miércoles, 29 de octubre de 2008

LA DERECHA OFENDIDA

Entre todos le hicimos un hueco a la palabra. Plaza del encuentro la llamamos. La tuvo prohibida el dictador. Pero a ella nos acercábamos en las noches calientes de fusiles, de procesos mil uno, de presos despeñados por ventanas carcelarias, de disparos al aire que mataban obreros y estudiantes.

Por noviembre fue. Lejano para muchos. Cercano siempre para otros. Intimo como el recuerdo del beso primero y escondido. Nació la palabra. De libertad encinta, de libertad parturienta. Palabra brotada del hueco que le hicimos durante cuarenta años contra la condena sumarísima de enterrarla en una fosa común. Para que nadie la encontrara, para que ningún padre nuestro la redimiera, para que ninguna cruz de los vientos la velara. Palabra sometida por pistolas, pisoteada por botas relucientes, esposada en Fuentevaqueros, aplastada por la tierra más tierra de la tierra.

Empezamos a ser libres a la sombra de la palabra. Se refundó el estado: el otro aportando verdad a la verdad de cada dia, derechos nuevos, ciudadanía sin vasallaje, ejercida entre todos, urnas preñadas de libertad sin ira, hombro con hombro porque pesaba el mañana.

La palabra no fue herencia. Creación más bien, luchada y conseguida en carabancheles destruidos. Por eso repugna la violación de la palabra, su maltrato, su desnudez aprovechada en nombre de la libertad de expresión. Los mundos, las copes, las isabeles, los m-a-rodríguez, los vidales, los alcaraces. “Zapatero y ETA tienen el mismo proyecto” “Zapatero debe explicar qué grupo terrorista le llevó a la Moncloa” “Zapatero encumbra a ETA” “Zapatero ha negociado con ETA la entrega de Navarra” “Zapatero es el socio de ETA en la empresa de destruir España” “Zapatero ha traicionado a los muertos. Si no le ponen bombas es porque está entregado a los terroristas” “Zapatero rompe España por exigencias de la banda” ¿Seguimos? Palabra prostituida, violada, maltratada. En nombre de la libertad de expresión. Como si nombrarla en vano no fuera un crimen de lesa democracia.

Y cuando alguien defiende la honestidad, la integridad de la palabra se ofende la derecha, se levanta de la tertulia política y se va con su dignidad (léase indignidad) a otra parte. Siguen teniendo la obsesión de la pertenencia, como en el pasado. La derecha salvaje, casi la única que ha tenido este país, siempre ha caído en la tentación de apropiarse de las aspiraciones, de las necesidades, de los pensamientos de la totalidad. Los matrimonios homosexuales no interesan a la mayoría porque no encaja en la mentalidad nacionalcatólica de la derecha. La memoria histórica reabre heridas. ¿Las heridas de quién? No se puede entender España sin cristianismo. ¿De qué cristianismo hablamos?

Sobre la palabra descansa y se construye nuestro estado de derecho. Habrá que defenderlo contra sutiles alzamientos nacionales.


lunes, 27 de octubre de 2008

EL DERECHO DE LAS ROSAS

Un grupo de actrices ha colgado en los balcones del alma un ramo de rosas. Y le han puesto un nombre: rosas blancas por la paz. Flores limpias, recién cortadas, engalanando el camino que se abrió un veinticuatro de marzo y que día a día vamos construyendo los hombres y mujeres de este país. Con el vértigo que siempre produce el quehacer humano, con la duda en la sangre, con el remordimiento del olvido, con la esperanza de la lucha. Conscientes de la fragilidad del esfuerzo, como si de mimar al viento se tratara.

Hay otros balcones con rosas: rosas blancas por la dignidad. Y uno quiere mantener la unidad del corazón y amarlas a todas, porque el hombre no sabe qué será de su vida si algún día le faltan las rosas.

El Presidente Zapatero tiene rosas blancas: blancas, sin más. Y teñidas de sangre también. Porque se las entregó una diputada del Partido Popular. Parecían rosas apuñaladas, abierto el costado, fusiladas al amanecer. La recibió el Presidente con una sonrisa y pasó toda la sesión parlamentaria pensando en ellas. No escuchó a Rajoy que reivindicaba la memoria de los muertos. Se olvidó de Aceves que chapoteaba en el barro del once de marzo. Ignoró a Zaplana que pedía explicaciones que él nunca supo dar. Pensaba el Presidente en las rosas blancas y en las rosas manchadas de sangre que le había entregado una diputada del Partido Popular.

Subió a la tribuna y pidió el consenso de todos los partidos para votar el derecho de las rosas. Hay que exigir a la O.N.U. que proclame con urgencia la alianza de las rosas. Tendrán libertad para elegir democráticamente el color que prefieran. Están en su derecho. Pero a todas se les exige que guarden en su vientre la paz y la dignidad. Sin contraponerlas. ¿Cómo se pueden enfrentar paz y dignidad? ¿Y por qué hay que identificar dignidad con sangre? Tal vez porque alguien ignora qué es la paz, qué es la dignidad y qué son las rosas. O tal vez porque alguien se empeña en decapitar una flor y aprovechar su sangre para decorar la vida.

La paz o es digna o no es paz. La dignidad encierra la paz o no es dignidad. Manchar con sangre el camino es apostar por cegarlo, es fabricar trombos en el aire. Y la sangre duele cuando estamos empeñados en proclamar el derecho de las rosas.

HIPOTECAS-BASURA

Lo dicen los entendidos: las hipotecas-basura están en el origen de la crisis que sufre el mundo. Los bancos concedieron créditos hipotecarios en exceso a gente que después no ha podido pagarlos. No se aseguraron del patrimonio, del trabajo o de la solvencia de los avales. Y de golpe se encontraron los misericordiosos banqueros con que les resultaba imposible rescatar las cantidades prestadas más los intereses de usura correspondientes. Habían concedido demasiado dinero a los pobres. Por eso, porque el dinero se entregaba a gente con trabajos inestables, carentes de respaldo patrimonial y avalados por otros insolventes, se llaman HIPOTECAS-BASURA.

Los ricos, los clientes preferentes, siempre cumplen con su palabra. Son formales, buenos pagadores y no les importa devolver el dinero recibido para ayudar a enriquecerse a sus colegas banqueros potentes y prepotentes. Con ellos la economía siempre está asegurada. Una cosa es prestar millón y medio de euros para que DON FULANO se compre un palacio y otra muy distinta entregar doscientos cincuenta mil a un barrendero del ayuntamiento para albergar a su familia en un pisito de treinta metros cuadrados. Está cantado que este pobre-hombre-hombre-pobre terminará en el paro y dejará de pagar. Y con ello será el responsable de la caída estrepitosa de los botines y los gonzález. Los pobres, siempre los pobres, son los culpables de la crisis económica.

Cuando hace tres años la limpiadora de oficinas, separada, dos hijos y una madre-gran-dependiente, pagó el primer recibo de su hipoteca, éste importaba seiscientos euros. Ahora, entre el mayor valor del euribor y la subida de intereses, el banco le reclama mil cien. Al Banco Central Europeo le salen las cuentas. Pero a la limpiadora de oficinas no. Y la limpiadora de oficinas pasa a engrosar el número de criminales que apuñala bancos un sábado al atardecer.

El piso tiene un costo de construcción cifrado en diez millones de pesetas. (al minero no le entran en la cabeza los euros), pero él ha tenido que pagar cuarenta al gran empresario de la construcción. El gran empresario, el señor importante, el presidente del consejo de administración, tiene tres hijos estudiando en EE.UU. Y tiene que dedicar muchas horas para sacar treinta millones de beneficio por piso. Y cuesta mucho el jet privado imprescindible para los desplazamientos, porque él no sólo no puede perder dinero, ni siquiera tiempo puede perder. El tiempo de los ricos es oro. El de los pobres trabajo y cansancio.

Crisis mundial. El mundo declara culpable a los pobres. Por eso se llaman HIPOTECAS-BASURA.

sábado, 25 de octubre de 2008

SAN AZNAR, ORA PRO NOBIS

Bush anfitrión. Embalsamado de historia, pero anfitrión. Por el tiempo enterrado, pero anfitrión. Amortajado de Irak, pero anfitrión. Pordiosero de gloria, coleccionista de olvidos, huérfano de Azores, de Blair, de Aznar, pero anfitrión.

G-8- G-20. Arrojando dólares, euros, hipotecas-basura sobre el catafalco de sedas negras, de crespones negros. Capitalismo muerto. Resucitado capitalismo. Dispuestos a refundarlo, a ponerlo de pié con una elegancia nueva, gloriosa, celebrando la eucaristía laica entre bancos tiritando de miedo.

Zapatero tal vez ausente. No invitado a tanto funeral, desterrado por socialista, por obama blanco candidato. Zapatero plañidera porque nadie quiere prestarle el tarjetón que acredita lágrimas funerarias.

España tiene derecho a llorar. Tiene bancos repletos de hipotecas brillantes, pagadas con sudores, con altos andamios, con horas extras en oficinas grises. Intereses, comisiones de botines, de vulgares gonzales bbv, de importantes señores blindados de contratos y jubilaciones de arrugas millonarias.

Zapatero, ausente tal vez. Incomprensiblemente ausente de esa cúpula de ricos aupados en tapias de miseria. Ausente tal vez. De botellón y porros en el descampado de Moncloa, jugando a soldaditos inocentes de Irak, a joven orgulloso de nación orgullosa.

Montoro exigiendo que Zapatero pida perdón por tanto parado en plazas de pueblos soleados de otoño. Que pida perdón por tanto viernes santo de INEM crucificado, de mujeres y hombres fichando su dolor cada quince días, de teléfono cortado, de luz cortada porque son incompatibles con la limosna del subsidio.

Montoro exigiendo que Zapatero pida perdón. Imitando al Aznar-penitente, nazareno-castellano, descalzo de gloria, de vanidad, arrepentido de Azores, converso sin armas de destrucción masiva, purificado de sangre iraquí. Como Aznar-íntimo-de-Bush, predicador de proyectos cósmicos gloriosos, profeta de futuros climáticos inmutables, sin temperaturas cambiantes, sin calentamientos sospechosos de polos erectos.

Y los analistas políticos, los contertulios de mesas televisivas, radiofónicas pidiendo intercesiones. Zapatero debe pedir, suplicar, sacar en rogativas su orgullo. Y peregrinar hasta la ermita de san aznar. Para que interceda ante bush enterrado entre G-8 y G-20. Para asistir al espectáculo de la resurrección del capitalismo. San José María, ora pro nobis. En nombre de Mariano, tu vicario en la tierra, de Cospedal-paridora-de-partidos centristas. Por la gloria del camarada Acebes, del móvil nokia Zaplana, de María de porcelana vasca, de Mayor Oreja tristón, de Alcaraz mercantil de dolor subastado.

Yo, José Luis advenedizo, dudoso, sin conciencia de política exterior, que quiero un planeta verde y no azul, que no supe comprender la gloria del ejército vasco de liberación, que vendí Navarra, que rompí la España una, grande y libre, que gané unas elecciones un catorce de marzo de cuya fecha no quiero acordarme. Mírame aquí sin un bush que llevarme a la boca, sin una condolezza-giralda-morena. Mírame, San Aznar et ora pro nobis.

miércoles, 22 de octubre de 2008

MONSEÑOR ARENAS

“La memoria histórica es muerte, la guerra civil es muerte, la eutanasia es muerte, el aborto es muerte. El PP, sin embargo, defiende la vida y el futuro”. Estas palabras pertenecen a Javier Arenas, aunque parezcan pronunciadas por Rouco Varela.


La memoria histórica no es muerte, es un derecho irrenunciable. Algunos tenemos la mitad de nuestra vida enterrada entre sables, espuelas, cárceles e indulgencias plenarias. Quien me niegue este derecho está ejecutando otra vez un golpe de estado, me está situando nuevamente contra las tapias blancas de algún cementerio.

La guerra civil es muerte. Condenemos todos, absolutamente todos, el glorioso movimiento nacional, el alzamiento criminal, a sus colaboradores, sus palmeros, sus parásitos y reivindiquemos el honor de sus víctimas. Mientras alguien se niegue a esa condena, tendremos que considerarlo complaciente con un ayer de plomo.

Tampoco la eutanasia es muerte. Es un derecho que reivindico tal vez por la simple conciencia de su cercanía. Quiero ser consecuente y proclamar que la muerte es un acto más de la vida. Se ha ido educando (sacando de dentro) y llegado el momento hay que parirla gozosamente para regresar al vientre supremo de la tierra y del tiempo. Tal vez en eso consista la eternidad.

