2009

OBISPO CARCELERO

El Obispo Martínez Camino es el portavoz de la Conferencia Episcopal y convierte sus ruedas de prensa en verborrea hiriente por orgullosa, hueca por carente de contenidos y sofista sobre todo. Cuando se lanza la palabra y se esconde el sentido auténtico del mensaje que encierra, se cae en el fariseísmo más puro, en la oquedad más absoluta. Proclama sin empacho que la unión del esperma con el óvulo es un bebé, y debe protegerse más que al lince. Pero esa unión no es un niño, ni un bebé es un lince. De ahí que quienes dañan algunas especies protegidas deban sufrir penas de cárcel porque esas especies son patrimonio del mundo y el mundo es el ámbito donde el hombre realiza su existencia como projimidad fraternal e histórica. El hombre es algo más que duración temporal. Existe en cuanto unidad, unicidad, irrepetibilidad, historicidad.

Es verdad que hay una “situación masiva de desprecio a la vida” Se desprecia la vida del pobre, del trabajador, del enfermo, del viejo, del diferente. Se siente aversión hacia la existencia inútilmente bella de cada ser humano por improductivo de riqueza crematística. Llenamos de eufemismos el trato diario sin renovar por dentro los significados: el ciego es invidente, el anciano tercera edad, es minusválido (término obsceno) quien no puede realizar determinada actividad. Las palabras bien sonantes son balas destructoras, pero que anestesian de paso nuestras conciencias competitivas. Esta defensa interesa menos al Obispo Camino.

“El Código Penal establece penas de prisión para quien atente contra la flora y la fauna por lo que la protección de la vida humana, incluso jurídicamente, debe ser adecuada a este hecho. En la ley actual, el aborto está tipificado como delito” constató Camino. ¿Significa esto que la Iglesia aboga por la cárcel para las mujeres que abortan? El portavoz episcopal, pretendiendo ocultar el contenido consecuente de sus palabras, hace recaer esa responsabilidad sobre una sentencia judicial. “Eso no lo he dicho yo ni lo diré. Lo debe decidir un juez”

Ahí radica la oquedad de la palabra, la casuística hipócrita de una Jerarquía que no es capaz de ser consecuente con el mensaje que proclama. Es pura cobardía exigir la cárcel para una opción humana debidamente legislada y encargar a otro, por remordimientos de conciencia, que cierre la celda por fuera. Martínez Camino no es un verdugo. Ese papel, ciertamente repugnante, lo encomienda a otros. Mantiene así limpias sus manos. La ejecución de su sentencia le pertenece a los jueces.

Si los Obispos españoles estuvieran volcados en la defensa de los marginados, luchando contra la miseria, contra las guerras, contra el abandono de tantos y tantos seres humanos, no caerían en imposiciones. Se sentarían a la mesa del mundo a buscar la verdad, sin orgullo ni complejos de superioridad. Helder Cámara, Romero, Casaldáliga, los jesuitas de la UCA, los teólogos de la liberación apuestan por la anchura de la vida. Qué contraste. Algunos Obispos por estos pagos elucubran cárceles, calles despejadas de pecados malolientes que manchan esclavinas de armiño y muaré.