Si el aborto afectara al varón, tal vez no existiría tal incomprensión. Pero de la mujer se trata. De ese ser cuya alma estuvo en duda durante siglos, cuyo derecho al voto se reconoció últimamente, cuyos derechos más elementales tienen que ser reconocidos por ley porque a los machos les surge desde su interioridad negarlos. Mujeres asesinadas por hombres que hicieron de sus labios puñales temblorosos y asesinos.

El Dios propuesto por Rouco, Gascó, Catalá, San Sebastián, etc. es el Dios-18-de-Julio. Franco murió. Pero dicen haberlo visto merodear por Génova de la mano de Martínez Camino. Existen intereses en la reconstrucción de un dios neocon, victorioso al paso alegre de la paz, tertuliano de COPE, ideólogo de FAES. Dios es una propiedad privada de la derecha alimentada de una Iglesia nostálgica de pasado, cerrada a la investigación, a la implantación de nuevos derechos, amnésica de su ayer más inmediato, viuda triste de un concubinato sacrílego de cuarenta años.

¿Qué futuro defiende el Partido Popular, señor Arenas, si se opone a estos derechos básicos? Es triste que coincida palabra por palabra con una Jerarquía esclerotizada que no logra comprender que lo humano es grande por el hecho de serlo, sin que nadie tenga que concederle autonomía alguna. Dios, señores Obispos, no es un chiquero donde esconder cobardemente el alvero a veces angustioso de la vida. Hay que permanecer en los medios, juntos los pies sobre el eje de la cintura. La soledad es la valentía de la existencia, sin caudillos salvadores, sin mitras que bendigan urbi et orbi, sin cobardías de dioses-peones que alivien la faena.

Le acompaño en el sentimiento, Monseñor Arenas. Voy a quedarme un rato hasta que haga de mi muerte el derecho último, alegre y elegante de la vida.

domingo, 19 de octubre de 2008

MESIAS PEQUEÑITO

Pequeñito. Como un nardo andaluz. Giraldilla abreviada de caderas sureñas. Clavel morenito como un camborio lorquiano. Javier se llama. Mesías. Salvador. Inmaculada la sangre. Concepción inmaculada. Fiesta limpia de genes salvadores. Nació Javier del vientre de la alegría. Sanitariamente puro, de hospitales sin mezcla de güemes y aguirres privatizadores. Verde y blanca la cuna del mesías pequeñito.

Javier se acercó a la vida. Abel fraternal por dentro. Buscando al hermano Andrés, sediento de sangre nueva, buscador de venas amigas. Sangre ajardinada para que a Andrés le crezca su humanidad mendiga. Hasta que pueda capitalizar los hematíes, hasta que le crezcan glóbulos en los campos anchos de su vida.

Se lo anunciaron a Andrés gabrieles de plumas blancas: ha nacido el mesías y le pondrás por nombre Javier. El es tu salvador. Lo ha parido la ciencia en el vientre moreno de tu madre, con padre camionero, manos hipotecadas de canteras. Los salvadores siempre nacen en belenes pobres, en vientres pobres, en camiones de letras impagadas.


"El nacimiento de una persona ha venido acompañado de la destrucción de otras, sus propios hermanos" Eres “el resultado de una práctica horrenda e inaceptable” Lo han dicho los Obispos. Ellos no te quieren. Te han llamado destructor. Les ha costado encontrar la palabra. Les brotaba el término asesino, fratricida, caín. Pero ellos, tan acostumbrados a frases farisaicas, encubridoras de oscuras intenciones, te llaman sólo destructor. Son más amigos del dolor y la muerte. Proclaman la resurrección de Cristo, pero están anclados, necesitados, enamorados del viernes santo. Madre dolorosa, ruega por nosotros. La amargura es un rictus de salvación. La misa, el santo sacrificio. Tienen una semana dedicada a enaltecer el sufrimiento. La penitencia es la única reinserción del pecador. Los mártires son válidos porque padecen. Jesús salva por la cruz. La alegría es una prostituta de muslos pecadores.

La Iglesia ha tenido siempre miedo a la ciencia. Ha recelado siempre de los avances del conocimiento. No son conscientes de que un Dios erigido sobre la ignorancia, necesitado de la penumbra intelectual, se convierte en una existencia devaluada, carente de sentido, válido sólo comercialmente (quien pueda entender que entienda), pobre dios rentable de mercadillo callejero.

No te quieren, Javier, porque vienes abriendo caminos, con futuros alegres bajo el brazo, con esperanzas brotadas, con mañanas de promesas. No te quieren los Obispos. Te insultan porque ignoran el gozo de un rosal. No importa. Prefieren jugar a la tristeza, a oscuros corazones en penumbra, a vírgenes grises, infecundas.

Nos ha traído una estrella hasta tu portal entrañable. Madre morena. Padre camionero. Aquí estamos los que hacemos del camino una provisionalidad constructiva. Algunos a punto de marcharnos por el túnel oscuro de la muerte, mientras Andrés disfruta despacito el pan caliente de la vida.





lunes, 13 de octubre de 2008

CRISTIANISMO MANIQUEO

El maniqueísmo es un viejo conocido humano. Este western ideológico nos ha perseguido a lo largo de la historia. Pero han sido sobre todo las religiones las más necesitadas de recurrir al dualismo maldad-bondad por razones obvias. La Iglesia católica lo condenó hace muchos siglos, pero lo explicita recurrentemente en su mensaje. Precisa de su existencia como contradicción divisoria: Dios-hombre, materia-espíritu, cuerpo-alma, cielo-infierno, etc.

Los dioses son presentados por todas las religiones como seres buenos, misericordiosos, compasivos. Son la síntesis de todos los bienes sin mezcla de mal alguno, como el cielo mismo que nos enseñaron en el parvulario. Y esos dioses aman en el hombre la bondad, la comprensión, la caridad. Pero observan desde su infinita distancia al ser humano transido de maldad, de traición, de capacidad destructora. Y lo positivo-negativo del ser humano ocupa distintas residencias: el cuerpo y el alma. Todo lo que se derive del cuerpo (placer, estética, bienestar…) es malo y despreciable por definición. La soledad, el sufrimiento, el dolor son la floración del alma. Ya tenemos diferenciados los campos. Y de su enfrentamiento nacen las predilecciones divinas. Dios estima el alma y desprecia el cuerpo. Este maniqueísmo exterior recorre al hombre que nunca es unidad en sí mismo sino dualidad enfrentada. El cuerpo es barro y al barro vuelve, mientras que el alma se aúpa hasta la divinidad si no ha sido cómplice de la perversión corporal. Ormuz y Ahriman siguen vigentes pese a las condenas seculares que pesan sobre ellos.

Pero ese maniqueísmo se da también dentro de la propia divinidad. Según Benedicto XVI, Dios siempre ha buscado la salvación del mundo, pero ese mismo Dios ha tenido que acudir frecuentemente al castigo. Lo demuestra la historia. Tenemos por tanto a Ormuz y Ahriman instalados nada menos que en el centro de la divinidad, formando una unidad hipostática con él.

El placer sexual, la huida del dolor, la superación de la enfermedad que Dios nos manda, los cuidados paliativos (Cristo no los tuvo dice el Obispo Sebastián), la buena muerte (eso significa eutanasia), son todos elementos rechazables por el Padre-bondad porque no le permiten disfrutar del dolor, de la angustia de sus criaturas, de la descomposición del cuerpo que aplaca su ira de Dios-furioso. Y entre esta bondad-maldad del propio Dios, el hombre debe elegir salvar su alma, aunque deba seguir al Gran Poder descalzo sobre los bellos adoquines sevillanos y flagelarse hasta la sangre como en la austera semana santa castellana.

La laicicidad como madurez de conciencia, la investigación que lleve a la eliminación del dolor, la muerte como despedida elegante de la vida, el ser humano como unidad indisoluble y central del universo, la búsqueda como empeño creador, el amor, la libertad, nos alejan de un dios amante de fracturas existenciales, distorsionantes de la armonía de lo humano.

Quiero ser sólo hombre. Si Dios se anima, caminaremos juntos por el aire otoñal de los pinares.

YO NO SOY GAY

“Los Obispos no deben meterse en política”. Esta frase la he oído pronunciar a la derecha, a la izquierda y al centro, metidos ya en democracia. Era muy frecuente en tiempos de Franco, pero siempre cuando los Obispos decían algo que no le convenía oír al todogeneral. Porque durante cuarenta años apoyaron con la palabra y con los gestos su política y nunca les reprochó que lo hicieran. Pero bastaba una voz discordante (recuérdese, por ejemplo, Añoveros o Pablo VI) para que surgiese el anatema contra la injerencia en temas que no les pertenecía. Y yo me pregunto por qué en democracia se les niega el derecho a la opinión a unos ciudadanos a los que la Constitución no margina del quehacer común que es la política.

Otra historia es que los motivos de esa opinión sean tan reprobables como los del abogado o el ferretero de la esquina. Porque a mí me hubiera gustado ver a los Obispos convocando una manifestación contra la guerra de Irak, contra el hambre para exigir el 0,7% y paliar las miserias del tercer mundo. Me hubiera gustado verlos luchar contra el maltrato a las mujeres (me refiero al mal trato de los compañeros sentimentales, no al maltrato que da la propia jerarquía a la mujer), contra la opresión del trabajador, contra el desprecio al que someten a los pobres los banqueros que financian catedrales o las instituciones que ejercen la usura mientras depositan flores en las fiestas patronales. Ahí los quisiera yo ver. Pero se limitan a una condena moral en nombre de un Dios lejano y ajeno al dolor de la historia.

Y ahora resulta que convocan una manifestación contra la felicidad. El elemento diferenciador de lo humano es el amor. Cuando el amor prima sobre cualquier otra circunstancia se humaniza la situación. Y el amor tiende a la unión prolongada en el tiempo, tal vez hasta la eternidad. Y a esa plenitud, la ejerza quien la ejerza, se le llama convencionalmente matrimonio. Yo me enamoré de mi mujer haciéndole una entrevista periodística. Y la vecina de enfrente se enamoró de otra chica cuando entre las dos sacaron a un niño pequeño de un coche accidentado en la nacional VI. ¿Que la calidad de mi amor es superior a la de mis amigas? No soy tan soberbio para creérmelo.

A los homosexuales se les abría materialmente la cabeza a principios del siglo XX para poder cambiarles la desviación que sufrían. Cientos de miles fueron gaseados por los nazis en una guerra que de tan cercana nos pisa los talones. Y ahora que un gobierno les da un derecho que siempre debieron tener, van los Obispos y se oponen a la felicidad. ¿En nombre de quién? ¿De Dios? ¿O de una visión estrávica, emponzoñada, oscura? Para defender a la familia, dicen. Pues bien, yo les aseguro que no me he visto afectado negativamente nunca por el amor de nadie hacia nadie. Nos mutila el odio, el abandono, la falta de compromiso. A la historia la sustenta el amor. A la gran historia y a la pequeña aventura de las rosas.

Y apoyándose en el báculo va el Partido Popular. Luchando contra los propios militantes homosexuales del PP. Con tal de enfrentarse al gobierno tienen que unirse con quien sea y contra quien sea. Cuánto cinismo y cuánta hipocresía. También Aznar dijo que los Obispos no debían meterse en política. Pero eran otos tiempos.

España es un país machista. Pero sobre todo es un país macho. Lo saben los que sostienen la pancarta de esa manifestación. Y lo defienden. Que ustedes lo pasen bien. Ese día pienso reunirme con las estrellas para bebernos una copa de luz. Charlaremos del viento enamorado y de la luna casada para siempre. Seré feliz, aunque yo, se lo aseguro, no soy gay.





VENID A MI

De los políticos deben interesarnos esfuerzos por mejorar lo cosa pública. Como administren sus vidas privadas queda para su propia intimidad. Y esto es, al parecer, lo que se ha quebrado en la campaña por la alcaldía de Madrid. Miguel Sebastián, aspirante por el partido socialista, preguntó a Gallardón por su relación “profesional” con Monserrat Curella, imputada en la operación Malaya y actualmente en libertad bajo fianza. Y D. Alberto se ofendió hasta límites insospechados, argumentando que nadie debe entrometerse en su intimidad ni en la privacidad de su vida personal. Y bajo este pretexto dejó de responder la pregunta que le habían formulado.

La mayoría de los comentaristas políticos se han puesto de parte del Sr. Gallardón respaldando los argumentos dados por él. Sin tomar partido de forma dogmática y manteniendo las dudas que surgen al ver el número de adeptos de todas las ideologías que apoyan a Gallardón (por ejemplo Joaquín Leguina), uno se pregunta si no estamos asistiendo a un acto de pura hipocresía y escudándonos en una vida privada por la que en realidad no se preguntó para no responder por una cuestión pública que podría afectar a la vida de los madrileños.

Y aparece Mariano Rajoy defendiendo al candidato popular. “Nosotros no somos como ellos” argumenta Rajoy. En consecuencia todos los que hayan sentido vergüenza por la pregunta formulada tienen un puesto en el Partido Popular y serán bienvenidos a él. La actitud de Miguel Sebastián, dice el jefe de la oposición, demuestra cuál es en realidad el talante del Sr. Zapatero y del socialismo.

Miguel Sebastián no acusó. Simplemente preguntó. Y el matiz hay que tenerlo en cuenta. Porque estamos acostumbrados a escuchar, precisamente de boca de Rajoy, tremendas acusaciones, acusaciones formales, nunca demostradas, pero formuladas como verdades no discutibles. Se acusa al Presidente del Gobierno de haber traicionado a los muertos, de balcanizar España, de apoyar a ETA, de entregar en manos de los terroristas el estado de derecho, de ceder al chantaje, de poner en venta Navarra, de estar de rodillas ante las pistolas, de amparar la mafia etarra, de estar detrás del 11-M para llegar a la Moncloa. Y así podríamos seguir hasta el asco y la saciedad. Se trata de una propuesta realmente cínica y Mariano Rajoy debería sentir vergüenza de hacerla si mira de paso a Zaplana y a Acebes a los que tan cerca tiene.

¿UNIDAD?

Alguna vez hay que dejar de ser políticamente correcto. Alguna vez hay que esconder las rosas para que nadie las pise. Alguna vez hay que cerrar los ojos para que nadie los muerdas. Alguna vez hay que hacer del corazón un castillo para que nadie te reviente las venas y puedas seguir adelante sin odios pero sabiendo a quién tienes delante.

Cuando escribo este artículo, España es una capilla ardiente. Ahí están todos nuestros muertos dándole calor a Isaías, acostumbrándolo a su nueva postura de eternidad.

Todos los partidos políticos elaboraron un documento de repulsa al terrorismo. Nadie puso condiciones. Nadie invocó más derechos que el derecho al grito, a la pena, al asco. Todos NO. El Partido Popular quiso aprovechar la ocasión para exigir que el Parlamento revocara una autorización dada a un Presidente legítimo para que no se pague un precio político en los contactos con la banda terrorista. ¿Y de dónde saca el PP. que el Parlamento autorizó el pago de un precio político? Y por qué concluye cínicamente que el Gobierno ha pagado un precio político? Tal vez con la subasta de Navarra. Con la independencia tal vez otorgada al País Vasco. Con el indulto a los presos etarras. Con su acercamiento al menos. Tal vez por la agresión infringida a las víctimas.

“La libertad y los derechos de las personas volverán a España”. Lo ha dicho Rajoy, ante el cuerpo acribillado de un trabajador de autopistas. Rajoy libertador, donante gracioso de derechos que el PSOE nos ha cercenado. Rajoy salvador de este Guantánamo en el que estamos hundidos. “El atentado favorece a ETA y a los socialistas”. Así de tajante lo afirmó el blasfemo Losantos desde la santa emisora episcopal. Y desde ese nido de odio que es la COPE, Mayor Oreja, que disfrutó de la placidez de la dictadura franquista, asegura que no se puede juguetear con los terroristas. Empeñar la fuerza de la palabra, arrimar el hombro a la historia con valentía es juguetear para este pordiosero de puestos europeos que no supo conservarlos en su patria.

Y Alcaraz pontifica que se ha matado “ a una víctima maltratada y perseguida por el gobierno” Alcaraz, peregrino de estercoleros, no consigue salir de su propio hedor. Alcaraz, traficante del dolor, se apropia la sangre inocente de Isaías. ¿Quién le ha otorgado el derecho para especular con el dolor de los muertos?

Y Esperanza Aguirre, condenando el terror, pero haciendo responsable de las pistolas a Zapatero. Y Güemes, mister guapo de la sanidad madrileña, gritando por Colón contra el gobierno del brazo del Foro de Ermua.

Le dispararon al pecho. Balas cobardes del miedo a través del parabrisas. Que nadie le dispare a través del féretro. Con una muerte basta. Que alguien se ahorre el tiro de gracia.

Por una vez, políticamente incorrecto. Por una vez con rosas escondidas. Por una vez la pena honda veteada de amargura. ¿Me disculpan?

UNA PAZ SOLIDARIA

El Presidente del gobierno acaba de anunciar el comienzo del diálogo con ETA.
Y en varios momentos de su discurso ha hecho alusión a la necesidad de llevar adelante ese diálogo en busca de una paz duradera recordando a las víctimas, proclamando su dignidad y mostrando el más sincero respeto a sus familias. Es una llamada a construir una paz solidaria con nuestros muertos, todos nuestros muertos, porque ellos son la garantía de una futuro sin sangre. Todos hemos tenido que detenernos alguna vez a velar la sinrazón derramada, a colocar rosas por la paz, a dejar lágrimas colgadas en las piedras del camino. Llevamos mil muertos en el alma y en nuestras manos blancas. Hemos enronquecido por las calles exigiendo la paz. José Luis Rodríguez Zapatero ha demostrado un exquisito trato con el recuerdo de las víctimas. Pero tiene una clara conciencia que nadie puede interferir en el camino de la paz. Los que seguimos vivos debemos respetar a los muertos. Pero los muertos deben experimentar el gozo de visualizar la paz para los vivos. La paz del futuro debe ser solidaria con el dolor del pasado. El ayer doloroso debe ser la sabia del mañana ilusionado.

Francisco José Alcaraz ha sacado de su archivo la falsedad mil veces repetida. Y con un cinismo increíble ha afirmado que Zapatero ha matado a las víctimas. En consecuencia Zapatero ha ingresado en la nómina de los terroristas, de los asesinos, de los matones. Alcaraz desvaría. Porque Alcaraz se empeña en negar esa solidaridad de los muertos con los que seguimos la ruta y anhelamos construir la paz. Alcaraz se empeña en matar la esperanza y yo le niego el derecho a expoliarme de algo a lo que aspiro legítimamente: la paz.

Durante muchos años hemos caminado con el miedo a encontrarnos con el odio terrorista a la vuelta de una esquina. No queremos caminar ahora con el escalofrío que produce este nuevo terrorismo (llamémosle de una vez por su nombre) que se empeña en impedir el logro de la paz. Ni Rajoy, ni Aznar ni Alcaraz tienen derecho a arrogarse esta negativa. Quien no quiera luchar que se margine, pero que no invoque a los muertos. Que no se los apropie porque su dolor es de todos y no es monopolio de una derecha que se ha quedado políticamente sola. El Partido Popular y sus adlateres deberían reflexionar. ¿Cómo es posible que un partido político se oponga a ese horizonte de esperanza? ¿Le resulta a alguien comprensible? ¿Por qué cuando el Presidente del gobierno proclama que no se va a pagar un precio político el Jefe de la oposición exige que el Presidente diga que no se va a pagar un precio político? Repugna a la razón humana esta perversión dialéctica y humilla a la ciudadanía. Los ciudadanos oímos lo que oímos y nos duele que la derecha de este país nos tome por incapaces intelectuales.

No se debe hablar con Batasuna porque es ilegal, dice (no argumenta) Rajoy. También ETA es ilegal y hay que hablar con ella. Y de hecho Aznar, cumpliendo con su deber, habló con ella. ETA debe disolverse y después hablaremos, dice (no argumenta) Rajoy. Cuando se haya disuelto ya no necesitaremos hablar con nadie. Por cierto ¿se había disuelto ETA en el 98 cuando el Gobierno del Partido Popular habló con ella?

Necesitamos la paz para que nuestros muertos descansen en paz. Y pedimos a nuestros muertos que sean solidarios con los esfuerzos de quienes hoy construimos una paz soñada por todos. Nuestros muertos podrán cumplir una misión esencial cuando Aznar, Rajoy y Alcaraz se retiren del camposanto y sólo los cipreses vigilen la resurrección alegre de Los amaneceres.







UN DIOS EXCLUYENTE

Me dan miedo los que hablan en nombre de Dios, sus intérpretes y traductores. Dios es la eterna pregunta que el hombre se hace. La interrogante está ahí. Dios no debe ser planteado como la respuesta al acontecimiento humano. El dolor, la enfermedad, la desigualdad, la pobreza, la injusticia no son la planificación de Dios sobre la humanidad, sino más bien la injusticia ejercida por el hombre sobre sus compañeros de viaje. El no es la explicación del acontecer humano, sino más bien la interrogante última del hombre cuando se pregunta sobre sí mismo.

Pero junto a esta actitud de humildad suprema y de suprema indigencia, siempre surge el malabarista que se erige como intérprete indiscutible. Y en nombre de Dios expone e impone su voluntad, nos sirve de puente distanciador y hace de su autoridad una dictadura traducida en dogma intelectual o en norma inapelable de conducta.

Cuando uno se pierde por los patios de Córdoba siempre se topa con la Mezquita como punto de encuentro. La Córdoba lejana y sola de Lorca, con sanrafaeles de agua y mármol sobre puentes romanos, nos conduce hacia el centro de sí misma: la Mezquita. Y allí, donde el Dios cristiano revolotea de arco en arco, quieren reunirse los musulmanes para rezarle a su dios. En ese bello bosque de palmeras rojas y canelas quieren unos y otros albergar su soledad, su miseria, su cansancio de ser hombre y contárselo al dios que puso su tienda de campaña entre nosotros y se hizo prójimo como respuesta suprema a la eterna pregunta. Hombres unidos y reunidos en torno a una concepción común, aunque diversa, formando un ramo de aspiraciones, de esperanzas, de preguntas abismales. Hermoso. Me parece hermoso.

Pero surgen los propietarios únicos de la verdad, de la razón. Los que manejan la voluntad divina como propiedad exclusiva, y lo que es peor, excluyente. En nombre de Dios y del pueblo sencillo, el Obispo de Córdoba se opone a la reunión orante de cristianos y musulmanes. Habla en nombre de una deidad estrecha y de una sencillez que es una forma más de subestimar una postura previamente creada de xenofobia espiritual interesada y rentable.

No se trata de discutir la “propiedad actual” de la Mezquita. Se trata de crear un espacio donde el hombre se pregunta por sí mismo y hace del misterio un horizonte humano y humanizante.

La Iglesia, católica (universal) por definición, no puede dejar fuera a todo el que no se atiene a sus criterios estrechos y anatematizadores. La verdad es verdad en cuanto está hecha de búsqueda, nunca de encuentros definitivos. La provisionalidad da sentido a la tarea de hurgar en el misterio. La propiedad privada de la verdad está en contra de la universalidad del amor.

La historia debería enseñarnos la perversión de la exclusión: los herejes, la investigación científica, la mujer, los homosexuales… La Iglesia no es lamentablemente una pregunta sobre el OTRO, sino un régimen canónico estricto, coercitivo, dogmático y hermético. Para eso ya tenemos las experiencias dictatoriales. Estamos necesitados de espacios sin límites, de mares anchos, de plazas abiertas donde encontrar una palmera, un chorro de agua y una flor que acompañe el cansancio de la sangre.

¿UN ASESINO MENOS?

Se ha ejecutado la pena de muerte contra Sadam. Y lo he oído comentar mientras tomaba una café: “un asesino menos”

Se colaba por los adentros el frío de fin de año. Eran los comercios un derroche para celebrar 2.007. Las uvas, los regalos, el cava y una alegría envuelta en celofán crujiente. La humanidad se deseaba felicidad para el futuro y ostentaba la alegría de contar con un asesino menos entre sus filas. Sadam colgaba de una cuerda para regocijo de Buhs que aseguraba que en Irak se había dado hoy el paso de una dictadura a la consolidación de una democracia. Aznar declaraba que entendía justa la sentencia dados los antecedentes del ahorcado. A algunos se les ensanchaban los pulmones y relajaban la vida apoyando los pies en la mesa del despacho oval. Las Azores eran hermosas. Y las madres de los soldados muertos en esa guerra lloraban como la Piedad de Miguel Angel. Pero las madres importaban menos. El petróleo es un diamante negro que puede lucirse en la solapa orgullosa de los mandatarios asesinos.

Sadam muerto purifica la sangre porque desinfecta la humanidad. Así pensaban algunos esta mañana mientras tomaban café: Un asesino menos. Matemática reconfortante la que resta maldad a los huesos fríos del invierno.

No es fácil llegar a ejecutar una pena de muerte. Se necesita alguien que la dicte, alguien que no la impida, alguien que la ejecute y un coro de aplausos que anime a los verdugos en su glorioso cometido. El reo es lo de menos. Sirve un dictador o el desertor de un régimen. Basta con la camaradería de Buhs, Aznar y Blair. Las cervicales rompen solas y la muerte cruje como un campanario de resurrección.

Y uno llega a la conclusión de que a las cuatro de la madrugada han brotado unos asesinos en grupo, necesarios para poder condenar a muerte a un asesino solitario como Sadam. Se ha respondido a la muerte con muerte y me huelen los magnolios a cadáver y a putrefacción los cedros del jardín. Me preocupan las ardillas que siempre van huyendo, los pájaros acurrucados en un sol debilitado. Me preocupan los que creen que a la humanidad le hemos restado un asesino sin darse cuenta que le hemos sumado pistolas negras, sogas rompedoras de cervicales, tiros de gracia que desnucan la vida.

¿Un asesino menos o unos cuantos asesinos más? Y que nadie saque la falsa conclusión de que uno aprueba la tiranía de Sadam. Sólo los estrechos de pensamiento, como Aznar, nos pueden decir a los que nos manifestamos reiteradamente contra esa guerra ilegal que no estar de acuerdo con la invasión significaba estar en armonía con el tirano. ¿Cómo hacerle comprender al ex presidente del gobierno, a su raquitismo intelectual, que la línea que separa a los dictadores de los demócratas es el distinto comportamiento ante la vida? El demócrata sólo tiene la palabra. Los dictadores, llámense Sadam, Franco o ETA tienen las pistolas. Y frente a todos ellos sólo exhibimos manos blancas, para lavar la sangre de todas las víctimas.

No siempre el café reconforta. A veces envenena porque es negro, muy negro como unas rosas extrañas.



TREINTA AÑOS

Para Carmen Toledano, surgida del pueblo,
mujer, alcaldesa, mujer sobre todo y para
para siempre.






Veníamos del miedo, del silencio. Con huellas de espuelas en el alma. España de taconazo militar. España en actitud de firmes. Con árboles sufriendo los trombos de noviembre. Con el Pardo flebítico, siempre próximo a la agonía.

Nos encontramos entonces con la palabra desnuda. Treinta años hace. Nada más. Nada menos. Lo recordaba por dentro, mientras tomaba posesión una alcaldesa. Cuando un general generalísimo enfrenta plazas de oriente, macho de charreteras doradas, de sentencias de muerte irrevocables, una mujer alcaldesa. Ahí están los treinta años. La historia haciéndose mayor, avanzando, encarnándose en el pueblo, hurgando horizontes nuevos.

Veníamos del miedo y nos encontramos con la libertad, injertados de futuro, arquitectos de la alegría de existir sin que nadie nos usurpara la aventura de trabajarnos la existencia, de ser nosotros mismos. Ahí están los treinta años.

Nos encontramos con el poder de decisión en las manos, entregando y asumiendo responsabilidades, designando alcaldesas impensables, conscientes de treinta años vividos.

“Libertad. Libertad sin ira. Libertad. Guárdate tu miedo y tu ira porque habrá libertad.” Trencas arropando el miedo. Panas abrigando la intemperie. Teníamos que aprender a vivir al descampado, prójimos de estrellas limpias, de lunas frías, sin un Dios nacional sindicalista, sin Vírgenes morenas con mando en plaza, sin ángeles-sublevados-un-diez y ocho-de-julio. Ahí están los treinta años.

También ellos regresaron del miedo, del mañana embargado, de la historia expropiada. Alberti inyectando poesía, Pasionaria dando coraje y músculo, Carrillo aportando serenidad equilibrada, Tarradellas, con exilio arrugado entre las cejas, y los republicanos que se fueron con balas en los talones.

Que alguien nos libre de los que hacen del miedo su predicación cotidiana: los Roucos, los Cañizares, los Acebes, los Zaplanas, los Rajoy, los Aznares. Que alguien calle a estos profetas de la angustia. España descuartizada, España entregada a las pistolas, España descristianizada por la invasión de mezquitas y alhambras, España siempre al borde de una lucha fratricida, balcanizada, España recordando rojos muertos, padres fusilados, homenajeando cunetas con huesos de mártires laicos, España de pañoleta y luto para siempre. Del llanto de estos seres siempre a media asta, líbranos, Señor. Porque han pasado treinta años. Y es posible una alcaldesa imprimiendo elegancia al mando y al servicio. Y es posible la fraternidad con el negro, el marroquí y el rumano. Es posible la España abierta a la horizontalidad de las culturas, sin Isabel y Fernando excluyentes, sin Francos al frente de tierra, mar y aire, con las urnas abiertas como vientres fecundos de esperanza.

Treinta años: el pasado de muchos, el futuro de todos.




TOTALITARISMO Y DIGNIDAD

Cuando preguntamos qué es el hombre, estamos sitiándolo, amurallándolo hasta tal punto que termina destruido. Porque el hombre no es, sino que deviene. Lo humano siempre está llegando a serlo. El hombre pregunta por sí mismo, es siempre el dato penúltimo, y se hace en la medida que tiene conciencia clara de estar llegando a ser.

Este quehacerse con los demás es la tarea política en el sentido noble del término, en cuanto construye la ciudad habitable para todos.

Este dinamismo existencial lo ignora el Arzobispo de Valencia, Agustín Gascó, cuando con una simpleza absoluta nos previene que si la política pretende ocupar el lugar de Dios, genera una práctica social monstruosa y termina en totalitarismo. En su visión cosificada de lo humano no cabe realmente el hombre ni la política. Tal vez eso explique el totalitarismo (ahora sí) dogmático en el que se mueve con la proclamación de una ley natural que vincula la conciencia humana a Dios, sin permitirle una iniciativa en libertad y convirtiendo la existencia en una determinista respuesta a los designios de un Dios, no prójimo, sino dominador.

Todo totalitarismo aplasta la dignidad. No registra la historia reciente esa lucha antitotalitaria durante los cuarenta años de dictadura última. En la manifestación de Cibeles ya nos avisó este esforzado valedor de la democracia que estaba amenazada por los divorcios exprés y la homosexualidad. Los homosexuales y los separados son los grandes peligros para el sistema de libertades que hemos conseguido. Es admirable esta conversión que le ha permitido a Gascó transitar de la connivencia más repudiable con los golpistas a la preocupación por una dictadura impuesta por Zapatero. Parece ser que el actual gobierno, no sólo ataca a la familia, sino que arremete contra una Constitución, una democracia y unos derechos humanos que tanto le costó conquistar a la Jerarquía católica enfrentándose al general.

¿Se ha dado cuenta este Cardenal libertador de la imposibilidad de desarrollar iniciativas intelectuales dentro de la Iglesia? ¿Habrá que recordarle, sin necesidad de acudir a la Inquisición, nombres como Congar, Rhaner, Küng, Häring? ¿Habrá que mencionar a los teólogos de la liberación? ¿Será necesario dictar una orden de alejamiento por el maltrato dispensado a la mujer? ¿No será totalitarismo la elección de los Papas -Jefes de un Estado piramidal-- la designación de los Obispos sin intervención alguna de los que van a estar bajo su jurisdicción canónica? ¿No será el celibato una imposición inapelable emanada de una distorsionada concepción de la sexualidad? Responsabilizar de todo a los designios de Dios sobre el ser humano es manipular el evangelio y contribuir a la destrucción del hombre como misterio para sí mismo.

Urge un diálogo de la Iglesia con el siglo XXI. Pero es imprescindible para ello que renuncie al totalitarismo ejercido sobre Dios y sobre el hombre. Sólo desde la pobreza de un vaciamiento (kénosis) brota la palabra como oferta creadora.






TIEMPO DE AMOR

Iba orgulloso por la calle. Como si llevara la luna de la mano.

-Te quiero, me dijo.

De ciertos despachos brotaban muertos como rosas amortajadas. Irak, Afganistán, Palestina, Israel, Sudán sembraban el futuro de cadáveres. Alguien sacaba a España de rincones obscuros y la asomaba al balcón de la sangre putrefacta. A medio mundo le provocaba nauseas el otro medio. Se compraba petróleo y se pagaba con carne. Aparcamos el asco en un hostal de carretera y descubrimos el universo como un inmenso prostíbulo.

-Te quiero, me dijo. Deberíamos ir a las Azores y enmarcar la alegría, y llamar al amor por su nombre, y gritar que la historia se alumbra boca arriba como un hijo. Me repugna este helado Guantánamo del miedo, del silencio cómplice, de la palabra encadenada.

-Te quiero, me dijo. Vamos a plantar el cariño al aire abierto. Huyamos al barrio de la libertad. Lejos de los predicadores del miedo. Que se queden agarrotados por el pánico porque nunca conocerán palmeras en alta mar.

-Te quiero, me dijo. Sin dogmas que yugulan los caminos. Sin relativismos que disuelven la esperanza. Sin la seguridad que impide el riesgo supremo de lo humano.

-Te quiero, me dijo. Me deslumbra esta explosión de claveles, la manifestación mitinera de los pájaros, la trinidad igualitaria de las olas. Te quiero por un plebiscito de la sangre, por los besos ungidos de las urnas, por el sí libertario de los vientos.

-Te quiero, me dijo. Respetando tus surcos entreabiertos, tu cosecha marítima de brisas, tu corazón de espumas inconcretas. Admiraré el ritmo de tus tiempos, el pulso de tus horas, la espera muscular de tu progreso.

-Te quiero, me dijo. Y haré del año que empieza un brindis perpetuo por la salud del sol, por la integridad de las rosas, por la suerte de los olivos de paz. Sacaré zapatitos a la luna en Febrero, en Agosto y en Noviembre por si el hombre consigue un armisticio consigo mismo y reanuda la armonía del corazón con la sangre.

-Te quiero, me dijo. Haré de mi carne una respuesta a tus ingles erectas y a tu aliento colgante. Que el aire lo disfrute y las olas se preñen de la luz de las sonrisas. Lo deseo este año que comienza para ti, caminante, creador de senderos y de tiempos, para ti que has hecho de lo humano la creación luminosa del futuro.

-También yo te quiero, le dije. Y desde entonces, nos citamos cada tarde en la plaza pequeña de los besos.




TERRORISMO-ANTITERRORISMO

Una frase sin historia: “Al terrorismo no hay que buscarle razones” (El país, 17-7-2.005).
Una frase contra la historia: “La alianza de civilizaciones propuesta por Zapatero es una estupidez” (Cursos de verano de la FAES).
La primera pertenece a una de las mentes más planas, estériles y vacías de la política española: Vicente Martínez Pujalte (PP).
La segunda corresponde a José María Aznar. Este hombre se desayuna cada mañana con su propia amargura y le agrega una dosis de fundamentalismo que conseguirá igualarlo a los enemigos a los que quiere exterminar.

Negarse a encontrar una causalidad al terrorismo es negarse a uno mismo una mínima capacidad de análisis. El terrorismo, como toda obra humana, tiene unas razones, unos fundamentos, unas explicaciones. No buscar ese fundamento es propio sólo de mentes como la de Vicente Martínez Pujalte. Es una frase sin historia que no merece comentario.

Más grave es el desprecio de Aznar. En su necesidad de anatematizar a Rodríguez Zapatero, evita decir que esa propuesta fue recogida favorablemente por el Secretario General de la O.N.U. y lanzada a la Asamblea de las Naciones Unidas para su concreción y puesta en marcha. Importantes comentaristas políticos la aplauden y comienzan a exigir este ecumenismo laico. Por eso la afirmación de Aznar revela una postura contra la historia. La ósmosis cultural es un hecho histórico que entrelaza lo humano con lo humano y España sabe mucho de eso: nosotros somos una alianza de civilizaciones. Negar esta interacción es negar las propias raíces. Apostatar del pasado, señor Aznar, es tan suicida como cerrarse al futuro.

A todos nos preocupa el terrorismo. A algunos nos preocupa también el antiterrorismo tal y como se está llevando a cabo. No basta con hablar de la “ideología del mal” (Blair) o del “eje del mal” (Bush). Estas simplificaciones malintencionadas sólo nos conducen a invasiones como la de Irak o a denigrantes Guantánamos. El terrorismo no se combate con otro terrorismo de mayor potencia. Sadán no puede ser vencido por unos sadanes reunidos. Contra Ben Laden, que tiene a Alá de su parte, no caben los otros benladen con otro Dios particular de su lado.

A la humanidad le duelen la Torres Gemelas, los trenes madrileños o el metro londinense. Pero a la humanidad también le duele –le tiene que doler- tanta sangre derramada por el occidente civilizado, tanto niño sin esperanza. A los que sembraron tanta muerte en Estados Unidos, Madrid o Londres los llamamos terroristas. ¿Cómo deben llamarse los vuelos rasantes que esparcen bombas de racimo y acaban en segundos con cientos de vidas? ¿Cómo hay que llamar al capitalismo salvaje que asume sin escrúpulos que dos terceras partes de la humanidad carezca de lo más indispensable para llevar una vida digna? ¿Cómo soportar con la conciencia tranquila la muerte diaria por hambre de cincuenta mil personas? Hay que ser valientes y preguntarse como lo hace Enrique Oliva en un periódico digital argentino: “¿QUIENES SON LOS TERRORISTAS?




TERNURA Y REPUGNANCIA

La repugnancia es una reacción defensiva para alejarnos de algo sumamente desagradable, para impedirnos su visión y aún más su ingesta. La repugnancia es buena en sí misma porque levanta un muro entre aquello que podría hacernos vulnerables y nuestro instinto de bienestar, incluso de supervivencia. Defendidos por ese cordón sanitario, podemos seguir haciendo camino con la dignidad, la alegría, la libertad y el riesgo que significa ser humano.

Conocí a Antonio Burgos cuando el franquismo ondeaba en la Giralda, Sierpes y Sagasta. Se pavoneaba por Sevilla, siempre guapa, incluso con franquismo en el alvero de la Maestranza. Le saludaban Utrera Molina y Juan Filosía. Algunos, desde el escondite del miedo, ya teníamos que taparnos la boca porque la repugnancia nos ponía de pié el estómago. Ya prefería sus gatos a Pasionaria y publicaba sus artículos gloriosos en un ABC que a mí me llamaba perro ladrador por negarme a rendirle honores a Carrero Blanco. Hoy los jazmines y el azahar ejercen la ciudadanía libre en el Patio de los Naranjos.

El pueblo trajo un día la democracia y la plantó sobre una losa de granito en la Sierra madrileña. Y la libertad que algunos conquistaron la disfrutaron todos. Pero siempre queda quien añora el asco y necesitan revolcarse en su propio vómito. Quien se aprovecha de lo conseguido por otros para tratar de ahogarlos en su miseria. Y ahí está la emisora episcopal. Náusea convulsiva mañana tarde y noche. Blandiendo báculos contra la homosexualidad. Celebrando cumpleaños junto a destructores ilegales de Irak o Palestina. Confundiendo mitras con bombas de racimo. Los federicos, las cristinas, las isabeles, los pedros, los nachos y luises, los césares, los roucos, los sebastianes, los gascó.

Menos mal que los identifica la repugnancia, nos previene y nos vacuna contra la peste mortal de cada día.

La ternura es un temblor nacido en los sótanos del alma. Un escalofrío de la sangre. Un anciano con su mapamundi de caminos hechos paso a paso. Un niño sembrando espigas para comerse limpiamente el futuro. Una mujer encinta, compendio de la existencia. Mujer con su hijo dándole la mano a una bandera. Sin patriotismos excluyentes. Una mujer prestando el hombro para que lloren los hijos de otras mujeres muertas por hombres que hicieron puñales de los besos. Siento ternura. Y me revolotean palomas por las ramas de la sangre. Y siento el orgullo de lo humano y humanizante, de este quehacer conjunto, creador, de esta libertad enamorada.

Necesitamos sembrar ternura para que la repugnancia se suicide en su propio asco.

SUBCOMANDANTE MARCOS

La población india, siempre irredenta, exige una existencia reconocida. Valorada y sostenida en sí y por sí misma. No se trata de otorgarle derechos, sino de reconocerles los que dimanan de su esencia. Y en esa tarea está empeñado un hombre joven, culto, frente a frente a las reglas establecidas por un capitalismo cultural beligerante, excluyente, que exige la apostasía del propio ser para superar la prueba de la integración. Para poder convivir con esos parámetros culturales, primero hay que renunciar a los propios. La civilización exige uniformidad de criterios mentales, éticos y de conducta. Y todo comportamiento no inscrito es esa “normalidad” se tira por la borda de la historia. No debe existir lo que desborda concretos esquemas mentales. Y para cumplir con esta norma estamos dispuestos a holocaustos sucesivos.

A la fuerza de la historia le pasa como a los ríos: cuando se les ciega su cauce habitual, terminan abriéndose camino para encontrarse de frente con la luz. Los gloriosos conquistadores de América aplastaron antiguas civilizaciones, impusieron la cruz y la lengua. Pero por debajo de la cruz quedaba la pacha mama y bajo la lengua trepaba la palabra. Y ahí están, dando calor a la mañana con sus ponchos de colores, abrigándose el alma y la pobreza, resucitando cada luna para beberse a chorros la existencia.

Subcomandante Marcos. Austeridad de pipa humeante y negro pasamontañas. Hombre revolución. Porque las revoluciones sólo las hacen los pobres. De las guerras se encargan los ricos. Las revoluciones elevan al hombre a categoría de hombre. Las guerras destruyen, socavan la vida y siembran cadáveres. Y esos cadáveres chorrean dinero, negocios, reconstrucciones pactadas. Y la bolsa rinde intereses al capital. Porque los muertos se ponen en venta y son rentables en el mercado del asco. Las revoluciones transforman, siembran de claveles los fusiles, inyectan rosas en los cañones y hacen de la alegría una resurrección humanizante.

Otro mundo es posible si el hombre está junto al hombre. No por encima. Si el pan es fraternidad. Si la palabra es entrega. Si el reparto es justicia. Si la justicia es reparto. Si la vida es la plaza grande y ancha donde lo humano es compañero del mar y de las flores, donde todos los niños inventan la alegría.

Subcomandante Marcos. Despreciando rentas per cápita, especulaciones petrolíferas, vaivenes de mercado. Preocupado de estrellas sin escuelas, de lunas encinta, de brisas parturientas. Hablándole a los indios de los hombros del viento, del perfil de los montes, del interior de las olas. Subcomandante poeta. Creador de espacios abiertos, para que el hombre coseche libertad por los trigales. Y el indio que entiende, que asume, que alimenta su carne morena de poesía. El indio que camina del brazo del orgullo de ser lo que es, de creer en sí mismo, de ser propia esperanza, amor de tierra y sudor. Indio que bebe a chorros el poema de un mundo que canta primaveras.

Otro mundo es posible si caen los grises emperadores de corbatas azules. Si los fusiles se convierten en tallos de luz. Si los estados del norte, si los occidentes, si las europas unidas por bastardos intereses. Si las iglesias son compañeras, prójimas de la indigencia. Si los cristos construyen sudores y caminos. Si renunciamos a lo que nunca debimos tener y volvemos al vientre nutriente de la espiga.

Subcomandante Marcos, poeta.




SOSIEGO

En su discurso navideño, el Rey pidió sosiego a las fuerzas políticas sin especificar en qué campo era urgente ese sosiego. Pero todos entendimos a qué se refería concretamente.

La palabra sosiego me sabe a poco. Prefiero el término serenidad. Me instala más en una visión centrada de las situaciones. Parece, o me parece, que incluso cuando hay que enfrentarse a situaciones de vital trascendencia para cada uno de nosotros, la serenidad nos permite enfocarlo todo desde un punto de vista más humano y humanizante. Es el fruto maduro de un equilibrio interior. Pero sea sosiego o serenidad, todos hemos entendido que es urgente que la política española haga un alto en el camino, tome perspectiva y actúe de acuerdo a ella.

La oposición política no tiene que estar vertebrada por el NO a todas y cada una de las propuestas de un partido gobernante. La diversidad ideológica no puede significar una discrepancia en todas las argumentaciones, absolutamente en todas. Lo distinto está hecho también de coincidencias, de elementos comunes que unen y que hacen más visible planteamientos distintos.

Los planteamientos económicos de los partidos de izquierdas y de derechas, son lamentablemente demasiado similares. Es evidente que hay características propias de cada uno, pero argumentalmente están bastante cercanos. En las demás cuestiones la proximidad o la lejanía de las posturas sólo pueden derivarse del bien común del pueblo. Una política ajena a la sensibilidad y al bienestar de los respectivos electores se convierte en un ansia de poder, en un monopolio partidista y, en el fondo, en una política prostituida.

Cuando el Rey pide sosiego a los políticos, estamos todos entendiendo que lo hace refiriéndose a un campo muy concreto: el proceso de paz. Desde hace cuarenta años venimos sufriendo el sobresalto de la sangre. La muerte, esa gran sorpresa para el hombre, ha estado agazapada en cualquier esquina. Y para tantas y tantas victimas, la muerte no ha sido la afloración de la propia madurez, sino la imposición asesina de unos verdugos.

A lo largo de nuestra democracia ha habido un empeño supremo del que todos nos hemos sentido partícipes y responsables: la paz de las manos blancas, limpias e inocentes, empeñadas en juntar flores en ramos vivificantes. Felipe González y José María Aznar lo intentaron. Y todos empujamos e hicimos nuestro el empeño de nuestros dirigentes. El Presidente Zapatero solicitó en el Congreso el apoyo de las fuerzas políticas y fue muy sintomático que todas, con excepción del Partido Popular, respaldaran la actitud presidencial. Y desde aquel momento los dirigentes populares fueron derrochando anatemas: No se puede dialogar con terroristas. Incluso negaron, y siguen negando, que el gobierno de Aznar lo hubiera hecho. Y en un alarde de cinismo se habla de bajada de pantalones, de traición a los muertos, de entreguismo, de ayuda al rearme de los terroristas, de desprecio por las víctimas y se ha arrojado sobre ese proceso de paz todo el vómito procedente de la propia amargura.

A lo mejor ha llegado la hora del sosiego, de la serenidad, del equilibrio que da el empeño en una tarea común. El mañana es posible. A la grandeza humana nada le viene dado. Todo es producto de su creatividad. Crear el futuro es la misión irrenunciable de cada ser.

En la plaza grande de la palabra es posible el encuentro gozoso del anhelo. Tal vez el sosiego, la serenidad, el equilibrio sean un pan bueno para alimentar la esperanza.

SOLEDAD POLITICA

Por lo visto no es bueno que el hombre esté solo. Hay que ser racimo, puñado, abanico. Y avanzar así, de la mano, del brazo, como van las olas, creando playa, horizonte. Los pobres terminan cambiando la historia porque avanzan juntos. Los ricos sólo tienen la posibilidad, la triste posibilidad, de amontonar dinero, porque la competencia es su única ley. Cuando los ricos mueren van a parar a mausoleos. Es la absoluta soledad de la muerte. Los pobres terminan en fosas comunes y convierten la muerte en comunión, en fraternidad definitiva.

Los grandes retos, en política, sólo admiten la respuesta de la solidaridad. De dar respuesta se trata y de construir paso a paso una humanidad mejor. Pero en común y para la comunidad. En eso reside la nobleza de la política: en la creación del futuro a base de sacrificar el propio presenten. Desde la generosidad de hacer un mañana aunque para nos duela el presente.

Ese mañana que es herencia y entrega, se ejerce desde el poder y desde la oposición. La alternancia es el necesario relevo para que el otro rehaga sus fuerzas. En el descanso se ejercita la creatividad y se retoma la iniciativa haciendo a los demás destinatarios del propio esfuerzo. La política es trabajo noble. Pero el poder ejercido o delirantemente ansiado pudre la entraña misma de la política. Y a lo mejor en este período estamos.

El sindicato del crimen convicto y confeso sacó a Felipe González de la Moncloa. Los GAL, la corrupción constatada, la autocomplacencia excesiva hicieron el resto. José María Aznar no disfrutó de mayoría absoluta, por suerte, y tuvo que pactar con nacionalistas. Aprendió catalán, para la intimidad por lo menos. Pujol habló castellano junto a Arzallus y entre todos retomamos el quehacer político. De la segunda legislatura mejor no hablar: la amistad con Buhs y Blair nos ha hecho copartícipes de la sangre irakí. Y tuvimos que huir del 11-M dejando atrás 200 muertos para refugiarnos bajo otro techo mientras Acebes, el propio Aznar y hasta el Obispo de Jaca intentan culpabilizar al PSOE de la masacre fundamentando las argumentaciones en las más absoluta miseria.

El Partido Popular, como un nuevo y peligroso rico, se ha situado en la más radical soledad. Con una visión dictatorial, ha dividido a los españoles en buenos y malos, en decentes e indecentes, en patriotas y antipatriotas. O conmigo o contra mí: el slogan de todos los que pretender ejercer despóticamente el poder. No admiten el camino en paralelo. España es su monopolio. Y la paz y la lucha antiterrorista su feudo. Se abstienen en la votación de una ley de igualdad porque han sido incapaces de hacerla. No les importa la ley de dependencia. Salen a la calle rodeados de báculos episcopales a protestar contra el matrimonio homosexual porque el amor es sólo de derechas y Dios un neocon americano. Y ahora dictan los nombres de quienes pueden o no participar en tertulias o entrevistas y nos dicen el periódico que debemos leer o las emisoras que debemos escuchar. Suena a franquismo puro y duro. El franquismo que recuerdo, contra el que tantos luchamos, para volver a encontrarlo, así de repente, por las aceras de Génova. El Partido Popular no es ni moderno, ni laico ni democrático. Se ha colocado en la absoluta soledad del dictador. Solo contra el mundo, con la soberbia de la amenaza y con el falso orgullo de tener que reconstruir un país que todos los demás hemos destruido. El sabrá poner los cañones en las calles, invocar a Tejero y aupar una uniformidad nacional que haga de España una unidad de destino en lo universal.

Solo en la plaza como deseo supremo de los grandes toreros. Nada más advertir a Rajoy y cuadrilla que los toros conocen y aman las femorales.




SOCIEDADES PERFECTAS

Me desconcertaba estudiar de pequeño que tanto el Estado como la Iglesia eran sociedades perfectas. Chaval de posguerra, intuía cómo NO debían ser las cosas, aunque no llegaba a saber cómo debían ser exactamente. La educación de aquel momento excluía por sistema la reflexión del alumno si ésta divergía de la enseñanza oficial. Las cosas eran como te las exponían sin modificación alguna. La idea de perfección no cabía en mi cerebro. Más bien partía de la base de que todo estaba inacabado, imperfecto, basado en una provisionalidad estimulante, enriquecedora, que empujaba a la búsqueda. Todo hallazgo intelectual se me antojaba dato penúltimo que me impelía a ir más allá y así concebir la tarea humana como la persecución del misterio. Nada podía ser lo que aparentemente era. Todo devenía, llegaba a ser. Todo era horizonte inalcanzable más que meta conseguida.

¿Duda cartesiana? Tal vez intranquilidad con lo definido. Nada era lo que evidentemente era. Todo encerraba un núcleo que había que descifrar y una vez descifrado había que seguir ahondando. Tal vez la muerte, pienso ahora, y sólo la muerte, como elegancia suprema de la vida, instale al hombre en esa definitiva postura de quien experimenta la propia verdad, la de la historia y a lo mejor la de Dios.

El Estado y La Iglesia eran entonces las dos coordenadas en las que inexcusablemente tenía que moverse el españolito. Y era tal la ósmosis entre ellas, que lo que era bueno para una era bueno para la otra. La Iglesia se autodefinía como sociedad perfecta e independiente del Estado, pero qué duda cabe que su superioridad la empleaba para alimentarse en todos los órdenes de la sociedad civil. Y ésta a su vez nada podía emprender que fuera contra la Iglesia o al margen de sus directrices. Franco, diácono de la Iglesia y los Obispos, diputados en cortes, formaban una imagen hipostática, suprema e indivisible. Dios era franquista por definición, había luchado al lado de las tropas nacionales y sin duda había estado de acuerdo con el golpe militar del l8 de julio. De los cañones del Generalísimo brotarían las rosas de la paz como auspiciaba el Cardenal Gomá.

Nada de esto significa, créanme, hurgar en viejas heridas. Simple constatación de un niño de posguerra. Hoy el Estado se rige por una Constitución aconfesional y en consecuencia puede y debe legislar de acuerdo a valores reconocidos por las instituciones internacionales y proclamados como derechos humanos universales. Y los gobiernos tienen el derecho y la obligación de diagramar los campos educacionales para que los ciudadanos encuentren una plenitud humana que nunca pudimos alcanzar cuando sólo éramos súbditos.

La Iglesia, tan consciente en otros tiempos de ser una sociedad perfecta, fue redefinida por el Concilio Vaticano II como pueblo de Dios, siempre en camino, siempre peregrino. Y uno, que ya no es un chaval, está infinitamente más de acuerdo con esta visión andante hacia y no instalada en. Pero los Obispos españoles y sus portavoces siguen añorando tiempos pasados de concubinato cuando la cruz era la espada y la lucha diaria por el pan una cruzada con estrellas y galones. Y uno comprende, porque la vida enseña a comprenderlo todo, que se añoren privilegios, prebendas, dinero, primacías. Melancolías antievangélicas que apean a la Iglesia de su propia dignidad de servicio y projimidad para instalarse cómodamente en la prostitución de quien ofrece indulgente colaboración a cambio de oscuros privilegios.

Según Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal, si la educación queda en manos del Estado, éste podría sembrar ideas inmorales en el alumnado, que dependerían del partido que estuviera en el poder. Y si queda en manos de la Iglesia, poseedora única de la verdad, ¿Qué se enseñaría sobre el uso del preservativo, sobre las células madre, sobre la homosexualidad, sobre las relaciones sexuales? ¿Se nos seguiría diciendo que la ceguera puede ser una consecuencia directa de la masturbación? ¿Qué un régimen fascista elimina a sus enemigos porque a su vez son enemigos de la religión? ¿Se nos diría que Dios está de parte del general vencedor, que una guerra fratricida es una cruzada, que Jesús bendice los cañones?

Algunos echamos en falta la cruz limpia y honrada, con un Cristo compañero, buscador, el de la tienda de campaña bajo las estrellas, el que convive y empuja la historia, poeta desnudo por las cunetas del mundo. Sólo me interesa el Cristo que está de parte del pobre, del vencido, solidario de su quehacer y del esfuerzo muscular del hombre que convierte el misterio en raíz indigente de una pregunta iluminada.


SIN CORBATA

Hacía frío en Madrid. Enero, 4. Evo Morales, Presidente electo de Bolivia, descendía del lujoso blindado en la explanada del Palacio de la Moncloa. Le esperaba Rodríguez Zapatero: sonrisa, traje gris, corbata a juego, mano extendida, abierta, como un mapa de la España moderna. Evo Morales enfrente: pantalón oscuro, camisa blanca desabrochada, jersey a rayas horizontales, sin corbata, una mano curtida y un rostro indio tímido, casi pidiendo perdón por su recién estrenada grandeza.

Se entrevistó con los empresarios, con el Rey Juan Carlos, con los representantes sindicales, los líderes de todos los Partidos políticos, menos con el máximo representante de la derecha. A lo mejor porque la derecha española carece de un líder con autonomía, sin dependencias aznarianas, o porque la derecha no trata con indios sin corbata.

Los jefes de protocolo no encajan en sus esquemas a un Jefe de Estado con la indumentaria de Evo Morales. La prensa, las radios, las televisiones pusieron de relieve lo que no debería ser más que una simple anécdota. Ellos sólo entienden de trajes oscuros, zapatos italianos y corbatas de seda. Así visten, por ejemplo, Buhs, Aznar o Blair. No importa que sean los invasores de Irak, los que mintieron conscientemente al mundo para declarar una guerra que se ha echado a las espaldas miles de muertos, los que decretan las naciones que forman el eje del mal, los que se apropian de un dios guerrero que justifica la falta de libertad en aras de una pretendida seguridad. Pero siempre llevan en sus apariciones públicas, y eso es tremendamente importante, corbata.

Usted, señor Presidente de Bolivia, se ha presentado con las manos llenas de pobres, de hambres seculares. Con los hombros cargados de opresión imperialista, con las espaldas encorvadas de explotación. Y con un grito de rebeldía insolente que no le pueden perdonar los elegantes de la política: “Necesitamos socios, no patronos” “No vamos a confiscar, ni a expropiar, pero vamos a nacionalizar porque lo nuestro es nuestro” Se ha vuelto Usted peligroso para los intereses empresariales que ejercen despóticamente las empresas gasísticas en su país. Por eso José María Aznar, con la agudeza de analista que le caracteriza, ha afirmado que iberoamérica es una “región atenazada por la explosiva combinación de populismo e indigenismo” Este emperador de la falacia, temeroso de que lo exilien de las Azores, previene del peligro de que los Indígenas exijan incomprensiblemente sus derechos, y desposado del brazo de Buhs se erige en defensor de los valores de occidente.

Hoy, señor Presidente de Bolivia, no existe la izquierda. Se prefiere ser socialdemócrata. Y la derecha se avergüenza de su historia y se denomina centro derecha. Las palabras se han vaciado de contenido. Ser “radical” está mal visto y no es políticamente correcto. Pero se impone la radicalidad transformadora que ahonda en las entrañas de los problemas como método único de diagnóstico. Ser radical significa ir a la raíz. Y ser de izquierdas entraña una fe en la utopía, en esa verdad, que no por prematura, es menos verdad (Alfonso Guerra)

A usted, señor Presidente, le sienta bien la izquierda, el radicalismo, la lucha y el indigenismo. Lleve en la solapa la esperanza de su pueblo, en las manos el mañana de América y en los ojos la rebelión de los pobres. Y olvide para siempre la corbata.

SANGRE SUBASTADA

La sangre está muy cara. Se cotiza muy alto en bolsa. Sólo los inversionistas con visión de futuro arriesgan su dinero en una operación ciertamente rentable, pero costosa. Usted mata e inexorablemente nota el culatazo en el presupuesto. A Buhs le ha pasado. Acostumbrado a matar, necesita medio billón de dólares para sacarle un rendimiento aceptable a la sangre. Tiene para ello que recortar gastos sociales: estará peor atendida la sanidad, los viejos tendrán que acostumbrarse a una soledad más espesa y la gran potencia, en general, deberá aceptar un estrechamiento del cinturón. Pero valdrá la pena, asegura Buhs. Tiene una certeza absoluta: la sangre a corto y medio plazo revierte en beneficios que incrementan el producto interior bruto y obliga a un respeto casi absoluto por parte del resto de países.

Algunos tertulianos televisivos y radiofónicos creen que ya no debe usarse el discurso de la guerra de Irak porque es algo que pertenece al pasado. A Rajoy no le interesa hablar del ayer porque está ocupado en la construcción del futuro. Lo mismo le sucede a Arístegui.

Pero resulta que las víctimas de aquella guerra ilegal siguen cayendo cada día, goteando sobre la conciencia del mundo, agolpándose sobre las espaldas de su inicuos promotores que decidieron un día convertirse en salvadores de la historia. Miles y miles de muertos, toneladas de un dolor inmenso, puesto de pie sobre la historia de la humanidad, como giraldas erectas y enlutadas. Estamos pariendo los muertos en el momento mismo en que queremos olvidarlos y relegarlos al ayer. Los hombres del futuro necesitamos desentendernos de las víctimas del presente para afrontar con la cabeza alta los retos del mañana.

El infame Sadam no consiguió serlo tanto como este Occidente lleno de valores cristianos que invade en nombre de Dios. “Dios me dijo que invadiera Irak” ha declarado Buhs. Y al rebufo del dios americano, neocon y de derechas, marcharon Blair y Aznar. Destronado el primero. Ufano y endogámico el segundo, emperador venido a menos, con rencores políglotas repartidos por universidades a cambio de dinero, porque la sangre, como piensa Buhs, es siempre rentable.

Y a uno le tiembla la palabra y se le estremece el aliento cuando día a día se siente responsable del amortajado presente de Irak. Sobre la pira de mentiras urdidas en las Azores se queman los cadáveres de miles de seres humanos. Y se nos cuelan los muertos entre la publicidad de un detergente y el jamón de Jabugo.

Estamos en un mundo devaluado. A lo mejor ni la sangre es rentable porque ha bajado su cotización en bolsa.







SAN MARIANO CONVERSO

Mariano Rajoy ha condenado el acto terrorista de Durango. No podía ser de otra manera. Y ha prometido que apoyará, “como ha hecho siempre,” las medidas que tome el gobierno de España para acabar con el terrorismo. Y aquí es donde falla la memoria. Porque o Mariano Rajoy no se acuerda de posturas combativas anteriores contra ese gobierno, o los demás caemos en la trampa de deformar el pasado.

Quiero creer que Mariano Rajoy ha sufrido una caída traumática del caballo y es ahora un converso. Bienvenido a la razón de la razón. Póngase cómodo porque está en la casa que nunca debió abandonar.

Pero me preocupa que ese descabalgamiento no sea del PP. en su conjunto. María San Gil, Elorriaga, Mikel Buesa, Angel Acebes siguen responsabilizando al gobierno del terrorismo ejercido en Durango y hacen recaer sobre él la culpabilidad del coche bomba. Y nada digamos de ese mercader del dolor que es Alcaraz. A quien hay que condenar es a Zapatero. No a ETA. ETA y el gobierno, según el obseso Mayor Oreja, forman un entramado de empresas temporales con el fin de destruir y fraccionar España.

María San Gil, destemporizada por su enfermedad de la que nos alegramos haya salido, se ha quedado anclada en De Juana Chaos. Y nos advierte maternalmente que no nos dejemos engañar por los socialistas gobernantes. Elorriaga descubre (descubrimiento que pertenece a una profunda investigación) que ETA no ha desaparecido nunca. Buesa, el usurpador de Ermua, que no culpó a Aznar cuando asesinaron a su hermano, echa en cara al gobierno su complicidad con los terroristas. Y Alcaraz, pordiosero de un puesto de relevancia, asegura que ni el PSOE ni otros partidos han sido contundentes con los asesinos.

Mariano, el converso, no llama al orden a sus seguidores para instarles a que tomando ejemplo de su decisión, se sumen en el respaldo a un gobierno legítimo que ha intentado, con el apoyo mayoritario del Parlamento, reconducir la situación y poner claveles en los fusiles. Zapatero ha creído en el diálogo. Y a Zapatero le han asesinado la palabra. Y Rajoy y sus compañeros aplaudieron la ejecución y brindaron con el profeta Zaplana su visión de futuro: “Esto tenía que terminar mal”

Y todos aseguraron que ellos nunca habían hablado con ETA. Aznar, su gobierno y su partido sienten vergüenza de la palabra. Esta es la diferencia con Zapatero. La palabra es el vientre donde se engendra la democracia. Abortarla es negar su eficacia y significa un regreso a posturas dictatoriales.

San Mariano converso, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestro común esfuerzo. Amen.



SAN CARLOS Y LA COPE

Conocí Vallecas hace años. Cuando Arana, José Luis, Paca Sauquillo y tantos otros estaban empeñados en hacer del chabolerío una resistencia activa al tardofranquismo. Aparecía por allí de vez en cuando Mons. Hiniesta. Y nos reuníamos apoyados en la autoridad del Cardenal Tarancón. Allí estaban los de la brigada político-social y grises, muchos grises. Y el miedo entre las manos, apretando los dientes, sangre tiritando. Porque el miedo es el miedo y los dictadores lo saben.

Hoy han cambiado las cosas. Vallecas es hermosa, como una recién nacida. Y el Pozo del Tío Raimundo, con su Padre Llanos para siempre dentro, y su Díez Alegría, con sus víctimas 11-M entre los pliegues de la carne. Pero hay mucha pobreza refugiada, mucho huido del centro de la plaza que se refugia en los toriles de Vallecas. Y allí están Enrique Castro, Javier Baeza y Pepe Díaz. Han echado raíces madres salvando hijos de la droga, llorando esperanzas que se fueron envenenadas de cocaína, inmigrantes si casa, sin amistad sobre todo, sin cariño sobre todo. Y están formando piña eclesial, eucaristía viva, cuerpo dolorido y resucitado. Ejerciendo Jueves santo y domingo de pascua. Vivos. Con la fuerza que da el amor, la esperanza, la fe como peregrinación claro-oscura hacia la existencia del Otro.

Pero estorban. Por todo eso, estorban. Son una interrogante, una interpelación, un grito. Son conciencia. Y duele su presencia como duele la evidencia de una lepra en la opulencia de una Iglesia de sí misma olvidada, conscientemente huida, prófuga de evangelio y fraternidad. Hay que cerrar la boca, taponar el grito, que no resuene en las almas piadosas de Rouco y Vicarios Generales. Ellos han elegido el derecho canónico frente al amor, los mandamientos de Moisés frente a las Bienaventuranzas. Prefieren las normas encorsetadas al vértigo de la libertad. Los pobres no deben ser sujetos de decisión. Eso sólo corresponde a los ricos en dinero y conocimientos. Y para eso ya está el Cardenal de Madrid. Más idulgencias plenarias y menos manos abrazadas.

La COPE está enfrente. Es lucha eficaz. Contra el laicismo que aleja de no se sabe qué dios minúsculo. Impidiendo investigación, eutanasias como bajadas misericordiosas de la cruz, homosexualidades desviadas de designios de dioses arrepentidos de su propia creación, obstaculizando acogida de musulmanes que pueden acabar con nuestro cristianismo de cruzada santa, contra el papel exacto de la mujer en la historia, contra el valor de lo humano por humano.

La COPE enfrente. Adjudicando el dolor de las víctimas a un Presidente democráticamente elegido. Implicándolo en crímenes abyectos. Chorreándole la cara de sangre inocente. Sembrando odios mañaneros. Pagando a sicarios de la palabra, empujando arengas destructoras, alimentando guerracivilismos fratricidas, manchando inocencias, apedreando esfuerzos de convivencia. Cardenal de Madrid, Deanes, Vicarios guardianes de ortodoxia blasfema. Duchándose al amanecer. Desayunando al amanecer, orando al amanecer. Reconfortados para todo el día con el odio de Losantos, Carlos Dávila, Pedro J. Luis del Pino. Rouco erigiendo Almudenas consagradas, presbiterios mitrados de lujo, custodias que pretenden limitar al Dios inmenso. Rouco satisfecho de COPE instaurada, de profetas del miedo, de voces oscuras de desgracias, de rencores repartidos en tertulias.

Ciérrese San Carlos de vaqueros y panes blanco, amasados de cariño y nostalgia de paraíso. No puede coexistir con el odio apoyado de negras catedrales. Abrase la COPE porque es urgente fusilar a los poetas del amor.







SAN BLAIR CONVERSO

Blair se ha convertido al catolicismo. Ha aceptado el primado del Obispo de Roma, ha hecho suyos ciertos dogmas y se ha sometido al derecho interno que gobierna la Iglesia. La Iglesia siente el orgullo de haber conseguido el reconocimiento de Blair. Benedicto XVI lo ha recibido como nuevo hijo, llegado de la zona oscura donde no hay salvación, de las afueras de la verdad cuyo depositario único es el Vicario de Cristo.

El término “conversión” en su sentido griego significa cambio profundo, cambio de entrañas, mutación radical de corazón. Mediante esa conversión, uno encuadra su vida en nuevas coordenadas. Se hace prójimo del dolor humano, compañero de la pobre pobreza del pobre. Se nace del vientre de una mujer, en comunión con el húmedo calor de una vaca y un platero tierno y peludo. Se alterna con las prostitutas que preceden en el reino de los cielos y se rebela contra el capitalismo feroz que diseña el hambre en el mundo y especula con la muerte de los hermanos.

A Blair se le ha exigido que reconozca unos postulados proclamados por la autoridad de la Iglesia. Se le ha obligado a que se someta a unas reglas canónicas. Pero nadie le ha urgido a una apertura amorosa que cuestione continuamente el acontecer humano. En Irak brota diariamente el petróleo aprovechado por las grandes potencias. Pero hay un surtidor de sangre que a nadie inquieta y que debería chorrear las conciencias. Nadie le ha pedido a Blair que su cambio de corazón le lleve a pedir perdón por la destrucción ilegal de un país, por una guerra que nadie sabe cómo terminar, por el uso de unas armas de destrucción masiva disparadas desde la mentira inventada, justificante del atropello, sacrílego marco de la indecencia de las Azores. Nadie ha salido del rincón de la historia. Estos Atilas de corbata y mocasín, de guantánamos y chanel-nº-5 deben ser repudiados por una Iglesia que canta a la paz, que dice creer en el hombre, en todos los hombres. A no ser que también la Iglesia haya apostatado, como tal institución, de su propia dignidad de pobre, de su dolorosa projimidad con el que sufre. Tratar de compaginar ambas posturas es caer en un maniqueísmo y en un fariseísmo contra el que Jesús esgrimió sus palabras más radicales. Ese Jesús, luchador contra el poder político y clerical de su tiempo, no puede admitir como compañeros de construcción de un mundo justo a los elegantes herodes devoradores de niños inocentes.

O el ex-primer ministro no se ha convertido a la Iglesia de Jesús o la Iglesia se ha convertido, renunciando a Jesús, en mercader implícito de Buhs, Aznar y Blair.





¿ROUCO, CRISTIANO?

Juan G. Bedoya escribe en el País correspondiente al 1 de Junio de 2.008: “Rouco entró a los diez años en el seminario de Mondoñedo y desde entonces no ha hecho más que pensar y hablar en cristiano” El comentario viene a propósito de un libro escrito por José María Zabala, aunque no publicado por orden expresa del propio Cardenal de Madrid.

No se trata de comentar el libro de Zabala que naturalmente desconozco. Pero sí de mostrar mi desacuerdo con Juan G. Bedoya cuando afirma que el Cardenal sólo piensa y habla en cristiano desde su más tierna infancia.

Afirmar que la educación para la ciudadanía no es constitucional, que en España no se respetan algunos derechos fundamentales porque no son coincidentes con las exigencias de una jerarquía anclada en el sexo, rebelarse contra la investigación científica, contra los derechos de la mujer sobre su propio ser, no es pensar ni hablar desde el cristianismo evangélico.

Condenar la homosexualidad, gritar que la Iglesia está perseguida, convertir en inmoral toda decisión que no cuadre con una visión estática de la historia, anatematizar una visión política enfrentándola a unos dogmas, erigirse en maestro de la verdad única sin respetar el esfuerzo de los pueblos por construir su propio destino, es seguir tomando el nombre de Dios en vano desde la atalaya de un complejo de superioridad incompatible con la madurez humana.

El cristianismo no es el resultado de un entramado de normas canónicas. Es más bien un proyecto abierto al hombre y para el hombre en el que está implicado Jesús de Nazaret. Lo humano es siempre el misterio, lo inacabado, lo inabarcable. Sobre el vértigo de la libertad, el hombre se construye a sí mismo y a sí mismo se concibe como la sorpresa infinita que eclosiona en la muerte.

La hechura del misterio no responde a ninguna ley natural, prefijada, inamovible. Esta visión estática cosifica al hombre y le priva del dinamismo histórico, del devenir propio de todo lo sorprendentemente viviente.

La Jerarquía de la Iglesia se ha instalado en el temor, el miedo, el catastrofismo. Vive siempre a la defensiva. Todo lo que no puede ser dominado desde su autoridad mitrada es condenable. Ignora que la construcción del mundo exige desbrozar el presente, con el gozo intimo del buscador, para lograr un mañana más justo, más humano y humanizante.

¿España descristianizada? Tal vez España madura, responsable de sus decisiones, donde también el cristiano debe arrimar el hombro, pero sin privilegios, sin tutelas de conciencia, a la intemperie.

Dios, como el hombre, es siempre una pregunta. Nunca la tranquilidad de una respuesta.


RELIGION EN LAS AULAS

De un tiempo a esta parte, se debate vivamente en todos los medios de comunicación si debe impartirse o no una educación religiosa en los colegios públicos. Durante la dictadura la religión se imponía a las conciencias porque una de las metas de todo dictador es precisamente anular esa conciencia, adueñarse del reducto de la intimidad y hacer de ello una propiedad estatal. Se nos obligó a practicar una moral que respondía a las enseñanzas de la jerarquía mayoritaria y acorde con las conveniencias del régimen. Y durante muchos años gran parte de los Obispos, aunque nunca la totalidad de los cristianos, bendijo y gozó una unión concubina e hizo suyas unas directrices ajenas al evangelio como postura crítica coadyuvando con la dictadura a aplastar lo humano en cuanto elemento creador y diferenciador de la existencia.

Con la llegada de la democracia, se restituyó al país su carácter aconfesional y laico. Y la Jerarquía católica, digamos nuevamente que no la mayoría de los cristianos, empezó a sentir el desgarro que le producía esa aconfesionalidad y las consecuencias que de ella podrían derivarse, como por ejemplo, y es sólo un ejemplo, las económicas.

Lo cristiano no es el fruto de una formación ni siquiera de una convicción. Lo auténticamente cristiano y la fe como elemento “transformador del mundo” no es el final de una consecución, sino un don gracioso al que el hombre se abre y por el que se deja fecundar en el amor y la esperanza.

La religión es el esfuerzo del hombre por llegar a Dios (Mircea Eliade). Queda claro en el relato mítico de la serpiente que ofrece la manzana con el atractivo de dar cumplimiento a lo que siempre el hombre ha aspirado: seréis como dioses porque habréis comido el fruto del árbol en el que radica el conocimiento del bien y del mal. Los griegos hicieron un esfuerzo “prometéico” para reeditar esas ansias insatisfechas y nuevamente se despeñaron en el fracaso. Ese sufrimiento histórico de malentendida superación fue interpretado siglos más tarde por Sartre como una “pasión inútil”. En cuanto el hombre, repetiría el existencialista francés, siga renunciando a serlo para aspirar a ser como dios, experimentará el fracaso y la vacuidad de su lucha.

Este esfuerzo secular es denominado por Romano Guardini como la auténtica RELIGION. Y en este sentido, dice el propio Guardini, el cristianismo no es una religión, sino una REVELACION, con la profundidad epifánica del término. No se trata, afirma, de llegar a ser como dios, sino de asumir que Dios ha logrado hacerse hombre. Participa así de la visión de Congar que llega a la conclusión de que la biblia es una teología para el hombre, pero fundamentalmente, es una antropología para Dios. El hombre persigue a Dios, pero es éste el que le sale al encuentro y se le hace cercanía, projimidad y compañero de tienda en el campamento del tiempo y de su aventura humana.

Esta visión no es un hallazgo de la modernidad. Corresponde a la experiencia más radical del cristianismo primitivo. Cuando la Iglesia se apea de esta postura se prostituye a sí misma y abdica de su propia conciencia por dios sabe qué bastardas y acomodaticias razones. Y aquí se fundamenta la incomprensión y el rechazo que produce en una gran mayoría de la sociedad.

¿Se puede ENSEÑAR esta experiencia en los colegios? No es cuestión de dedicarle atención especial por parte de las leyes de un país. No se trata de tener un profesorado bien preparado para trasmitir unos “conocimientos”. La Jerarquía haría bien tomándose en serio la propia doctrina evangélica y siendo consciente, que en cuanto don, la fe no es la conclusión lógica de un estudio en las aulas. Dejaría así, con gozosa convicción, de exigir la “imposición” de la fe frente a una laicicidad. Se desprendería del complejo de persecución que la hace vivir a la defensiva, y saldría a la plaza de la existencia humana como un mar abierto, una brisa vivificante, una denuncia vigorosa contra el hambre, la miseria, la opresión. A nadie le atrae una fe refugiada en las iglesias, huidiza del contexto humano: la realidad de la posesión del ochenta por ciento de la riqueza mundial por parte de un veinte por ciento, la existencia de tres cuartas partes de la humanidad que sufre necesidades elementales, el tráfico obsceno de armas, el desprecio de los derechos de los humildes. No se trata de predicar una legislación sobre el sexo como tema casi monográfico. Urge la voz profética de quienes viven en la propia carne la miseria de los otros. Entre ricos y pobre se levanta el tremendo muro de la vergüenza, más divisorio que el que partió Berlín o ahora se yergue entre israelíes y palestinos. Sabemos de qué lado del muro está Dios. Pero el hombre actual quiere saber, además, en qué parte se sitúa la Iglesia.

Esto corresponde a una experiencia íntima. ¿Podría un país democrático enseñar en sus colegios “que el Parlamento Europeo y otras iniciativas democráticas son los nuevos ámbitos del mal”, según pone de manifiesto Juan Pablo II en su último libro publicado? No se trata de tiempo dedicado, ni de que puntúe o no, o de que se imparta como asignatura decisiva por su evaluación como asignatura. No confundamos la matemática con la fe. No hagamos de la anchura del amor un compartimento para encerrar la esperanza.





REBELION CIVICA

Hay sones de arenga. Surgen caudillos desfasados. Caudillos del dolor, del resentimiento, del rencor, de la confusión. Cada uno con su causa, con su farsa, con aspiraciones a no se sabe exactamente qué. Alcaraz tratando de conseguir un gobierno de víctimas de cierto terrorismo, no de todo. Como si las víctimas no tuvieran bastante con su pena. Pero él está empeñado en inyectar dolor y desprecio al dolor y desprecio supremos que un día les descerrajó una pistola asesina, una bomba de odio. Y dice luchar por su dignidad. Y puesto de pies sobre tanta sangre inocente reparte culpas con total impunidad. Se refugia en la angustia de madres, huérfanos, viudas y hace responsable de tanta miseria a un presidente de gobierno democráticamente elegido. Y no hay fiscal que denuncie la infamia de este mercader de estraperlo.

Mikel Buesa se apropia del lazo azul y exige una rebelión cívica por el sometimiento a los designios de ETA, por la entrega de Navarra a Batasuna, por la cesión al chantaje, por la subordinación rastrera de un gobierno a una banda terrorista.

Caudillo Aznar, prometeo de Irak, Penélope condenada a tejer y destejer sangre inocente. 650.000 muertos, sin contar los que esta tarde sean entregados como arras de los muertos de mañana. Caudillo Aznar, perdonando vidas a españoles que no quisieron una guerra, Sadán sustituto, derrocado por la existencia, exiliado de Buhs, huérfano de Blair.

Y los peones negros, autoproclamados católicos, porque ser español es ser cristiano, y quien no es cristianos es otra cosa, pero no español, como dice el Cardenal Cañizares. Católicos desde la raíz, como Pinochet, Videla, Franco.

Y Losantos, oro, incienso, mirra y odio, mucho odio, indulgencia plenaria decretada de parte de Rouco, del Obispo de Jaca . Y Pedro J., vicario general de la conspiración.

Y los Obispos, designando a los dignos, a los decentes, pontificando sobre privilegios pactados con la dictadura, aprovechados de una transición temblorosa, organizando una rebelión cívica contra la enseñanza de la ciudadanía, imponiendo misereres, viernes santos, condenando amores por ser simplemente amores.

Y todos los marianos, los ángeles, los eduardos proclamando mítines de banderas, no pasarán, estamos aquí los de buena voluntad, los nacionales, los pelayos asturianos, los reyes católicos, católicos sobre todo, con Granada o granadas traídas por Iniestrillas y águilas imperiales que devoren la carroña y rompan los huesos del rojerío.

Uno recuerda el ruido de sables, la democracia tutelada, los tricornios acharolados en la noche de febrero, generalísimos de resurrección frustrada. Uno está cansado de caudillos, de taconazos machos, de polainas ensangrentadas.

¿Dónde están los profetas que alzan la voz contra los bancos que invierten sus ganancias en bombas de racimo, en muerte fresca que renta en bolsa? ¿Dónde están los poetas que apuestan por las rosas, por lunas tatuadas en labios y caderas? ¿Dónde están los testigos del silencio como palabra última de la última palabra? ¿Dónde están los que construyen la paz, los buscadores de la verdad, los que hacen el santo camino de la utopía?

Ellos, sólo ellos, repartirán agua fresca y una luz laica y condecoraciones azules en cada madrugada.





RAJOY: PRESIDENTE EN EL EXILIO

En su artículo de El País del ocho de octubre titulado “La derecha plural”, Javier Pradera hace una afirmación importante sobre Mariano Rajoy: “Sus discursos no son tanto las intervenciones críticas de un jefe de la oposición como las despreciativas regañinas de un presidente del Gobierno en el exilio dirigidas al usurpador torpe e incompetente de su puesto”

El Partido Popular con su jefe a la cabeza (lo de líder aún no está demostrado) no se ha resignado al hecho de haber perdido las elecciones del 14 de marzo de 2.003. Esta falta de toma de conciencia revela nada más y nada menos que una apostasía de la democracia, una no aceptación de las reglas de juego que nos hemos dado entre todos después de una feroz dictadura que duró cuarenta años.

El Partido Popular parte de la base de que si no se hubiera producido el terrible atentado del 11 de marzo o se demostrara que se cometió con la colaboración de ETA, habrían ganado las elecciones. Pero debería tener muy claro que si el pueblo español cambió su voto fue en primer lugar porque el gobierno no pudo o no supo evitar la masacre. En segundo lugar porque el votante se sintió más seguro en otra dimensión política que en la derecha gobernante. El pueblo buscó seguridad frente a la inseguridad que le brotaba a borbotones.

Mariano Rajoy no se resignó. Dirigido por Aznar y la FAES y escoltado por Zaplana y Aceves se impuso la imposible y patética tarea de desacreditar a un gobierno legítimo salido de las urnas y a entrelazar a ETA con el islamismo para demostrar que si todo fuera obra de ese terrorífico concubinato, el PP. hubiera salido victorioso. Al Partido Popular le falló ETA. Y por ahí anda buscando furgonetas, cintas de coplas cañí, ácido bórico y las complicidades de policías nacionales y extranjeros. Y el actual gobierno es tachado de usurpador por un presidente en el exilio que reclama una primogenitura que le sería restituída si ETA hubiera sido cómplice de aquella sangre. Dicho de otra forma: la intervención de ETA le hubiera dado legitimidad a un gobierno del Partido Popular. Tremendo, pero lógico si se lleva la indignación de la derecha hasta las últimas consecuencias.

Aceves, Zaplana, Rajoy deberían retirarse a una particular cartuja para expiar tanto dolor, tanta angustia, tanto recuerdo traumatizado. Y Aznar arrastraría su vergüenza en lugar de dedicar su tiempo a maldecir a una España que dejó rota en su huída hacia delante.

Los españoles nos merecemos una derecha racional, encarnada en nuestras preocupaciones, preocupada por una resurrección serena que nos empuje hacia el futuro. Nos sobran plañideras que lloran por los caminos de un exilio rancio, mediocre e irresponsable.



QUINIENTOS MILLONES

La Iglesia católica de Los Angeles va a indemnizar con 500 millones de euros a las víctimas de abusos sexuales cometidos por religiosos de esa diócesis. La noticia produce un doble escándalo. El primero es el hecho en sí de las violaciones. Cabría analizar las causas y llegar a conclusiones tal vez esclarecedoras sobre el obligado celibato sacerdotal. Pero escandaliza más aún que una diócesis posea capacidad económica para hacer frente al pago de 500 millones de euros.

El Cardenal Roger Mahony ha pedido perdón a las víctimas de esos abusos sexuales. Es una actitud obligada cuando se han cometido semejantes atropellos. Pero me parece tremendo que no pida perdón por tener una disponibilidad económica de 500 millones de euros. Con ser muy grave la pederastia, siempre cabe la comprensión de la debilidad de cualquier ser humano. Y con esta comprensión no quiero ni mucho menos justificar los hechos. Mi condena más absoluta y mi repudio a tan execrables conductas.

Pero me escandaliza más, infinitamente más, la capacidad de poder disponer de una suma tan increíble de dinero para hacer frente a las indemnizaciones correspondientes. ¿La Iglesia de los pobres? ¿La Iglesia de Jesús, hijo de un obrero? ¿La Iglesia de los despojados, de los hambrientos, de los desposeídos de la tierra? ¿La Iglesia luchadora contra las injusticias del mundo?

En esta sociedad ferozmente capitalista el rico siempre lo es a costa del pobre. Es imposible compatibilizar la riqueza con la serenidad del espíritu. Una Iglesia con semejante capacidad económica es necesariamente una Iglesia que ha traicionado el mensaje de Jesús. Y de esta traición hay que tomar conciencia y pedir responsabilidades a una Jerarquía infinitamente preocupada por los llamados pecados de la carne y la vigencia del derecho Canónico antes que por la autenticidad del mensaje trasmitido. Una Iglesia distanciada de los pobres por la opulencia de sus cuentas bancarias no es una Iglesia con capacidad para proclamarse como verdadera, y menos exclusivamente verdadera, como pretende Benedicto XVI. Es más bien una Iglesia infame, opio alienante, blasfemia viva.

¿Y esta Iglesia es la que condena la teología de la liberación? Esos teólogos son en realidad los que caminan por las anchuras de las bienaventuranzas. Los únicos que todavía mantienen vivo el soplo del espíritu. Nos avergonzamos en su momento del muro de Berlín. Nos avergonzamos actualmente de los muros levantados por Estados Unidos o Israel. Me avergüenzo como español de las vallas de Ceuta y Melilla. Y los cristianos deben avergonzarse del muro blasfemo erigido entre los pobres y la Iglesia: el muro del dinero. Tras ese muro de la vergüenza, la Iglesia pretende mantener maniatado a Jesús en custodias de oro. Pero si algo significa el mensaje cristiano es la encarnación en el pobre, en el olvidado, en el desnudo. Podrá la Iglesia perdurar a lo largo de los siglos. Pero mientras no sufra una conversión radical y se vacíe de sus riquezas, no será nunca la Iglesia de Jesús.

Pobres víctimas de la diócesis de los Angeles: manchadas en su niñez por pederastas y manchadas ahora por un dinero sucio.